Hace tres horas que Gabriel está en el pasillo del hospital esperando por su hermano. Y tal como se lo había advertido muchas veces en el camino, su consulta con su doctor, se extiende demasiado. La paciencia no es exactamente una virtud de lo que pueda jactarse Gabriel, pero por su hermano es capaz de soportar cualquier cosa. Cuando ya todo su ser le pide a gritos huir de ahí, Gabriel, ve a su hermano finalmente salir de la sala donde le estaban realizando su tratamiento. El corazón se le encoge al notar la palidez de su cara y sus pasos, pocos coordinados, tratando de llegar hasta la sala de espera. Rápidamente, Gabriel camina hasta él y lo toma del codo para sostenerlo. —Estaré bien, solo necesito descansar un rato antes de irnos —dice Lían con la respiración agitada. —Ya te acostu