Lección 5: Déjalo.
Días antes.
Veo al padre de Annie bajarse del auto y mirarme con desprecio.
—Tristan Thorsen.
Escupe mi nombre como si fuera un insulto.
—Ortega— respondo con el mismo desdén. Ortega a sido desde siempre uno de los mejores clientes de Derek Walk. Se la daba de hombre de familia religioso y modesto mientras sus cuentas de banco estaban por explotar. Incluso supe que una vez intentó comprar a una niña.
¡Una niña!
Una pequeña de catorce años hija de una mujer llamada Mariza, otra basura fiel a Derek Walk. No podría esperar más de una madre dispuesta a vender a su hija al mejor postor. Supe que esa niña creció y ahora esta casada con Dante Lyod.
Veo venir el puñetazo en mi cara antes de que me lo de. No lo detengo. Le hago un gesto a Franco de que lo deje golpearme un par de veces más.
—Te estas haciendo viejo Ortega.— le digo limpiándome la sangre que baja por mi labio.— ni siquiera me derribaste después de tres golpes.— estas perdiendo practica ¿no es así? Tarde o temprano serás un viejo inútil como Derek Walk y los que están tras de ti solo esperaran el momento para saltarte a la yugular.
Él intenta golpearme de nuevo pero detengo su puño a mitad de camino lo tuerzo fácilmente y él esta en un segundo gritando de dolor en el suelo.
—¡Suéltame, hijo de puta!
Lo suelto y él se toma varios minutos para poder ponerse de pie otra vez.
—Te llevaste a mi hija, mal nacido.
Le sonrío.
—¿Tu hija?— casi me rió de la ironía— tu mismo la echaste de tu casa ¿no es así? No le enseñaste a usar un maldito condón pero la condenas cuando quedó embarazada. ¿No es triste la ironía?
—Aléjate de ellas.— me dice y veo su intención de agredirme de nuevo.
¿Qué no aprende?
—No tienes ningún derecho sobre ellas. Annie y Lu son mías y no hay nada que puedas hacer al respecto. El daño a Annie ya esta hecho pero me encargaré de que Lu ni siquiera te considere su abuelo. Para ella ni siquiera existirás. No sabrá ni tu nombre.
Paso a su lado golpeando su hombro para entrar a mi auto cuando su voz rasposa y vieja me detiene.
—Aron Walk.
Me detengo en seco y lo miro a través del reflejo del auto.
Él sabe que ha captado mi atención porque sonríe.
—Se que lo estas buscando, ese chico… dicen que es la encarnación de su padre: Derek Walk, que es incluso peor. Su nombre se está convirtiendo en una eminencia en nuestros clanes. ¿Crees que es prudente seguir trabajando solo Thorsen? Si mantienes a la mafia italiana separada pronto te hundirás. Nos necesitas y lo sabes… necesitas a Gianna.
Me giró hecho una furia. Ya no puedo mantener la compostura más tiempo.
—Esa hija de puttana secuestró a tu nieta. ¡Casi la mata! ¿Cómo puedes decir esa mierda?
Ortega alza el mentón con orgullo. La luz de la noche marca más sus rasgos hundidos y sus arrugas marcadas.
Es tan repugnante.
—Como tu lo dijiste ella no es mi nieta. En la mafia no hay familia Thorsen. Más te vale no olvidarlo.
Quiero matarlo. Quiero matarlo tan desesperadamente que apenas puedo respirar.
—Si te interesa, Gianna acaba de cerrar un acuerdo de paz con ¿Adivina quién?— quisiera quitar esa sonrisa de satisfacción de su rostro— ¡adivinaste!— me dice como si yo hubiese dicho algo— con Aron Walk. Tal vez quieras llamarla.
Con esas palabras entra a su horrenda camioneta oxidada y se va.
.
Entró al restaurante donde se que Gianna me esta esperando.
Me tiemblan las manos de rabia.
Estoy atrapado, acorralado como una maldita rata.
Aron Walk. Ese hijo de puta que aún no conozco ya me esta jodiendo la vida.
El mesero me guía una de las mesas exclusivas que están cubiertas por cortinas de terciopelo para privacidad.
En estas mesas o las personas vienen a coger o vienen a hacer negocios.
Me siento frente Gianna que esta fumando sin importarle el letrero de no fumar a su lado. Ella me sonríe ampliamente al verme y me lanza el humo de su cigarro en la cara. Le agarro con rudeza la muñeca que sostiene el cigarro.
Ella ni siquiera se inmuta, incluso parece excitada con mi gesto.
Le arranco el cigarro con la otra mano y lo hecho en su vino.
Su sonrisa no flaquea en ningún momento, sus labios rojo sangre tiran hacia afuera mostrando unos dientes blancos perfectos.
Tengo tantas ganas de arruinar esa dentadura a puñetazos.
Me tranquilizo.
—Me buscaste— dice ella completamente satisfecha— sabía que lo harías amore mio.
Ella intenta tocarme pero me alejo.
—Cerraste un acuerdo con Aron Walk— no es una pregunta.
Ella no pierde esa expresión de placer. Sabe que me tiene por el cuello.
—Claro, dicen que será el heredero de Derek Walk, parece el más capacitado hasta ahora. No soy tonta, debo tenerlo de mi lado antes que el resto de los clanes vean su potencial.
—¿Lo conociste?
Ella sonríe aún más ampliamente.
—Por supuesto amore mio.
No se realmente si creerle o no. Gianna parece tan tranquila que no puedo leer a través de ella.
—¿Tu no?— me dice con falsa sorpresa mientras se lleva una mano al pecho dramáticamente— ¡que lastima! Yo podría contactarte con él si quieres.
Carajo.
Se exactamente por dónde va esta conversación y se que las tengo de perder.
—¿Qué quieres?— le pregunto sin rodeos.
Ella se inclina en la pequeña mesa quedando más cerca de mi.
—A ti.
En un instante ella esta sobre mi. De alguna manera se ha subido a la mesa y terminó sobre mi regazo sin tirar nada.
Maldita serpiente escurridiza.
—Voy a quemarte las manos si me tocas.— la amenazo cuando hace el gesto de abrirme la blusa.
Entonces me la rompe.
Tres botones de mi camisa vuelan por el aire y ella hace un gesto de besarme el cuello pero le agarró el cabello con rudeza y la alejo.
De nuevo ella no parece adolorida o asustada. Solo excitada.
Me mira con tanto deseo que tengo ganas de estrellar su cara contra el borde afilado de la mesa hasta que su bonita cara se desdibuje por completo.
—Si quieres llegar a Aron Walk tendrás que darme algo a cambio.— ella usa sus manos libres para acariciar mi pecho ahora descubierto.
Miles de pensamientos pasan por mi cabeza en ese momento pero el primero y más importante es mi familia.
Mi familia.
Annie, mi preciosa esposa maravillosamente embarazada y mi pequeña Lu. Una guerra de clanes se avecina, puedo olerlo a la distancia, la muerte, la sangre, la pólvora.
Será una masacre.
Tengo que protegerlas, protegerlas a toda costa.
Y esta serpiente venenosa en mis piernas es el camino más seguro por ahora. Ella me ama y me desea desesperadamente. Se que puedo utilizarla.
Tiró de su cabello para quitarla de mis piernas y tirarla al suelo.
Entonces agarro la botella de whisky en nuestra mesa y la bebo, la bebo como si fuera agua hasta que se termina. Pido otra y el mesero mete una mano dentro de las cortinas sin mirar al interior.
—Su botella, señor— me dice y yo la tomo.
Me la termino también.
Estoy tan ebrio que ni siquiera puedo enfocar bien y todo se desdibuja a mi alrededor.
Por lo general tengo buena resistencia al alcohol. Un hombre como yo no puede perderse en la bebida por que me pondría muy vulnerable.
Pero esta es la excepción.
Gianna me ha estado mirando en silencio todo este tiempo desde el suelo.
Vuelvo a agarrarla de cabello tirando de ella hacia arriba con tanta fuerza que casi le arranco su larga cabellera.
Entonces la beso.
Odio cada maldito momento en que sus labios se encuentran con los míos pero le doy lo que me pide, exactamente lo que me pide.
Y entre más tiempo pasa más deseos tengo de matarla.
De matarla a ella y de matarme a mi mismo.
.
—Lo siento mucho, signora.
Agradezco el pañuelo que Leo me extiende mientras me limpio los ojos.
Estoy llorando como una idiota en frente de un niño de quince años. Hace mucho no me sentía tan patética. Afortunadamente Lu esta dormida y puedo hacer mi berrinche sin incomodar a mi hija.
—No te preocupes Leo.— le digo aceptando otro pañuelo de papel, a este paso voy a acabarme la caja.
Estoy a punto de dar a luz al bebe de un hombre que me esta siendo infiel a la primera oportunidad y con esa mujer.
Con la mujer que intentó matar a Lu.
Me sorprendo al sentir un peso en mis hombros y veo que Leo se ha levantado y se ha sentado en el brazo del sillón para abrazarme de lado.
Dios, debo lucir tan patética.
Con ocho meses de embarazo y un esposo infiel.
—Esta bien, Leo— le digo tratando de componer una sonrisa— gracias por ayudarme.
Él no me sonríe de regreso, parece tan triste por mi que quiero llorar otra vez pero creo que debo tomar dos litros de agua antes de eso por que me he acabado toda la ración del año.
Soy una cobarde por apoyarme en el hombro de un niño pero…
—Leo ¿puedes prometerme algo?
El chico se pasa frente a mi y se acuclilla a mis pies como un fiel sirviente.
Este chico parece sacado de la Edad Media.
—Lo que sea signora Annie.
Ya no me dice signora Thorsen.
Sonrío.
—Si las cosas se ponen feas entre Tristan y yo por favor… por favor cuida de Lu. Te dejo su vida en tus manos en caso de yo no sea capaz de protegerla. Te lo suplico, no dejes que nada le pase.
La reacción de Leo ante mis palabras no es la que esperaba.
Parece descolocado. Sus ojos oscuros se abren como si no hubiese esperado por nada del mundo esa petición.
—¿Lo dice enserio?— me pregunta con un tono de voz ligeramente más oscuro, ligeramente más adulto.
Suspiro con dolor.
—Si Leo, es enserio. Solo en caso de que yo falte, por favor no la dejes sola. No dejes que sea parte de este mundo. Te lo ruego. Ahora solo confío en ti.
Leo mira al suelo donde su rodilla esta doblada como la de un caballero de Disney.
Entonces él levanta la mirada y veo tanta determinación en su rostro que me sorprende.
De pronto luce diez años más maduro.
—Se lo prometo, cuidaré a Lu como si fuera mía.
En ese momento escucho el sonido de la cerradura de la puerta y se que es Tristan.
Pongo una mano en su hombro a modo de agradecimiento un segundo antes de que Tristan entre.
Me levanto del sillón con ayuda de Leo.
—Vete Leo, no quiero que te involucres más— le digo porque se que solo es un niño, no quiero que Tristan le haga daño por ayudarme.
—No voy a dejarla sola, signora Annie— me dice sin soltar mi brazo quiero discutir pero Tristan ya esta adentro.
Él cierra la puerta tras de si. Puedo oler el alcohol en su cuerpo desde aquí.
Él me mira con ojos vidriosos y yo le sostengo la mirada.
—Tristan… quiero el divorcio.