Capítulo 13: la distancia entre el querer y el Yo

4066 Words
Seis años después: Adam debía poner todo su esfuerzo para empujar la enorme llanta que le habían amarrado con una cadena a la cintura. El entrenador Milton le gritaba para que no bajara el ritmo. Los estudiantes que estaban entrenando en las canchas continuas por momentos se quedaban observando el riguroso entrenamiento que le daban al joven de sexto año que ya había acaparado la atención de todos en los gimnasios continuos que estaban al aire libre. El entrenador únicamente entrenaba a Adam en las horas de la tarde en varios días de la semana y siempre con ejercicios que exigían un alto rendimiento físico. Ese año Adam debía hacer un examen de ascensión que lo dejaría como m*****o oficial de élite del Escuadrón de Tortura Mental y asistente oficial del capitán Yakov. Desde hacía seis meses que se le venía preparando para ello y Adam ya no asistía a clases, estaba enfocado en pasar dicho examen que le exigía un alto grado de concentración mental, por lo mismo, necesitaba llevar su mente al límite para fortalecerla. Además, estaba entrenando con el escuadrón en las mañanas, así como también asistía al capitán Yakov. Para Adam, los entrenamientos intensivos se estaban volviendo parte de su vida. Había encontrado en ello una vía de escape para soltar todo el estrés que obtenía a lo largo del día y no soportaba. Al alzar pesas o hacer ejercicios de cardio intensivo, pensaba en el enojo e impotencia que le causaba el no poder tener el desempeño en las prácticas mentales y, cuando todo su cuerpo se empapaba de sudor y el entrenador Milton le pedía que tomara descansos, volvía a encerrar su furia para desatarla en el siguiente entrenamiento. Para el quinto mes de entrenamiento intensivo, Adam en las noches iba al gimnasio para ejercitarse en completa soledad. Se colocaba los auriculares inalámbricos con la música a todo volumen y comenzaba a hacer flexiones de pecho o alzaba pesas. Le gustaba en esos momentos de soledad entrenar descamisado; cualquiera que lo viera de lejos notaría el cambio en su cuerpo, donde sus músculos estaban tallados y era evidente que había adquirido masa muscular. No quedaba ningún rastro del jovencito asustado y desgarbado que había llegado a la academia. Adam esos últimos años no había tenido tiempo para nada más que no fuera estudiar y entrenar. Siempre estaba ocupado. Siempre estaba yendo a algún lugar. Ser el aprendiz del capitán Yakov era una gran responsabilidad. Era la representación misma de su mentor, si Adam hacía algo mal en público, dicho error también era para su mentor, por lo mismo, debía andar con cuidado. Era el más joven del grupo de Tortura Mental, al que le decían: —Aprende de ellos, Adam, debes hacerlo igual o mucho mejor. Desde el primer día que el joven entró a la cámara interdimensional donde practicaba el escuadrón, su vida cambió por completo. Dejó de ser un niño y lo torturaron hasta que sacaron el hombre que existía en su interior. No tenía tiempo para pensar en nada más, su poco tiempo libre debía invertirlo en estudiar y adelantarse a las lecciones que le daría su mentor. Yakov también viajaba mucho. Lo requerían de forma recurrente en otras academias, también se reunía con presidentes nacionales y directivos de élite de academias de soñadores. Su mentor siempre se lo llevaba, le explicaba todo, hasta lo más mínimo. —Mira bien, Adam, ve todo, escucha todo, pero calla y analiza —era el consejo que siempre le daba. Adam intentaba no desprenderse del todo de su vida personal, no perder comunicación con sus amigos, pero era casi imposible, estaba demasiado ocupado y el último año viajó mucho, así que muy poco los vio. A Jensen en ocasiones la veía, sobre todo porque ella era la encargada de no dejar que se sobre exigiera cuando se encontraba en el CCI. Entre él y ella se había creado una pared desde hacía unos años, no es que Jensen fuera distante, sin embargo, tampoco era alguien cercano; simplemente… estaba allí, en modo neutro. Aseguraba que si le preguntaran por quién era Jensen fuera de la academia, no sabría qué responder, porque no la conocía a fondo. Poco a poco se volvía una desconocida para Adam. Le tenía envidia a Lily, ella sí que conocía todo de Jensen, era su asistente oficial después de todo. Pasaban mucho tiempo juntas, siempre estaba con ella, era su sombra. Una noche en que Adam no logró resolver un ejercicio mental psicológico que el capitán Yakov le colocó en la práctica, corrió a hacer ejercicio, aunque Yakov le pidió que descansara. —No lo pudiste resolver porque estás teniendo mucho cansancio mental —le informó—. Estás en tu límite, Adam. Comenzarás a obsesionarte y colapsarás. Debes aprender a respetar los límites de tu cuerpo y mente. Adam estaba en el gimnasio mental, un espacio creado entre las dimensiones astrales y la realidad terrenal. Podía sentir que su alma iba a volver a su cuerpo, pero lo estaba impidiendo. —Por favor, ya estoy dormido, mi cuerpo descansa —aludió. —No Adam, debes descansar de verdad —explicó Yakov—. Vuelve a tu cuerpo. —¡No, yo quiero seguir entrenando ahora! —insistió Adam. —Vuelve a la realidad terrenal, Adam. —La voz de Yakov sonó como eco y una fuerza arrastró a Adam hasta hacerlo caer a su cuerpo carnal. Adam abrió los ojos y se encontró en el cuarto oscuro, su mentor se levantaba del suelo y estiraba las piernas. —Ve con Jensen para que te ayude a hacer la terapia de meditación —ordenó Yakov con voz tranquila—. También estoy al límite, haré descanso mental hoy. Retomaremos mañana. Adam gruñó y se levantó del piso oscuro. La sala de entrenamiento daba la ilusión de estar en la misma interdimensión mental donde entrenaban. Una oscuridad que parecía no tener límite, las personas se distinguían gracias a la tecnología de reconocimiento humano, así los entrenadores podían concentrarse netamente en la persona que los acompañaba. Adam no obedeció, al salir de la habitación de entrenamiento mental, se dirigió al gimnasio, aprovechando que esa noche la tenía “libre”, porque para él las terapias de meditación eran una pérdida de tiempo. Normalmente, se oponía a que Lily, la asistente de Jensen, le hiciera las terapias de meditación. Se suponía que debía hacerlas con Jensen, pero ella le pedía a Lily que la asistiera en estas horas, algo que enojaba a Adam, así que nunca obedecía a Lily y mucho menos respetaba sus órdenes. Había acordado con Lily, para beneficio de los dos, que ella no le informara a Jensen que él no hacía las terapias de meditación y él fingiría que las tomaba, para que así ella tuviera esas horas libres e hiciera lo que quisiera. El capitán Yakov no sabía sobre esto, obviamente, era su pequeño secreto y el cual lo hacía sentir rebelde dentro de aquella vida estricta que llevaba hacía unos años. Si no iba a entrenar mentalmente, al menos ocuparía el tiempo entrenando su físico. Y mientras se ejercitaba esa noche, algo dentro de él quería salir. Parecía que su ser interior lo confrontaba, así que se sentía mucho más enojado y no podía parar de ejercitarse. Se ejercitaba en la barra cuando vio a Jensen entrar en el gimnasio y fue como comenzar a aterrizar en el presente. Se desprendió de la barra metálica, saltando y estuvo a punto de perder el equilibrio cuando ella se acercó a él con paso afanado. Adam se quitó los auriculares y la observó con intensidad, sin poder creer que tenía a Jensen frente a él. Lo había descubierto. Sintió una fuerte bofetada en su mejilla derecha que lo obligó a torcer su cabeza. —Eres irresponsable, ¿así es como quieres llegar a ser asistente del capitán Yakov? —regañó Jensen—. Tienes los ojos inyectados de sangre, un poco más y terminas convulsionando. La respiración de Adam estaba agitada y después de aquella bofetada sintió que lo aterrizaban en la realidad. Cayó de rodillas al suelo, jadeando por el cansancio que lo comenzaba a invadir. Pero también sentía muchas ganas de llorar por la impotencia que aún abundaba en su interior. —Estoy cansado de todo esto —susurró y no logró retener las lágrimas. Jensen sintió alivio cuando lo escuchó llorar, al menos sabía que no terminaría vomitando sangre, su cuerpo encontró un canal saludable para desahogarse. —Grita si quieres gritar. Desahógate —ordenó Jensen. Lo que ella no esperaba era que Adam le abrazara las piernas y se aferrara a ella como un niño pequeño. No sabía cómo reaccionar, ¿debía abrazarlo? ¿Consolarlo? Permaneció inmóvil por varios minutos en los que solo se escuchaban los sollozos del joven. Todos esos meses de tan intensivo entrenamiento Adam estuvo en silencio, acatando cada uno de los complejos ejercicios que le impusieron y sacaba muy buenos promedios cualitativos. Era impresionante, porque normalmente los estudiantes se frustraban y lloraban al no resistir la presión meses antes de un examen de ascensión. Jensen estaba preocupada porque Adam no soltaba su frustración y comenzaba a imaginar que seguramente no sabía cómo hacerlo, por lo cual, explotaría en cualquier momento de la forma menos saludable. —Adam, levántate, vamos a tomar aire fresco —pidió Jensen con voz calmada, una que prácticamente nunca había usado con él. Adam titubeó antes de ponerse de pie y no era capaz de observarla a los ojos. —Mírame —ordenó Jensen. El joven se rehusó a hacerlo, así que ella tomó su rostro con sus manos y lo obligó a mirarla a los ojos. —Sabes que conmigo no tienes que fingir, está bien que llores —le dijo—. Es de valientes afrontar tus sentimientos más intensos y de cobardes el fingir que se es de hielo. Así que acepta todas tus emociones y aprende a dominarlas. El ser humano no es de candela y mucho menos de hielo. Ahora… necesitas un descanso, Adam. Él de un impulso la abrazó. Jensen se sorprendió al sentir aquellos brazos musculosos rodearla, no se acordaba de algún momento que anteriormente Adam la hubiera abrazado, aunque si esa era la primera vez, le parecía muy extraño aquella sensación. —Ya, ya, Adam, vamos —pidió. . . La habitación de relajación privada de Jensen tenía un sauna, un jacuzzi, una recámara equipada para hacer masajes y un balcón con mirada al lago de la academia, con un ángulo en el que Adam nunca había visto. Así mismo como había una cama grande en un rincón que desde lejos se veía sumamente cómoda. Jensen le había pedido que se diera un baño y se cambiara con una de las pijamas blancas que se encontraba en el baño. Adam comprendió el por qué se llamaban habitaciones de relajación, allí todo era cómodo y hasta le daba envidia que los decanos tuvieran espacios tan confortables y los estudiantes no. Sin embargo, allí estaba, disfrutando de dichos privilegios. Le pareció bastante tonto de su parte el nunca haber aceptado tener una terapia de relajación, cuando era el paraíso personificado. Si hubiera sabido desde un principio que así sería la experiencia, no habría rechistado nunca en ir. Al salir al balcón, encontró a Jensen recostada a una alfombra y estaba rodeada de almohadones marrones y grises. —Ven, Adam, recuéstate a mi lado —pidió. Él así lo hizo, preguntándose la razón para que Jensen esa noche estuviera tan tranquila y cariñosa con él. Normalmente le hablaba con tanta autoridad que llegó a creer que ese era su temperamento natural. No sabía si la cuestión estaba en que ya se había acostumbrado a que Jensen lo tratara con tanta frialdad que olvidó si alguna vez fue amable con él. El tiempo donde vivió un romance con ella estaba tan, pero tan lejano en su memoria que ya no lo recordaba. Al recostarse al lado de Jensen, ella le acomodó unas almohadas en su espalda para que así pudiera estar mucho más cómodo. —Voy a reemplazar el controlador de sueños de tu nuca antes que estalle —informó Jensen—. Acomódate boca abajo, Adam. Él así lo hizo y al estar tan cerca de Jensen pudo oler su aroma a dulce que le recordaba a la vainilla y frutos rojos. Sintió la incomodidad cuando ella extrajo el microchip de su nuca e insertó el nuevo. —Listo, así no seguirás teniendo malestar —informó Jensen mientras hacía espacio entre los dos. Jensen dejó salir un suspiro para calmar la incomodidad que la sacudía por dentro. Hacía muchos años que no tenía tanta intimidad con Adam y, al tenerlo tan cerca, lograba ver lo cambiado que estaba su cuerpo. Ya no era un niñito, ahora se trataba de un hombre, uno bastante fornido y con facciones masculinas muy marcadas en su rostro. La nariz de Adam era erguida y perfilada; sus cejas coposas estaban bien definidas con un color castaño oscuro; pestañas abundantes y arqueadas, con sus ojos grandes, de iris azulados grisáceos intensos, hacían su mirada profunda y penetrante. Mandíbula pronunciada, generando un aspecto varonil; aunque sus labios rosados y medianamente carnosos delataban su juventud en pleno florecimiento; pero a Jensen le gustaban esos labios, le generaba unas ganas de darles un mordisco, como si fuera una manzana roja. Adam cerró los ojos y se recostó en las piernas de Jensen, dejando que su cuerpo se relajara y no pensar en nada, simplemente quería vivir el momento. Nunca en su vida imaginó que podría recostar su cabeza en las piernas de Jensen. Habría creído anteriormente que ella lo mataría si osara al menos en pensarlo. Pero ahí estaba, recostado a esas largas y esculturales piernas. ¿Qué más podía pedirle a la vida? Jensen se atrevió a pasar los dedos de su mano derecha por el liso cabello castaño oscuro de Adam, era bastante suave y le generaba una gran tranquilidad. ¿Cómo era posible que Adam le transmitiera tranquilidad en esa situación? Era ella quien debía relajar a Adam, para que así al día siguiente estuviera mentalmente estable. —Adam, inspira hondo y lentamente —pidió Jensen con voz suave. El joven así lo hizo y desplegó una sonrisa que revelaba que disfrutaba en gran manera ese momento. Jensen no quiso imaginar lo que debía estar pensando Adam para dejar que lo delatara ese gesto involuntario de su cuerpo. —Ahora suelta el aire lentamente por la boca, muy lentamente —ordenó Jensen. Adam así lo hizo. Sin embargo, Jensen notó que el ambiente tomaba un tono un tanto diferente a lo que ella quería. Lo vio abrir los ojos y mostrarle aquella mirada azul grisácea, entornándola con sus largas pestañas. Desplegó una sonrisa de satisfacción y la escrutó con aquella intensa mirada a tal punto que provocó que las mejillas de Jensen se ruborizaran. Adam se acomodó a medio lado y rodeó la cintura de Jensen con sus brazos, escondiendo su rostro en el vientre de la joven. Era justo por esa razón que Jensen no hacía las terapias de relajación con Adam, no quería verse envuelta en situaciones que Adam malpensara y se dejara llevar por sus impulsos carnales. —¡Adam! —exclamó Jensen y apartó sus manos del cabello del muchacho. Notó que el nuevo controlador en la nuca de Adam parpadeaba una tenue luz amarilla. Por lo menos le tranquilizaba ver que su cerebro estaba siendo estimulado y segregaba serotonina, lo cual era el punto de ese ejercicio para que al día siguiente estuviera mejor. Adam retiró su rostro del vientre de Jensen y la observó fijamente, acomodándose nuevamente sobre sus piernas. —Disculpe, es que me emociona estar así con usted —confesó con una sonrisa emocionada—. Han pasado tantos años desde que la conozco, pero es la primera vez que me encuentro así con usted, me ha parecido muy bello… El corazón de Jensen dio un vuelco al escuchar aquellas palabras. Intentó tranquilizarse e inspiró profundamente. —Adam, concéntrate en el ejercicio —pidió Jensen. Adam levantó su cabeza de las piernas de Jensen y acercó su rostro al de ella, dejando poco espacio libre entre los dos. —¿Por qué siempre hace eso? —preguntó, aunque parecía más que la estaba confrontando. —¿A qué te refieres? —Jensen intentó echar su cabeza hacia atrás, pero chocó con la pared. —Crear una barrera entre usted y yo —respondió Adam, sus ojos la escrutaban, analizando cada gesto que ella hacía, casi como si intentara leerle los pensamientos—. Desde el inicio lo ha hecho. ¿Por qué lo hace? Jensen hizo silencio y por vez primera Adam comprendió lo que se sentía cuando se hace una pregunta donde se quiere tener respuesta y la persona la evade con silencio. Comprendió lo que las personas sentían cuando él hacía eso. —El primer día que nos conocimos usted dijo que yo le tenía miedo —comentó Adam—. Dígame, ¿ahora parece que yo le tengo miedo? —Adam, basta —pidió Jensen con tono serio. Iba a levantarse, pero él la tomó de un brazo y se lo impidió. —Ahora parece que es usted quien me tiene miedo —observó Adam. —Eso no es cierto —rebatió Jensen con voz severa. —Entonces, ¿por qué siempre parece que está huyendo de mí? —cuestionó—. Finge que es imparcial, pero me trata como si fuéramos desconocidos. Todos estos años… usted cambió conmigo, no me permite acercarme. —Eres un estudiante, Adam, ¿cómo puedes exigirme que te trate como un igual? —Ese argumento no tiene validez —contraatacó Adam—. Usted es amiga de Lily, quien tiene una posición más baja que la mía. —Lily es mayor de edad y se graduó hace varios años de la academia, ¿cómo puedes decir que tiene una posición más baja que la tuya? —enjuició la mujer con tono irónico. —Lily aún no tiene una especialización fija, yo sí, y desde hace varios años. Pertenezco al Escuadrón de Tortura Mental y pronto seré asistente oficial del capitán Yakov con un nivel de élite dentro de mi área. ¿Cómo es posible que usted me crea menos que Lily? —Los ojos de Adam pasaron de estar felices a verse llenos de lágrimas—. Usted la trata a ella casi que su igual, hasta parecen mejores amigas, pero a mí me hace menos por ser menor de edad y no haberme graduado. —Soltó un jadeo—. Todo este tiempo he estado trabajando duro para superarme y crearme una buena posición dentro del CCI, pero… —Adam apretó la mandíbula con fuerza y se tragó sus palabras. Hizo espacio entre los dos y por un momento Jensen creyó que Adam se marcharía, pero no fue así. Todo lo contrario, se sentó frente a ella con una mirada de amargura que la intimidó de sobremanera. Desde ese ángulo, Adam se veía corpulento, casi como un hombre mayor que ella, haciéndola sentir pequeñita. ¿Desde cuándo había tomado tanta valentía como para enfrentarse a ella? Suponía que era porque esos seis años la influencia de Yakov fue esencial para formarle su nueva personalidad. Jensen tragó en seco e inclinó la mirada. ¿Qué podía decirle a Adam? ¿Que todo ese tiempo estuvo alejada porque no quería incluirlo en su vida para no hacerle daño y no la viera morir? Le parecía absurdo porque esa misma actitud fue la que detonó que él ahora se sintiera en el derecho de reclamarle. —Adam, el objetivo de esta terapia es que logres tranquilizarte y descanses —comentó Jensen, ahora con voz tranquila, aunque sonaba algo cansada. Adam chasqueó la lengua y mostró un rostro de desagrado. —Qué excusa tan barata está usando —musitó Adam. Jensen soltó un jadeo de impresión al quedar pasmada ante el comentario del joven. ¿Quién se estaba creyendo? ¿Desde cuándo era tan rebelde? —Si lo que quiere es cambiar mi estado de ánimo, confrónteme —retó Adam, acercando su rostro un poco a ella—. Todo este tiempo ha estado evitando esta conversación conmigo, desde que nos vimos por primera vez en persona lo ha hecho. Deje de huir y confrónteme. ¿Acaso no era usted quien me enseñó que la única forma de vencer un miedo es confrontándolo? Un nudo se creó en la garganta de Jensen y tuvo que poner todas sus fuerzas para no perder la compostura ante la situación. —Bien, ¿qué es lo que quieres que te responda? —aceptó. —¿Por qué me evita? —interrogó Adam. —Yo no te evito. —Claro que lo hace, no se mienta. —Lo hago porque no puedo tenerte cerca —confesó Jensen con rapidez. Podía sentirse la tensión en el ambiente y comenzaba a creer que pronto estaría sudando. —¿Por qué? —Porque eres menor que yo, hay una gran diferencia que nos separa. —Pero yo no quiero tener algo amoroso con usted —adujo Adam y notó que Jensen lo observaba de forma amenazante—. Bueno, pero no por ahora —repuso. —¿Eso era lo único que querías saber? —Jensen enarcó una ceja con ironía. —¿Por qué no me permite ser su amigo? —Porque no te comportarás como tal. Mírate, osas a comportarte de esta forma frente a mí solo porque has sido ascendido. No conoces realmente cuál es tu lugar. El rostro de Adam se tornó triste. —Si me lo permite, podré demostrarle que no es así. La trataré como mi amiga. —Pero yo no quiero ser tu amiga —dijo Jensen con cansancio. —¿Por qué? —Porque me incomoda tenerte cerca —confesó Jensen con sinceridad. Y allí estaba otra vez esa mirada dolida. Las mejillas de Adam se ruborizaron y sus ojos se llenaron de lágrimas. Silencio… —Está mintiendo —reconvino Adam—. Sus ojos dicen lo contrario. ¿No se cansa de mentirme? Usted… me quiere, y mucho, pero no es capaz de aceptarlo. Se miente hasta usted misma, ¿por qué lo hace? Se contradice de sobremanera. Jensen no podía más, era demasiado para ella. Los recuerdos de aquella tarde en la dimensión futura llegaron a su mente como una tortura, recordándole que ya no era la misma Jensen, ahora era una joven traumatizada con un futuro inevitable que se acercaba a ella rápidamente. —Deja de tener esperanzas conmigo, eso jamás sucederá —sentenció con voz neutral. Las lágrimas corrieron por las mejillas de Adam. —¿Le gusta hacerme sufrir? —preguntó el joven. Aquellas palabras dolieron de sobremanera en el pecho de Jensen. Sentía que, si aquella conversación no acababa pronto, terminaría en un colapso nervioso. —Basta, Adam —gruñó Jensen. —No, no me iré hasta que acepte la verdad y sea sincera conmigo, deje de mentirme —insistió Adam y la tomó de los hombros—. ¡Estoy cansado de esta situación, no lo seguiré tolerando más! Jensen intentó apartarlo de ella, pero Adam no se lo permitió. Le faltaba el aire. Se sentía mareada. En cualquier momento iba a estallar. A su mente llegó el recuerdo de aquella noche lluviosa, ella tirada en medio de la carretera, los zapatos negros. Sus ojos se llenaron de lágrimas y estaba deseando echar a volar a Adam para que dejara de torturarla con sus palabras. —¡Te odio, déjame en paz! —bramó Jensen y de un rápido movimiento soltó el agarre de Adam. Intentó correr, pero un fuerte dolor de cabeza la consumió y la obligó a caer al piso. —¡Señorita Jensen! —exclamó Adam con miedo y corrió a ayudarla. La joven palpó el líquido caliente en su paladar y cómo poco a poco toda su boca se llenaba de sangre. Adam la sentó en el piso y posó sus manos sobre los hombros de Jensen. —¡¿Cómo se siente?! —le preguntó, pero ella no contestó, parecía que pronto colapsaría—. ¡Voy a quitarle el controlador, por favor, no se mueva!
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