Desde el pasillo del tercer piso del edificio administrativo había una ventana gigante donde se podía apreciar un lago cerca de la entrada de la academia. Cuando Adam iba rumbo a la oficina de Jensen, observó desde allí que una mujer iba corriendo rumbo a la entrada y le pareció curioso, porque era Jensen. Al estar cerca de la entrada, la mujer se detuvo y recuperó el aliento y tomó compostura, quedando a la espera de algo o alguien.
Apareció después de cinco minutos, llegó un auto, dos guardias de seguridad se apresuraron a abrirle la puerta y del interior se bajó un hombre corpulento que vestía totalmente de n***o, traía una capa del mismo color. Inmediatamente el hombre bajó del auto y tanto los guardias de seguridad como Jensen hicieron una reverencia formal.
Adam se sorprendió mucho al ver esto, nunca imaginó ver a Jensen bajar la cabeza. Debía ser una persona importante, ya que hasta los guardias de seguridad le mostraban respeto.
A medida que Jensen y aquel hombre ingresaban al campus, los estudiantes se apartaban del camino y hacían una reverencia cuando el hombre pasaba por su lado. Pensaba en si también debía hacer lo mismo si lo veía pasar. Comenzaba a creer que ese era su mentor Yakov. Había investigado un poco sobre él y se enteró que ocupaba uno de los más altos puestos que había como Soñador Oficial, pero no se revelaba cuál era para poder protegerlo, únicamente se dejaba saber que era decano de élite de los Cazadores de Pesadillas de Alto Impacto y capitán del selecto Escuadrón de Tortura Mental; aunque con eso Adam tenía suficiente para saber que era una persona sumamente importante.
Esperó frente a la puerta de la oficina de Jensen por unos minutos, hasta que vio a un hombre que aparentaba unos cuarenta años de edad (muy joven para la edad real que seguramente debía tener) caminaba al lado de Jensen con un porte de un militar de rango alto. Su capa negra ondeaba a medida que daba pasos por el largo pasillo y por momentos veía fijamente a Adam, el cual tomó una postura rígida a la espera de tener a su mentor frente a él.
—¿Ese es Adam? —preguntó el capitán Yakov a Jensen.
—Sí, señor, es Adam —respondió.
—Se ve muy joven, ¿qué edad tiene? —comentó Yakov con tono pensativo.
—Tiene diecinueve años, señor.
—Es un niño —dijo el hombre con un tono algo decepcionado—. Aunque gracias a su edad es mucho más fácil de moldear, ¿qué tal es acatando ordenes?
—Señor, Adam es un adolescente muy obediente, ocupó el primer lugar en el proceso de admisión. Es un soñador nato con muchas ganas de aprender.
—¿Ya lo has puesto a prueba?
—Sí, señor, ya he descubierto sus debilidades y puntos fuertes.
—Dijiste que es capaz de tener viajes astrales sin controlador.
—Así es, señor, es un don empírico que tiene, él aún no sabe que lo posee.
Llegaron hasta la entrada de la oficina de Jensen y Adam hizo una reverencia.
—Capitán Yakov, es un placer conocerlo —saludó Adam.
—Así que tú eres Adam —dijo Yakov con aquel tono que a los estudiantes nuevos asustaba.
—Sí, señor, mi nombre es Adam Murf Habid, estudiante de primer año —se presentó Adam, aún manteniendo su torso inclinado.
—Déjame ver tu rostro, niño —pidió Yakov.
Adam se reincorporó y observó al capitán fijamente, aunque se le hizo difícil, el hombre tenía una mirada pesada, el iris de sus ojos era n***o como dos cuervos y sus cejas eran pobladas, erguidas; las facciones de su rostro estaban bastante marcadas, aunque llevaba una tenue barba que lo hacía ver mucho más masculino.
—Eres un niño, Adam, ¿no has estado anteriormente en academias de soñadores? —preguntó Yakov.
¿Niño? ¿Le parecía que era un niño? Lo hacía sonar como si fuera un problema.
—No, señor, no he estado anteriormente en academias de soñadores —contestó Adam—. Sin embargo, he estudiado por mi cuenta, así como también he practicado las diferentes teorías de viajes astrales.
—¿Eres consciente que muchos de tus compañeros han estado en academias y se encuentran mucho más avanzados que tú? —inquirió Yakov.
—Sí, señor, por eso me esforzaré diez veces más para poder avanzar y mejorar cada día —afirmó con convicción—. El ser Soñador Oficial fue mi meta desde muy pequeño y ahora que tengo la oportunidad, no la dejaré pasar. Además, es para mí un honor el ser su aprendiz. —Volvió a hacer una reverencia—. Muchas gracias por aceptar ser mi mentor, capitán Yakov.
Fue una pieza clave el que Adam se presentara con tanta formalidad, así como también hablara con tanta pasión. El capitán Yakov estaba buscando un estudiante que estuviera en grados más avanzados porque entendía la responsabilidad que implicaba el ser entrenado por un mentor y lo valoraba mucho más. De hecho, cuando Jensen le pidió que aceptara a Adam, lo vio como un problema, pero era Jensen, su estudiante favorita, prácticamente su hija, no podía decirle que no, a ella era incapaz de negarle una petición.
Revisó la hoja de vida de Adam y le pareció que tenía puntajes muy altos, creyó que sería un problema, porque un adolescente que se le ha facilitado entrar a la academia no sabría lo que es esforzarse por obtener algo. Él quería entrenar a alguien que se esforzara y dejara su alma y cuerpo en el camino. Jensen tenía una estudiante de último año que siempre la había estado siguiendo, la dulce Lily, esa joven le parecía sumamente dócil e inteligente; se notaba que se esforzaba por estar en la academia. Fue una pena que Jensen hubiera sido muy joven cuando la conoció y no pudo tomarla como su aprendiz. Sin embargo, ahora que tenía la oportunidad, creyó que sería a ella quien elegiría para asistirla.
Pero ahí estaba, un niño genio recién ingresado al CCI, ¿realmente funcionaría? No comprendía el por qué Jensen se veía tan interesada en él. Sin embargo, cuando Adam abrió la boca y expresó su entusiasmo por tenerlo como mentor, decidió darle una oportunidad.
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—Adam será tu asistente en las clases y le darás las inducciones a las prácticas —dijo Yakov a Jensen una vez estaban en la oficina—. Quiero que me entregues a Lily y me asista mientras Adam no está conmigo, además, Lily se encargará de sus entrenamientos.
Yakov estaba sentado en un sillón marrón de cuero, donde siempre solía sentarse cuando llegaba a visitar a Jensen. Ella estaba sentada frente a él, en otro sillón y Adam se encontraba a su derecha, escuchando todo con atención, quedando reducido a un sillón en el medio de los dos como el típico estudiante que necesita prestar atención hasta lo más mínimo. De hecho, había sacado un cuaderno de apuntes n***o y a veces tomaba anotaciones con un esfero plateado.
A Yakov le pareció gracioso que Adam ya estuviera bastante metido en su papel de estudiante y comenzó a hacerse un perfil del muchachito, era bastante sumiso, como dijo Jensen, así que sería fácil de moldearlo a como él deseara.
—Adam, de ahora en adelante nos veremos cada lunes, miércoles y viernes —dijo Yakov.
—Sí, señor —aceptó Adam con suma atención.
—Y entrenarás todos los sábados y domingos con Lily —informó—. Aparte de los entrenamientos diarios que tengas en la academia, debes recibir mucho más entrenamiento físico, estás muy débil, las competencias te comerán vivo si no tienes buena resistencia. Además… —Observó a Jensen—, necesito que te asista siempre y le enseñes todo lo básico que debe saber para mis entrenamientos mentales, ¿puedo contar contigo?
—Claro que sí, señor —aceptó Jensen.
—Y ya sabes, nuestro acuerdo, quiero a Lily asistiéndome —recalcó Yakov.
—Pero, señor, Lily se encuentra en último año, se graduará pronto —comentó Jensen.
—La dejaré como mi asistente una vez se gradúe, la reclutaré para el puesto —aclaró Yakov.
El rostro de Jensen se neutralizó a tal punto que era incapaz de averiguar qué estaba sintiendo, sin embargo, Adam podía sentir la tensión entre mentor y aprendiz.
—Le informaré a Lily para que lo asista cuando finalicen sus clases —aceptó Jensen.
—Perfecto, entonces… —Volteó a ver a Adam y le dio una última mirada—. Espero ver qué tan bueno eres, no vayas a dejar mal a Jensen, ha hablado muy bien de ti, niño.
—Pondré todo mi esfuerzo para no decepcionarlo, señor —dijo Adam.
Algo estaba mal, al parecer el capitán Yakov no lo creía apto para ser reclutado, era evidente que no creía en él. Además, ¿quién era Lily y por qué su mentor la pedía con tanta diligencia? Al parecer ya tenía a una rival de las mentorías y lo peor es que debería aprender de ella. Sin embargo, le generaba mucha curiosidad saber qué tan buena era si lo habían dejado a cargo de ella.
Una vez Yakov se marchó, Jensen soltó una maldición, algo que sorprendió a Adam. Definitivamente algo no estaba bien y estropeaba los planes de Jensen.
—Señorita Jensen, ¿hay algún problema con mis mentorías? —preguntó Adam detrás de Jensen, observaba el campus desde el balcón de su oficina.
—Adam, te han quitado el cargo más importante que tendrías en el CCI una vez cumplieras tu ciclo estudiantil —informó Jensen y volteó a verlo—. Lily es la mejor estudiante que actualmente tiene el CCI. Aunque no fui su mentora, dejé que me asistiera en las clases y se ganó una buena imagen con el capitán Yakov. Ella ocupará el puesto de asistente ahora, ese puesto era tuyo, al ser su aprendiz oficial, ese puesto te pertenecía, así podrías estar más cerca de él y aprender más a fondo su oficio, pero solo lo podrás ver tres veces por semana, así que te encontrarás en desventaja al lado de tus compañeros que sí estarán diariamente viendo a sus mentores.
Oh, sí, definitivamente era un problema el que tenía frente a él. No conocía a Lily, pero ya comenzaba a verla como una gran amenaza.
—Pero Lily no es la culpable, así que no la vayas a odiar, de hecho, sería bueno que aprendas todo lo que puedas de ella —informó Jensen—. Te ha dejado en manos de la mejor estudiante del CCI, no la veas como una rival, sé astuto y aprende todo lo que puedas de ella para después superarla. En el mejor de los casos, cuando te gradúes, ella ya tendrá un cargo mejor en el CCI y podrá dejarte la vacante libre con el capitán Yakov.
—¿Y qué pasaría en el peor de los casos, señorita Jensen? —preguntó Adam.
—Que ella no lo deje libre y no puedas ascender por ello, así que te verás obligado en cambiar de mentor o buscar otras opciones de trabajo en la academia, pero serían de un rango muy bajo. El capitán Yakov tiene los puestos más importantes en la academia, así que tenías el camino libre al éxito, pero Lily se ha adelantado y es ella quien tiene ese camino.
Vaya, y así no quería que la odiara, cuando le acababa de arrebatar lo que era suyo. Claramente era su rival.
—Pero él ha sido su mentor, usted aprendió de él todo lo que sabe —comentó Adam—, yo seré su asistente, así que aprenderé mucho.
—Pero deberás esforzarte diez veces más para poder estar a la altura de Lily.
—No necesitaré estar a la altura de algún rival, porque me esforzaré cada día para ser mejor estudiante, seré mi propio oponente.
Aquellas palabras le agradaron a Jensen, porque ella cuando era estudiante pensaba igual, de hecho, lo seguía haciendo. Era la opción más saludable y competitiva para demostrar que era el mejor.
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Issis había llegado a la habitación de Adam una vez cayó la noche y todos los de primer año ya se encontraban en sus habitaciones, cansados por el extenuante día que tuvieron con las clases. Eran muchas cosas nuevas para procesar en un solo día.
Issis llegó con una bolsa de regalo y una enorme sonrisa.
—Le dije a mi mamá que me enviara varias cremas y mascarillas —le dijo mientras avanzaba por la habitación y tomaba lugar sobre la cama, sacando de la bolsa de regalo varios potecitos blancos de cristal y algunos sobres de papel reciclado—. Te traje estos, te servirán mucho para quitarte en cuestión de días el brote de acné.
Adam se había acabado de duchar y llevaba la pijama puesta, con una toalla en el cuello para secar su cabello.
Se acomodó al lado de su amiga en la cama, sonriente por ver que ella se preocupó por él.
—Issis, no era necesario que hicieras esto —comentó, aunque estaba muy conmovido por el gesto.
—Para nada. —Negó con la cabeza—. Sé que has estado todo el día decaído porque no tienes buen aspecto en tus primeros días de clases en la academia. Eres demasiado sensible con los comentarios. —Tomó uno de los sobres—. Toma esta mascarilla, te la pones en el rostro por dos horas y después la retiras. Verás que mañana tu rostro amanecerá mejor y el acné poco a poco se irá secando. No vuelvas a maquillarte, porque taparás los poros y eso empeorará el brote, se te inflamará más y enrojecerá tu piel. Lo mejor es dejar que se vaya secando, debes soportar por unos cuantos días y humectar mucho la piel, ¿entendido?
Adam aceptó con un movimiento de cabeza y desplegó una sonrisa.
—Tampoco es que te veas mal, es normal que a nuestra edad nos pasen este tipo de cosas. Además, con todo lo que te tocó comer en la celebración de tu admisión, es normal que tu piel respondiera —comentó Issis mientras sacaba una mascarilla hecha de papel de arroz que estaba bañada en especias y aromatizaba toda la habitación con un olor dulce. Caminó de rodillas hasta estar frente a su amigo y le puso la mascarilla en el rostro, dando pequeños golpecitos con las yemas de sus dedos, suavemente, para que la piel se impregnara con la especia.
—Es que… sabes que rara vez me ha salido acné —dijo Adam, trataba de no mover mucho la boca al hablar.
—Eso es porque eres de los pocos privilegiados que tiene una piel limpia —explicó ella con una leve risita—. Por eso eras un Don Juan en la escuela. Ya verás que aquí también tendrás todo un grupo de fans. ¿Viste que en la clase de Reconocimiento de Sueños Oscuros una chica rubia no dejaba de mirarte? ¿Cómo era que se llamaba? Lisa, creo que la señorita Jensen la llamó Lisa. Con todo y acné le sigues pareciendo guapo a las chicas. ¿Cómo haces para ser tan perfecto?
Adam apretó los labios para no reírse y estropear la mascarilla que tenía en su rostro.
—Eso no es cierto… —comentó mientras bajaba la mirada.
—A veces eres… demasiado… —Issis se sentó al lado de Adam, recostando su espalda a la pared blanca y lisa de la habitación—. Eres demasiado inseguro con tus virtudes… —Suspiró—. Debes entender que el saber cuál es tu lugar en el mundo está bien. Eres un joven muy guapo físicamente, muy inteligente, amoroso y con grandes cualidades que hacen que las personas se sientan cómodas estando contigo. ¿Qué hay de malo en que reconozcas que ese eres tú? Es todo un logro que seas el número uno de los estudiantes de primer año. No te sientas mal por ser un poco superior al promedio de la sociedad.
Adam hizo silencio. Creía que en momentos como aquel lo mejor era hacer silencio. El problema con las personas que lo rodeaba era que, si confesaba que él no creía que nada de eso fuera cierto, ellos lo verían como un problema, así que no eran capaces de entenderlo.
Issis dejó salir un suspiro al ver que la conversación sería insostenible, Adam casi nunca expresaba lo que sentía y mucho menos opinaba cuando se trataba de temas tan sensibles sobre sus miedos.
—¿Y cómo te fue con la señorita Jensen? —preguntó Issis.
—Ella sabe mucho, me impresiona —comentó él mientras cerraba los ojos y sentía el frescor en su rostro por las especias.
El nuevo estilo de vida de Adam se creó desde el primer día de clases al quedarse por horas en la oficina de Jensen para ayudarle a revisar material informativo para las clases. Ella le explicaba sobre las teorías del funcionamiento de las diferentes dimensiones oscuras que existían, algo que a Adam le generaba gran curiosidad, así que, más que clases, parecía una conversación donde el joven le hacía preguntas y tomaba nota de lo que más le parecía importante y ella respondía como un gurú. Además, Jensen citaba a muchos autores y libros, así que Adam los anotó para en sus tiempos libres leerlos y saber más del tema.
—Adam, ¿qué especialización quieres tomar? —preguntó Issis mientras se acostaba en la cama. Adam la siguió en el acto.
—Me gusta mucho el tema de los miedos internos —comentó Adam—, también… el control mental. El capitán Yakov está enfocado en Tortura Mental, me gusta mucho su rama.
—¿No es algo oscura?
—Depende de cómo lo mires, él no lo toma para algo malo, simplemente… estudia los miedos humanos para así entenderlos más a fondo. Quiero conocer más sobre la humanidad y cómo funcionamos al tener debilidades.
—Sí… creo que va mucho contigo —Issis dejó salir un suspiro—. Bueno, en ese caso, espero que me ayudes cuando alguien quiera hacerme daño.
Adam tomó una mano de su amiga y la entrelazó con la suya.
—Eres mi única amiga, Issis, siempre te protegeré, tus enemigos son mis enemigos —comentó.
Issis volteó a verlo y desplegó una sonrisa. Adam y ella se conocían desde pequeños, él desde siempre se caracterizó por ser bastante tranquilo y ella, bueno, vivía metiéndose en problemas, así que Adam siempre la ayudaba a solucionarlos. Aunque en la escuela se conocieron con Leo y terminaron haciendo un grupo de tres, siempre fue muy unida a Adam e iban a los mismos lugares, por eso estaban allí, en la misma academia de Soñadores Oficiales.
Issis desde muy niña vio a Adam avanzar a grandes pasos. Siempre estaba meditando, leyendo, aprendiendo. Fue el primero en entrar a dimensiones avanzadas y en sus sueños se veía mucho más feliz. Él no era como ella, que se limitaba a una sola dimensión, necesitaba conocer más y sentirse libre, así que, para poder mejorar, estudiaba a profundidad sobre los sueños lúcidos y las múltiples dimensiones remotas.
La fortaleza que tenía Adam era que, al generarle tanta curiosidad el funcionamiento de las múltiples dimensiones no veía las clases como algo tedioso o aburrido, todo era material importante para responder a las muchas preguntas que merodeaban en su mente y a veces no lo dejaban dormir.
Cuando a Issis algo le asustaba, a Adam le generaba curiosidad y lo estudiaba a profundidad. Ni si quiera Leo, que era el más intrépido de los tres a veces lograba soportar las dimensiones donde a Adam le gustaba entrar.
Adam por momentos la asustaba cuando le hablaba sobre la vida. Rayaba en ocasiones en obsesivo y oscuro. Así que no le sorprendía nada que Adam estuviera tomando una especialización de soñador tan compleja como lo era la Tortura Mental. Lo único que esperaba era que siguiera siendo su amigo y aquella amistad durara por cientos de años.
—Issis, no te vayas a dormir —advirtió Adam al verla bostezar.
—No, no, solo… estoy descansando… —Issis volvió a bostezar y se estiró como gato.
—Issis… es mejor que vayas a dormir a tu habitación.
—Ay, no… —La joven se acurrucó en el pecho de su amigo—. Solo déjame estar… un ratito más…
—No, después me toca cargarte hasta tu habitación, no, no… —Intentó apartarla.
—¡Ay, no…! —rechistó ella—. Un ratito y ya…
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A la mañana siguiente, fue despertado a las cinco en punto de la mañana por una alarma que no sabía que había en su dormitorio.
—¡A cambiarse, partida de flojos, es hora de entrenar! —se escuchó una voz estruendosa que no sabía de dónde provenía.
Sabía que su entrenador físico era famoso en el CCI por exigirle muchísimo a sus estudiantes.
—¡Los quiero en diez minutos en el gimnasio del lago! —gritó la voz al estilo militar—. ¡Ya, ya!
Adam aún no procesaba la información, seguía estando sentado en la cama. Siempre necesitaba varios minutos para poder despertarse del todo.
—¡Adam Murf Habid, mueve tu trasero de la cama! —escuchó y de la impresión saltó de la cama—. ¡Les queda siete minutos, quien no llegue a tiempo hará cien vueltas a la cancha grande!
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El entrenador Milton era un hombre corpulento, blanco, de ojos color miel, calvo, usaba camisillas grises de mangas cortas, así que sus prominentes brazos estaban a la vista, creando un gran contraste entre los delgados y desgarbados estudiantes de primer año.
Le gustaba entrenar a los estudiantes al aire libre, frente al lago, algo que era bastante bueno, porque podían ver el amanecer y de cierta forma era un ambiente relajante. Sin embargo, él hablaba al estilo militar, así que parecía como si siempre estuviera gritando, algo que molestaba a Adam, porque odiaba que le gritaran.
—Así que tú eres el dichoso niño genio que reclutó el capitán Yakov —dijo mientras ponía las manos en su cintura y lo barría de pies a cabeza.
Los veinte estudiantes estaban en línea recta y el entrenador Milton los observaba fijamente, pero solo se había detenido en Adam y lo observaba con mucha más atención.
—El capitán Yakov me ha pedido personalmente que te dé entrenamientos intensivos —informó—. Así que te tendré en la mira, Adam. Ahora eres un debilucho niño de diecinueve años que le terminará sangrando la nariz en cada entrenamiento por lo mal alimentado que está. En este momento das vergüenza. Pero conmigo vas a aprender lo que es la verdadera resistencia física y mental. De ahora en adelante harás el doble de los entrenamientos de tus compañeros y te quedarás una hora más que ellos, ¿entendido?
Adam tragó en seco y sintió la sangre caerle a los pies. ¿Debía agradecer o maldecir? Aún no comenzaba los entrenamientos, pero ya le asustaban. Además, sus compañeros musitaban palabras como “pobre”, “no quiero estar en su lugar”, así que eso ya decía mucho.
—¡¿Entendido, Adam?! —gritó el entrenador Milton en su rostro.
—¡Sí, señor! —aceptó Adam.
Y sí, era la pesadilla encarnada. En todo el entrenamiento, Milton estuvo cerca de él, gritándole, pidiéndole que repitiera las rutinas hasta cinco veces.
En el calentamiento, los puso a todos a correr alrededor de una enorme cancha de fútbol y todo ese tiempo estuvo al lado de Adam y Alejandro, el cual también tenía entrenamiento intensivo al sufrir de sobrepeso. Les gritaba para que no bajaran la velocidad.
—¡Corren como ancianos! —les decía—. ¡Si siguen bajando la velocidad le darán cien vueltas más a la cancha!
Después, cuando todo el grupo hacía sentadillas, les pidió a Alejandro y Adam que hicieran el doble de series y así lo hizo con todo el entrenamiento. Por último, cuando el grupo se fue a descansar, ellos se quedaron haciendo más ejercicio, pero esta vez eran un poco diferente, porque les pidió que intentaran subir una pared de madera inclinada que se veía bastante lisa.
—Se podrán ir cuando lleguen arriba —informó el entrenador Milton.
Ya había salido el sol y les caía sobre sus cabezas. Aquella pared brillaba y debían tomar impulso para intentar subirla, pero, desde el primer intento, se resbalaban o perdían el equilibrio y volvían al principio.
Alejandro se veía rojo, tenía todo el uniforme deportivo empapado de sudor. Adam estaba igual y le dolía el abdomen, no sabía la razón, pero aquella pared inclinada hacía que trabajara todo el cuerpo y al tener que tomar impulso hacía que apretara el abdomen y le generaba mucho dolor.
A la media hora, los dos jóvenes estaban gritando al tomar impulso para tratar de subir la pared que siempre los obligaba a resbalarse.
A los cuarenta minutos, llegó Issis ya cambiada con el uniforme de diario y comía una hamburguesa. Aquello frustró mucho a Adam, porque verla cambiada le informaba que ya no tenía oportunidad de descansar después que terminara su entrenamiento.
—¡Vamos, Adam, quiero verte en la punta de esa pared! —gritó el entrenador mientras corría hasta él.
Adam tomó impulso y volvió a correr.
Ese día no pudo llegar al a cima de la pared, era prácticamente imposible al ser lisa y resbalosa.
Odió el entrenamiento y deseaba con todas sus fuerzas que la maldita pared no existiera, porque al día siguiente debía volver a subirla (o intentar subirla).
Aunque tenía el consuelo de no ser el único que entrenaba con tanta intensidad. El pobre Alejandro salió llorando de aquel entrenamiento.
—No creo poder con esto —decía Alejandro.
Estaban en el baño, Adam se terminaba de cambiar con el uniforme y Alejandro permanecía sentado en una banca metálica envuelto a media cintura con una toalla.
—No creo poder con esto —volvió a decir Alejandro—. ¿Por qué a mí? ¿Es que acaso no pueden los gorditos estar en la academia?
—Lo hacen por tu salud —comentó Adam—. Con el tiempo verás que te servirá. Dijiste que en los exámenes de médicos te apareció el colesterol alto, ¿no?
—Pero… —Alejandro inclinó la mirada—. No creo poder hacerlo…
—Estás conmigo, te ayudaré cuando no puedas más —consoló Adam y se sentó a su lado—. ¿No has pensado en cómo podrías verte si estuvieras en forma?
—Toda mi familia es gorda, así que nunca me he visto de otra forma.
—Bueno, serás el primero en tu familia en estar en forma, eso es algo muy positivo.
Alejandro volteó a verlo y pareció que la idea le gustó bastante.
—Y ahora viene la mejor parte, vamos a desayunar, ¿no tienes hambre? —Adam se levantó de la banca del baño y terminó de ponerse la camisa.
—Ay, sí, me muero del hambre —soltó Alejandro y apresuró a cambiarse.
Tuvieron veinte minutos para ducharse y desayunar, donde vieron que habían intervenido en su dieta, porque ya les tenían su plato reservado y la cocinera no les permitió elegir entre el delicioso menú que había para el resto de estudiantes.
—Amigo, eres uno de los elegidos, no puedes comer igual como el resto de estudiantes —le dijo Luie cuando lo vio observar su plato. Llegó con Issis al restaurante para que entraran juntos a la siguiente clase—. Pero, mira, te dieron mucha más carne y verduras, es rico. Y ese jugo verde se ve… muy nutritivo.
Adam frotó su rostro con una mano al detestar el comentario de su amigo. ¿Podría acostumbrarse a ese estilo de vida? Era todo lo opuesto a la vida pasiva que anteriormente llevaba y la cual le gustaba muchísimo.
Notó que Alejandro no le importaba lo que le dieron para comer, simplemente lo estaba devorando.
Afortunadamente las clases llevaban mucha teoría y podía descansar de una vida agitada llena de entrenamiento físico. Así que notó el equilibrio con aquella mañana tan agitada.
En el almuerzo podía relajarse y hablar con sus amigos, así como también con otros estudiantes que se acercaban a ellos, la mayoría conocidos de Luie que ya sabían que Adam era ahora uno de sus amigos más cercanos.
Adam estaba ganando fama entre los estudiantes al regarse la noticia de ser el segundo aprendiz en tener como mentor al soñador Yakov y junto con el hecho de haber quedado en primer lugar en el examen de admisión, aquello generaba gran curiosidad entre todos de saber quién era Adam Murf Habid.
Le hacían preguntas sobre cómo era Yakov y parecían desilusionarse al Adam responder que apenas había hablado una vez con él, así que no lo conocía a fondo. También le preguntaban por Jensen, porque ya lo habían visto entrar en varias ocasiones a su oficina, así que relacionaron que pasaba mucho tiempo con ella.
—Bueno, es muy seria, es bastante puntual cuando habla —respondió a los estudiantes que lo rodeaban—. Y es muy inteligente, siempre tiene una respuesta a mis muchas preguntas.
—¿No te da miedo? —preguntó un joven.
—Bueno… realmente no da miedo, únicamente es seria y tiene mucha paciencia —explicó Adam—. A mí no me da miedo.
Adam sabía que no podía decir nada en contra de Jensen, mucho menos de su mentor, así que se reservó muchos comentarios.