—Finalmente, estamos volviendo a casa. —Murmura Valeria en su lugar, sintiendo una especie de cosquilleo ligero en su estómago.
Valeria miró por la ventana del tren mientras este disminuía la velocidad al acercarse al pequeño pueblo que había dejado atrás tantos años antes. El paisaje familiar, con sus montañas imponentes y ríos cristalinos, evocaba una mezcla de nostalgia y alivio. Había tomado la difícil decisión de regresar a su hogar de la infancia después de años de vivir en la gran ciudad, buscando un nuevo comienzo lejos de las decepciones amorosas y el ritmo frenético de la vida urbana.
Al bajar del tren, Valeria respiró hondo, llenando sus pulmones con el aire fresco y limpio del campo. A pesar de las mejoras y modernizaciones evidentes, como las nuevas tiendas y edificios renovados, aún se podía sentir la esencia del pueblo de su infancia. Las calles adoquinadas, los árboles alineados y las viejas casas de madera seguían ahí, aunque ahora acompañadas de letreros de neón y cafeterías modernas.
Decidió dar un paseo por el mercado local antes de dirigirse a la casa de su familia. El mercado había cambiado poco, con puestos llenos de frutas frescas, pan casero y productos artesanales. Mientras recorría los pasillos, una sensación de inquietud la invadió, como si algo o alguien la estuviera observando. Fue entonces cuando lo vio.
De pie frente a uno de los puestos de comida, un hombre imponente llamaba la atención de todos a su alrededor. Vestido con un traje oscuro impecable, su porte elegante y seguro lo hacía destacar. Su cabello oscuro y ligeramente ondulado estaba peinado hacia atrás, y sus ojos grises, fríos y calculadores, escaneaban el entorno con una mezcla de arrogancia y desdén. Valeria sintió una atracción inmediata, pero al mismo tiempo, una sensación de repulsión la invadió cuando escuchó los susurros de las personas alrededor.
—Ese es Lucas Walker. —Murmuró una mujer a su amiga, sin saber que Valeria estaba escuchando. —Dicen que es despiadado en los negocios y no tiene corazón. Parece ser una bestia y no una persona.
—Sí, he escuchado que controla casi todo en este pueblo —Respondió la amiga—Arrogante y controlador, es mejor mantenerse lejos de él. —Así lo hacen, y así se ha hecho siempre, nadie que quiera problemas con aquel hombre se atrevería a siquiera mirarlo de frente. Después de todo, era una bestia en el cuerpo de un humano.
Valeria sintió un escalofrío. ¿Podría ser ese hombre el mismo Lucas que había conocido de niña? No podía ser. El Lucas Walker que ella recordaba era atento, cariñoso y protector. Este hombre parecía ser todo lo contrario.
Decidió ignorar sus pensamientos y continuó su camino, comprando algunas frutas y un sándwich para el almuerzo. Sin embargo, a lo largo del día, se encontró con aquel hombre más veces de las que le hubiera gustado. En la cafetería, en la plaza principal, incluso en la librería local. Parecía que el destino se empeñaba en cruzar sus caminos.
Finalmente, al caer la tarde, decidió visitar a su viejo amigo Marcos Evans, quien había sido su confidente y apoyo durante su infancia. La pequeña casa de Marcos, ubicada cerca del río, la recibió con su cálida familiaridad. Al verla, Marcos la abrazó con fuerza, feliz de reencontrarse con ella.
—Valeria, ¡qué alegría verte! —dijo Marcos con una sonrisa en su rostro, genuina, que la hacía recordar aquellos lindos momentos en los cuales ellos no debían preocuparse mucho por el futuro. —Cuéntame, ¿cómo ha sido tu día de regreso?
Valeria suspiró y se sentó en el sofá, agradecida por la compañía de su amigo.
—Ha sido extraño, Marcos. El pueblo ha cambiado, pero hay algo más… —dudó, buscando las palabras adecuadas—He visto a un hombre hoy, varias veces. Es imponente, con aires de arrogante, y todos parecen tenerle miedo. Dicen que su nombre es Lucas. —Esto ultimo Valeria lo murmura, como si se tratara de algún pecado capital.
Marcos frunció el ceño, sorprendido por la mención del nombre. No negaría que al menos para él era un fastidio escucharlo en todos lados, suspira porque sabe que ha pasado un largo tiempo desde que su amiga ha estado en el pueblo, y claro, las cosas han cambiado desde la última vez que estuvo allí.
—Valeria, ese hombre es Lucas Walker. — Confirmó, estudiando su reacción la cual era de total sorpresa y al mismo tiempo Marcos puede ver algo de confusión mezclado con negación. —Es nuestro Lucas, aunque ha cambiado mucho desde que te fuiste. —Le hace saber Marcos a su amiga, quien no dice nada, supone que la noticia le ha afectado bastante.
Valeria sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. No podía creer que el niño dulce y protector se hubiera convertido en aquel hombre frío y controlador. Sin embargo, una parte de ella quería entender qué había pasado, aunque temía lo que pudiera descubrir.
Esa noche, mientras caminaba de regreso a su casa, Valeria se encontró nuevamente con Lucas. Esta vez, él estaba solo, apoyado contra una pared y mirando al horizonte. Ella decidió enfrentarlo.
—Lucas. — Dijo ella con voz firme, acercándose, pero no tanto, por temor a equivocarse—. ¿Eres tú? —Pregunta con duda en su voz, la verdad es que la noticia le hacia sentir confusa, perdida.
Lucas levantó la mirada, sus ojos grises la evaluaron con frialdad antes de que una chispa de reconocimiento apareciera en ellos.
—Valeria. —Respondió con una voz profunda y suave, cargada de una arrogancia subyacente. —No esperaba verte aquí. ¿Qué te trae de vuelta? —Lucas Walker, el hombre que era irreconocible a sus ojos, y quien irradiaba miedo en aquel pueblo, finalmente la ha reconocido, quizás, ya lo había hecho, pero no había tenido el tiempo de acercarse a ella.
Valeria sintió una mezcla de emociones. Quería abrazarlo y golpearlo al mismo tiempo.
—He vuelto para comenzar de nuevo. —Contestó ella, tratando de mantener la compostura. — Pero parece que muchas cosas han cambiado durante mi ausencia. ¿No es así? —Valeria habla con la doble intención de hacerlo hablar.
Lucas sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Sí, muchas cosas han cambiado. Incluyéndome a mí. —Lucas se acerca como una pantera en busca de su presa, y Valeria en su lugar parece reaccionar un poco, pues se aleja unos centímetros, si bien sabe que Lucas jamás le haría daño, quizás el ambiente nocturno y las calles desiertas del pueblo le daban un aire tenebroso. Aun así, se enfrenta al hombre que tiene delante de ella.
Valeria sintió un nudo en la garganta. Este no era el Lucas que ella recordaba.
—¿Qué te ha pasado, Lucas? —Preguntó, incapaz de contenerse.—. ¿Por qué te has vuelto así? —Ella desea saber, y es que, no puede quedarse de brazos cruzados, le debe muchas cosas a ese hombre que anteriormente era el príncipe de sus cuentos de hadas infantiles, una amistad que quizás hubiera sido algo más, pero, los giros del destino eran tan incomprensibles.
Lucas resoplo con pesadez y se acercó a ella, su presencia era intimidante y magnética al mismo tiempo.
—La vida me ha enseñado que el poder y el control son esenciales para sobrevivir —Dijo, sin un rastro de emoción en su voz—No puedes confiar en nadie, Valeria. Ni siquiera en las personas que una vez significaron algo para ti. —¿Qué quería decir esas palabras? ¿Qué tanto tuvo que pasar Lucas para decir eso?
Valeria sintió una punzada de dolor ante esas palabras. Pero algo dentro de ella se rehusaba a rendirse.
—No puedo creer que hayas cambiado tanto. —Dijo, sus ojos brillando con determinación—El Lucas que conocí nunca se rendiría al cinismo y la crueldad. —Decía Valeria, cayendo irremediablemente en la negación.
Lucas se inclinó hacia ella, sus labios a centímetros de los suyos, y susurró:
—El Lucas que conociste ya no existe, Valeria. Deberías aceptarlo.
Antes de que Valeria pudiera responder, Lucas se alejó, dejándola con un torbellino de emociones. La atracción que sentía por él era innegable, pero también lo era el dolor de ver en lo que se había convertido. Determinada a descubrir la verdad y tal vez, solo tal vez, recuperar al amigo que había perdido, Valeria se prometió a sí misma que no se daría por vencida tan fácilmente. El juego había comenzado, y ella estaba lista para jugar.