Evan se disponía a salir en busca de su amado Camaro cuando notó ese vehículo en la entrada. Volvió sobre sus pasos al interior para buscar a alguien que le explicara qué sucedía con esa chatarra oxidada que estaba estacionada en la puerta bloqueando parte del camino.
- Elena - Le hablaba a una de las chicas de limpieza que era morocha, de pelo rizado y con una sonrisa tímida. Siempre le intimidaba que él se le acercara y eso lo divertía más de lo que le gustaría admitir -. ¿De quién es esa mierda que está afuera? - preguntó un poco fastidiado.
- Esa mierda - escuchó la voz de su padre a su espalda -, es un auto clásico - él le sonrió con fastidio a su progenitor - y le pertenece a Olivia - explicó el hombre mientras tomaba su café acercándose a él.
- Papá, en serio… - dijo entrecerrando los ojos -. Con todos los autos que hay abajo me vas a decir que se queda con esa lata oxidada - No se tragaba ese cuento.
- Ella se lo compró y se niega a usar cualquiera de lo que les ofrecí… Es algo así como un orgullo de usar el auto que puede mantener - dijo Charles encogiéndose de hombros.
- ¿Y cómo se supone que… - No terminó la pregunta porque su padre recibió una llamada, se disculpó para luego retirarse con el teléfono pegado a la oreja.
- Bueno - dijo el morocho -. Dile a mi hermanita que la próxima vez deje el auto donde corresponde y no donde se le ocurra a ella - Le hablaba a la chica a su lado que asentía ruborizada -. Me voy y no sé a qué hora vuelo, por si mi padre pregunta - Se giró y salió por la puerta.
Bajó para tomar su precioso auto y salir con cuidado de que ninguna chapa chocara con el Citroen que se encontraba en la puerta. Iría a encontrarse con sus amigos en la casa de Ethan, de ahí seguro pararían por un café, necesitaban terminar de organizar la fiesta del sábado, en la que aprovecharía que su padre no se encontraría y brindaría un enorme festejo por el fin de las vacaciones.
Olivia bajó a desayunar, realmente iba tarde a su turno en el café, por lo que tomó una manzana de la cocina y corrió hacia la puerta, antes de salir Elena la detuvo.
- Señorita - dijo suave. Elena le caía bien, era tímida pero confiable, lo descubrió cuando la ayudó a guardar sus cosas en el armario y no dijo nada sobre la marihuana que guardaba en un frasco bien cerrado -. El señorito Evan me pidió que le recordara no dejar el auto en la entrada. Realmente puede haber un problema si los autos del garaje no pueden salir - trató de suavizar el pedido.
- Primero, dime Olivia o Liv, como prefieras, no me gusta el señorita - La voz era firme pero amigable -. Segundo, que el idiota de mi nuevo hermano se meta el pedido por el culo - dijo y salió corriendo para subir a su auto y salir a la máxima velocidad que le podía brindar.
Evan ingresó al café acompañado de sus tres amigos, Ethan, Adam y Carl. Tomaron asiento en una de las pequeñas mesas de la esquina, les gustaba ese café, el estilo bohemio los llamó a entrar. Siempre iban a una cadena de cafés muy conocida en la ciudad, pero esta vez decidieron probar algo nuevo. Una chica pequeña, de ojos verdes y cabellos rojos se acercó para tomar sus pedidos, luego de obtener la información necesaria se giró sobre sus talones y volvió al mostrador. Evan la seguía con la mirada, realmente era atractiva, tal vez intentase ligar con ella, pero sus pensamientos se vieron interrumpidos al ver a una castaña de ojos marrones que se encontraba pasando detrás de la pelirroja. Alzó sus cejas bastante sorprendido al notar que llevaba un delantal demostrando que trabajaba en ese lugar.
- ¿Qué mierda? - susurró sin dejar de seguirla con la mirada. La chica no lo notaba.
- ¿Qué pasa? - preguntó Ethan al ver a su amigo.
- Es Olivia, la hija de la esposa de mi padre - dijo señalando en su dirección -. ¿Qué hace aquí?
- Parece que es su trabajo - dijo Carl evidenciando lo obvio -. Tiene delantal y todo - señaló rápidamente el atuendo de la chica.
- ¿Y por qué… - No entendía el morocho lo que sucedía. Si ella vivía en su casa, con todo el dinero de su padre a su disposición, ¿para qué trabajar en un café? -. Debe ser la mentalidad de ser pobre - dijo luego con arrogancia -. Seguro sigue con sus manías de trabajar hasta que note que mi padre le dará de una manera estúpida dinero, y ahí veremos si sigue trabajando - La volvió a mirar rápido de reojo y retornó a la conversación con sus amigos con una sonrisa malvada en sus labios.