Segunda audiencia del día superada, y yo no entendía cómo Fernando y los demás abogados podían aguantarse esto casi todos los días. Y yo no entendía por qué rayos seguía pensando en mi jefe como “Fernando”, y no como “Orejuela”. Ni tampoco entendía por qué ahora él parecía ser más...atento conmigo, teniendo detalles como ofrecerme su brazo cada vez que subíamos o bajábamos las escaleras, apoyar su mano en mi espalda baja cuando teníamos que cruzar alguna puerta, e incluso ofrecerme snacks que él al parecer cargaba siempre en su mochila. El Juez Palomino, un hombre que ya estaba en la edad de jubilarse, nos miró como queriéndonos amonestar con la mirada cuando Fernando y yo hicimos algo de ruido al rasgar las envolturas de nuestros snickers. Y ese juez gruñón tampoco quería hacer u