Ella sonrió con todavía más alegría, y eso fue la gota que derramó el vaso. —¿Crees que es una broma, no? —le preguntó al tiempo que se acercaba el celular a la oreja y caminaba con más rapidez. Cuando llegó hasta donde ella se encontraba, la sujetó con brusquedad del brazo y dio la vuelta pensando que podría arrastrarla. Pero su expresión cambió por completo cuando descubrió que ella tenía otros planes. Antes de siquiera poder hundirle bien los dedos en la piel, ella ya le había jalado el brazo con un ágil movimiento para luego doblarlo hacia atrás y rompérselo a la mitad con toda sencillez. El corredor estaba a punto de gritar; su rostro desencajado por el dolor. Pero antes de que pudiera emitir cualquier sonido, Samantha le jaló la cabeza y la estrelló contra su rodilla. Se escuchó