Nos hemos perdido el uno al otro
Ada
Después de ver a mi esposo marcharse de nuestra casa con una mirada que expresa su decepción hacia mí por mis decisiones, me obligo a no pensar más en ello. Si lo hago, si me permito analizar todas las cosas que le dije en un arrebato porque me sentía acorralada, probablemente terminaré llorando y hecha un desastre porque no sé cómo no herir a las personas que amo.
No sé cómo expresarme de la manera adecuada y sin siquiera querer hacerlo, siempre termino hiriendo a las personas que en realidad me importan.
Connor no se merece esta actitud de mi parte y hay una parte dentro de mí que me dice que estoy siendo muy egoísta con él al ponerlo a elegir entre su mayor sueño y yo, su esposa. Sé que me ama y yo también lo hago, pero son momentos como estos en los que inevitablemente me pregunto si vale la pena continuar con lo que tenemos cuando es obvio que de alguna manera nuestros caminos dejaron de coincidir.
Desde hace tiempo que nuestros sueños no se alinean más, tenemos diferentes planes y últimamente optamos por ignorar nuestros problemas para no afrontar el hecho de que nuestro matrimonio comienza a venirse abajo porque no sabemos cómo volver a conectar. Quizá nos hemos perdido el uno al otro y ya no sabemos cómo encontrarnos cuando nuestros caminos no se cruzan.
Cuando nos cuesta demasiado encontrar un terreno en común para congeniar como lo hacíamos hace años atrás.
Dejando salir un suspiro de tristeza, sacudo la cabeza para enviar esos pensamientos lo más lejos posible y me dedico a recoger los platos de la mesa, porque es obvio que lo que se suponía ser un almuerzo tranquilo se ha acabado.
Connor no volverá hasta en la noche. Lo sé. Su trabajo como el gobernador de Nueva York tiende a absorber la mayoría de su tiempo y desde hace meses que llega demasiado tarde como para esperarlo despierta. Sin embargo, sé que siempre llega. Puedo sentir su peso hundiéndose en la cama, pero no me molesto en ver la hora, porque entiendo que tiene muchas responsabilidad bajo su mando.
Siempre le echo de menos. Me gustaría pasar más tiempo a solas con él, intentar volver a hacer nuestras actividades juntos, aunque debo de admitir que desde hace unas semanas ha dejado de molestarme que llegue tan tarde a casa. Sé muy bien que su trabajo es importante para él, ayuda a mucha gente y sé que disfruta haciéndolo. Y a pesar de que solía resentir su ausencia, respeto lo que hace. Porque él también respeta mi trabajo, nunca interviene en mis decisiones. Se mantiene al margen de mi vida laboral y me apoya.
Eso debería bastar pero es imposible no darme cuenta de que evidentemente algo no está funcionando.
Tomo mi móvil de la mesada de la cocina y busco el contacto de Clarissa, una de mis amigas y mi empleada de confianza, rápidamente le envío un mensaje haciéndole saber que cómo la última semana, hoy tampoco iré a trabajar, y que ella está a cargo mientras el tiempo que no esté presente.
Me responde casi de inmediato y me pregunta si estoy bien y si quiero que venga a verme, a lo cuál me niego, con la tonta excusa de que todo está bien y que volveré más pronto de lo que se imagina.
Ella no insiste más así que decido poner mi atención en otra cosa para por fin dejar de pensar en mi situación actual y en la pelea que tuve con mi esposo. Esa discusión que me hace sentir tan culpable porque hace meses que no puedo dejar de sentir esa sensación de que no merezco tener a mi lado a un hombre tan bueno como Connor.
Invierto la tarde haciendo la mayoría de quehaceres en el penthouse y con eso me refiero a lo mínimo, porque gracias a Teodora, la señora que se encarga de venir tres días a la semana a hacer todo la limpieza, el penthouse está más que reluciente. Sólo tengo que encargarme de hacer la cama, asegurarme de que todo lo demás esté en su lugar, de poner los platos sucios en el lavavajillas cada que cocino; lo cuál no es muy seguido porque tiendo a comer en la florería y Connor rara la vez que puede salirse de su trabajo para que comamos juntos.
También tengo que recoger mis preciados libros que varias veces dejo regados en la sala de estar, llevarlos a la biblioteca que tengo al lado del despacho de mi esposo y asegurarme de acomodarlos por tamaño y dependiendo cuanto he disfrutado leyéndolo.
Creo que una de las cosas que considero muy interesante acerca de mi persona es que me fascina leer desde que era una adolescente. Soy una mujer que adora los libros románticos y más si incluyen una buena dosis de erotismo. Cuando descubrí el maravilloso mundo de la lectura ya no hubo vuelta atrás.
Siempre he creído qué hay algo especial en dejarse perder en esas letras que cuando se juntan para formar una frase se convierten en magia, en esas historias que tienen el poder de hacerte reír, llorar, identificarte con esos personajes que al final se vuelven parte de ti, es casi como si te llevaran a otra dimensión, porque cuando leo un libro siento que estoy viviendo miles de vidas aunque sólo tenga una...
Pese a que no tengo la necesidad de hacer ninguno de esos quehaceres porque Connor me ofrece tener a Teodora a mi disposición todos los días, si eso es lo que quiero, siempre me niego a su tentadora oferta. Nunca crecí rodeada de lujos y con gente de servicio haciendo todas mis responsabilidades como él, y ahora que soy una mujer adulta no creo que necesite una de tiempo completo cuando puedo hacer esas simples tareas por mí misma.
Tampoco voy a mentir y decir que no disfruto de todos los lujos que conlleva estar casada con Connor, porque no es así, tener dinero más que suficiente para gastar en libros ilimitados y en ropa y accesorios que me hacen feliz es un privilegio al que no me gustaría renunciar.
E incluso sin mi esposo, seguiría siendo independiente. Porque tengo mi propio negocio de floristería y aunque con mi trabajo no pudiera permitirme el lujoso estilo de vida que tengo ahora que estoy casada, tampoco sufriría económicamente hablando.
Por otro lado, mi esposo es un hombre que aprecia y ansía más que nada el orden de un hogar estable, le gusta que todo en nuestra casa esté correctamente ordenado. Si bien él no tiene un problema psicológico asociado con la limpieza excesiva, sé que mantener todo en su lugar es reconfortante para él y no me importa hacerlo para procurar que se sienta cómodo.
Una vez que me aseguro de que mi casa está en completo orden y en silencio, subo al dormitorio principal y me deshago de mi ropa para después tomar una larga ducha caliente en la cual inevitablemente medito sobre mis últimas acciones.
Necesito dejar de martirizarme con ese tema, pero no puedo.
Al cabo de unos cuantos minutos, doy por terminada mi triste ducha y opto por hacer algo más productivo que lamentarme por lo que hago y también por lo que no. Salgo del baño envuelta en una toalla mientras regreso a la habitación a cambiarme a algo más cómodo para estar en casa mientras espero a que llegue Connor, aunque después de cómo terminaron las cosas entre nosotros, sospecho que quizá no volverá hasta altas horas de la madrugada para evitarme.
Lo merezco.
Suelto un suspiro de hastío y escojo mi camisón de satén con inserción de encaje azul, un par de bragas de algodón, y por último me pongo encima mi bata de dormir. Ya con la ropa puesta, me dirijo al elegante tocador con espejo que yace en la habitación, donde me siento en la silla de terciopelo y comienzo con mi rutina nocturna.
Dedico gran parte de mi tiempo a desenredar mi largo cabello ondulado y a aplicarme distintos productos de cuidado capilar para conservarlo sano y brillante. Una vez terminada mi rutina facial como lo hago a diario, me aplico suavemente loción por todas las piernas y los brazos para intentar mantener mi piel suave y evitar una irritación. Además de tener la piel sensible, algunos de los medicamentos que tomo para regular mis hormonas me provocan brotes.
Aunque a veces me lleva mucho tiempo hacer todo esto, debo admitir que me encanta invertir en mí misma, cuidando de mi aspecto. Disfruto haciéndolo, realmente me veo y me siento bien cuando me observo en el espejo. Aumenta la confianza en mí misma.
Esa misma confianza que se fractura cada vez que recuerdo lo que nunca podré tener y lo que más deseo en la vida.