Capítulo 6: Recuerdos

2764 Words
Jared Mis manos maniobraban el coche por la ciudad, estaba en mi horario de trabajo, las bocinas sonaban, los vehículos se movían lento mientras la mujer del asiento trasero no paraba de parlotear por el teléfono en su oído, estaba cansado de esto, de toda la mierda que se venía. Apoye mi codo en la ventana del auto mientras mis dedos golpeteaban el volante al ritmo de la música, aprendí a manejar a los dieseis, uno de los choferes de la casa donde trabajaba mi madre me enseño pensando que lo remplazaría una vez terminado mis estudios en la preparatoria, desde ahí ya sabían que no iría a la universidad, que iluso de mi parte pensar que sí. La fila avanza y yo con ella, estoy agotado de este laburo, cansado de mirar las historias de mis amigos en sus universidades, con grandes equipos, preparándose para ser los mejores, triunfando. Mamá siempre decía que estaría entre los grandes, que lograría todo lo que quisiera porque me lo merecía, me lo creí, creí cada cosa que decía, porque ella era mi mamá y no me mentía, porque era la única persona que confiaba, pero ni ella pudo evitar lo que pasaría. Fui a la universidad, una no tan buena con un equipo de futbol americano decente, aunque no lo suficiente. Mis clases eran en la mañana, en un horario bueno, materia básicas, clases buenas, docentes increíbles, pero no era lo que me gustaba, aun así, no podía irme muy lejos de donde estaba y ni pensar dedicarme al cien a la universidad, necesitábamos dinero, comer, vivir. Yo era bueno en lo mío, muy bueno, uno de los mejores mariscales de campo en la preparatoria, nuestro entrenador dijo que tendría un gran futuro, podría haber conseguido una buena beca si hubiera terminado en el colegio al que iba, si a mi madre no la hubieran echado como a un perro, si tan solo las cosas hubieran sido diferentes. Desde que tengo memoria mi madre ha trabajado en una casa, desde pequeño vi cómo nos quedábamos en una pequeña habitación en el fondo de la gran mansión, solo ella y yo. Siempre fuimos ella y yo. Mi padre, un señor que no conozco y del que no tengo idea, pues mi madre jamás me hablo de él, nos abandonó a nuestra suerte, mi mamá en ese entonces trabajaba en la casa de los señores Ruffalo, un matrimonio con dos hijos chicos, Franco y Pablo. Su madre no me dejaba estar con ellos, para ser sincero creo que esa mujer me detestaba, a ambos, en ocasiones trataba a mamá como si fuera un trapo viejo, gritándole por cualquier cosa o tirando algunas otras luego de limpiar. Siempre hacía eso cuando el señor Ruffalo no estaba, nos hablaba mal, me mandaba a comer a mi cuarto no en la cocina y por supuesto tenía prohibido estar con sus hijos, hijos que iban a la misma escuela que yo y aprovechaban para pegarme. Mi vida fue un infierno, un gran y espantoso infierno, todos los días volvía sucio a casa, ellos se burlaban, amenazaban con decir que era el hijo de la empleada y que así todos me odiarían, que nadie me hablaría, me lo creí, era muy ingenuo en ese momento. Pasaron meses así, golpeando, pegando, gritando. Un día, no recuerdo bien cuando una niña se me acerco, llevaba una cola alta y comía gominolas en una bolsa, sus ojos de color raro me observaron como si fuera un bicho de laboratorio, miro mis manos y luego mi cara. - Eso va a doler – estiro la bolsa hacía mí – Anda, saca, aprovecha porque no le convido a prácticamente nadie. – mire mis manos sucias. - Tengo las manos sucias – llevo sus ojos a ella. - Un poco de tierra, prácticamente dejo que perro de mi tía lama mi cara y se limpia con eso – volvió a estirarla – Come, anda. – saque un par y se apoyó. - Gracias – sonrió. - No puedes dejar que te sigan pegando, tienes que defenderte – la mire. - No puedo hacerles nada a ellos – arrugo su nariz. - Son unos idiotas, Méndez también, solo golpéalos y ya, si quieres te enseño cómo – lleve la cosa roja a mi boca. - ¿Sabes hacerlo? – una mirada orgullosa apareció en su rostro. - Claro, mi tío boxea – muestra sus dientes – Prácticamente tengo las técnicas para quebrar un hueso, pero no puedes decirle a nadie, mi madre se volverá loca si lo sabe. - ¡Hilary! – una castaña la llamo – Llego mamá. – dio un pequeño salto. - Ya sabes, no dejes que te peguen o tendré que meterme a defenderte y eso sería muy raro. Y lo hice, no me imaginaba que esa niña se metiera entre medio de ellos para defenderme, los creía capaz de golpearla y no estaba seguro si lo que decía era cierto o no, pero no quería que le hicieran nada por mí, por mi culpa. Entonces golpee a Méndez fuerte en la cara, su labio se partió de tal forma que Franco y Pablo sonrieron satisfechos, ambos dejaron de molestarme, ahora todos me hablaban y eran amigos, todos iban y venían conmigo, pero en la casa se hacían los desentendidos, pues su madre no me quería con ellos y no queríamos molestarla. Paso el tiempo, llegamos a la preparatoria, seguimos juntos, Franco termino primero por ser el mayor por dos años y solo quedamos Pablo, yo y Méndez. Todo marchaba bien, entrenaba, cumplía mis deberes en la casa, porque como el señor Ruffalo pagaba mis estudios, la señora me hacía trabajar en el patio como su jardinero para poder devolver la cuota de la escuela, hasta que llego esa bendita apuesta. - Son seis con cincuenta – paro el aparato y la rubia me paga. - Gracias guapo – sonreí. Era mi último viaje del día, ahora solo devolvería el coche e iría a casa, mamá no se había sentido bien el día de ayer, yo no había estado porque jugaba y no sabía si había ido a trabajar tampoco. Ahora ella estaba en una cafetería por las tardes, la tenían en varias tareas, pero sobre todo en la cocina, aunque ayer, se había descompensado y no sabía por qué. Anoche tuve partido en la universidad, uno de esos que te dicen si te quedas más abajo en la tabla o logras llegar a la mitad. Nuestro equipo era malo, el entrenador no tenía todas las luces ni exigía como debía, no todos querían hacer el deporte y los que sí queríamos, hacíamos prácticamente todo el trabajo en la cancha, ganamos, algo que me hizo sonreír en grande, hasta que salí. En la puerta dos sujetos se presentaron como los entrenadores de universidad de Washington, estaban reclutando los jugadores que le faltaban y me querían a mí. Pero yo no podía formar parte de eso. - Lo siento señores, pero es imposible que entre ahí – niego. - ¿Por qué? - No tengo los recursos para pagarme los almuerzos, ni siquiera sé si voy a tener para ir allí en bus, me siento halagado, me encantaría, pero no puedo – los esquive y me fui. Ahora no solo hay un auto de alta gama debajo de casa, sino que en nuestro mini departamento se encuentran los mismos hombres junto a mi madre. Junto mis cejas y dejo las llaves algo molesto, sus ojos me estudian un momento antes de sonreír grande y levantarse. - Señor Thompson, lo estábamos esperando – los saludo a ambos. - No entiendo para qué, ya les dije que no ayer – mi madre junto sus cejas. - ¿Qué hiciste qué? ¡Estás loco! – niego. - Estamos con una oferta mejor, tiene beca completa – me entregaron los papeles – La universidad se hará cargo de todas sus comidas, cuatro, solo tiene que decir su nombre y ya, tiene una habitación esperándolo en el campus – saco unas hojas – Tiene que hacer algunas materias de primer año, pero varias se la consideraron como aprobadas ya que su universidad era de mecánica, ahora simplemente puede estudiar ingeniería mecánica, se le pondrá tutores y solo tienes que mantener una nota de 8.5 – leí los papeles. - ¿Por qué todo esto? yo no solicite una beca – los miro confuso. - Hijo el talento se premia y lo que tú haces en la cancha no lo hace cualquiera, te queremos, antes que otro te vea – comienza a reir. - Tienes que aceptar – mamá hablo suplicante. - ¿Y tú? – niega. - Yo estoy bien, con el trabajo nos alcanza para pagar lo básico y solo comeré yo, cualquier cosa te aviso, pero ve Jared, no desperdicies esta oportunidad. - Está bien – suspire – Acepto. Al otro día le avise a mi jefe que me iría, se puso feliz por mis noticias, hablo sobre no desaprovechar las oportunidades y todas las cosas de padre motivador, solo que no era mi padre, yo no tenía uno. Aquel fin de semana fue el último en casa, con mi madre y lo pase ahí, con ella, viendo una película, abrazándola y consolándola porque su hijo se iba a, según ella, conseguir su sueño. Sí ella supiera que mi único sueño era bajarles el mundo a sus pies, porque dudaba que hubiera mejor madre que la mía. Y lo hice, fui directo al campus aquel lunes en la mañana, me presentaron con mis nuevos compañeros, él capital del equipo Mike fue el primero en acercase y ponerme al tanto del nombre de todos, todos se veían extrañamente agradables y sociables o yo estaba acostumbrado a tratar con ricachones. Mike vivía en las casas de la fraternidad con Magnus, Logan, Chase y Pit, otros en sus casas y solo tres nos quedábamos en los complejos del campus. - ¿Eres becado? – consultó y tome aire. - Sí, beca completa – sonrío de lado. - Debes ser jodidamente bueno, porque no suelen dar becas completas – palmeo mi hombro – Estás como muy a la defensiva. - Tengo mis motivos – suspiro – Perdón, mira les seré sincero, no soy como ustedes, de suerte con mi madre llagamos a fin de mes, no tengo idea porque el entrenador me quería tanto acá, pero no tengo donde caerme muerto – Mike cruzo sus brazos al igual que Chase y Magnus. - ¿Y eso qué? – negó – Mira, no sé con quién has tratado, pero acá todos somos normales. - Mike no es normal, es un ricachón – Chase habla – Pero los demás somos normales, con deudas, prestamos estudiantiles, no te martirices, la plata no es nada – paso su brazo por mi hombro. - Por cierto – Mike sonrió - ¿Cómo te ves el fin de semana en la playa? – sonreí – No te preocupes, yo pago – golpeo mi hombro. - Siempre terminan pagando él y Hil – Magnus comento aquello haciéndome juntar las cejas. - Hil – dijo en un suspiro Chase – Estoy enamorado de esa chica. - Y no te registra – Mike lo corto – No te des tanta rosca, no le interesa ningún hombre de aquí. Pase toda la semana intentando saber de qué Hil hablaban, aunque en ningún momento me la presentaron, tampoco a su amiga, nos teníamos que poner al día con los entrenamientos y eso, en la mayoría de los casos me dejaba completamente agotado por lo que no salía con ellos. Ahí te dabas cuenta de la diferencia de profesores, los míos con suerte te obligaban a dar unas vueltas, estos nos hicieron usar las maquinas un día, entrenamiento físico al otro, un entrenamiento que me hizo arder cada músculo de mi cuerpo y me dejo adolorido por varios días luego. Todo iba normal, los chicos sabían de dónde venía, con quién vivía, mi falta de padre, cada detalle que teníamos lo compartimos con el otro, conocí su casa a las afueras del campus, tomamos unas cervezas y me averigüé por un trabajo para algunos gastos básicos, como ropa. Hasta que llego el jueves, todos caminábamos a la entrada después de estar en el gimnasio, me iba riendo por algo que dijo Chase y me quede tieso cuando suspiro y dijo Hilary. Alce mi mirada, su cabello castaño estaba largo, su cuerpo seguía delgado, aunque cada curva se mantenía en su lugar, la había visto en los anuncios de ropa de la ciudad, pensé que había seguido los pasos de su familia, pero estaba aquí, en la misma universidad, seguía siendo esa niña solo que ya no tenía esos rasgos de ella, no ahora era una mujer una hermosa mujer. Me fui para otro lado y Chase con Magnus me siguieron. - ¿Qué paso? – consulto Magnus. - No puedo saludarla – murmuro y me frenan. - ¿A quién? – Chase me mira esperando una respuesta. - Hilary – suspiro – Es complicado, nos conocemos y la cague – paso la mano por mi cara. - Joder – dice Magnus. - Hermano, acabas de cagarme – lo miro – Uno no puede salir con los ligues de sus amigos – sonreí de costado, aunque lo agradecía, no me agradaba la idea. - ¿Qué harás? – negué. - No sé, pero no le digan que voy al viaje o no ira – afirman dudosos. - ¿Nos dirás que hiciste? – hago una mueca – Ok, a su tiempo. - Gracias – Magnus tecleo. - Ya le dije a Mike que no diga que vas al viaje. Cada uno fue a sus clases, esperaba no encontrarla por ahora, al menos hasta que decidiera que hacer, el problema fue que estudiábamos lo mismo, todas mis clases la observe desde atrás, como respondía las preguntas y salía directo a otra sin siquiera mirar, era bueno si seguíamos así, pero la vida no me quería tanto y Peterson hizo los honores de presentarnos. Ahora ella fingía no conocerme, dándome esas sonrisas falsas que tantas veces vi con el resto de nuestros compañeros, observándome con indiferencia hasta al punto de querer agarrarla y meterla en un aula para que me dejara hablarle, explicarle que había pasado, tratar de arreglar un poco de toda la mierda que hice. No me dejo y era obvio que no lo haría. Ahora me encontraba en la entrada de su departamento dudoso de tocar el timbre, sabiendo que tenía que ir despacio porque con ella todo era difícil, Hil nunca te hacia las cosas fácil, sobre todo sí ella llevaba las de ganar, toque el timbre y Clara abrió. Sus ojos verdes me observaron con cizaña mientras soltaba uno de sus comentarios sarcásticos que tanto extrañe, todos en esta familia tenían ese carácter alborotado, eran capaces de enfrentar a cualquiera, pero Clara tenía más cosas por la que estar enojada, pues la habían usado para un acoston y ya, aunque ella no llego jamás a eso. Se fue dejándonos solos, Hilary estaba normal, sin maquillaje, con su cabello atado y ropa suelta, se veía bellísima, siempre lo había sido, pero ahora parecía estar mucho más linda que antes. La observe desde el quicio de la puerta, sus manos moviéndose, su cuerpo rígido, sus suspiros cargados de frustración, hasta que hable. Sus ojos verdes con marrón me observaron furiosos, quería tocarla, quería acércame a ella, porque joder, había extrañado horrores no verla más, fue lo único que en realidad extrañe de toda eso, a ella. Su café se volcó, su mano termino sufriendo las consecuencias y de nuevo nos encontrábamos cerca del otro, su piel entre mis manos, sus ojos abiertos, grandes y profundo, su perfume, joder extrañaba su perfume. Pero lo deje estar, la deje alejarse, no insistí, no la busque de nuevo y me concentre en poner mis notas al corriente, pero me dejo algo servido, su celular. Lo tome mientras se fue y marque mi número para llamarme, luego borre la llamada y lo deje nuevamente en el lugar donde estaba, ella volvió con los apuntes y me fui. - Jared – Mike hablo del otro lado - ¿Estás libre esta noche? - Sí, ¿Qué ocurre? - Vamos a ir a las picadas con las chicas, Aldana y Mica – espere el otro nombre, pero no llego – Magnus y Chase, ¿Te prendes? - Claro, ¿A qué hora? – toco la bocina. - Te busco a las diez.
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