> Le escribí a Vlad mientras Fernando y yo nos tomábamos un café barato frente al palacio de justicia. Yo en serio había creído que el Dr. Satán, siendo tan millonario y toda esa cuestión, era muy refinado tanto para comer como para beber, pero en cuestión de una hora me ha demostrado que no siempre es así. Le gustaba almorzar en locales de pollo asado barato, y bebía su café de después del almuerzo al frente del palacio, en donde los vendedores ambulantes no se esmeraban tanto como Alonso y yo para prepararle un exquisito café con agua mineral y granos ultra refinados traídos de yo no sé dónde, en una cafetera que cuesta más que el bolso que yo llevaba colgado al hombro, y para mí ese bolso sí que había sido un desperdicio de dinero, pero lo había comprado solo por intentar cabr