Al día siguiente Karen despertó desnuda en los brazos de su novio, se levantó de la cama, entró al baño y al salir despertó a Santiago, cubrió su cuerpo con un camisón a medio muslo y bajó a preparar el desayuno. Dado que ese día no tenía clases en la universidad, después de que él se fue a trabajar ella se puso a limpiar la casa, al terminar se sentó frente a su computadora y después de dudarlo mucho, se decidió a ver pornografía. Admirada por la cantidad que había, se decidió por un video, en el cual un hombre de color atendía en un local de masajes a una joven pelirroja. El hombre comenzó a untar aceite para masajear la pálida piel de la chica y al hacerlo sobre la parte interna de sus muslos, la chica comenzó a jadear, él le quitó las bragas, le acarició los labios vaginales frotándole el clítoris y metiendo sus dedos en la v****a hasta llevarla al orgasmo.
Después, cuando el hombre se desnudó, en el rostro de Karen se dibujó la misma cara de asombro que puso la pelirroja del video al observar el tamaño de pene que el hombre ponía frente a ella. La pelirroja tomó el pene entre sus manos para besarlo y meterlo en su boca, el hombre se acostó boca arriba en la cama de masajes y la chica se montó sobre de él para hacer un “69”.
Karen bajó la mirada hacia sus muslos y su sexo desnudo, separó las piernas y comenzó a frotar entre sus labios vaginales, al escuchar los gemidos de la chica, se deslizó en su silla hasta sentarse en la orilla apoyando la nuca en el respaldo, separó sus piernas y se metió un dedo en la v****a.
Cuando la pelirroja se puso “de perrito” y él hombre le metió su “enormidad” en la v****a, ella metiendo dos dedos en la suya comenzó a masturbarse enérgicamente. La forma en que el hombre se la cogía y el contraste entre el tono de piel de los protagonistas hicieron que la excitación de Karen aumentara al grado que sus gemidos comenzaron a mezclarse con los del video hasta que las contracciones de su orgasmo la obligaron a cerrar los ojos y cuando los abrió, observó como el enorme pene n***o salía del rosado sexo del protagonista seguido por un hilo de blanco semen. Jadeante apagó su computadora, se levantó de la silla del escritorio, fue a la recámara, se tiró sobre la cama y se quedó dormida.
Despertó poco antes del mediodía, bajó al estudio y se puso a repasar sus apuntes de la universidad, cerca de las tres de la tarde se levantó de su escritorio y entró a la cocina para prepararse algo de comer y mientras lo hacía no dejaba de pensar en sexo, así que después de comer y lavar lo que había usado, subió a su recamara para sacar del armario el contenedor donde guardaba sus uniformes de la escuela preparatoria.
Del contenedor sacó su uniforme de porrista, observó la falda plisada y sonriendo con picardía pensó “Con razón se calentó al verme, esta “cosa” debe medir como 20 centímetros”. Bajó a la lavandería donde sacudió y planchó el uniforme para después subir nuevamente a la recámara y meterse a duchar, pasó su mano sobre su pubis y al sentir que el vello comenzaba a nacer, lo afeitó nuevamente y terminó de ducharse. Salió del baño, tomo el frasco de la crema perfumada que Santiago le había regalado y untó con ella todo su cuerpo poniendo “especial cuidado” en sus tetas, su monte de Venus y sus labios vaginales, se maquilló y se sentó a ver la TV hasta cerca de las 7 de la tarde. hora en que él solía regresar a casa.
Sin ponerse lencería, metió sus brazos en las mangas del “crop top” y lo amarró debajo de sus tetas, después se puso la falda y se miró al espejo, abriendo su mano midió lo que serían 5 centímetros desde la pretina hacia abajo y pensó “Ese día, si le hubiera enseñado la tanga” y sonriendo, por saberse desnuda bajo el uniforme, se dijo “De haber estado así, hubiera visto lo que quería” bajó su falda frente al espejo para verse el inicio de sus labios vaginales, sonrió y en voz baja dijo “Con estos te voy a devorar la v***a papito” , Subió su falda, se giró frente al espejo para ver sus nalgas levantadas y sus sensuales hoyuelos de Venus, acomodó sus tetas bajo el crop y bajó a la planta baja
Cuando Santiago llegó, entró a la casa la encontró sentada en el sofá de la sala con sus piernas cruzadas y sus pies descalzos. Se quedó un momento en silencio admirando el sensual espectáculo, movió su cabeza y presa de la emoción expresó “Que buena estás amor, eres un monumento de mujer” y al caminar hacia ella, Karen se puso de pie y con voz sensual preguntó
— ¿Le vas a pedir al cielo que baje mi falda o lo haces tú?
Santiago se acercó hasta ponerse frente a ella, en su rostro se dibujaba un gesto más de admiración que de excitación. Le acarició el vientre y poniendo sus manos en los costados de Karen le recorrió la cintura hasta las curvas de la cadera, la sujetó por las nalgas y la jaló para pegarla a su cuerpo, la besó en la boca, desamarró el crop y le mamó las tetas.
Después, ya desnudos, todo fue lujuria y pasión. Estando de pie, él detrás de ella, le frotó el pene en medio de las nalgas y cuando Karen, sintió la punta del glande intentar meterse en su ano, inspiró con fuerza, se giró para verlo y sin poder ocultar su temor preguntó “¿Me la vas a meter por ahí?” Santiago no respondió, la giró frente a él, la sentó en la orilla del sofá, para besarla en los muslos, el pubis y el vientre, le separó los labios vaginales para “devorarle” el sexo hasta llevarla al orgasmo. Le acarició, apretó y mamó sus pezones diciendo “Me gustas, te deseo como a nadie he deseado”
Después, siguieron disfrutándose con caricias y besos húmedos sobre sus cuerpos desnudos hasta el momento en que la excitación llegó al límite y ella jadeante le exigió “¡Ya métemela Santiago!”