Seis años y medio atrás:
Adam seguía a Jensen a cada dimensión a la que iba, casi siempre la encontraba en soledad, en dimensiones muy tranquilas.
—¿Está de descanso? —preguntó un día cuando estaban en una colina, al lado de una carretera donde se apreciaba un bosque—. ¿Por qué ya no usa su uniforme de Soñadora Oficial?
Jensen se cruzó de brazos, aunque parecía más que se abrazaba a sí misma.
—Sí, estoy tomando un descanso, por eso no uso el uniforme —explicó ella sin dejar de mirar al frente.
Era de mañana y el aire estaba húmedo, dando un gran frescor a la piel. Las mejillas de Adam se veían rosadas, así como sus labios y la punta de su nariz. Los dos estaban usando abrigos, Jensen uno gris que le llegaba hasta las rodillas y Adam uno n***o de cuero.
Aún se podía apreciar las gotas de rocío en las puntas de las hojas y en la hierba, también en las personas y animales se podía divisar los vahos cuando expulsaban el aire de sus pulmones.
Se encontraban apreciando desde una empinada carretera el paisaje del bosque gris, la bruma que no permitía ver el cimiento de los árboles. Era un panorama amplio de una dimensión tranquila donde a las personas les gustaba llegar a acampar con sus amigos y estar lejos de la incesante tecnología que los rodeaba, para circundar de un frío bosque, un ambiente pasivo y solitario.
Después de haberla besado, Jensen volvió a apartarse con el paso de los días, no dejaba que la tocara, así que Adam tuvo que conformarse con poder verla de lejos y hablarle con cierta distancia.
—Usted debe ser una persona muy ocupada cuando labora, ¿no es así?
—Así es.
—¿Y tiene novio? —preguntó Adam con tono casual, intentando restarle importancia.
Jensen volteó a verlo y desplegó una sonrisa al parecerle tierna la actitud del joven al intentar profundizar en su vida personal.
—No, no tengo novio, Adam —respondió.
Él desplegó una sonrisa de emoción y la observó con intensidad.
—Señorita Jensen, me encanta, quiero que sea mi novia —confesó—. Pero sé que ahora no es posible, sin embargo, haré todo lo que esté en mis manos para que su camino y el mío se crucen y podamos estar juntos.
—Hablas como si estuvieras seguro que yo no te voy a rechazar —comentó Jensen y respingó las cejas—. Confías mucho en ti mismo, ten cuidado, podrías estrellarte.
Adam dio dos pasos hacia adelante y se posó frente a Jensen.
—En sus ojos puedo notar que usted también siente algo por mí —dijo con tono suave, pero seguro—. Sabe que hay algo especial entre nosotros, en estos tres meses que llevamos conociéndonos, hemos logrado ver que compaginamos perfectamente. ¿O cree que no es así?
A Jensen estuvo a punto de escapársele un suspiro al parecerle hermosas las palabras de Adam.
—No puedes asegurarlo hasta conocerme en persona, podrías llevarte una impresión opuesta a quien crees que soy, Adam. No te dejes llevar por el sentimiento del momento.
—Yo sé de lo que hablo, puedo sentirlo, señorita Jensen. Y por más que usted intente convencerme que no puede ser así, confío en mi capacidad para entender las energías de las personas. Usted intenta mostrarse como una persona de hielo, cuando en realidad es cálida como un atardecer.
Adam poco a poco iba acercando su rostro hasta estar a centímetros de Jensen.
—Estoy enamorándome de usted —susurró y cerró los ojos para poder vivir más a fondo el momento—. Tiene mi corazón en sus manos.
Jensen estuvo a punto de dejarse llevar por la emoción del momento y dejar que Adam la besara, pero reaccionó a último instante y se apartó.
—Me tengo que ir —avisó.
Adam abrió los ojos y desplegó una sonrisita.
—¿Ah sí? —inquirió con tono irónico—. Qué coincidencia que ya tenga que despertarse.
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Era de madrugada, alrededor de las cuatro. Jensen desconectó su controlador de sueños para poder estar completamente a solas en su apartamento.
Se cambió con una pijama blanca de pantalón corto y una camisa de mangas largas. Se recostó a un mueble gris de la sala, donde por una pared de vidrio podía apreciar la vista panorámica de la gran ciudad.
Llevaba en sus manos un pocillo con un delicioso té de canela caliente. Le gustaba el silencio que inundaba sus oídos, donde era casi palpable sus pensamientos. La luz de la sala era cálida, de un color mostaza que iba muy bien con el ambiente.
Cerró los ojos para relajarse, escuchar y sentir su cuerpo a profundidad. Llegó a tal grado de relajación que tuvo que abrir los ojos, porque empezaba a dormirse.
Dejó el té de canela sobre la mesita de centro frente a ella y, al alzar la mirada, soltó un grito de espanto al encontrar una persona frente a ella.
Pero su impresión no era porque estuviera cualquier persona frente a sus ojos: se trataba de Adam, el joven que la visitaba en sus sueños.
—Señorita Jensen, ¿por qué se asusta? —preguntó el joven—. Soy yo, Adam.
—Sé que eres tú, pero… ¿qué haces aquí? —inquirió ella, aun incapaz de procesar el que aquel jovencito se encontrara ahí, en su apartamento.
—Vine a visitarla, tengo dos semanas sin verla y creí que ya no la volvería a ver —explicó Adam, empezando a pasearse por la sala—. Ah, vaya, es una gran vista de la ciudad. ¿Sabe que vivimos en la misma ciudad? Vivo hacia el sur, a cinco cuadras del restaurante Gran Cañón; mi mamá allí es chef.
Jensen barrió a Adam de pies a cabeza. Usaba pantalón gris de lana, una camisa de mangas cortas color azul y medias negras, no llevaba zapatos.
“Se ha desdoblado, ha salido de las dimensiones de sueño y viaja en el plano terrenal, pero no lo sabe —pensó Jensen—. Es peligroso que le informe que no está soñando, podría quedarse atrapado y no volver a su cuerpo”.
Aunque sabía que Adam se había desdoblado, le seguía pareciendo impresionante que lograra encontrarla, ella no tenía controlador de sueños.
—Adam —llamó.
El joven volteó a verla y desplegó una sonrisa.
—¿Qué es este lugar? —preguntó.
—Es mi apartamento —respondió Jensen.
Adam avanzó por la sala, dejando que sus ojos abarcaran todo el espacio.
—¿Qué edad tiene, señorita Jensen?
—Acabo de cumplir veintisiete años.
—¿Cuándo?
—Hace una semana.
—¿Y ya le entregaron su vivienda?
—La he comprado con mi sueldo de Soñadora Oficial.
—¿Por qué? —volvió a observarla—. ¿Por qué apresurarse a tener una casa propia?
Jensen tomó su té de canela, decepcionada de tener visita tan temprano. Sin embargo, era Adam en plano astral, así que no contaba como una visita en persona como tal.
—Porque quería intimidad —respondió.
El joven avanzó y se sentó al lado de ella, concentrándose en sus largas y morenas piernas.
—¿No es algo extraño que venga a una dimensión tan parecida a su apartamento? —preguntó con curiosidad—. ¿Tanto le gusta su apartamento?
Jensen desplegó una sonrisa y negó con la cabeza.
—¿Y no es extraño que estés visitando a las personas sin zapatos? —indagó ella.
Adam bajó la mirada a sus pies y, al notar que estaba en medias, todo su rostro se ruborizó.
—Disculpe, no me había dado cuenta.
—Eso ya lo sé —chistó Jensen—. Afortunadamente, no son las medias de rayas rosadas.
—Oh, por favor, pare —suplicó.
Jensen soltó una pequeña carcajada y después le dio un sorbo a su té de canela.
—¿Por qué no me permitió verla en estas semanas? —preguntó Adam.
—Estaba en una misión.
—Oh, entiendo. ¿Era una misión muy riesgosa?
—Es peligrosa dependiendo de quién la analice —explicó Jensen.
Adam se acomodó a medio lado, subiendo una de sus piernas al mueble y acomodándola debajo de su otra pierna. Recostó un brazo por encima del espaldar del mueble y acostó su barbilla sobre su brazo.
—Es tan hermosa, señorita Jensen —confesó Adam—. Es inteligente, amorosa y con un rostro perfecto. Es muy, muy hermosa.
Jensen pasó saliva y sintió el rubor subir a sus mejillas.
—¿Te gusto mucho, Adam?
—No me gusta, señorita Jensen. Estoy enamorado de usted. Quiero una vida a su lado.
—Son palabras fuertes, Adam. Eres demasiado joven para…
—No me subestime por ser tan joven, sé perfectamente de lo que hablo y sus consecuencias —alzó su cabeza y acercó su rostro a ella, tan cerca que podía escuchar su respiración—. Haré todo lo posible para poder verla en persona y crear una vida a su lado. —Su mirada se tornó triste—. Pero, ¿a usted le gustaría construir una vida a mi lado?
—Adam, el problema es que eres menor que yo, hay una diferencia de experiencia entre los dos —explicó Jensen con voz comprensiva—. Yo soy decana del CCI y tú aún estás en la escuela.
—Pero termino este año, después…
—Sigue existiendo una gran diferencia entre tú y yo, Adam —intervino Jensen.
—Cuando cumpla cuarenta años, esa brecha se cerrará. Seré un adulto joven, usted también, estaremos en el mismo nivel.
Adam tenía razón, sin embargo, todo dependía de cuánto se esforzara por ascender en la especialización que tomara.
—Entonces, usted… ¿no le gustaría un futuro conmigo? —preguntó Adam con semblante triste.
Jensen no fue capaz de responder aquella pregunta, sabía que, si mentía, Adam lo notaría. Por alguna razón, aquel joven lograba leerla; tal vez tenía el don de la lectura de expresión corporal, si se convertía en Soñador Oficial y tomaba la rama de Tortura Mental, sería uno de los mejores por esta característica.
—¿Esperarás hasta cumplir cuarenta años para poder estar conmigo? —inquirió Jensen.
—Lo haré si usted me dice que espere —aceptó con mucha convicción.
—Entonces, congelarás tu vida amorosa por mí, ¿no es un poco cruel?
—No lo veo como un sacrificio, porque por usted soy capaz de hacer cualquier cosa y será con todo el placer que puede generarse.
Adam era un joven muy pasional. Jensen meditó en la posibilidad de que el joven estudiara en la misma academia en la que ella daba clases y le pareció que, dicho escenario lo veía muy tentador en cuestión a confundir sus sentimientos al tenerlo tan cerca.
Aquella relación que se estaba creando entre ellos se fortalecía en gran manera con el pasar de los meses. Lo vio muy peligroso, no veía a Adam como alguien involucrado en su diario vivir, mucho menos con el título de su “pareja”. Era ridículo, se trataba de un niño: estaban hablando de un pre-adolescente.
—Señorita Jensen, la amo —susurró Adam.
Era momento de acabar aquella relación amorosa de raíz.
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Actualidad:
Jensen apoyó sus manos al piso y escupió sangre.
—¡Señorita Jensen! —Se apresuró a decir Adam—. ¡Voy a quitarle el controlador de sueños!
—¡No, apártate de mí! —espetó Jensen entre su debilidad.
—¡Pero está mal, necesito ayudarla!
Jensen se apartó de Adam y, cuando lo vio acercarse a ella para quitarle el controlador, intentó alejarlo dando patadas. Sin embargo, aquel joven era considerablemente fuerte en aquel momento y pudo someterla a su voluntad sin ningún problema. La tomó de los brazos para impedirle que se moviera y le desconectó el controlador del cuello.
Adam se apartó lentamente de Jensen, sus sentimientos estaban revueltos, creando una gran impotencia en él.
—¿Tanto me odia? —preguntó.
Odiarlo. Odiarlo tanto que no soportaba el que se acercara a ella. Odiarlo a tal punto que lo ignoraba por completo.
Adam esos años creyó que Jensen lo odiaba, seguramente tenía esa concepción de ella. Era una desgracia que debía soportar Jensen. Pero estaba cansada, demasiado que no podría seguir fingiendo sus verdaderos sentimientos. Su mente se había apoderado de ella, le entregó el mando hace mucho y ahora estaba destrozada por dentro.
Jensen encontró en aquella situación un DéJá Vu. Aquellas palabras las había escuchado hace seis años atrás cuando estuvo inmersa en la dimensión futura, no supo en qué punto, pero lo había escuchado. Todo su camino iba encarrilado a la situación donde le hacía tanto daño a Adam que después, cuando se apartaba de él, caía en una gran depresión. Era curioso, porque fue justo lo que se dijo que no haría nunca, pero estaba pasando.
Su mente se remontó a aquellos días donde Adam era un jovencito recién ingresado al CCI, donde la veía de lejos y le sonreía. Habían comenzado bien, ella podía hablar con él, le daba consejos y lo escuchaba. Tenían un equilibrio en su relación, tal vez, pudieron ser buenos amigos si ella no hubiera entrado aquella tarde a la dimensión para investigar qué destino futuro tenían juntos.
Una parte de Jensen esa tarde añoraba volver a encontrarse con esa vida llena de alegría al lado de Adam, que le asegurara que era el amor de su vida. Pero fue totalmente lo contrario. Llanto, intento de suicidio, muerte… Su mente no soportó ver tanto sufrimiento en su vida.
Aquellos seis años su vida cambió de sobremanera y estaba segura que sufría de depresión. Era todo un reto el ocultarlo de sus amigos y de los monitoreos de salud. Hace mucho que no iba a rigurosos entrenamientos y transcurrieron varios años en los que casi no hacía misiones de alta peligrosidad.
Hace un año decidió retomar su vida antigua y comenzó volviendo a entrenar, aunque era muy difícil, porque ya no le daba la talla a esa Jensen que en un momento el mundo entero conoció. Se dio cuenta que sería difícil volver a ser esa chica… porque esa joven murió el día que descubrió cómo sería su muerte. Así que… ¿qué sentido tenía esforzarse tanto?
A veces observaba a Adam de lejos, lo mucho que estaba progresando en la academia y era evidente que pronto la superaría en rango. Ganó muchísima popularidad tanto en estudiantes como en decanos y todos esperaban que Adam ascendiera, se preguntaban qué cargo de élite terminaría tomando y si ellos serían capaces de hacerle una reverencia a alguien tan joven.
—Afortunadamente Jensen nunca llegó a escalar entre la élite de los decanos —le escuchó decir una vez a Marcow—. Jamás habría sido capaz de bajar mi cabeza a ella. Creo que muchos la sobrevaloraron, miren, ha quedado estancada. Seguramente Adam también se estancará en algún momento; recuerden que fue Jensen quien lo eligió inicialmente.
Jensen en esos seis años debía ascender y entrar a los decanos de élite, siendo la primera persona especializada en DéJá Vu que lo haría, todos lo habían esperado por años. Pero su rendimiento físico y mental en un examen no dio el promedio aceptado para al menos ser aspirante al ascenso.
Ella lo sabía, desde hace años imaginaba que algo así pasaría, sin embargo, ese día en la habitación de examen, cuando supo sus resultados físicos y mentales, sintió que todo se volvía mucho más palpable.
Su mentor Yakov la observaba desde la gran ventana con un rostro lleno de decepción y sacudía la cabeza lentamente, para después alejarse.
Esa tarde fue la primera vez que Jensen pensó en el suicidio, era tanta su vergüenza que no quería seguir viviendo. Pensaba… en todas las personas que se reirían de ella porque hace muchos años esperaban que cayera de su trono de oro: la niña genio que llegó a ser decana especializada en una rama compleja de Soñadores Oficiales ahora era una Don Nadie.
Después de esa tarde, Jensen pocas veces veía a su mentor, ya no estaba obligada a tener citas con él, Jensen se había convertido en una adulta, no era estudiante. Así que esa fue su excusa para poder evitarlo al sentir la culpa de haberlo decepcionado. También se apartó de sus amistades y se sumió en una monotonía de trabajo para no tener que escuchar el ruido mental que la quería atormentar.
Y se sabe que, quien deja de visitar un lugar, pronto las personas comienzan a olvidarlo y a Jensen comenzó a sucederle. Sus dos mejores amigos se enfrascaron en sus vidas, tenían una rutina diferente a Jensen y ahora rara vez lograban encontrarse en la academia.
A Jensen la soledad comenzó a corroerla y su puesto de decana en el CCI peligraba, podrían hacerle un examen de aptitud y se darían cuenta que ya no era apta para el puesto y la revocarían. Por lo mismo, hace poco solicitó un descanso, para así amortiguar el peso que hacían sus malas calificaciones cualitativas, excusándose con el descanso. En la misma solicitud pidió el cambio de sede, explicando que su condición mejoraría con un cambio de ambiente laboral.
Ahora estaba esperando a que le contestaran la solicitud con el miedo que se puede tener al no saber lo que podría detonar la consecuencia de sus actos.
Y ahí estaba, ahora con Adam frente a ella, justo cuando pasaba por su peor momento y acababa de mostrarse tan vulnerable, tan asustada… ¿Podría ser peor?