Lo peor que puede sucederle a un adolescente es que en su primer día de academia, le aparezca en su rostro alguna imperfección creada por el acné.
—No lo cubras con maquillaje, será peor, se inflamará mucho más —aconsejó Issis mientras veía a Adam reparar su rostro frente al espejo con semblante preocupado y lleno de ansiedad—. ¿Por qué te preocupa tanto? No es el fin del mundo. —Chasqueó la lengua y se cruzó de brazos.
Pero, para Adam sí que era un problema, hace quince días atrás había estado frente a Jensen ¡y en persona! Había sido un completo desastre, porque se mostró vulnerable y le hizo ver que solo era un chiquillo asustado que recién había sido admitido a la academia. Su intención no era dar esa imagen: era todo lo opuesto a lo que quería demostrar. Pero allí estaba su cuerpo, demostrando que de verdad sí era un pequeño adolescente que no sabía lo que quería.
Jensen era totalmente una adulta, alguien que, aunque se veía bastante joven, había logrado todo lo que quería en la vida y sabía qué puesto ocupaba en el mundo. Pudo tomarlo en la palma de su mano y aplastarlo con sus dedos con simplemente pronunciar unas palabras.
Y ahora él tenía el rostro lleno de acné, llegaría a la presentación de las primeras clases demostrando que la adolescencia le estaba pasando factura y Jensen lo vería. No podía ser peor, jamás podría conquistarla, era un completo iluso al creer que de verdad algún día podría tener a la soñadora Jensen como su novia.
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Le había sangrado la nariz por segunda vez en la semana. Para poder calmar el malestar que producía la descarga del controlador de sueños, tenía que recostarse y descansar. Apretaba el pañuelo en su nariz mientras estaba recostada a medio lado en el diván de la oficina.
—Debes pedir un descanso —aconsejó Grecor a Jensen desde el otro extremo de la oficina, sentado en un sillón con su mirada fija en un libro, pero Jensen sabía que su atención estaba centrada en ella, únicamente fingía que no era así.
—Las clases comenzarán hoy, no puedo tomarme un descanso —dijo ella con tono de haberlo repetido muchas veces.
—Terminarás colapsando como hace tres años, ¿quieres terminar vomitando sangre? El controlador no soportará y envenenará tu sangre.
—No pasará, yo estoy descansando —soltó ella con tono aburrido, su voz sonaba un poco ñata al apretar su nariz con el pañuelo.
Grecor cerró el libro de golpe y la observó fijamente, después acomodó sus lentes con el dedo índice derecho e inspiró hondo. Estaba enojándose, cada vez que tocaban temas como el excesivo trabajo de Jensen, siempre se enojaba. Era natural que su mejor amigo se preocupara por su obsesión con el trabajo, desde muy joven la vio desplomarse por el cansancio o vomitar sangre al ser envenenada por los efectos secundarios del controlador de sueños en su nuca. Sin embargo, le parecía tedioso el tener que escuchar los sermones de Grecor, porque todos sabían (hasta él) que nunca cambiaría y seguiría en lo mismo; era su estilo de vida, estaba acostumbrada a exigirse hasta cruzar el límite que soportaba su cuerpo, era su naturaleza y sin ellos sentiría un vacío, que no estaba dando todo de sí para hacer las cosas bien. Lo necesitaba, necesitaba sentir que el cansancio entumecía su cuerpo y que podría colapsar.
El trabajo era lo que tenía en su vida, lo único que le producía placer, porque, sin el título de Soñadora Oficial se reducía a una jovencita de veintisiete años sin amigos y con una vida sin sentido. Por eso necesitaba ver que había un lugar en el mundo para ella, donde lograría escalar y ser alguien, que, aunque estuviera sola, dejaría una huella en la humanidad.
“Suena un poco ingenuo ahora que estoy frente a ti y es evidente que te intimido. Me tienes miedo” recordó las palabras que le dijo a Adam días atrás. Normalmente causaba esa impresión en las personas, no se acercaban a ella por su fuerte carácter y era habitual que le mostraran respeto, pero rumoraran cosas a sus espaldas.
Por un momento creyó que Adam sería diferente, que él lograría acercarse a ella y le demostraría que sí podría amarla, que de verdad lograba encontrar a la Jensen humana que habitaba en su interior. Pero con una simple prueba, vio a aquel joven demostrar su más grande timidez y miedo. El encanto que sentía hacia Adam se esfumó en un parpadeo.
“No eres humana, eres un monstruo” esas palabras quedaron grabadas en su interior desde hacía muchos años.
Jensen se levantó del diván y caminó rumbo al baño para poder arreglarse.
—¿Te ocuparás de los de primer año? —preguntó Grecor.
—Claro, sabes que me encanta asustarlos —respondió Jensen desde el interior del baño.
—Por favor, trátalos con amor, solo son adolescentes asustados en una enorme academia —pidió su amigo con un tono risueño.
—Intentaré, si no me hacen enojar, intentaré.
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Luie llegó a la entrada de la academia haciendo unos pasos de hip-hop mientras su capa azul clara se hondeaba. Era bastante divertido ver sus rulos perfectos hondearse de un lado a otro mientras bailaba y varias personas se acercaban a saludarlo. Al ser Luie un aspirante a soñador bastante antiguo, se hizo muy conocido y ahora que había sido admitido, su popularidad creció mucho más entre los de primer y segundo año.
Adam e Issis se acercaron a su amigo que seguía presumiendo su paca, ellos también la llevaban, pero intentaban no mostrar tan abiertamente su entusiasmo.
—¿No creen que este uniforme se hizo especialmente para mí? —preguntó Luie mientras acomodaba con sus manos el cuello de la camisa.
—¿Es que acaso no fue mandando a hacer con tus medidas? —inquirió Issis.
Luie soltó una carcajada y puso las manos en su cintura.
—Claro que sí, Issis —explicó Adam—. Todos los uniformes son confeccionados con la medida de los estudiantes.
—Entonces, ¿por qué…? —Issis se ruborizó al comprenderlo.
—¿Qué te pasó en la cara? —preguntó Luie a Adam—. ¿Por qué te están saliendo cachos en la frente? —Soltó una carcajada—. ¿Te están siendo infiel o qué?
Adam se ruborizó por completo y apartó la mirada de su amigo. Issis le dio un codazo a Luie.
—Cállate, casi no viene por lo mismo —gruñó ella.
Luie soltó una carcajada.
—Bueno, ¿y cómo les fue en estos días de descanso? —preguntó Luie.
—Fue toda una locura —contestó Adam. Prefería que se hablara de otro tema que no fuera su acné.
Los padres de Adam hicieron una gran fiesta donde invitaron a todos los vecinos de la cuadra, estuvieron por cinco días celebrando. Sus parientes y conocidos hacían fila para regalarle cosas y su madre le obligaba a probar las comidas para así demostrar que le gustaba lo que le habían preparado.
Su padre se reunía con sus amigos y presumía que su hijo fue admitido en el CCI en el primer intento de admisión.
—Y ocupó el primer lugar, el primer lugar, así que, antes de irse, lo llamaron para informarle que fue asignado al mejor mentor de la academia —decía su padre. Muchas veces exageraba las versiones de la historia diciendo—: Y al terminar los exámenes los asistentes le decían que era un soñador nato, que jamás habían visto a alguien como él. El mismo director le pidió que fuera a su oficina y lo felicitó.
Adam tenía mucha vergüenza, no veía la hora de mudarse a los dormitorios de la academia para separarse de su familia. Cada vez que los escuchaba hablar sentía el peso de la responsabilidad que tenía, no podía defraudar a su familia y que fuera el hazme reír de la cuadra después de haber idolatrado tanto a su hijo.
Con Issis no fue lo contrario, al provenir de una familia grande, todos se reunieron ese día y prepararon dos versiones de la celebración: si era admitida y si no lo era, para que no se sintiera mal. Así que, cuando la vieron llegar a la casa, lo primero que le preguntaron fue si había sido admitida y cuando ella contestó, mostraron el letrero que decía “Felicidades, sabíamos que lo lograrías”.
Y en el caso de Issis, la fiesta duró diez días, porque, cuando el resto de la familia que no había llegado se enteró que fue admitida, viajó para ir a felicitarla en persona, porque era una novedad: ¡en la familia había una Soñadora Oficial! ¡Qué acontecimiento tan histórico!
Así que, la casa se volvió un hotel donde ya no había cama para tantas personas, así que tiraban colchones en el suelo cuando llegaba la noche.
El estrés de Issis llegó a tal punto en que le aburría contar todo el proceso de los exámenes una y otra vez, que prefería pasar el día por fuera con sus amigos Adam y Leo, su parada favorita era la tienda de revistas donde se informaba sobre los últimos avances de la tecnología interdimensional; Leo les explicaba cómo funcionaba, ya que ahora que estudiaba la carrera pretendía saber de todo sobre dicho campo.
Afortunadamente los últimos días fueron de mudanza y tenía la excusa de decir que estaba ocupada empacando todo para llevarlo a los dormitorios de la academia.
—Será difícil —llegó a decirle Issis a Adam unos días antes de acabarse el descanso de los exámenes. Estaban a las afueras de la casa de la joven a mitad de la noche.
—Sí, será muy difícil, tal vez terminemos desertando —confesó Adam.
El mentón de Issis comenzó a temblar de miedo.
—En los exámenes estaba demasiado asustada, sobre todo el último examen —confesó Issis con lágrimas en los ojos—. Terminé sumergida en una esfera infinita creada por una pesadilla, no lograba diferenciar entre la realidad material y el sueño. Por un momento creí que quedaría allí encerrada para siempre. No he dejado de pensar en la posibilidad de caer en otro cuando comiencen las clases. —Issis se abrazó a sí misma al sentirse sumamente vulnerable.
—Issis, los exámenes fueron extremos, yo también estuve muy asustado.
—Adam, tuviste un puntaje casi perfecto, ocupaste el primer lugar.
—Pero eso no quiere decir que no me haya sentido perdido y vulnerable en esos exámenes. En el último terminé llorando, fue espantoso, por un momento creí que perdería la cordura por el miedo que me escarbaba los huesos. Tenía el rostro de mis padres deformes frente a mí, todavía es la hora que los miro y recuerdo la imagen que tenía; no creo que vuelva a ver a mis padres como antes de ahora en adelante. Todavía me genera ganas de vomitar el ver a mi padre comer salsa de verduras; jamás creí que una salsa de verduras se pareciera tanto a la sangre, era como… verlo comer tripas humanas llenas de sangre.
Hubo un momento de silencio.
—¿Crees que podamos soportar las clases en el CCI? —preguntó Issis con cierto temor en su voz.
—Debemos soportarlo, no tenemos de otra —contestó Adam—. Ya hemos pasado la peor parte, ¿no?
Se miraron fijamente. Los dos lo sabían por dentro, seguramente los exámenes de admisión serían nada comparado con lo que deberían pasar dentro de la academia.
Y ahora que estaban de pie frente a la entrada del CCI, que mostraba su imponente portón n***o, el cual se iba abriendo lentamente para dejar ingresar a los de primer año, pudieron sentir que todo se volvía más palpable y real. Ahora no eran aspirantes a Soñadores Oficiales: ya eran Soñadores Oficiales de primer año en la academia del Centro Capital Interdimensional.
Adam sintió su corazón palpitar con fuerza cuando avanzaba por el camino de piedra y sus ojos eran llenados por aquel paisaje verde del campus y aquellos edificios estilo antiguo que se alzaban con suma majestuosidad. Se pregunta, ¿algún día aquel lugar sería tan común para él que no llegaría a impresionarle? Lo creía imposible, que jamás sentiría aquel lugar como su hogar, porque le parecía tan grande, tan imposible de sentirse a la altura.
Parecía que sus dos amigos también estaban en la misma situación mental. Y si daba una mirada panorámica por todos los de primer año, encontraba que era habitual, todos se veían como gatos asustados en un lugar que jamás habían visto.
Había estado días atrás acomodando su habitación con todo lo suyo, pero no se quedó a dormir hasta el día anterior, donde hizo un recorrido nocturno con Issis por el campus, el cual ya se veía lleno de estudiantes de último año, lo cual les produjo que regresaran temprano a sus dormitorios, porque se sentían apenados de que fueran reconocidos por los antiguos si llegaban a perderse.
Llegaron hasta el auditorio central donde se reunirían todos los de primer año para escuchar las palabras de bienvenida del director del CCI.
Adam y sus amigos se sentaron en el centro del auditorio para tener una mejor vista del evento. Le impresionó ver que todos los estudiantes caminaban orgullosos con sus capas azules claras y las ondeaban como lo hacía Luie. Al parecer querían que todos notaran que estaban usando las capas.
El director llegó con un grupo de decanos, donde Adam pudo reconocer a Jensen y un hombre junto con una mujer, los reconocía del último examen que asistían a Jensen. De hecho, estaban hablando con ella mientras avanzaban por el frente del auditorio.
Adam se hundió en su sillón, temiendo que Jensen fuera a verlo y se diera cuenta que su adolescencia le había marcado con acné el rostro.
—Luie, ¿quiénes son los que están con la señorita Jensen? —preguntó Adam, su amigo estaba sentado a su derecha.
—La mujer se llama Madeline Rumanof, es del área de asesorías interdimensionales y dicta la cátedra de Balance Mental —explicó su amigo—. Es una de las más queridas de la academia y el amor platónico de muchos, ¿no es hermosa? Aún no entiendo cómo es que su mejor amiga es la decana Jensen. Y el hombre que habla con ella es Grecor Mondezcan, también mejor amigo de la soñadora Jensen, es agente de seguridad interdimensional, muy poco se sabe de él por su trabajo de inteligencia, aunque, hay rumores de que es el novio de Madeline, pero nunca lo han confirmado; yo creo que es porque siempre están juntos, pero es normal, porque al parecer son amigos desde la infancia.
Adam observaba fijamente al grupo que conversaba y revisaban unos documentos en unas pantallas suspensoras y después se acercaron al director para mostrarle dicha información.
Notaba que era normal que Jensen siempre estuviera ocupada, los decanos se acercaban a ella para hacerle preguntas o se la llevaban mientras le daban explicaciones. Aunque era bastante joven, los más veteranos la trataban con mucho respeto y se preguntaba cuánto poder tenía ella para que a su corta edad estuviera tan bien posicionada en la jerarquía de los soñadores.
Pronto el auditorio fue atrapado por un gran silencio y el director se plantó frente a todos los estudiantes de primer año. Era el típico hombre de edad con lentes cuadrados y cabello canoso, aun así, se veía con porte y cuerpo ejercitado; demandaba atención y su voz era gruesa, se evidenciaba que era una persona letrada. Llevaba en su espalda una capa vinotinto que le llegaba hasta los talones, lo cual dejaba ver que su cargo era bastante superior.
—Buenos días, Soñadores Oficiales —saludó el director—, es un placer el día de hoy estar frente a ustedes…
Habló sobre la creación del CCI y la importancia y responsabilidad de los soñadores. Contó un poco sobre su vida dentro de la academia, sobre todo de cuando estaba en primer año y los retos que tuvo que enfrentar. Fue bastante interesante, porque, al hablar sobre su vida, demostró que era normal que ese día todos se sintieran asustados.
—El miedo demuestra lo importante que es para todos ustedes el estar aquí hoy, a punto de comenzar una gran aventura y hacer sus sueños realidad —dijo.
Después, procedió a presentar a los decanos que se encontraban acompañándolo y llamó a Jensen de primera.
—La soñadora Jensen fue la estudiante más joven que ha tenido el CCI, desde los cinco años esta academia le dio clases y es la más idónea al momento de brindar información sobre el CCI —explicó el director con un tono de orgullo—. Es la encargada del grupo de primer año, así que, siéntanse en confianza de hacerle todas las preguntas que tengan.
Adam volteó a ver a Luie con curiosidad.
—¿Crees de verdad le harán preguntas? —interrogó.
—Lo harán, son primer año —respondió—, harán todas las preguntas que tengan hasta que se den cuenta qué tipo de persona es realmente.
Adam volvió la mirada al frente.
—Es cierto, es aterradora.
—¿Ya has tenido la oportunidad de hablar con ella, Adam? —preguntó Issis.
—Sí, fue quien me habló en representación de mi mentor —explicó—. Y da miedo, cuando estás solo con ella, aterra.
—Pobre Adam, su mentor es el peor de todos los mentores —comentó Luie con tono de pesar.
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La academia no perdía el tiempo, desde el primer día decidieron darles las inducciones a sus primeras clases, entre esas estaba “Reconocimiento de Sueños Oscuros”, donde se debía hacer análisis de sueños premonitorios y muchas veces DéJá Vu; se hablaba mucho de esta asignatura porque se decía que era una de las más difíciles y que infundía muchos miedos.
Fue la segunda que dieron en el día, la primera fue de inducción a Soñadores Oficiales y el profesor era muy alegre, así que puso a todos en una sintonía positiva. Sin embargo, esto se esfumó cuando entraron al salón donde Jensen impartía sus clases.
Su grupo constaban de veinte personas por clases, así que seguramente sería el primero que recibiría a lo largo del día.
Adam supo que su dignidad como pretendiente de Jensen había sido pisoteada esa mañana y ya no tenía ninguna esperanza con ella. Así que fingió que no tenía su rostro lleno de acné. Daba igual, su corazón estaba destrozado con aquel amor platónico.
Jensen usaba un pantalón n***o de tela ceñido al cuerpo con una camisa blanca estilo clásico de mangas que le llegaban hasta los codos y llevaba su cabello n***o liso recogido en un moño que resaltaba las facciones de su rostro. Al parecer siempre usaba tacones, porque ese día llevaba unos bastante altos que le daba ese porte imponente.
Los puestos en el salón estaban acomodados de tal forma que hicieran un círculo y los estudiantes se sumieron en un silencio infernal cuando Jensen se paseaba por el salón con aquel semblante neutro e inspeccionaba a cada estudiante, como si intentara crear una imagen mental de cada uno de ellos. Seguramente era un punto positivo, pero aterraba si se sabía que venía de parte de ella.
—Así que están animados por haber entrado al CCI —comentó Jensen mientras volvía al frente del salón, donde estaban los dos grandes tableros con una proyección con el título de la asignatura—. Los de primer año se caracterizan por estar muy animosos en los primeros días de clases. Gozan de los privilegios que ofrece el CCI al ser sus estudiantes, eso está bien, son jóvenes, están incursionando en la juventud. Pero, así como tienen tantos privilegios, también en sus manos se encuentra una gran responsabilidad al ser Soñadores Oficiales. —Se cruzó de brazos y alzó un poco la barbilla—. En mi clase no se acepta la mediocridad. Desde hoy, ustedes aprenderán lo que es ser un verdadero soñador y todo aquel que saque porcentajes mediocre, se quedará media hora en refuerzo intensivo conmigo hasta que demuestre que es digno de ser admitido en el CCI.
Varios estudiantes comenzaron a hundirse en sus pupitres metálicos y había una jovencita que llevaba un peinado de dos coletas que abrió su boca y llevó una mano a su pecho.
—¿Muy sorprendida, Lisa? —preguntó Jensen observando fijamente a la joven.
La chica se sobresaltó mucho más al ver que Jensen sabía su nombre.
—¿Piensas que serás la primera en quedarte con refuerzo intensivo al finalizar las clases? —Jensen avanzó hasta ella—. La mente es un arma de doble filo, si desde ahora te crees insuficiente para estar a la altura de una situación, entonces, eres una perdedora.
La jovencita se ruborizó en gran manera y apretaba con fuerza sus labios. A Adam le dio pesar Lisa, no quería estar en su lugar.
Jensen dio media vuelta y entrelazó las manos en su espalda, avanzando lentamente. Hizo un corto silencio, parecía estar acomodando las palabras en su mente, algo que la hacía ver mucho más misteriosa.
—El miedo es el arma más poderosa que tiene la mente —dijo—. Es un arma tan poderosa que puede jugar en contra de un soñador o a favor. Si un soñador es capaz de controlar sus miedos más profundos, será difícil que sus enemigos puedan usarlos para atacarlo.
Detrás de Jensen apareció una sombra negra cubierta por un manto desgarrado con manos cadavéricas, el cual arrancó gritos de varios estudiantes.
—El miedo es la debilidad del ser humano y los sueños oscuros o más conocidos como pesadillas, se alimentan de los miedos más profundos que descansan en el inconsciente —explicaba Jensen, pero parecía que nadie le prestaba atención, estaban concentrados en aquel monstruo que apareció en el salón de clases y seguía a Jensen.
De pronto, el monstruo con manto n***o se dio media vuelta y enfocó a un joven pelirrojo con el rostro lleno de pecas. Lo señaló con un dedo índice y lentamente se fue acercando a él, no tenía pies, estaba suspendido en el aire y voló hasta el joven, hasta estar muy cerca de sus ojos.
El jovencito gritaba e intentaba hundirse en el escritorio. Los estudiantes que estaban cerca de él intentaban apartar sus puestos para alejarse y algunos decidieron levantarse, pero, al ver que Jensen volteaba a verlos, se veían obligados a volver a sus lugares.
—Cuando el miedo invade la mente, hace que se bloquee y los pensamientos racionales dejen de activarse —explicó Jensen—. Se debe aprender a enfrentar los miedos y dejar de evitarlos, es la única forma de poder vencerlos.
El monstruo cadavérico acarició la mejilla del joven pelirrojo y éste cerró los ojos con fuerza.
—Deja de evitar el miedo, abre los ojos —ordenó Jensen—. Hasta que no lo enfrentes, no se apartará de ti.
El joven titubeó antes de abrir los ojos y, cuando lo hizo, soltó un grito al notar que aquel monstruo le brillaban los ojos, los cuales eran dos huecos oscuros, le emergían uno brillo rojo infernal de esos huecos, lo que lo hacía ver mucho más aterrador.
—¡Dios, basta, por favor! —suplicó.
—¿Me tienes miedo? —preguntó el monstruo con una voz profunda y tenebrosa, casi hablaba como una bestia.
El joven comenzó a llorar y todo su cuerpo temblaba. El monstruo volvió a acariciar su rostro con sus dedos cadavéricos.
—¡N-No, no-no te-te tengo… miedo! —gritó el joven con voz rota.
Se escuchó los sollozos de una chica cerca de Adam y él volteó a verla.
—Shu… el monstruo vendrá a ti si le demuestras miedo —advirtió Adam a la joven—. Debes calmarte.
La joven cubrió su boca con sus manos e inspiró hondo.
Adam observaba la escena maravillado, le parecía interesante que todo lo que Jensen explicaba era la representación misma del miedo en el ser humano, en este caso, en el pobre joven pelirrojo que estaba al borde de un colapso nervioso.
Mientras, el monstruo seguía confrontando al joven que acababa de orinarse los pantalones.
—Eres un cobarde —dijo el monstruo—. Eres un niñito cobarde.
El monstruo se alejó lentamente y después se esfumó como si fuera humo, dejando a Jensen sola en el centro del círculo creado por estudiantes.
—Ve a cambiarte de ropa —pidió Jensen al joven pelirrojo.
El joven estaba llorando al no soportar la vergüenza y miedo. Titubeó antes de levantarse de su puesto y todos le vieron el pantalón húmedo. Sus manos jugaban entre sí, estresadas y ansiosas.
—Ya, vete del salón —ordenó Jensen con autoridad.
El joven bajó la mirada hasta sus pies y después salió corriendo del salón con las mejillas húmedas de lágrimas.
Cuando estuvieron solos, una luz recorrió el pupitre donde el joven había estado sentado, desinfectándolo por completo. El silencio invadía la clase y también podía palparse la tensión.
Adam observaba a Jensen con ojos desorbitados de la impresión, pero desplegó una sonrisa llena de satisfacción al poder apreciar una situación tan interesante.
Jensen lo observó por un momento, curiosa al ver que era el único que mostraba una reacción inusual ante lo acontecido. Volvió la mirada por todos sus estudiantes.
—Finalmente, cuando no se enfrenta un miedo, conseguimos crear un trauma —dijo Jensen con voz calmada—. Un trauma que atormentará en las noches por medio de sueños oscuros.