1. Una noticia inesperada
UNA ESPOSA PARA DOS HEREDEROS MILLONARIOS
ALERTA DE LECTURA
Ésta es una obra de ficción.
Todos los personajes y eventos descritos en esta novela son ficticios o se utilizan de manera ficticia, no son un ejemplo a seguir.
Cualquier parecido con personas vivas o muertas o con hechos reales es pura coincidencia.
En estos relatos se abordan temas complejos y delicados que pueden resultar difíciles de asimilar y digerir por personas sensibles. Aquí se habla de relaciones tóxicas, de dependencia emocional, de poliamor, entre otros, por lo tanto se requiere madurez para poder entenderla.
Si está dispuesto a seguir, prometo emociones fuertes en cada relato.
*****
El profesor Gabriel Norton termina su relato mirando a los estudiantes por los que está rodeado en esta conferencia. El anfiteatro de la universidad está lleno y se siente realizado por atraer a tantos jóvenes para una simple reunión de literatura.
—Profesor Gabriel ¿Cuándo será la próxima entrega de su libro “Cuentas claras”? —dice una voz en el fondo que lo hace sonreír al instante. —¿Al fin veremos a Arturo rehaciendo su vida sin Nora y a ella pagando por la traición con su hermano?
—¡Eso no está entre mis prioridades por ahora, señorita Sonia! —contesta él caminando hacia el medio del estrado —De hecho, no creo que “Cuentas claras” deba tener una segunda parte.
Una explosión de resoplido y quejas se desata de pronto por su respuesta.
—Pero todo el mundo está esperando por la continuación, profesor —Resopla otro alumno. —Quedaron muchas cosas sin resolverse. Arturo merece otra oportunidad.
—Bueno, la vida es así. No todos los problemas se resuelven y las segundas oportunidades no siempre se dan. —Responde Gabriel, sereno.
—¿Entonces dejará a Arturo pagar eternamente por un desamor? —Pregunta otra voz a su costado.
—Yo no lo llamaría pagar, más bien es seguir su vida y olvidar —Responde. Las quejas no se hacen esperar.
Desde que fue trasladado a esta universidad, su día consiste la mayor parte en impartir clases de literatura a estos jóvenes.
La universidad es pública y se encuentra en una de las zonas más carentes de América de Sur. Todos sus alumnos son de bajos recursos y aunque el salario que gana es mísero, lo único que lo reconforta es ayudar a los más necesitados.
Eso le hace recordar que tiene la dicha de pertenecer a una familia adinerada y que a pesar de que su padre falleció cuando aún era pequeño, su madre se encargó de darles a él y a su hermano Lían la mejor enseñanza posible, poniendo mayor énfasis en que siempre debían estar unidos y apoyarse en todo.
«Hace mucho que no los veo» piensa Gabriel mirando por la ventana del viejo edificio.
Es consciente de que no los extrañaría tanto si viajara de vez en cuando a casa, pero la cobardía le gana. Siempre se reclama así mismo el hecho de estar lejos de ellos, pero no hace nada para remediarlo. Es como un duro y pesado costal que lleva en su espalda y del que no puede deshacerse por miedo.
Su único consuelo es saber que se encuentran bien.
Gabriel está viviendo en este lugar desde hace cinco años y durante todo ese tiempo no fue a casa ni una sola vez.
Si su madre no lo visitara cada año o no lo llamara cada semana, ni siquiera sabría cómo están. Sin mencionar que no aceptó la invitación de su hermano para su boda.
Su cumpleaños está llegando y esa época lo hace recordarlos aún más. Pero su misión en la vida es esta, ayudar a estos jóvenes a quiénes tiene mucho aprecio y que a la vez necesitan tanto de él.
—Profesor Gabriel, el director Velázquez, lo llama a su despacho —Anuncia la recepcionista de la universidad, sacándolo de su ensoñación. —Dice que es urgente.
—Gracias por avisar, en un momento voy para allá —Contesta él acomodando sus cosas en el maletín.
Se despide de sus alumnos y se retira. Tras varios minutos de bullicio extremo en el anfiteatro, finalmente todos abandonan el lugar.
—Profesor, pase por favor. Tengo algo importante que comunicarle —Anuncia el director Velázquez, señalando con la mano el asiento.
—Dígame, ¿En qué le puedo ayudarlo, señor? —Gabriel toma asiento. —¿Hay algún problema con las clases?
—No tiene nada que ver con la universidad, profesor. Su madre llamó y pidió que se comunique urgentemente con ella. Dijo que lo ha estado llamando a su número, pero que no consiguió conectar —responde el director con un tono preocupado.
—¿Le mencionó algo de lo que deba preocuparme? —Gabriel tiene un mal presentimiento con respecto a esa llamada. —Mi celular se encuentra en reparación y todavía no lo he retirado.
—Sí, me dijo algo, pero será mejor que ella misma se lo diga —El corazón de Gabriel se siente oprimido por su respuesta. —Lo dejaré solo para que pueda llamarla y hablar en privado —Indica levantándose y saliendo del despacho.
Gabriel marca el número de su casa de inmediato y tras varios pitidos por fin atienden.
—Hola —la voz de su madre contesta del otro lado. —Hijo, ¿Eres tú?
—Hola, mamá, soy yo, Gabriel, ¿Qué sucede? ¿Qué es eso tan urgente que querías decirme? —Replica el profesor, nervioso y ni siquiera sabe el motivo.
—Hijo, ¡Qué bueno que pudiste llamarme! —contesta su madre con voz entrecortada.
—¿Qué pasa mamá? ¿Mi hermano, está bien?
— No, hijo, él no está bien. Por eso estuve llamando muchas veces a tu número. Debes venir a casa, tu hermano te necesita —Replica su madre entre sollozos.
— Pero ¿Qué sucede? ¿Tiene algo que ver con su enfermedad?
—Sí, Gabriel. El cáncer de tu hermano se ha expandido mucho. Debes venir hijo. Es urgente, tu hermano te necesita —repite nuevamente, ahora entre llantos que lo llenan de angustia.
—Dame unos días para dejar todo en orden y ahí estaré, mamá. Te lo prometo.
—Gracias, amor. Sabes que no te pediría eso si no fuera tan urgente.
—Lo sé, mamá.
La llamada se corta y Gabriel se queda con un sabor amargo, subiendo de su estómago hasta su garganta. Piensa en mil posibilidades a la vez, pero lo que menos desea es que su hermano empeore.
Su madre se oía muy desesperada en el teléfono y eso no es buena señal. Sabe que la situación de Lían es grave y que este momento llegaría alguna vez, pero eso no quita que se sienta mal por ello.
Da unas cuantas aspiraciones y normalizar su respiración antes de volver al salón de clases para que sus alumnos no se den cuenta de su desbarajuste. Debe avisar al director de su partida lo antes posible y organizar su reemplazo en los próximos días.
Una vez que llega al salón, un bullicio inmenso inunda sus oídos. Estos jóvenes se convirtieron en su cable a tierra estos años, su punto de apoyo, sus esperanzas para seguir viviendo y ahora debe partir y dejarlos por un tiempo.
Sea lo que sea que lo espera en Nueva York, Gabriel, ruega mentalmente que pueda tener la fuerza y el coraje suficiente para afrontarlo.