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Un juego difícil

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Blurb

Hilary es dulce, amorosa y confía ciegamente en las personas, al menos lo hacía antes de que llegara él, antes de que la destrozara por dentro y rompiera cada pedazo de su corazón.

Ahora ella no confía en ningún hombre, no quiere sentir, no quiere vivir lo mismo que sus padres, los hombres tienen la palabra peligro en la frente y los quiere a todos lejos, bien lejos.

Jared es osado, divertido y todo un galán, pero tiene un problema, siente culpa, todos los días al llegar la noche no puede dejar de pensar en aquella chica a la que le rompió el corazón años atrás, esa que pasó de mirarlo con cariño a ser completamente indiferente, la primera mujer que quiso.

Una apuesta arruinó su pasado y ahora, años después, la vida los vuelve a cruzar, ella ya no es la niña que él recordaba. Él sigue enamorado de ella, un fin de semana, amigos en común y muchas cosas nuevas los pondré de nuevo en el mismo camino.

Hilary intentará no caer en sus garras de nuevo y Jared se aferrará a todo por recuperarla, ¿podrá?

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Capítulo 1: Pasado
Cuatro años atrás. Hacía frío, mucho frío, algunos copos caían sobre la acera quedando en nada más que simple agua, amaba de alguna manera esos pequeños copos que se quedaban en tu cabello hasta mojarlo o volverlo completamente blanco, estaba acostumbrada al clima de Seattle, siempre lloviendo, siempre nublado, siempre monótono, siempre tan frío, pero tranquilo en muchos aspectos. Los árboles adornaban las calles húmedas, la gente caminaba de un lado al otro en la acera, todos ajenos, todos distantes, cada uno metido en su propia burbuja, su propio mundo. Apoye nuevamente mi rostro en el vidrio del auto, Clara iba a mi lado sumergida en una charla con mi madre sobre moda, yo no quería hablar de eso, me gustaba, amaba la ropa, pero no tenía las ganas de llevar a delante la compañía, no quería pasarme horas en una tienda diseñando ropa, en resumidas cuentas, ni siquiera sabía si quería trabajar de eso, no tenía idea de que quería hacer, a diferencia de mi prima, ella sí sabía que quería, todos lo sabían, cada uno de la familia tenía una meta. Aaron arquitecto, Sam abogada, Ben empresario, mis hermanos apenas tenían unos años, ellos con suerte decían algunas palabras, Clara quería manejar la empresa de telas y yo toda feliz se la dejaba, además le correspondía los acuerdos eran claros. En teoría la empresa familiar era para Oliver, más que nada la presidencia, pero él no quiso saber nada con ello, por lo que mi abuelo dijo que no elegiría entre mamá y Nathan, ellos debían ganarse el puesto, algo que Nathan cedió porque no le gustaba tanto manejar aquello, luego lo demás estaba aclarado en su testamento. Los puestos van acorde al nacimiento de los primogénitos, Oliver era el mayor, pero Sam no quería ir a la empresa de la familia, declino por la de tecnología, pero le cedió la presidencia a Ben, por lo que la presidencia de Astracán textil quedaría para el primogénito de Oliver que la quisiera y esa era Clara, la vicepresidencia me tocaba, Emma era pequeña y mis hermanos también, después vendrían los demás. — ¿Estás bien? —Clara murmuró en mi oído produciendo que me sobresalté. — Sí, es solo que… —mire a mamá que ahora charlaba con papá. —¿No estás aburrida? Digo, todo es tan monótono, rutinario, agotador —resopló —Quiero algo de diversión. — Un poco —pensó –Pero siempre se puede hacer algo, ¿Por qué no vamos a Boston? —la mire —Ya sabes, mientras tus padres se van, podríamos pasar unos días con Sam y Ben, salir con ellos, conocer gente nueva —no era mala idea. — Creo que es una gran opción, Ben tiene muchos amigos, podríamos salir con ellos y que nos hagan pasar a un bar, al menos a bailar —sonrió feliz, lo había logrado siempre lo lograba, ella siempre me sacaba —Gracias, siempre encuentras la forma de animarme. —chasqueó la lengua. — El problema aquí es que no te muestra como eres, vamos Hil, eres alguien súper divertida, pero estás tan centrada en encajar que te pones rígida, apática —hago una mueca —¿Qué te preocupa? — Simple, que se junten conmigo por interés, ¿sabes cuánta gente así nos hemos cruzado? —no mentía, pasaba, muy a menudo. El año pasado una de nuestras mejores amigas, o al menos eso creíamos, se encargó de vender información de lo que pasaba en nuestras casas a un valor bastante elevado, nadie entendía porque la prensa se enteraba de tantas cosas nuestras, cosas casi insólitas. Ahora bien, uno dirá como nos enteramos, bueno... nos sacábamos una foto con su celular cuando le llegó un mensaje de una de las revistas preguntando si tenía algo nuevo de los Hamilton, Clara tuvo que detenerme porque yo quería arrancar sus extensiones una por una. — Este año va a ser diferente, solo tienes que creerlo. —su optimismo apareció. Me encantaba la energía de Clara, ella era una Hamilton al cien, tenía ese carisma, la forma de ser de todos ellos, le importaba un comino el qué dirán, decía lo que pensaba, cuando lo pensaba, se la pasaba contestando si la situación lo ameritaba y era un amor de persona la mayor parte del tiempo, todos la querían, todos trataban de ser sus amigos, todos vivan a su alrededor. Yo también tenía amigos, por lo general eran los mismos que ella, pues Clara los hacía y luego me conocían y llegaban a la conclusión de que era alguien agradable, divertido. Me invitaban a sus casas, conocían mi otra parte, la menos sería, la prepotente, la sarcástica, la Hilary original. Nunca entendí porque no me permitía ser así acá, quizás porque la directora era amiga de mi familia y bueno, no podía romper los parámetros de comportamiento o porque no me interesaba por ahora llegar a eso, o quizás se debía a la perdida de mi abuela, con ella se fue una parte de mí. Mamá aparcó el auto y bajamos luego de darles un beso a ambos, siempre me preguntaba porque papá manejaba día por medio y venia en el mismo auto a pesar de que iban a edificios separados y con una considerable distancia, era más fácil tomar cada uno su auto y ya. Acomode mi mochila y observé la entrada, el piso de cemento se extendía después de las rejas verdes, los alumnos caminaban con sus cabezas cubiertas por gorros, capuchas o algún paragua, yo no llevaba nada de eso, no me gustaba el frizz que me generaba la lana en contacto con mi pelo, así que prefería que se mojara, al fin y al cabo, siempre terminaba liso. Saludé algunos compañeros y me adentré en el salón, las mesas estaban destinada para dos, por lo general siempre nos sentamos con Clara, ella era mi ancla para todo, también me sentaba con dos amigas más, pero mi carácter no era el mejor, era buena, sonreía, pero mis niveles de sarcasmo estaban en las nubes. Mis dedos pasaron por el pupitre de madera, mis uñas rasgaban los pequeños agujeros de la mesa mientras mis ojos contemplan todo, el piso de color ocre, las paredes blancas, el escritorio del profesor con el típico globo terráqueo, los ventanales grandes de vidrio, todos y cada uno de esos pequeños detalles llegaron a mis ojos y mente, nada cambiaba, éramos el mismo grupo, divididos por una especie de sub grupo donde nos catalogaban en distintas cosas, deportistas, deportistas populares, deportistas populares y ricos, populares, nerds, raros y chicos de fetiches. Años de evolución para que vengan un grupo de imbéciles y te cataloguen por lo que creen que te corresponde. El profesor entró en la sala y todos se acomodaron, el silencio lleno por completos el lugar, mis compañeros con su espalda recta, su vista al frente, contestando cuando decían su nombre, haciendo de cuenta que no eran la misma persona que recién le decía a otra lesbiana, pensando que serlo es malo, que es un insulto. Ok, ahora entiendo mi problema, me molesta la gente hipócrita y falsa, ese era mi problema, estaba en un colegio lleno de chicos "bien", que no era más que un montón de cucarachas que se burlaban de otros, suspire, mis manos removieron mi bolso en busca de la carpeta, mi cartuchera, tome mi bolígrafo y espere un momento a ver qué íbamos a hacer — Buenos días. —un suspiro colectivo se escuchó. El profesor Spencer era lindo, unos treinta años, cabellos castaños, ojos miel, cuerpo decente, nada del otro mundo o será que estaba acostumbrada a ver a mis familiares, todos y cada uno de ellos contaban con una gran cantidad de músculos y belleza, todos los hombres de la familia, sin ir más lejos había que ver a mi hermano o mi tío Nathan, quizás Mateo, dios Mateo sin remera era un espectáculo, Sam había sido muy afortunada, super afortunada. — Hoy vamos a realizar un trabajo en parejas —sonreí y miré a Clara —Pero está vez las parejas las elijo yo —oh, eso no era tan bueno. –Hamilton con Méndez, Spitz con Jonás, Pride con Thompson —genial, un deportista idiota. Se acuerdan de los grupos, deportistas y sus subcategorías, bueno ahí quizás sí habría que tener un apartado, uno que dijera, “deportista idiota”, dentro de ese sub grupo podemos encontrar a un grupo de inadaptados de inteligencia dudosa, un grupo donde encontramos a Méndez, Thompson, Reyes y Diaz. Un grupo de chicos de aspecto agradable y cerebro del tamaño de un mosquito. Aclaremos algo, no tengo nada en contra de los deportistas, al contrario, me caían bien la mayoría de ellos, excepto por estos cuatro especímenes. Yo era jugadora del equipo de vóleibol, así que entraba en la categoría de los deportistas, estaba dentro de las actividades de la escuela, competíamos, ganábamos medallas y salíamos en esas estanterías donde ponen tus trofeos, la foto del equipo y demás, entrenada todos los días y ponía mucho de mi para que las cosas me salieran como quería, tenía lo que llamaba el pequeño tic perfeccionista. Pero era algo distinta al resto de mi familia. Yo no quería eso del amor verdadero, ahora quería vivir aventuras, de esas que guardas en tu memoria durante mucho tiempo, en muchos aspectos admiraba a Bri, esa forma que tenía de vivir, de sentir, yo quería ser así, un alma libre por un tiempo, al menos. Quería disfrutar cada una de mis etapas, todas las que pudiera, al menos eso pensaba hasta el día de hoy. — Nos tocó juntos —Jared me mira mientras se sienta a mi lado. No era feo, para nada, sus ojos eran de un chocolate increíble, cabello castaño oscuro, su piel parecía bronceada natural, tenía algo de masa muscular, aunque sus brazos seguían siendo finos, mis ojos se quedaron en su muñeca, llevaba un brazalete de cuero de un marrón oscuro, se veía artesanal y tenía unas letras grabadas. Vuelvo en mí cuando me doy cuenta que él no tendría porqué estar a mi lado. — ¿Cómo? –mis ojos recorren el salón, todos han cambiado sus lugares. — Parece que estás en otro mundo Hil —mi nombre salió de su boca con delicadeza. —El profesor dijo que teníamos que empezar ahora con las pautas —explica. — Claro. Durante toda esa hora nos centramos en nuestro trabajo, la manera en que lo haríamos, cómo nos organizaríamos, los días que armaríamos el proyecto, todo y cada uno de los detalles. Jared no era un completo idiota, por momentos se mostraba bastante serio y en otros bromeaba para intentar sacar una reacción de mi parte, algo que me llevo a reír en tres oportunidades solamente por su idiotez. — Al menos por algo ríes —niego divertida mientras guardo. — Podemos juntarnos en tu casa o en la mía —su cuerpo se tensó un poco. — Preferiría la tuya, la mía… —dudo un momento —…Mejor en la tuya, creo que es lo mejor — junte mis cejas. — Ok, no hay problema —seguí anexando lo importante, antes de terminar de guardar las cosas. —Tenemos que organizarnos, ¿Cuándo te parece bien? — ¿Hoy puedes? —pensé un momento y él continúo —Tengo entrenamiento, pero después de eso estoy libre. — Claro, yo también entreno, si quieres nos vamos juntos cuando terminemos, me busca mi padre —me miró un segundo. — Ok. —esa era una reacción normal, toda la ciudad conocía a mi familia. La hora término y consigo la charla algo incómoda, Clara volvió a mi lado y comenzó a hablar del chico con el que le tocó, como si Méndez fuera un completo extraño para mí, era nuestro compañero, lo conocía, pero al parecer eso no importaba porque ella parloteo hasta del color de sus ojos, algo que me hizo comprender que era más Hamilton que nosotros, que se parecía mucho a mi madre con sus alocadas ideas del amor, que yo tenía más Pride o quizás más de la vida, que de toda mi familia. Los pasillos nos recibieron y con ellos más clases, este lugar era enorme, grandes ventanales, pisos gris claros, puertas marrones, el comedor con grandes mesas redondas de color grises topo, sillas negras, afuera el prado verde daba pasos a las canchas y algunas mesas para comer cuando el día te dejaba. Fui directo a los lockers para buscar mi uniforme, jugaba hace mucho tiempo al vóleibol, mi altura no ayudaba para estar adelante en los remates, pero tenía un buen saque terrible y lograba alcanzar las pelotas que eran casi imposible para cualquiera, sin contar que era una de las pocas con grandes reflejos para los remates. Nuestra directora era conocida como “Tronchatoro”, sí, como la película, tenía el mismo carácter, era igual de grande y daba mucho miedo, mis compañeras la apodaron así luego de que hiciera llorar a una de las chicas en pleno entrenamiento solo porque no logro alcanzar una pelota. Sonó el silbato y comenzamos con el calentamiento, trotamos alrededor de la cancha como de costumbre, el equipo de fútbol se concentraba mucho más allá, podía escuchar el silbato de su entrenador mientras ellos hacían lo que se supone que hacían, tenía que prestar más atención a esas cosas, sabía que eran parte importante de la institución y cada tanto nos pedían asistir a sus partidos para apoyar a nuestro equipo deportivo, ellos también debían ir a los nuestros. El problema recaía en qué cuando yo iba, lo hacía con mi prima y solo hablábamos de lo bien que se veían con el uniforme mientras intentábamos entender que pasaba, en fin, ambos teníamos el mismo horario para entrenar y recién me daba cuenta. Terminamos con toda la parte física y nos acomodamos para empezar los partidos, este momento era el más importante de todos, acá nos movíamos o salíamos, salir significaba no jugar y yo siempre jugaba, no me permitía no hacerlo, porque esto era mi única distracción, porque era buena y porque no le daría el placer a Magi Becker de verme en las bancas, no, yo no funcionaba así y este deporte a pesar de no tener reglas tan complejas como los otros, tenía sus cosas, las posiciones debían ser las mismas después del punto o se contaría falta, se rota en sentido de las agujas del reloj, es importante tener buenos reflejos y bajo ningún concepto dejar que la pelota toque el piso o… — Jessica ¡Fuera! —pasaban estas cosas. Cuando la hora acabó, todas nos encontrábamos cubiertas de sudor, con las piernas entumecidas, Magi no paraba de parlotear de uno de los chicos mientras íbamos a los vestuarios, algunas de las chicas me miraban mientras movían la mano, con suerte sabía lavarse las bragas y pretendía hacer todo eso que decía que haría, me bañe ignorando los gritos, seque mi cabello y camine directo hasta el estacionamiento, mi papá ya estaba ahí y no puede evitar sonreír, al menos hasta que escuche el grito de Jared a mi espalda. Varios de mis compañeras nos miraron, no estaban acostumbrados a esto, además estábamos solos los dos, Clara no participaba del equipo, ella era más de las porristas y eso hacía. Me frené y lo esperé, su cabello castaño aún estaba húmedo, unas gotitas de agua estaban en sus puntas, lo mire dos segundos y se rasco la nuca. — Tenemos que hacer el trabajo —oh, eso. — Perdón me había olvidado –señalo el auto de mi padre –Nos esperan. Papá se baja y pone su porte serio, me contengo de rodar los ojos mientras llegamos a su lado, quiero decirle que no es necesario, pero claro que para él lo es, lo que no sabe es que el sujeto a mi lado no me interesa en lo más mínimo. — Hija – me miro —¿Quién es tu amigo? —miro a Jared que traga. — Un compañero —aclaro —Tenemos que hacer un proyecto, va a casa con nosotros —sonríe. — Ok, vamos —su mano golpea el techo del auto y se mete. Le indico a Jared que entre en la parte de atrás y yo me siento con papá, por lo general vuelvo manejando yo, aprovechamos este momento para hacerlo, aunque ahora dudo que quiera, pues tenemos un polisón a bordo y es nuestro momento. Sin embargo, dos cuadras después, frena y baja, sonrió antes de sacarme el cinturón e imitarlo, Jared me observa, no sabe qué hacer, me siento delante del volante y mi papá a mi lado. — ¿Qué tan de confianza eres? —mira a Jared y este junta sus cejas. — No entiendo –papá suspira. — ¿Sabes quedarte callado? –afirma. –Genial, será mejor que lo hagas –sonrió de lado y enciendo el auto. El sonido del motor es casi como un ronroneo, pero este pequeño es capaz de hacer maravillas en la calle, acomodó los espejos, mi cuerpo y salgo directo a nuestro destino, aunque siempre termino una calle antes. Papá lleva la mano en la ventana mientras me pregunta por mi día, mis pulseras suenan cuando juego con los cambios y sonrió cuando un grupo de chicos acelera su auto en una esquina. — Anda –hago un puchero. — No, si tu madre se entera me mata –vuelvo a sacar el labio. — Por favor –niega. — Mañana iremos a la pista –bufó. — Ok. Sigo hasta la calle que corresponde y frenó para que mi padre tome el volante y llagamos a casa, mamá sale a recibirnos y observa al chico que ahora baja del auto con sus ojos puestos en mí, quiero gritarle que deje de mirarme, pero sé que no lo hará, está procesando que mi padre me deje manejar en secreto, que no soy la misma chica de la clase y que ahora tiene un secreto que guardar. — Mamá, él es Jared, un compañero, tenemos que hacer un trabajo –afirma despacio. — Bien, pasen, tengo que ir a buscar unas cosas –miro a papá –Llegaron las telas y algunas vinieron falladas, ¿me puedes ayudar? –papá afirmo despacio. — Claro – nos miró – Te quedas con los gemelos y Teresa – afirmé y miro a mi compañero –Tus manos siempre en el bolsillo. — Claro señor –mamá rodo los ojos. — Hagan sus deberes, nos vemos en un rato. Jamás pensé que esa tarde cambiaria todo lo que pasaría luego, no pensé que Jared sería el encargado de romper cada maldito pedazo de mi existencia solo porque era su esencia, solo porque el muy infeliz se creía mejor, más vivo. Aquel chico que conocí en privado, el que me hizo reír y sonreír, no era más que un impostor, solo tenía un propósito y yo no era más que su juego.

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