El ser Soñador Oficial implica aceptar que se será totalmente diferente a las demás personas. Muchos con la habilidad de soñar lúcidamente, aunque fueron a escuelas para moldear sus habilidades mentales, deciden no ser Soñadores Oficiales para poder tener una vida normal en la sociedad. Y la misma sociedad los entiende, ya que es un esfuerzo grande ser alguien que siempre deberá trabajar de forma tan compleja, donde nunca podrá descansar.
A los Soñadores Oficiales se los ha llamado los doctores del sueño, ya que vigilan que todo esté bajo control mientras las personas descansan y viajan a través de las dimensiones. Llegan a desarrollar tanto su capacidad mental que logran desdoblarse, sacrificando sus vidas para poder custodiar los portales y ayudar cuando algún alma está en problemas en sus sueños.
Han quedado casos reportados de Soñadores Oficiales que han sacrificado sus vidas salvando a personas en sueños, rescatándolos de un coma o parálisis cerebrales.
Se tiene en cuenta que, cuando la humanidad abre los ojos, algunos soñadores los cierran para siempre.
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—¿Soy yo o los uniformes de los Soñadores Oficiales son demasiado cool? —preguntó Issis mientras observaba la proyección.
Los estudiantes soñadores se reconocían por sus capas azules claras que usaban, pero solo eran para eventos especiales o reuniones. Sin embargo, los estudiantes les gustaba usarlas al público, por lo cual las academias, en vez de castigar dicho comportamiento, prefirió darles capas azules con bordados dorados, para que pudieran usarlas fuera del campus y diferenciarse.
Normalmente la gente solía burlarse de los estudiantes por este comportamiento, ya que era demasiado habitual en los estudiantes recién admitidos y así lograban diferenciarlos de los que tenían más antigüedad. Adam e Issis siempre cuestionaron esto y se decían que era muy ridículo, aunque ahora sentían que podían entenderlos un poco: el poder mostrar al mundo que perteneces a un grupo selecto de personas debe sentirse demasiado bien.
—¿Crees que las personas nos regalen cosas cuando lleguemos a un supermercado o algo así? —preguntó Adam.
—Espero que sí, es cultural que regalen cosas a los soñadores —respondió la joven mientras pasaba las imágenes que se proyectaban frente a ellos—. Mira, esta es mi soñadora favorita: la soñadora Jensen Adelina Darmy. Es tan cool como su nombre. Trabaja en la academia Centro Capital Interdimensional. Es la única soñadora en el continente que es capaz de descifrar Déjá Vu, es muy conocida por esto, pero también trabaja como representante del CCI a nivel internacional y hace misiones interdimensionales de alta peligrosidad, como rescatar humanos de muerte cerebral. Rumoran que ella es capaz de desdoblarse, pero sabes que esa información no la brindan al público para poder protegerla de terroristas o cualquier persona que quiera asesinarla por razones políticas.
Adam observó la foto proyectada de una joven no mucho mayor que él, seguramente cinco o seis años mayor. Era de piel oscura, cabello liso, con mirada profunda y rostro serio; en la foto aparecía de pie, observando a otro lugar lejos de la cámara que le tomó la foto, se notaba que le tomaron la foto desprevenida, aun así, se veía bastante bien.
—Creo que ya había leído sobre ella antes —dijo Adam.
—Es probable, es una referente para muchos que aspiran a ser soñadores —explicó la joven—. Yo estoy enamorada de ella, me fascinaría ser su aprendiz.
—Bueno, dijiste que trabaja en la CCI, nosotros enviamos nuestras solicitudes allí, seguramente la podrás ver si pasas. Podrías pedirle que sea tu mentora.
—Ella no acepta aprendices —Issis negó levemente con la cabeza mientras su rostro se tornaba decepcionado—. Además, que tiene la fama de ser muy temperamental, así que muchos estudiantes cuando la conocen le tienen miedo; pero eso no impide que sus clases se atiborren de estudiantes. Es la puta ama del desciframiento de sueños.
—¿Qué estamos haciendo con nuestras vidas, Issis?
—No lo sé…
—Mira todo lo que ella ha logrado y apenas es unos años mayor que nosotros. ¿No es algo triste?
—Sí, de verdad lo es.
—Debemos ser admitidos, Issis, debemos convertirnos en soñadores. Tal vez y nosotros seamos sus primeros aprendices.
El rostro de la joven se iluminó y una sonrisa emocionada fue desplegándose lentamente en su rostro.
—Cierto, si logramos ser sus primeros aprendices, nuestros rostros aparecerán a su lado, siempre. ¿Te imaginas? Ser los aprendices de Jensen Adelina Darmy.
Los dos jóvenes suspiraron con fuerza, haciendo que toda la habitación de proyección hiciera eco por aquel sonido. Por un momento sus mentes crearon rápidos escenarios mientras contemplaban aquella foto.
Lo bueno de ser un soñador nato es que, al tener la imaginación desarrollada, se hace fácil imaginar tu futuro, volviéndolo más palpable.
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—¿Qué traes puesto? —preguntó Adam cuando vio que Issis traía una capa azul clara en su espalda para las horas de estudio.
La chica modeló por la habitación de proyección con las manos en la cintura.
—Es una imitación de la capa oficial de soñadores —respondió ella con una gran sonrisa.
—Eso ya lo estoy viendo —respondió Adam, intentaba que una carcajada de burla no se le escapara, porque no quería hacer sentir mal a su mejor amiga. Le daba ternura ver que estaba demasiado entusiasmada con el hecho de poder hacer el proceso de admisión.
Leo había llegado a visitarlos y estaba comiendo un pote de helado mientras observaba a su mejor amiga pasearse como pato presumido por la mediana habitación del colegio.
—Eh, ya deja de hacer el ridículo, ven, traje helado de vainilla, ¿no quieres? —dijo con la honestidad que lo caracterizaba.
Issis hizo un puchero y después subió las escaleras para poder acercarse a los asientos de proyección. Tomó uno de los potes marrones y lo abrió.
—Pero se está derritiendo el helado —protestó.
—Quién te manda a demorarte tanto en llegar —replicó Leo.
Adam puso los ojos en blanco al ver que comenzarían a discutir. Una discusión más y se harían novios; cómo quería que pasara pronto para ver si sus hormonas se calmaban.
—¿Sabes lo que me costó encontrar esta imitación en plena temporada de exámenes de admisión? —chilló Issis.
—Por favor, siéntate, debemos comenzar a estudiar, estamos a una semana del proceso de admisión —pidió Adam con voz seria—. Estoy que no aguanto la ansiedad.
—¿No te estás tomando la medicación? —preguntó su amiga mientras se sentaba al lado de Leo y tomaba un bocado de helado con una cuchara de plástico—. ¿Esta cuchara es reciclada?
—Obvio que sí, ¿crees que compraría una nueva? No quiero pasar por el conteo de reciclaje —soltó Leo con tono obvio.
—No lo estoy tomando, me altera mi orden de sueños —explicó Adam, abriendo una carpeta en la pantalla suspensora—. Necesito estar totalmente lúcido a la hora de dormir.
Issis tornó su rostro curioso, como si acabara de encontrarse con un tema interesante. Volteó a ver a Leo.
—Estoy segura que Adam se está conociendo con una chica por medio de sus sueños —dijo con tono animado.
—¡¿Eso es en serio?! —preguntó Leo, dejó su boca abierta.
Adam no respondió, intentó evadir el tema con su semblante serio de siempre. Creía que hacer silencio lo evadía de algunos temas incómodos, como cuando sus amigos intentaban invadir su privacidad, pero lo único que lograba era que lo molestaran con más fuerza.
—Claro que sí, como hace un mes está teniendo citas de sueños —aseguró Issis—. Lo he visto arreglarse antes de irse a dormir. Y una vez entré a su dormitorio cuando dormía y estaba teniendo un sueño profundo y podía ver su controlador parpadear en su cuello de color rojo. —Cubrió su boca con una mano por un momento y después le dio un golpecito al hombro de Adam—. Ah, quien lo ve todo serio y anda de conquistador en sus sueños. Y lo peor es que no dice nada, todo se lo calla.
Adam tragó en seco y observó la imagen que se proyectó, era la soñadora Jensen acompañada por un grupo de Soñadores Oficiales.
¿Cómo podría explicarles a sus amigos que había buscado por meses a esa soñadora y ahora casi todas las noches se veía con ella en citas? Lo tildarían de iluso, jamás se lo creerían.
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Adam estaba sentado en un columpio que descendía del cielo, a su lado estaba otro que no ocupaba nadie; tenía frente a él un mar que abarcaba toda su visión, con un hermoso atardecer; ese era su lugar favorito para hablar, porque aquel atardecer nunca se acababa y si alzaban la vista, se podían apreciar algunas estrellas y el columpio que parecía ser infinito, no se veía de dónde descendía. Había estado esperando toda la noche a que llegara Jensen a su cita como todas las noches que acordaban verse.
Se preguntaba si le había sucedido algo en su trabajo y la justificaba pensando que se habría quedado despierta, aunque sabía perfectamente que los Soñadores Oficiales no tenían permitido desvelarse.
Le daba miedo pensar que Jensen había comenzado a ver su relación como algo no útil o patético. ¿O sería su diferencia de edad? No le parecía un problema, porque él era mucho más alto que ella y siempre intentaba mostrarse maduro, para que no lo viera como un niño; a fin de cuentas, ella tenía veintisiete y él diecinueve, no era mucho la diferencia, ¿o sí?
En las últimas citas la sintió muy distante y por más que le preguntaba si sucedía algo, ella nunca le respondió. Comenzaba a pensar que aquella distancia podría también contestar el por qué Jensen nunca dejó que la tocara, así sea para tomarle la mano. Unos días después de aquel sueño en el bus, nunca más pudo sentir su tacto y muchas veces se preguntó si tal vez ella dejó de llegar a las citas y simplemente la estuvo imaginando.
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Actualidad:
El Centro Capital Interdimensional era una de las academias para soñadores a nivel internacional, solo eran admitidos el cinco por ciento de los aspirantes y tenía uno de los procesos de admisión más rigurosos en cuanto a sedes. Esto era porque la cantidad de aspirantes año tras año aumentaba muchísimo, siendo la mayoría aspirantes de antiguos procesos de admisión.
Los Soñadores Oficiales lograban encontrar a muchos de los aspirantes personas que no cumplían con el perfil de soñadores, pero que les beneficiaba poner en sus hojas de vida que eran aspirantes a soñadores, lo cual hacía un gran peso en sus hojas de vida, ya que podían acceder a ciertos privilegios por estar en un proceso de admisión, como el no ir obligatoriamente a sus trabajos y recibir comida gratis en ciertos restaurantes, un sueldo estándar si deseaba no trabajar para que pudiera enfocarse en su proceso de admisión de soñador.
Actualmente el CCI había quitado el reconocimiento a ciertos aspirantes que llevaran más de diez años como aspirantes y dejó a tres años el crédito para quienes estuvieran especializados en ramas alejadas al arte, lo cual creó mucho disgusto en ciertos grupos sociales. Ahora la cosa estaba empeorando porque se pensaba dejar a un año los beneficios a los aspirantes que hubieran sido rechazados diez veces y estuvieran en un rango de treinta años en adelante.
Había dos cosas que se decían entre las personas. La primera era que les parecía justo, ya que muchos tomaban el tema de ser aspirantes a soñadores como la vía más fácil para vivir sin estar haciendo algo útil, los cuales los denominaban como VILS (Vagos Inútiles que no Logran aceptar que no son Soñadores). Y el otro grupo decía que la CCI pretendía bajar la demanda de aspirantes a soñadores para poder privatizar los procesos de aspirantes a soñadores y que fuera mucho más imposible pasar los procesos de admisión.
El miedo profundo de los primeros aspirantes era terminar como un VILS, sobre todo a los aspirantes primerizos que reprobaban su primer examen. Era normal que reprobaran el primero, ya que apenas estaban conociendo cómo era el proceso y culturalmente se decía que ese primer intento no contaba.
La tarde antes que Adam e Issis fueran a su proceso de admisión, toda la cuadra donde ellos vivían se reunió en las entradas de sus casas para cantarles el himno de los Soñadores Oficiales, para demostrarles que ya los reconocían como soñadores, era algo muy normal que se acostumbraba a hacer cuando se vivía cerca de un aspirante a Soñador Oficial.
Soñadores del mundo no real, que hace real, lo que no es una realidad.
Soñadores, Soñadores, en ti la ciencia está.
Soñadores de un mundo de verdad…
Adam no fue capaz de salir de su habitación para presenciar el acto, sentía que aquello lo único que le provocaba era más presión social hasta convertírsele en ansiedad. Sus manos temblaban, apretando con fuerza el frasco de medicamento para la ansiedad, no quería tomarlo, pero escuchando aquel canto comenzaba a pensar que sí lo estaba necesitando y debía escuchar a su cuerpo.
Lo peor era que tenía frente a él a su hermanita de tres años que lo observaba fijamente con mucha curiosidad.
—¿Vas a llorar? —preguntó la pequeña.
Toda la piel de Adam se erizó y tuvo que correr al baño a vomitar.
Esa noche tuvo que medicarse para poder tranquilizarse y dormir plenamente.
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—¿No crees que te medicaste mucho? —preguntó Adam a su amiga, la cual estaba dormitando en su asiento a espera de su turno para hacer el primer examen.
Issis mostró una sonrisa.
—El efecto me dura solo una hora, hay… creo que cien… personas antes de mí, así que no hay problema. —Se acomodó en el hombro de su amigo y se durmió profundamente.
Adam quería ser igual que su amiga y dejarse llevar un poco por el presente, pero se le hacía imposible.
Para poder dormirse, el médico asignado a la familia tuvo que llegar a revisarlo y antes de dormir le inyectó un tranquilizante, ya que el joven había vomitado las pastillas. Le dijo que era normal, que era primerizo y, de hecho, había soportado por mucho tiempo la presión del proceso de admisión sin medicación.
—Me ha tocado casos de aspirantes que termino desintoxicándolos porque se drogan a tal punto que podrían sufrir una sobredosis —le explicó el doctor—. Esos son los que normalmente no logran pasar los exámenes, porque, aquí entre nosotros, en el proceso también evalúan su sangre, así pueden saber qué tanto logran resistir la presión.
Adam veía a muchos aspirantes que parecían no estar para nada lúcidos en aquella sala, muchos de ellos se habían acostado en el piso, noqueados por los tranquilizantes.
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Jensen observaba por una pared de vidrio a los aspirantes, evaluando a los que tenía a su alcance. Para ella era bastante evidente quiénes pasarían los exámenes y quiénes no.
Madeline, su amiga, también observaba a su lado a la muchedumbre de aspirantes que estaban en el primer piso, a espera de ser llamados.
—Deberían llevarse a los que se quedan desmayados en la sala —dijo.
—Lo harán, pero cuando no se despierten al ser llamados, así podrán descartarlos definitivamente del proceso de admisión —explicó Jensen—. La regla este año es que se quitarán de la lista de aspirantes a los que se marquen como no aptos psicológicamente.
—Me parece una muy buena idea, porque este tipo de espectáculo es vergonzoso de ver, ¿de quién fue la idea?
—Mía —respondió Jensen mientras se apartaba de la pared de cristal.
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El proceso de admisión consistía en tres exámenes, los cuales se harían en tres momentos diferentes del día.
El primer examen era tipo entrevista, el aspirante debía contestar la pregunta de por qué deseaba ser soñador y qué cualidades creía tener para ser Soñador oficial. Era algo muy fácil de contestar, la mayoría lograba pasar al siguiente examen y solamente se quedaban aquí los que estaban demasiado drogados como para hablar.
El segundo examen ya era más del ámbito mental, donde se conectaba al aspirante a un controlador de sueños, induciéndolo inmediatamente en un sueño donde pudiera reconocerse si era capaz de tener sueños lúcidos y de qué nivel de lucides.
El tercer examen era el más complejo, porque se los inducía a un sueño lúcido profundo, donde se dejaba al descubierto sus deseos y fantasías más profundos. Se adentraba a tal punto en la mente del aspirante que se dejaba al descubierto el inconsciente y hasta sus miedos más internos que la mayoría ni siquiera conocían. Por esta misma razón este examen debía hacerse en una habitación especial, donde los soñadores más preparados supervisaran que nada se saliera de control.
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—¿Por qué quiere ser soñador, señor Adam y qué cualidades cree tener para serlo? —preguntó el soñador que estaba evaluando al joven.
Adam estaba de pie, casi embobado al ver a los soñadores que por tantos meses estuvo estudiando frente a él. Tuvo que parpadear dos veces para aterrizar al presente.
—Bueno, desde… pequeño me ha gustado adentrarme a mis sueños más profundos —explicó e intentó calmarse por medio de su respiración—. Siento que mis sueños son un poco más diferentes al resto —se sinceró—. Sé reconocer mis sueños lúcidos, puedo dominarlos y adentrarme a dimensiones que me gustan. De hecho, me he enamorado en mis sueños y sé que ella es real, ya lo he comprobado. —Desplegó una sonrisa, la cual borró inmediatamente—. Muchas cosas que a las personas comunes se le hacen complejas en términos de sueños, para mí son mi diario vivir, no podría vivir sin ellas, así que, aunque suene un poco arrogante, sé que soy un soñador nato.
El jurado se veía totalmente imparcial, solo bajaron la mirada hasta las pantallas donde tenían la documentación y revisaron la información del muchacho, para después pedirle que dejara la habitación.
Cuando Adam salió, vio que Issis iba a entrar.
—Espera. —La tomó de una mano—. Estoy seguro que van a dejar fuera del proceso a los que no se ven aptos físicamente —susurró mientras le pellizcaba las mejillas—. ¿Cómo te sientes? ¿Volviste a medicarte?
—No, no me mediqué, siento que ya estoy bien —respondió ella asustada.
—Bueno, antes de hablar haz los ejercicios de respiración, por favor. No puedes fallar, debes pasar al siguiente examen. —La abrazó—. Dale, tú puedes. Serás la puta ama de los cazadores de sueños.
Issis soltó una pequeña risa al escuchar esas últimas palabras salidas de la boca de Adam, era demasiado raro que se expresara de esa forma.
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—Mi mejor pasatiempo es evaluar los sueños de otras personas —explicó Issis al jurado con una leve sonrisa—. De niña estuve en un pequeño instituto de soñadores, pero después mis papás me sacaron porque querían que tuviera una niñez más normal. Sin embargo, yo siempre he anhelado con volver y hacer de esto mi estilo de vida. Para mí el adentrarme todas las noches a explorar sueños es como una aventura y lo tomo con el profesionalismo que se merece y en el futuro mi meta es ser cazadora de sueños.
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Jensen estaba de pie, observando por la gran ventana al grupo de aspirantes que habían pasado al segundo examen. En total ese día llegaron ocho mil aspirantes y en esa ala del instituto se evaluarían mil, de los cuales solo ochocientos estuvieron aptos físicamente para hacer el primer examen, después, para el segundo pudieron pasar cuatrocientos.
—De aquí seguramente se quedará más de la mitad —dijo Grecor a la joven—. Me gusta ver cómo muchos terminan dándose cuenta que son simples aficionados a los sueños. En media hora deberé acercarme a despertarlos y pedirles que se levanten porque ya se acabó el examen. —Se cruzó de brazos y negó con la cabeza.
—Todos los años se deben limpiar la baba de los sillones —comentó Madeline con una leve risita.
—Eso no es nada, en el ala sur, donde ya hicieron el examen, me dijeron que un muchacho se orinó de lo dormido que quedó —Grecor soltó una carcajada burlona.
—No puede ser… —soltó Madeline y cubrió su boca con una mano para ahogar una risita.
Jensen se paseó por el ventanal, observando de forma panorámica a los aspirantes que estaban entrando a la gran sala, donde había sillones marrones acomodados en filas, donde varios supervisores traían en pequeños grupos para ir organizándolos en sus respectivos puestos.
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Adam alzó la mirada mientras caminaba por el gran salón, observando lo inmenso que era y cómo en lo alto, podía verse unos grandes ventanales, donde se paseaban los soñadores de rango alto, observando con aquellos rostros inexpresivos a los aspirantes. Al joven le parecía que ellos debían sentirse muy superiores, observando cada error de los que estaban abajo, tomando los exámenes que ellos habían preparado.
—No dejes que te distraigan —susurró Adam a su amiga al oído—. Sentirás sueño, pero no te dejes llevar. Ellos intentarán dominar tu cuerpo. Imagina que es un trastorno del sueño, usa las técnicas de concentración. Eso es lo que evaluarán, no tu capacidad para tener sueño lúcido. Es imposible tener un sueño lúcido en media hora.
Issis quedó confundida, intentando procesar lo que acababa de decir su mejor amigo.
—Pero dijeron que aquí prueban tu sueño lúcido —dijo ella mientras avanzaba un poco delante de su amigo.
—Recuerda lo que estudiamos, hasta los mejores soñadores necesitan por lo menos cuarenta minutos para dormirse por completo y entrar a la fase REM —explicaba el joven a susurro, viendo fijamente que ya la supervisora estaba acomodando a su grupo en los sillones y colocándole los cables de las máquinas en sus cabezas—. Hasta la soñadora Jensen con toda su experiencia necesita media hora para entrar en fase REM por completo, es imposible que puedas entrar mucho antes a esta etapa y tener un sueño lúcido que puedas controlar por completo.
—Lo que quieren evaluar es nuestro autocontrol —balbuceó Issis.
Adam alzó la mirada a las ventanas, donde comenzaron a aparecer pantallas que proyectaban pequeñas imágenes en movimiento.
—Mira las ventanas —fue lo último que pudo decirle a su amiga antes que se la llevara la supervisora.