La fiesta estaba en su punto máximo y Olivia seguía sola, cuando su mirada se encontró con la de un rubio bastante atractivo. El chico se acercó a ella, bailaron bastante y luego salieron al jardín. Allí el chico se puso demasiado cariñoso y ella ya no se sentía cómoda. Trató de liberarse pero él era bastante grande y tenía más fuerza que ella, por lo que la llevó a un rincón oscuro mientras la aprisionaba contra una pared sin hacer demasiado esfuerzo. Ella trataba de razonar con él, pero su mente se bloqueaba del pánico y sus manos temblaban sin control, sentía el sudor frío bajar por su cuerpo y ya casi con lágrimas en los ojos le pidió al rubio que la dejara en paz. El rubio parecía no querer dejarla, pero aflojó el agarre sobre las muñecas de la muchacha. Cuando ella sintió que la liberaba la sensación de tranquilidad comenzó a llegar de a poco. Poco le duró ya que solo había hecho dicho movimiento con la finalidad de usar sus manos para comenzar a manosear a la muchacha que estaba atrapada entre él y la pared. Olivia se sentía pequeñita al lado de un hombre tan grande. La muchacha temblaba con fuerza y las lágrimas abandonaron sus ojos sin esfuerzo. El rubio gemía contra su cuello que había comenzado a besar sin el consentimiento de la mujer, mientras colaba una de sus manos por debajo de la remera de ella que estaba arrugada y levantada. Olivia comenzó a pedir que la dejara en paz mientras los sollozos cortaban sus palabras. Él parecía no escuchar.
- ¿Todo bien? - Escucharon una tercera voz. Ella y el rubio voltearon para ver al morocho parado frente a ellos.
No parecía ser una situación donde todo estuviese bien, el chico tenía las muñecas sujetas de la chica y levantadas a la altura de su pecho, mientras que ella se encontraba contra la pared y claramente temblaba mientras las lágrimas no cesaban de brotar de sus ojos.
- Todo bien hermano - dijo el rubio soltando a la muchacha -. Ya me estaba yendo - Y cuando intentó salir sintió un puño golpeando su mejilla.
- ¿¡Qué carajo pasa contigo!? - gritó el morocho enfadado -. Vienes a mi casa, a mi fiesta ¿y tratas de abusar de una chica? - El rubio lo miraba con la mano colocada en donde había recibido el golpe.
- Pero, ¿qué mierda pasa contigo? - gritó el rubio -. ¡Ella quiso estar conmigo! ¡Me conoces Evan! ¡Sabes cómo soy! - Justamente porque sabía cómo era es que se enojó tanto. El rubio parecía un hombre confiable, pero tendía a tomarse a mal los rechazos.
- Mejor te vas de mi casa - dijo apretando la mandíbula y señalando la salida -. Y no quiero ver tu puto culo de nuevo.
El rubio salió de allí rápido. Jamás quería enfrentarse a un Murray, tenían demasiado poder en la ciudad. Evan lo siguió con la mirada hasta perderlo por completo y recién allí reparó en la castaña que estaba con la vista clavada en el suelo, temblando sin parar.
- Ey… Olivia - Le dijo suavemente mientras se acercaba a ella -. Todo está bien - La chica lo miró y sus ojos reflejaban terror -. Vamos, mejor subes a tu habitación - dijo tomando su mano suavemente para guiarla escalera arriba.
Su mano, que envolvía a la de la chica, la sentía caliente y hormigueaba en las partes donde ambas hacían contacto. Despacio entraron a la habitación de ella, encendió la luz para luego volver a mirar a Olivia que seguía parada en el lugar exacto que él la dejó.
- Olivia - dijo nuevamente -, ya está todo bien - Le recordó.
Al fin ella levantó su vista y parpadeó un poco antes de hablar, como si hubiese estado en un trance y al finalmente hubiese salido de él.
- Perdón… ya estoy bien… Gracias - dijo ella en un susurro mirando primero al morocho y luego cambiando la vista a la puerta del baño.
- ¿Todo está bien? - preguntó él acercándose -. ¿Quieres que le pida a Elena que suba algo? - Ella negó con la cabeza -. Bien, te dejo para que puedas descansar - Dicho esto, salió de la habitación con una extraña sensación de que algo más sucedía allí, que ella estaba tratando de ser fuerte.
Al día siguiente la casa era un asco, por suerte las chicas de la limpieza ya estaban allí. Olivia salió de su habitación dispuesta a bajar para desayunar, cuando la puerta de enfrente a la de su habitación se abrió y de allí salió una morocha que le sonrió amablemente.
- Oh, hola - dijo Olivia.
- Hola, soy Anna - Le respondió suavemente.
- Veo que conoces a mi hermano - La castaña señaló la puerta a la espalda de la chica.
- Sí… bueno, somos como… algo - habló mirando al piso y colocando un mechón de pelo tras su oreja.
- Bien, bien… entiendo - dijo la castaña -. Soy Olivia, la hija de la esposa de Charles… Algo así como la hermana del imbécil - La morocha abrió los ojos grandes al sentir una persona a su espalda.
- ¿Imbécil quién? - preguntó irritado con la vista clavada en la mujer al otro lado del pasillo.
- Ni idea… - dijo Liv para girarse y retomar su camino a la cocina.