Silencio. A Adam y Jensen los invadía un silencio que anteriormente era característico de ellos, pero en ese justo momento era sumamente incómodo. Los ojos de Adam estaban llenos de lágrimas y sus manos se encontraban empuñadas. Jensen permanecía sentada a su lado y lograba escuchar sus sollozos, lo cual le destrozaba el alma. —Así que se aparta de mí porque morirá joven —dijo Adam, rompiendo el silencio que los rodeaba. —Si te dejo entrar en mi vida, será muy peligroso, Adam —replicó Jensen. —¿Entonces por qué me mostró su futuro? —espetó Adam y la encaró, derramando lágrimas por sus mejillas—. ¿Cree que yo no voy a morirme si me entero de que a usted la asesinaron? ¡Me volvería loco de la tristeza y hasta sería capaz de suicidarme! —Llevó las manos temblorosas a su cabeza. —No