Ay, eso sí que me dolió. Y él lo nota, porque traga saliva e intenta calmarse.
—Pen, es verdad, nuestra relación siempre ha sido malísima. No nos hemos matado porque no se ha dado la oportunidad —confiesa.
—¿Y entonces por qué me escogerías como tu esposa? —pregunto, herida.
—Pen, tú quieres un hijo y yo necesito casarme para fin de año, ¿no podríamos ayudarnos? —dice con impaciencia y me toma de las manos, apretándolas con fuerza—. Acepté la asociación con tu empresa, te estoy ayudando, ¿por qué no puedes hacer lo mismo conmigo?
—Porque no, porque no quiero casarme. —Suelto su agarre al sentirme irritada por su insistencia—. Carajo, Alessandro, un casamiento no es cualquier cosa. No he construido la casa de mis sueños para terminar viviendo con un hombre al que ni amo.
—¿Y es que acaso tener un hijo es menos responsabilidad? —cuestiona él.
—Claro que no, pero es algo que yo he planeado por años, estoy preparada para ello —explico con seguridad—. Estoy en el momento perfecto, el que esperé por años para tener a mi hijo. Todo lo contrario a ti, que no has planeado nada el casarte, de algo tan apresurado no saldrá nada bien.
Alessandro arruga la cara.
—Rayos, Pen, sabía que eras controladora, pero no hasta ese punto —expresa con desagrado—, estás loca. ¿Por eso diseñaste la habitación infantil? ¿Arreglaste toda una habitación para un hijo que no existe?
—¡¿Cómo sabes eso?! —exclamo con todo el rostro rojísimo.
—Pues recorrí tu casa esa noche —suelta con obviedad—. Te estaba buscando cuando te alejaste casi llorando, pero no te encontré.
—Bueno… —No sé qué decir—. Es mi problema lo que fabrico o no fabrico en mi casa.
—Sí, como no… —susurra, pero logro escucharlo.
—Va a existir, y muy pronto. —Llevo las manos a mi vientre—. Fernando Lorenzo o Cristina María llegará en cualquier momento, contigo o sin ti. —Me siento orgullosa al poder decirlo, aunque el rostro de Alessandro es de espasmo.
Él se relaja, resignado a mi personalidad tan exótica.
—Yo te ayudaré a tener a tu tan anhelado hijo —insiste—, no creo que con una sola vez logres fecundar, tal vez necesites de más veces. Pero tienes que ayudarme, necesito de tu ayuda, Pen, me lo debes. —Me mostró una cicatriz cerca de su oreja izquierda—. ¿Se te olvida el golpe que me diste con el borrador? Me has hecho la vida imposible desde niño, por tu culpa debí aprender defensa personal. Me lo debes, Pen, si te sientes tan arrepentida como me dijiste esa noche, tienes que demostrármelo.
Arrugo la nariz y me encojo de hombros. Ay. El recuerdo de su rostro lleno de sangre es tan desagradable.
—Y en último año por tu culpa no dejaban de crear rumores sobre mí —sigue diciendo—. Así que ahora necesito que me devuelvas todos los favores que me debes.
Llevo una mano a mi nuca. Un mesero se acerca a nosotros y Alessandro ordena la comida con una tranquilidad que hacía segundos atrás no tenía. Después el mesero se marcha y Alessandro vuelve a descomponer su rostro.
—Bueno, ¿y qué fue lo que te pasó con tu padre para que todo llegara a este punto? —pregunto para romper el silencio—. Si quieres que te ayude al menos debo saber qué te está pasando.
Alessandro no se ve nada seguro de querer contarme el gran problema en el que estaba metido. No me sorprende, él siempre ha sido demasiado reservado, más bien un sepulcro.
—Por lo visto no vamos a llegar a ninguna parte —suelto y me voy a disponer a marcharme, pero me toma de una mano.
—Está bien, te voy a contar —acepta.
Me acomodo en la silla. Oh, chisme recién salido del horno, cómo lo voy a disfrutar.
—Mi papá se enteró que estaba teniendo una aventura con una mujer —dice y noto el rubor subir a sus mejillas.
—¿Y por qué no te casas con ella si es quien te gusta?
—Porque ella ya se va a casar —suelta por lo bajo, pero logro escucharlo.
Llevo las manos a mi boca y mis ojos se abren en gran manera.
—O sea que… lo que contó Jairo sí es cierto —susurro y después pongo los ojos en blanco—. Mírate, detrás de una mujer comprometida.
—Mi padre al enterarse me amenazó con destituirme de mi cargo en la empresa y dejarme sin herencia —suelta con tristeza—. Ya la cosas con él estaban complicadas por mi declaración de no querer tener hijos y los rumores de que era homosexual. En la fiesta que me hiciste se enteró que yo había estado con una mujer comprometida y al llegar a casa me amenazó. Me dijo que… para enmendar mi error tengo que demostrarle que puedo ser alguien correcto, así que me dio un plazo para conseguir una novia decente, de buena familia y casarme con ella.
—Jum, ¿y ahí es donde entro yo en la historia? —Hago una mueca con la boca—. ¿Soy la única mujer decente y de buena familia que conoces?
—No, pero eres la favorita de mi padre, además, eres la única que puede aceptar casarse conmigo.
—¿Por qué?
—Porque no te interesa tener nada conmigo, no quieres pareja, así que será fácil llegar a un acuerdo.
—¿Un acuerdo? —Respingo una ceja.
—Sí, que estemos casados por un año, hasta que todo esto pase y después nos divorciemos —explica.
Tomo mi bolso y me marcho, dejando a un Alessandro completamente confundido e impresionado.