Lucas no podía sacarse a Valeria de la cabeza. Desde el momento en que la vio en el mercado, había sentido una atracción intensa e incontrolable. Su deseo por ella crecía con cada pensamiento, alimentado por la curiosidad de saber qué había sido de ella durante los años que había estado fuera del pueblo.
No tardó en utilizar sus recursos para investigar a Valeria. Descubrió los detalles de su vida en la ciudad, las decepciones amorosas, y los trabajos que había tenido. Cuanto más sabía sobre ella, más crecía su deseo de poseerla. La imagen de Valeria no solo era un recuerdo de la infancia, sino también una obsesión presente.
Una tarde, mientras paseaba por las calles del pueblo, Lucas la vio en medio de una discusión con dos hombres. La escena llamó su atención inmediatamente. Los hombres, toscos y de apariencia intimidante, estaban discutiendo acaloradamente con Valeria. Ella, con una postura desafiante, no retrocedía ni un centímetro.
—¡No es justo! —exclamó Valeria, su voz firme y llena de ira—. ¡Ustedes no tienen derecho a hacer esto! —La discusión tomo lugar primeramente porque Valeria, quien tenían un gusto exquisito para los postres, le había puesto el ojo al último cheesecake de arándanos que quedaba, y el cual era el ultimo por parte del pastelero, en primer momento, Valeria le rogo al cocinero que le hiciera uno, o que al menos le diera la receta, sin embargos, aquellos hombres haciendo uso de su altura y fuerza, peleaban por con la mujer. Algo tonto, pero, para Valeria tenia un dulce significado de su infancia.
—Escucha, chica —Dijo uno de los hombres con tono amenazante.— No sabes con quién te estás metiendo. —A pesar de que Valeria se siente temblar de pies a cabeza, sigue con la cabeza en alto.
Valeria no cedió, su determinación solo se intensificó. Lucas, observando desde la distancia, sintió una mezcla de admiración y preocupación. Cuando se dio cuenta de que la situación podría tornarse violenta, decidió intervenir.
Con pasos decididos, se acercó al grupo. Su presencia imponente hizo que los hombres se detuvieran en seco. Al reconocerlo, sus rostros se llenaron de temor, pues claro, Lucas Walker no era nada mas ni nada menos que su jefe.
—¿Qué está pasando aquí? —Preguntó Lucas con voz fría y autoritaria.
—Señor Walker... nosotros... —Balbuceó uno de los hombres, retrocediendo.
—Váyanse si no quieren perder sus empleos. —Ordenó Lucas, su mirada fulminante—Ahora.
Los hombres no dudaron un segundo más y salieron corriendo. Valeria, lejos de sentirse aliviada, lo miró con una mezcla de confusión y enfado.
—No necesitaba tu ayuda, Lucas —Dijo con tono desafiante Valeria. —Podía arreglármelas sola. —Acomodando sus ropas, Valeria agradece muy en su interior que Lucas haya aparecido, no es para menos, estaba temblando de miedo por aquellos dos mastodontes.
Lucas soltó una carcajada sarcástica, su mirada arrogante recorriéndola de pies a cabeza.
—¿En serio? —Replicó él en un tono burlesco. —Parecía que estabas en un pequeño problema.
Valeria sintió la rabia y la frustración burbujear dentro de ella. Sin embargo, no quiso darle el gusto de ver su enfado.
—No necesito que me salves. —Insistió, su voz temblando ligeramente.—He aprendido a cuidar de mí misma durante todos estos años. —Finalizo Valeria.
Lucas la observó en silencio por un momento, admirando su valentía y determinación. Aunque no lo mostrara, algo en ella lo intrigaba profundamente.
—Entonces supongo que también puedes negarte a una invitación a cenar —Respondió finalmente, cambiando de táctica—Considerémoslo una forma de recuperar el tiempo perdido.
Valeria parpadeó, sorprendida por la invitación. Antes de que pudiera responder, Lucas Walker ya había dado media vuelta y se alejaba, esperando su respuesta.
Esa noche, Valeria se debatía entre aceptar o no la invitación. Su curiosidad y la intensa atracción que sentía por él la llevaron a aceptar. Se preparó con esmero, eligiendo un vestido que realzara su figura curvilínea y femenina.
Cuando llegó al restaurante, Lucas ya estaba allí, esperándola. Al verla, quedó asombrado. El vestido resaltaba su belleza de una manera que él no había anticipado. Su cuerpo era una obra de arte, y la forma en que se movía, con elegancia y confianza, lo dejó sin aliento.
—Estás hermosa —Dijo Lucas, sin poder ocultar su admiración por la mujer que tenía delante de sus ojos.
Valeria sonrió, sintiendo una chispa de satisfacción al ver su reacción.
—Gracias, Lucas. —Respondió, tomando asiento frente a él.
La cena comenzó con una conversación tensa, llena de comentarios sarcásticos y miradas desafiantes. Ambos parecían medir cada palabra, cada gesto, como si fuera una partida de ajedrez. Sin embargo, la tensión entre ellos solo aumentaba, una mezcla de deseo y resentimiento que ninguno podía ignorar.
—Así que Valeria. —Dijo Lucas, inclinándose hacia ella—Cuéntame más sobre tu vida en la ciudad. ¿Cómo te fue? —Pregunta, a pesar de que ya sabe todo.
Valeria lo miró a los ojos, tratando de descifrar sus intenciones.
—No fue fácil —Admitió. —Pero aprendí mucho. Sobre la gente, sobre mí misma. Y ahora estoy aquí, tratando de empezar de nuevo. —No era un secreto que Valeria deseaba hablar lo menos posible de sus años en la ciudad.
Lucas asintió, su mirada fija en ella.
—Me alegra que hayas vuelto —Respondió Lucas suavemente—Aunque el pueblo haya cambiado, hay cosas que siguen siendo las mismas, aun a pesar del inevitable paso de los años.
La cena continuó, y con cada copa de vino, la tensión se volvía más palpable. Finalmente, Lucas no pudo resistir más. Se inclinó hacia Valeria, su rostro cerca del suyo, y susurró:
—No puedo dejar de pensar en ti, Valeria. Desde el momento en que te vi, he deseado tenerte.
Valeria sintió un escalofrío recorrer su espalda. Su respiración se aceleró y, sin pensarlo dos veces, cerró la distancia entre ellos, sus labios encontrándose en un beso ardiente y apasionado.
El restaurante parecía desvanecerse a su alrededor. La intensidad del momento los envolvía, y todo lo que importaba era el contacto de sus cuerpos, el sabor de sus labios. El deseo que ambos habían reprimido finalmente explotó, llevándolos a ceder a sus impulsos carnales.
Horas más tarde, en la intimidad de la habitación de Lucas, el juego prohibido que habían iniciado continuó. Sus cuerpos se encontraron una y otra vez, cada vez con más pasión y urgencia. El deseo reprimido durante años se desató en una noche de lujuria y entrega.
Cuando la mañana llegó, Valeria se despertó en los brazos de Lucas, sintiendo una mezcla de satisfacción y confusión. El hombre que había conocido había cambiado, pero la conexión entre ellos era innegable. Sabía que el camino por delante sería complicado, lleno de desafíos y emociones encontradas, pero en ese momento, decidió dejarse llevar por el deseo y ver a dónde los llevaría.
Lucas, por su parte, la observaba en silencio, sus pensamientos enredados en una maraña de deseo y control. Valeria era un enigma, una mujer que despertaba en él sentimientos que había enterrado hacía mucho tiempo. Sabía que el juego apenas comenzaba, y estaba dispuesto a jugarlo hasta el final.