Capítulo 10: ascención

3857 Words
Estaban reunidos en la oficina de Jensen en el día que a Adam le tocaba su primer entrenamiento con el capitán Yakov. Había una cierta tensión en el ambiente que era natural en las reuniones donde Yakov asistía. Pero en esta residía más la presión al estar Yakov tan silencioso y con un rostro obvio que no se sentía a gusto con la situación. Le parecía una falta de respeto lo que pretendían hacer los estudiantes Adam y Lily al competir por puestos diferentes a los que se les había asignado. Sobre todo, se sentía disgustado con Lily, porque la creyó más obediente y, por lo informado por Jensen, era la estudiante de último año quien había decidido no acatar su ascenso y prácticamente obligaba a Adam a tener que pasar por una presión por seis meses que seguramente no lograría soportar. —Así que Adam, vas a aceptar pasar por el proceso de evaluación para ser asistente —dijo Yakov. —Sí, señor —aceptó el joven. Aunque sabía que Yakov no estaba preguntando, sino afirmando. —Y tú, Lily, lo ayudarás y a la vez te prepararás para pasar por el proceso y ser asistente de la señorita Jensen —continuó Yakov. —Sí, señor —aceptó la joven—. Lo haremos si usted nos da el permiso de hacerlo en un tiempo estipulado de seis meses para que Adam esté preparado. Yakov volvió la mirada hacia Adam. —Adam, ¿eres consciente que harás unos exámenes que tienen el nivel de un estudiante de último año y aun así muchos no logran pasar? —preguntó al jovencito que estaba sentado frente a él. —Así es, señor —contestó Adam—. Soy totalmente consciente de esto, por lo mismo, pondré todo mi esfuerzo y mucho más para poder prepararme correctamente. Ahí estaba otra vez esa respuesta llena de tanta firmeza, no sabía si asociarla a ingenuidad o era simplemente mucha seguridad en sí mismo. Sin embargo, el que hablara de esa forma le causaba mucha curiosidad de verlo triunfar o golpearse fuertemente con la realidad. —¿Y dejarán los puestos vacantes mientras se preparan para los exámenes? —indagó, aunque ya sabía la respuesta, pero quería escucharlos, crear presión en los ingenuos estudiantes. —No, señor —respondió Lily. Sin duda alguna era quien tenía el mando de la situación—. Adam y yo los asistiremos. Así Adam podrá aprender todo lo necesario estos meses de ambas partes y estar al día con las mentorías. —Entonces, tanto Jensen como yo tendremos dos asistentes —comentó Yakov. El rostro de Lily palideció al haber entrado a una encrucijada y no supo qué responder. —Señor Yakov —intervino Adam—, esto será temporal. De esta forma tanto mi compañera Lily y yo no descuidaremos nuestras responsabilidades como aprendices, todo lo contrario, vamos a tomar clases mucho más intensivas para tener un mejor rendimiento académico. Además, aprenderemos a trabajar en equipo, un factor que es muy importante como Soñadores Oficiales. “Es muy astuto con las palabras” pensó Jensen, quien había permanecido en silencio todo este tiempo. Analizando la situación y dejándola ser, a fin de cuentas, eran los propios estudiantes quienes crearon aquella ingenua y absurda situación. Si sus estudiantes caían al lodo, no se ensuciaría con ellos. Reinó un silencio punzante en la oficina. El capitán Yakov no se veía para nada convencido con el panorama de la situación que le presentaban a futuro. Sin embargo, por dentro tenía curiosidad por Adam, ¿qué lo obligaba a arrastrarse a demostrar su potencial? Ya era un buen estudiante, sus puntajes en el proceso de admisión lo confirmaba y estaba con el mejor mentor del CCI, ¿por qué poner en peligro todo lo que ya tenía? —Salgan todos, quiero quedarme a solas con Adam —ordenó. Lily y Jensen se pusieron de pie casi de un salto, hicieron una reverencia y salieron de la oficina. Jensen sintió su pulso acelerarse, aquello no iba para nada bien. Maldijo a sus adentros por permitir que todo escalara hasta ese punto. Al encontrarse a solas en el pasillo con Lily, se cruzó de brazos y la fulminó con la mirada. —Como terminen expulsando a Adam de la academia, tú también lo serás —sentenció. Lily tragó saliva y sintió todas sus fuerzas caerse al piso. . . . Al encontrarse Adam a solas con el capitán Yakov, dejó que sus hombros se relajaran un poco. Le generaba más tensión el estar frente a Jensen y Lily que frente al capitán Yakov. A él comenzaba a verlo como su profesor, alguien colmado de sabiduría y a quien podría hacerle cualquier pregunta que no lo dejara descansar. A Jensen se le hacía imposible verla como una profesora o mentora, desde mucho antes la vio con ojos de mujer. Temía que sus deseos internos lo traicionaran y le faltara el respeto en algún impulso carnal. Tanto era su miedo que la noche anterior fantaseó en un sueño lúcido con ella, la veía ahí, en su cama desnuda y lo llamaba. Por un momento temió que Jensen lograra ver aquella dimensión y lo acusara con las directivas. Jensen era la mujer deseada de su corazón, jamás podría verla con ojos neutrales. Así que mil veces prefería estar con el capitán Yakov. A él lo respetaba demasiado y lo veía como lo que era, su mentor: él era su gran instructor. —Adam, ¿por qué haces todo esto? —preguntó Yakov. —Señor, no tengo otra alternativa —confesó Adam—. Esta situación me obliga a hacerlo, mi estadía en la academia se ve amenazada, señor. —¿No es peor que te destituyan de tu puesto si haces un revuelo y no logras pasar los exámenes? —cuestionó Yakov. —Señor, también pasará si no hago los exámenes, no hay una pronta solución. La señorita Jensen se ve obligada a contemplar una auditoría general de decanos, en la cual yo llevo todas las de perder al no tener calificaciones que demuestren que mi ahora puesto como aprendiz me lo he ganado con esfuerzo y honor. Los decanos generales no me conocen, en cambio, a Lily sí, es la mejor estudiante del CCI, la preferirán a ella antes que a mí. Adam dejó salir un suspiro amargo. >>Confío en mis habilidades, sé que podré demostrar lo que valgo en los exámenes generales de ascenso —confesó—. Ante todo, quiero demostrarle a usted que sí soy digno de ser su aprendiz. No soy simplemente un niño que fue beneficiado por la suerte en el examen de admisión y por eso ocupó el primer lugar. —¿Y por qué crees que debes demostrarme que eres bueno? —inquirió Yakov. —Porque usted es mi mentor, señor —contestó Adam mientras observaba al hombre fijamente a los ojos—. Quiero que usted crea en mí. Sé que no soy lo que estaba buscando, pero de verdad, quiero aprender de usted y enorgullecerlo. —¿Y no te gustaría mejor aprender de la señorita Jensen? Ella está enfocada en el reconocimiento de DéJá Vu, esta rama es muy famosa entre los jóvenes de tu edad. Además, fue ella quien abogó por ti para que fueras mi aprendiz, es con quien mejor te iría. —No, señor —Adam sacudió la cabeza—. Yo deseo aprender sobre el control mental, las pesadillas y los miedos internos. Quiero conocer la razón de ser del inconsciente humano. Usted está enfocado en estas áreas y por eso deseo ser su aprendiz. La señorita Jensen es una gran soñadora, pero no está especializada en la rama que yo quiero estudiar. Por esta misma razón, también me pareció buena la idea de Lily de hacer el examen de ascenso. Sé que es arriesgado e imprudente, pero no tengo otra alternativa. Yakov observó fijamente a Adam y lo estudió a minuciosidad. Había algo especial en él, era una convicción y sed de aprendizaje. Era un diamante en bruto que necesitaba ser pulido, lo cual tomaría mucho tiempo, pero no importaba, el resultado sin duda alguna valdría la pena. Notaba en Adam una confianza natural para referirse a él, ni siquiera Jensen, la cual tuvo como su aprendiz desde lo cinco años fue capaz de hablarle tan directamente y con tanta destreza. No sabía cómo resultaría tal característica a futuro, pero este jovencito le comenzaba a llamar mucho la atención. —Entonces, haces todo esto porque no te he dado la plaza completa de aprendiz y porque podrían revocarte de tu puesto si Jensen convoca una auditoría general de decanos —dijo Yakov. —Así es, señor Yakov, me veo obligado por las dos circunstancias que peligran mi puesto en el CCI —contestó Adam.   —Pero son seis meses en los que quieres nivelarte en temas que cuestan diez años aprender, Adam —comentó Yakov—. Es imposible. —Aprenderé los temas básicos para poder ganar los exámenes, no deseo aprender en seis meses lo que cuesta diez años, señor, sería demasiado osado de mi parte creer que esto sería posible. Yakov soltó un suspiro y entendió que todo lo que hacía el joven era a causa de sus decisiones. Si hubiera tomado a Adam como su aprendiz oficial sin pedir a Lily, nada de esto estaría sucediendo. Así que era el único que podía arreglar el problema. —Adam, no tienes que hacer el examen de ascensión, serás mi aprendiz oficial —informó el capitán Yakov—. Me asistirás no oficialmente cuando me reúna con el Escuadrón de Tortura Mental. También asistirás conmigo cuando tenga que impartir clases de Tortura Mental. Pero te advierto desde ahora, no será nada fácil, porque deberás nivelarte para hacer parte del escuadrón de Tortura Mental. No cualquiera puede soportar la presión que esto implica—. Lo barrió de pies a cabeza—. Dentro de seis meses harás un examen, pero para evaluar tu desempeño y ver si realmente eres digno de ser mi aprendiz. El corazón de Adam palpitaba fuertemente de la alegría que estaba recorriendo su cuerpo. No podía creer que realmente pudiera convencer al capitán Yakov de cambiar de parecer. —Y Lily… —intentó hablar. —Ah, esa estudiante, sus acciones me han decepcionado. Esperaré a que te gradúes para que seas mi asistente oficial —informó—. Desde un principio ese puesto era tuyo, Adam. Es el reglamento estipulado. Adam no pudo retener una sonrisa y bajó la mirada para intentar ocultarla, así como mordió su labio inferior. —No te alegres mucho, desde mañana recibirás un entrenamiento intenso para que tu cuerpo comience a adaptarse a las necesidades que tu nuevo estilo de vida requerirá. —Sí, señor —Adam irguió su espalda e inspiró hondo.   . . . Jensen y Lily entraron a la oficina y el capitán Yakov informó su cambio de parecer para solucionar el problema que se había creado entre los estudiantes. —Jensen, ahora queda a tu criterio si aceptas a Lily como tu asistente oficial —informó Yakov—. Ahora Adam solo me pertenece a mí, podrá serte de ayuda si lo llegas a necesitar o cuando te pida que le des mentorías si llego a irme de viaje. —Entendido, señor —aceptó Jensen. Le dio una rápida mirada a Adam, ¿cómo lo había hecho? Estaba verdaderamente impresionada, sobre todo en una situación donde el capitán se veía enojado y todo apuntaba a que los castigaría severamente. . . . —¿Qué fue lo que viste en Adam? —preguntó Yakov cuando estaba a solas con Jensen en la oficina tomando té. —Adam es un soñador nato —contestó Jensen—. Lo conocí antes del examen de admisión al verlo desdoblarse inconscientemente. —¿Es el joven de las medias graciosas que viste en el gimnasio? —Sí, no creía que lo volvería a ver y mucho menos en el proceso de admisión, así que no dudé en reclamarlo —explicó Jensen—. Es todo un prodigio, si se le enseña bien, créame, señor, dará grandes frutos. —Adam no quiere ser tu aprendiz, ¿lo sabías? —Jensen no se veía para nada sorprendida—. Veo que ya lo suponías. —Adam no está interesado en el reconocimiento de DéJá Vu, se interesaba más en temas de reconocimiento de miedos internos que en otras clases —informó la joven—. En la clase de Sueños Oscuros se le ve tranquilo y analítico, es totalmente diferente a sus compañeros. En la primera clase permaneció con una frialdad impresionante y veía de lejos a su compañero que se orinaba los pantalones. Así que no me sorprende que se haya inclinado por la rama de la Tortura Mental. Hace poco me preguntó el por qué no fue capaz de superar su miedo más interno, una prueba que es para estudiantes de último año, estaba tan frustrado por no haberla superado… no dejaba de analizarlo y por más que intenté explicarle que era algo de clases avanzadas, él no lo aceptó. No pude decirle que ya era todo un logro que identificara su miedo interno. —Entonces, ¿crees que le irá bien en esta rama? —Sin duda alguna —respondió Jensen muy segura y le dio un sorbo a su taza de té—. Usted es el más idóneo para llevar por el camino correcto a Adam. . . . Llevaron a los de primer año a hacerse el tatuaje del escudo de los Soñadores Oficiales para que así fuera fácil reconocerlos cuando no estuvieran dentro de la academia. Este era uno de los eventos más esperados por los de primer año: tener el tatuaje de los Soñadores Oficiales. Este tatuaje en el hombro era imposible de falsificar, porque, si se quería verificar la identidad del soñador, se podía escanear y revisar su información en la nube. —Mira, mira, Adam —Issis mostraba su tatuaje cuando salió al pasillo donde su amigo aguardaba para hacerse el suyo—. ¿A que no me queda bien? —Desplegó una sonrisa bobalicona—. Cuando sea Cazadora de Sueños podré tener la insignia debajo del escudo, compaginará perfectamente. —Pero el escudo de Cazadores de Sueños se hace debajo de la nuca, Issis —aclaró Adam. —¿Qué? Pero si cuando estudiamos aparecía que era debajo del hombro, uno aro —refutó la joven con el ceño fruncido. —Ese es el escudo del grupo de Tortura Mental —explicó Adam—. El escudo de Cazadores de Sueños se le parece, pero lleva la estrella de cinco puntas dentro del aro y está debajo del controlador, así se pueden camuflar cuando estén haciendo misiones investigativas. Issis abrió su boca con impresión. Adam era capaz de guardar toda la información que leía, en cambio, a ella se le olvidaba a los dos minutos. —Debes estudiar más sobre los Cazadores de Sueños si quieres pertenecer a ellos —aconsejó Adam mientras le acariciaba el cabello con una mano. —Ya no quieres estudiar conmigo, te quedé esperando con Luie cerca al lago y nunca llegaste —reprochó la joven mientras se cruzaba de brazos. —La reunión con el soñador Yakov se demoró más de lo usual ese día —comentó—. Después, me fui a dormir temprano porque estaba agotado por los dolores musculares. A Adam le dolía todo el cuerpo, además, tenía mucho sueño por el cansancio acumulado en su cuerpo. Lo peor era que el entrenador Milton todos los días le exigía cada vez más. —Aún no se te ve ningún resultado —Issis le tanteó el brazo izquierdo—. Sigues siendo igual de flacucho. Adam frunció el entrecejo por el comentario de su amiga. —Quiero que intentes hacer dominadas abiertas y cerradas e intentes decir lo mismo después —gruñó. Se escuchó a una supervisora que llamaba a Adam por el pasillo. —Ya, ya, ve que es tu turno —soltó Issis y le dio dos palmaditas al hombro de su amigo. —¡Ah, no hagas eso que me duele! —chilló Adam y se apartó de la joven. —Ay, pero qué delicadito… . . . Donde se hacía los tatuajes de los escudos era un cuarto medianamente grande, con todo lo necesario para hacer un buen trabajo en la piel. En las paredes blancas estaban enmarcados imágenes de los escudos de los diferentes niveles que había para un Soñador Oficial. Había una mujer de cabello violeta corto cerca de la camilla oscura para tatuajes y reemplazaba las agujas por unas nuevas. Llevaba tapabocas, así que no pudo verle el rostro, toda su ropa era oscura y combinaba con sus guantes y cubrebocas, así que a Adam le pareció que la mujer tenía mucho el estilo que él imaginaba que tenía un tatuador. Era la primera vez que entraba a hacerse un tatuaje, estaba demasiado nervioso y no sabía qué esperar o cómo actuar. —Adam, ¿no es así? —preguntó la mujer sin dejar de observar las agujas—. Recuéstate en la camilla. —Así es, señorita —respondió y todas sus mejillas se ruborizaron. Adam recorrió la mediana habitación y pasó una rápida mirada por los cuadros, enfocándose en el escudo del Escuadrón de Tortura Mental, su círculo hecho con minúsculos puntos. Al recostarse en la camilla, sintió su boca secarse e intentó crear saliva en su boca, pero era imposible, estaba muy nervioso. —Quítate la camisa, por favor —pidió la mujer con un tono en su voz que demostraba su profesionalismo. Adam se quitó la camisa blanca, quedándose con la camisilla de mangas cortas. —¿Cuánto tiempo debe aspirar un estudiante para poder pertenecer al Escuadrón de Tortura Mental? —preguntó Adam, alzó la mirada y observó el cuadro con dicho escudo; le parecía demasiado hermoso. —Depende del estudiante —informó la mujer mientras acomodaba los guantes negros en sus manos que ya desde antes tenía puestos—. A ver… debemos hacerte un escudo básico y el círculo del Escuadrón… Adam estaba tan asustado que no prestó atención a lo que había dicho la mujer. —Nunca me he hecho un tatuaje —confesó mientras la observaba fijamente—. ¿Me va a doler? La mujer tomó el brazo de Adam y lo acomodó en el reposabrazos de la camilla. —Puedes hacer los ejercicios de respiración —aconsejó al notar que el rostro del jovencito estaba totalmente rojo y comenzaba a sudar—. Necesitaré que te relajes para que dejes de transpirar. —Empezó a desinfectar el brazo de Adam—. Dime, ¿qué te ha parecido la academia? —Es muy bonita —respondió Adam mientras calmaba su respiración—. Lo único que no me gusta son los entrenamientos del profesor Milton. —Ese profesor es un loco, pero con el tiempo te acostumbrarás a él —dijo la mujer. —En la primera clase de Reconocimiento de Sueños Oscuros uno de mis compañeros se orinó los pantalones —comentó Adam—. Era la segunda clase de mi primer día, fue todo un espectáculo. Escuchó que se encendió la máquina y no fue capaz de mirar, permaneció con la mirada fija en los cuadros de en frente, donde le llamó la atención tres triángulos entrelazados. —¿Los tres triángulos de qué grupo es? —preguntó. Cerró los ojos al sentir la presión en su brazo. —Es el escudo oficial del grupo élite de decanos —informó la mujer con un tono que advertía su ya ahora concentración en el trabajo. —No había escuchado de ese grupo —dijo Adam mientras soltaba algunos gruñidos de molestia. —Es poco conocido por su confidencialidad. Únicamente los decanos soñadores de más alto rango tienen el escudo, es un grupo selecto, la élite máxima del continente. Aquello sorprendió a Adam y volvió a abrir los ojos para visualizar el cuadro donde estaban los tres triángulos entrelazados, uno al lado del otro. Era un símbolo minúsculo y muy sutil, pero que ahora sabía que significaba el máximo nivel entre los Soñadores Oficiales. Pasados unos minutos, Adam ya se había acostumbrado al dolor punzante en su brazo y dejó de molestar a la tatuadora con preguntas, creía que, si lo hacía, ella acabaría pronto. Aunque la mujer le había dicho que estaba acostumbrada a que le hicieran preguntas, ya que así los estudiantes lograban relajarse. —¿Y qué tal es pasar tiempo con la señorita Jensen? —preguntó la mujer después de un largo silencio. —Bueno… es normal —respondió Adam. —Tal vez para ti lo sea, pero para mucho de nosotros es impresionante que un joven de primer año haya escalado tan rápido y ahora se desenvuelva entre los decanos más importantes del CCI. —¿Esa es la imagen que tienen de mí? —preguntó Adam curioso y con un tono de cierta ironía—. Solo soy un tonto niño de primer año asustado por su primer tatuaje. —Soltó una carcajada. —Pues por los pasillos todos hablan de ti. Si no lo sabes, eres el primer estudiante que reclutan para asistir al capitán Yakov y entra directamente al Escuadrón de Tortura Mental. Aquello confundió a Adam y volteó a verla. —¿Cómo que…? —intentó hablar. —Vaya, veo que no te han informado absolutamente nada —comentó ella e hizo una ligera negación con su cabeza—. Los decanos tienen eso, dan por hecho que los estudiantes saben todo… —Se concentró por un momento en hacer el tatuaje, después pausó y limpió la piel, al finalizar, lo observó fijamente—. Al ser el aprendiz oficial del capitán Yakov, lo asistirás no oficialmente en todas sus labores como decano, así que entras a hacer parte del Escuadrón de Tortura, por esta razón cuando te gradúes debes asistirlo oficialmente y relevarlo una vez deje el cargo como capitán, así que tú pasarás a ocupar el puesto de Capitán del Escuadrón de Tortura Mental. Es por esto que también debo hacerte el escudo, con esto, se te protegerá; ni intentes cometer el error de presumirle a todo el mundo los escudos en tu brazo. —Negó con la cabeza—. Ni te cuento lo que les ha pasado a los jovencitos que se pasean por la calle presumiendo sus escudos de ascensión. —¿Cómo así? ¡¿Me está tatuando el círculo del Escuadrón de Tortura?! —Adam bajó la mirada en su brazo—. Ya decía que ese dolor había bajado mucho del hombro… —¿En qué dimensión vives, Adam? —cuestionó la mujer con impresión—. Cuando llegaste te informé que te haría dos escudos y los especifiqué, para que justamente no pasaras la impresión en medio de la creación del tatuaje… —Volvió a negar—. Ahora quédate quieto, necesito terminarlo.          
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