Adam cambió el escenario del sueño a algo que lo mantuviera en su zona de confort: su habitación personal.
Se acostó en su cama y observó el punto n***o en el techo, pero por alguna razón no se podía calmar.
“Están despertando mis miedos más profundos, eso es lo que están haciendo” pensó. Aunque, por más que lo entendiera, se le hacía difícil el tranquilizarse y poder controlar su cuerpo.
Sintió una presencia en la habitación, estaba en la entrada, podía sentir una mirada penetrante en él. Lo sabía, allí había alguien, pero no quería voltear a ver quién era, le daba miedo.
—Sí, tú eres así, eres un cobarde —escuchó una voz femenina.
Jensen, era su voz.
“Maldita sea, no, ahora no, ¿por qué entre todas las personas debía salir ella?” Pensó y sintió su respiración agitarse.
La luz de la habitación se tornó grisácea y el ambiente pesado. Escuchó unos pasos acercarse a él y, aunque intentaba moverse de la cama, su cuerpo no estaba respondiendo.
—¿Realmente te crees un soñador nato? —dijo la voz con tono burlesco—. Todos saben bien que jamás pasarás los exámenes de admisión, terminarás siendo un VILS.
Como pudo, se sentó en la cama y encaró a la Jensen de su sueño, pero, al verle el rostro, encontró que sus ojos negros le generaban miedo, estaban más profundos de lo normal y desde aquel ángulo se veía mucho más alta y con una enorme sombra de fondo.
Adam tuvo que concentrar todas sus fuerzas para no gritar y suplicar que lo sacaran de aquel sueño que ya era una pesadilla.
Jensen se inclinó a él y con unos largos dedos lo tomó de la barbilla.
—Ah… miren a este pobre niñito asustado, ¿quieres llorar? ¿Llamo a tu mamá para que te consuele? —Enarcó una sonrisa que le llegó hasta las puntas de las orejas y le creaba arrugas en los ojos de forma siniestra.
Al cuarto entró su mamá, pero a la vez no era su mamá, porque se veía con los ojos oscuros y aquella enorme sonrisa.
—¿Qué sucede, mi amor? ¿Tienes miedo? —preguntó la mujer mientras caminaba rápido, pero con pasos cortos, lo que la hacía ver mucho más extraña.
El corazón de Adam latía con mucha rapidez y por más que intentaba moverse para soltarse de las garras de aquella siniestra Jensen, se le hacía imposible.
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—Señorita Jensen, ese joven terminará en un ataque de pánico si lo dejamos en aquella pesadilla —avisó uno de los supervisores que observaba la pantalla suspensora de Adam, donde se reproducía el sueño.
—Jensen, el controlador de sueños del aspirante podría entrar en fase neutro, es peligroso —informó Madeline a Jensen.
—No hay problema, él no posee controlador —explicó Jensen, estaba anonadada con aquella pesadilla de Adam—. Se despertará cuando su mente no pueda sostener la pesadilla.
—¿Estás diciendo que ese aspirante ha pasado todos los exámenes sin usar un controlador de sueños? —preguntó Madeline con un tono irónico al no poder creerlo.
—Así es —respondió Jensen y pudo escuchar las exclamaciones detrás de ella.
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Las lágrimas corrieron por las mejillas de Adam al no soportar el miedo.
—Tú no eres la real —le dijo a Jensen—. No tienes esos ojos en la vida real, solo eres producto de mis miedos. Yo… —Sintió que recobró la movilidad en sus brazos—. Yo no te quiero ver más. —Aleteó su brazo izquierdo y la imagen de Jensen desapareció como si fuera humo.
En la habitación solamente quedó su madre, de pie frente a él con aquel rostro siniestro.
—Mami… perdón, no he sido un buen hijo —soltó en un hilo de voz—. Prometo que mejoraré, aunque ahora no sea un buen soñador, me convertiré en alguien de quien te puedas sentir orgullosa.
La mujer alargó su brazo, con aquellos dedos cadavéricos y acarició el rostro de Adam.
—Ah, mi pequeño bebé, pero yo ya me siento orgullosa de ti. —Su voz seguía sonando ahogada, casi como si sufriera al hablar.
Pero Adam ya no sentía pavor, sabía que simplemente eran sus miedos internos y debía aceptarlos.
Se levantó de la cama y salió de la habitación, donde encontró el pasillo de su casa mucho más largo de lo normal y grisáceo, con aquel ambiente pesado que le recordaba a los cementerios.
—A ver, ¿cuántas horas dura esta prueba? —preguntó, sabía que los evaluadores debían estar escuchándolo.
Avanzó hasta bajar las escaleras y se dirigió a la cocina, donde abrió la nevera y sacó un sobre de uvas pasas que le gustaba comer por las tardes. Se dirigió al comedor y se sentó en su puesto habitual, donde encontró a su padre en la esquina de la mesa con aquel mismo aspecto tétrico como todas las personas que habitaban aquel sueño.
Su padre parecía estar comiendo una sopa de verduras, pero sus movimientos eran irregulares y esparcía la comida que llevaba en la cuchara por sus mejillas, embarrándolas y dándole un aspecto mucho más retorcido al parecer sangre.
—Sabes, Adam, me enteré que muchas personas quedan encerradas en sus sueños en los exámenes de admisión al no soportar sus pesadillas —dijo el hombre.
Adam subió las piernas sobre la silla y después las cruzó, como era costumbre suya. Comía de a poco las uvas pasas.
—¿En serio? ¿Y qué más te dijeron? —preguntó con tono casual.
—Que una persona promedio nunca podrá pasar un examen de admisión sin un controlador. —Lo observó fijamente y enarcó una sonrisa torcida—. Estás perdido, hijo, jamás podrás ser admitido.
Adam dejó de comer y observó fijamente el rostro de su padre. Tuvo que recordarse que aquellos nada más eran sus miedos para que esas palabras no le afectaran.
—Oh, cómo me encantaría tomarte una foto y guardarla a la nube para poder burlarme de ti después de este examen. —Soltó una carcajada—. Te ves horrible con ese aspecto. ¿Cuándo creé una imagen tan fea de ti en mi inconsciente? ¿Será que aquí deforman la realidad? Yo jamás crearía sueños tan extraños. —Hizo una mirada rápida por el comedor—. Hay muchas incongruencias en este espacio, no se parecen a mis dimensiones. —Se levantó de la silla y recorrió el lugar.
Se dio cuenta que había una puerta oscura de metal que no existía en su casa y decidió abrirla para ver qué sorpresa se llevaría.
Se encontró con una sala de operación gigantesca donde había personas uniformadas de blanco que operaban unos computadores.
—¡Pero qué mierda, ¿qué es esto?! —soltó anonadado y después un grito de emoción.
Intentó entrar a la habitación, pero no pudo avanzar, había un campo de fuerza que no se lo permitía.
Después, una fuerza lo fue arrastrando de a poco para sacarlo del sueño. Adam soltó la bolsa de uvas pasas y se aferró al marco de aquella puerta.
—¡No, déjenme, quiero ver qué es eso! —soltó frustrado—. ¡No es justo, es mi sueño! ¡Me quiero quedar!
Pero abrió los ojos. Se encontró nuevamente en el salón de exámenes. Frente a él estaba el supervisor que lo había ayudado anteriormente a colocarse los censores en la cabeza y lo observaba con curiosidad e impresión.
—Eres un soñador bastante curioso —comentó.
Adam frunció el entrecejo al no entender a lo que se refería.
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El sueño de Adam y su control dentro del mismo causó gran impacto en los Soñadores Oficiales que lo vieron. No fue tanto por el hecho de que el joven desde primera instancia lograra reconocer que estaba dormido y después lograra controlar su sueño lúcido, sino por el hecho de haber pasado casi a la perfección los exámenes sin un controlador de sueños que lo ayudara. Si no fuera poco, también su última reacción al poder encontrar el cuarto de comando donde se monitoreaban los exámenes dejó mucho que pensar sobre su forma empírica de dominar los sueños. Esto último fue revisado varias veces, porque Adam daba indicios de poder desdoblarse de su cuerpo de forma inconsciente, algo que no cualquier soñador, ni siquiera los más avanzados podían hacer sin tener práctica.
Adam llamó la atención de los soñadores más estudiados y con más trayectoria dentro del CCI. Jensen lo supo desde el principio, sabía que Adam generaría mucha curiosidad entre la academia, por eso debía aclarar que él no estaba disponible, ya lo había escogido para ser quien lo encaminara por el largo y complejo camino de los Soñadores Oficiales.
Tenía pensado quién sería el mentor de Adam. Yakov, el decano de élite de los Cazadores de Pesadillas de Alto Impacto, el capitán del selecto Escuadrón de Tortura Mental; ese era el maestro perfecto para Adam, podría moldearlo y sacar todo el potencial que aquel jovencito tenía.
Yakov se ocupó de Jensen desde los cinco años, al ser sus padres Soñadores Oficiales, demandaron en ella una gran responsabilidad de ser la mejor, por lo mismo, le pidieron personalmente a Yakov que la entrenara desde el principio. No había en su tiempo mejor entrenador de dominio mental y aún no había alguien que pudiera quitarle el título. No se conocía nada del capitán Yakov, era una sombra entre las sombras del CCI, el pilar escondido de la academia.
Adam sería el nuevo barro que moldearía Yakov ahora que Jensen cumpliría su ciclo como estudiante. Tenía la obligación de encontrarle un nuevo aprendiz que fuera su sucesor.
Tal vez, Adam la odiara por entregarlo a una persona que generaba miedo entre los Soñadores Oficiales, pero, con el tiempo, se daría cuenta que fue la mejor elección. Además, así podría tenerlo cerca, vigilarlo y, cuando lo viera necesario, ayudarlo.
Aunque Jensen no lo quisiera reconocer, también se le hacía agua la boca con el hecho de pensar que también influenciaría en la educación y entrenamiento de Adam. Generaría envidia entre los decanos que estaban como lobos hambrientos buscando genios entre los pocos seleccionados del proceso de admisión. Rara vez en el año se lograba encontrar prospectos tan prometedores.
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—Adam es mío, lo dije —espetó Jensen con voz autoritaria en la reunión de mesa redonda donde se elegían a los seleccionados del proceso de admisión.
Necesitaba aclarar desde el inicio de la reunión que ese que ya todos peleaban desde antes de entrar a la sala de reuniones ya tenía dueño.
—¿Y desde cuándo es tuyo? —preguntó el decano Marcow.
Jensen y Marcow no se llevaban bien, él creía que estaba muy joven para ser una decana de la academia, creía que era sobrevalorada solo porque era la primera estudiante del capitán Yakov.
—Lo seleccioné en el proceso de admisión, pedí su archivo he hice el proceso de avaluación como se estipula en la selección —explicó Jensen y notó que los lentes del viejo decano Marcow comenzaban a moverse tal cual como pasaba cuando tenía rabia.
Para elegir a un aspirante y seleccionarlo como su futuro aprendiz, había que ser el primero en apartar su información en el proceso de admisión, también se podía elegir en la reunión con los decanos antes de publicar el listado de admitidos.
—Es así, la señorita Jensen lo pidió en el segundo examen —informó el monitor de la reunión—. El aspirante Adam Murf Habid le pertenece a la decana Jensen Adelina Darmy. —Anunció para dar por finalizado con aquel aspirante.
Emergió unos murmullos en la sala de reuniones, a lo largo y ancho de la mesa redonda de cedro antigua.
—Felicidades —dijo un decano a su lado—. Era el mejor de este año.
—Gracias.
Ella intentaba no mostrar su placer, pero por dentro se sentía excitada con la idea de haber logrado ver la genialidad de Adam en el proceso de admisión y que todos los decanos también lo hicieran. Era como recalcarse que seguía teniendo buen ojo para reconocer a los buenos estudiantes del CCI.
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—¿Por qué demorarán tanto para entregar los resultados de la prueba? —preguntó Issis mientras sus manos se retorcían sobre sus piernas.
Estaban en una cafetería del campus de la academia intentando comer unos panes integrales con jugo de naranja, pero los nervios no se los permitía. El sol se ocultaba de a poco y mostraba un cálido atardecer de verano.
—Lo hacen porque los decanos están eligiendo a sus nuevos estudiantes —explicó Luie, un joven que conocieron al finalizar el último examen. Era la última oportunidad del joven, ya que era su décimo intento y si no lograba ser admitido, no podría volver a intentarlo el siguiente año.
—¿Eligiendo estudiantes? —inquirió Adam.
—Sí, ellos se vuelven sus mentores y les enseñan por aparte —explicó Luie a los jóvenes.
—Eso ya lo sabemos, pero… ¿por qué lo hacen al principio y no en el transcurso del ciclo escolar? —preguntó Issis.
—Ellos no necesitan tanto tiempo para saber quiénes son los buenos —aclaró Luie con tono obvio—. Sus estudiantes elegidos son los únicos que les importa, serán la élite dentro del CCI y el resto de los admitidos solo son relleno para ellos, los normales que nunca podrán sobresalir.
La desilusión en el rostro de Adam e Issis fue grande. Por un momento se miraron las caras y aguardaron en silencio.
—Eso suena muy injusto —comentó Adam—. Todos deberíamos entrar con los mismos derechos.
—Es que los tienen —Luie alzó los hombros—. Los elegidos por los decanos deben ir a clases como los demás, únicamente que reciben el doble de las clases y dicen que les exigen mucho más rendimiento académico y poder mental. —Volteó a ver hacia los lados antes de seguir hablando y se acomodó en la silla, para después acodarse en la superficie de la mesa metálica—. Dicen que hay decanos que explotan a sus estudiantes. Hay algunos que dan muchísimo miedo, sería una completa desgracia terminar siendo elegidos por ellos. El mejor y que todos quisieran ser sus estudiantes es el decano Marcow, todos los años elige de a diez estudiantes y dicen que tiene el grupo más grande, así que les da clases a todos por las tardes y los lleva a comer seguido; también tiene una casa de campo que es como una mansión, donde todos sus estudiantes pueden ir y hasta llevar sus amigos. Es toda una celebridad en la academia y es muy cariñoso, es como un abuelo que da consejos.
—Ah… —exclamó Issis animada—. ¡Suena genial!
—Sí, es muy bueno y es de los pocos que recluta después del proceso de admisión, así que le llegan muchas solicitudes a lo largo del año —explicó Luie y pasó una mano por su cabello rizado y oscuro—. Si llego a ser admitido, correría a pedirle que me reclute.
—Y la señorita Jensen, ella no recluta, ¿verdad? —dijo Adam con curiosidad.
—Uy, no, afortunadamente no —soltó Luie con desagrado—. Ella sigue siendo estudiante de un soñador al que todos en la academia temen.
Issis y Adam se acercaron más al tener sumo interés.
—¿Cómo? Pero… —Issis se sentía confundida.
—Dicen que se llama Yakov, pero no se sabe casi nada de él, así que creen que solo es un apodo —comentó Luie con tono misterioso—. Ella es casi idéntica a él, dicen que da miedo. Es una genia, pero nadie le gustaría recibir mentorías de ella y mucho menos del soñador Yakov: sería la pesadilla de cualquier estudiante. Nunca cometan el error de pedir que la señorita Jensen sea su mentora. Todos los nuevos creen que ella es genial, pero dicen que es el demonio viviente dentro de la academia.
—Oh, pero ella se veía muy bonita y cool en las fotos —expresó Issis con asombro.
—Oh, sí, es muy sexi, ¿la vieron en el tercer examen? Ya desde ese momento daba miedo.
—Claro, el pobre Adam tuvo que sufrir por ella. En serio que me dio miedo, hablaba con tanta autoridad y sacó a esa chica, que yo creí que los próximos descalificados sería Adam y yo.
En aquel momento vieron que los aspirantes empezaron a correr hacia uno de los edificios de la academia.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Adam.
—Los resultados —anunció Luie mientras se levantaba de su puesto—. Deben haber publicado los resultados.
—¡Oh, por fin! —exclamó Issis ansiosa y dio un salto de su puesto—. ¡Vamos, vamos!
Empezaron a correr hacia la entrada del edificio, donde los aspirantes se agolpaban en unas pantallas suspensoras enormes que tenían enlistados unos nombres, en total había veinte de ellas a lo largo del pasillo.
—¡Todas tienen los mismos nombres! —avisó Luie—. ¡Vamos a la última, no tiene muchas personas agolpadas!
Corrieron hasta el fondo del pasillo donde había diez jóvenes buscándose en la lista de admitidos.
—¡Por Dios, que esta vez sea la vencida! —gritó Luie con las manos en la cabeza.
—A ver, a ver —calmó Issis a Luie, aunque se veía igual de desesperada que su nuevo amigo—. Vamos a buscarte primero. —Volvió la mirada a la pantalla—. Santo Dios, son muchos nombres… Ah, ver… Luie, Luie, ¿cuáles son tus apellidos?
A Adam le sorprendió cuando se encontró al principio de la lista, fue demasiado fácil encontrarse. Quedó paralizado, leyendo una y otra vez su nombre: Murf Habid Adam. Estaba allí, de primero y a su lado estaba una estrella gris. Observó que no era el único que en el listado aparecía con dicha estrella, los diez nombres debajo de él también lo tenían, ¿eso qué significaba?
—¡Sí, pasaste, mira tu nombre, estás al final de la lista! —gritó Issis eufórica y señalaba con un dedo en la pantalla el nombre de Luie.
—¡¿De verdad, ese soy yo?! —inquirió el joven con una enorme sonrisa en su rostro.
—¡Sí, pasaste, fuiste admitido! —anunció Issis.
Adam encontró el nombre de Issis en la segunda columna de la lista, pero no tenía la estrella gris.
—¡Issis, tu nombre también está en la lista! —avisó Adam y le zarandeó un hombro—. ¡Issis, pasamos! ¡Pasamos!
—¡¿Qué?! —gritó la joven, volviendo su rostro a su mejor amigo, ya sonaba ronca por los muchos gritos.
—¡Pasamos! ¡Fuimos admitidos! —gritó Adam y después procesó la información, miró fijamente a Luie y después a su amiga—. ¡Pasamos los tres! ¡Somos Soñadores Oficiales!
—¡Somos Soñadores Oficiales! —repitió Luie mientras señalaba a los jóvenes con las manos y parecía que aún no lo podía creer.
—¡Sí, lo somos! —gritó Adam y abrió los brazos para abrazar a sus dos amigos.
Comenzaron a saltar y gritaban una y otra vez que eran Soñadores Oficiales.
Adam se sentía en la cúspide de la alegría en ese momento. Era la mejor etapa de su adolescencia, justo con la expectativa de lo que se espera cuando se idealiza su futuro: había sido admitido en el CCI en su primer intento, ¿qué más podía pedirle a la vida?
Ese año el Centro Capital Interdimensional de Soñadores Oficiales admitió cien aspirantes, lo cual fue su tasa más baja de admitidos y quedó registrado así por más de veinte años. De ocho mil aspirantes, solamente cien fueron admitidos. Se consideró uno de los exámenes más difíciles del CCI, ya que se crearon sueños complejos de resolver, siendo el tercer examen el más difícil, donde varios aspirantes quedaron con traumas y tuvieron que entrar en terapia psicológica.
Después de los resultados de dicho examen de admisión, el Centro Capital Interdimensional de Soñadores Oficiales sacó un comunicado donde explicaba que su baja aceptación de aspirantes fue a causa de que se cambiaron los exámenes a unos con alta complejidad psicológica para de esa forma reforzar que los aceptados cumplieran con los requisitos de Soñadores Oficiales. Posteriormente al comunicado, las demás sedes fueron copiando el proceso del examen del Centro Capital para mejorar la calidad de los aceptados.
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Adam fue llamado a las oficinas de la academia, estuvo a punto de irse con sus amigos a celebrar, pero un asesor corrió hacia él, pidiendo desesperadamente que no se fuera a ir.
Estuvo a punto de creer que le dirían que cometieron un error y no fue admitido. Esto lo asustó tanto que fue lo primero que preguntó.
—Oh, no, claro que no, joven Adam —aclaró el hombre—. Usted fue admitido, no hay ningún error, se lo aseguro. Es todo lo contrario, quieren hablar con usted porque fue reclutado y su nuevo mentor quiere hablar con usted, está deseoso por hacerlo.
—¡Oh, Adam, te eligieron! —comenzaron a gritar Issis y Luie con fuerza y lo zarandeaban de los hombros.
—Sí, felicitaciones —dijo el asesor con una grata sonrisa—. Por favor, venga conmigo.
Lo condujo hasta los adentros del edificio administrativo, donde se alzaban las grandes paredes con arcos estilo victoriano, con vigas y columnas blancas que obligaban al joven a contemplarlas con la boca abierta. Era la combinación perfecta de lo clásico y tecnológico en un mismo lugar. Entendió la razón del por qué los soñadores tenían esa fama de ser unos nostálgicos del pasado: sus academias respondían esa pregunta.
Lo dejaron en una habitación con un ventanal enorme por donde se colaban los rayos salmones de la tarde y le daba un aire cálido a una biblioteca de libros antiguos con sillones de cuero estilo marroquí.
Jensen estaba al fondo, revisando la estantería de libros y volteó con sutileza al sentir la presencia de su invitado.
Estaba vestida con el uniforme de Soñadora Oficial: camisa blanca de mangas largas, falda estilo campana de color violeta oscuro que le llegaba por encima de las rodillas, medias veladas negras y usaba tacones negros cerrados bastante altos que le resaltaba su porte elegante. Llevaba en su espalda la capa azul oscura, casi negruzca que la diferenciaba de los estudiantes y mostraba su alto rango.
El corazón de Adam dio un vuelco y tuvo que poner todas sus fuerzas concentradas en calmarlo: Jensen se veía demasiado hermosa. Ya la había visto antes con aquel uniforme al hacer el examen, pero, como tenía tantos nervios, no la había reparado como lo hizo en ese momento.
Todo su rostro estaba ruborizado y se sobresaltó cuando la vio caminar hacia él con un rostro sumamente serio, casi impenetrable de emoción alguna. Se suponía que en sus sueños estaba acostumbrado a verla con aquella actitud (era normal, su personalidad se caracterizaba por aquel semblante), pero en persona le pareció demasiado intimidante.
Jensen se posó frente a Adam, observándolo con aquella mirada fría e inexpresable. Entrelazó sus manos detrás de su espalda, con la barbilla alzada y posando con suma elegancia; la capa oscura le cubría sus hombros y aquellos tacones altos le sumaban mucha más estatura, así que podía ver a Adam fijamente a los ojos sin tener que alzar su mirada.
Adam supo en ese momento que Jensen estaba en un nivel muy superior a él. Así que comprendió que era normal que Jensen fingiera que no lo reconocía, porque para ella, su aventura no fue tan relevante.
—Adam Murf Habid —dijo Jensen con su voz autoritaria que era muy normal cuando trataba asuntos de la academia—. Ese es tu nombre completo.
—Así es, señorita Jensen —aceptó Adam y después tragó saliva. En ese momento parecía inconcebible que la hubiera besado en sus sueños. Aquella mujer era impenetrable.
—No soy tu nuevo mentor —informó Jensen—, ese será el soñador Yakov, estoy aquí en representación de él.
La sangre de Adam bajó a sus pies, recordando lo explicado por Luie.
—Una vez comiencen las clases, vas a conocer a tu nuevo mentor, ¿entendido? —dijo Jensen.
—Entiendo, señorita —aceptó, estaba seguro que debía encontrarse pálido.
—¿Tienes alguna pregunta?
Adam abrió la boca, pero después la cerró de golpe y sacudió la cabeza.
—No, ninguna, señorita Jensen.
Jensen inspiró hondo y después contempló el rostro de Adam. Ahora que estaban solos y podía darse el gusto de observarle fijamente, notaba lo joven que era, aunque gozaba de muy buena estatura, sus facciones jóvenes delataban que apenas estaba comenzando la flor de su juventud, tenía por delante un largo camino de años jóvenes que le enseñarían lo duro que podría ser la vida.
—¿Ahora que me tienes en frente no eres capaz de actuar con tanta confianza, Adam? —cuestionó Jensen y ladeó una sonrisa torcida.
La sorpresa le dio un golpe al pecho de Adam, ¡sí lo recordaba y se lo estaba demostrando!
—¿Qué sucede, he sido igual de aterradora como en tus pesadillas? —Jensen tomó el mentón del joven igual como apareció en el sueño—. ¿Me tienes miedo?
—Claro que no le tengo miedo —dijo Adam con convicción—. Sabe bien que mis sentimientos por usted son diferentes.
—Ah… así que sigues gustando de mí —soltó Jensen con cierto tono irónico—. Estás apuntando bastante alto con tus gustos, ¿no crees?
—Las personas pueden verlo así —comentó Adam—, pero, estoy seguro que puedo lograr mi objetivo.
—¿Tu objetivo es conquistarme? —Jensen volvió a observarlo con rostro impenetrable—. ¿Ese es tu gran objetivo? Suena un poco ingenuo ahora que estoy frente a ti y es evidente que te intimido. Me tienes miedo.