Capítulo 9. La revancha.

3180 Words
Toda la noche soñó con fórmulas, números, integrales. Estaba tratando de demostrar algo y no podía hacer nada. Por lo tanto, una y otra vez se despertaba con un sudor frío. Entonces recordó que se las arregló, salió del pozo en el que Gleb la empujó con crueldad y comenzó a reír como una tonta, sintiendo la alegría real chapoteando en su interior. ¡Cuánto tiempo no ha sido feliz! Y qué lindo era saber que al menos en algo, la suerte estaba de su lado. Por primera vez en todo el mes, fue a la universidad no como a los trabajos forzados en Siberia, sino alegremente, animada, tarareando para sí misma una divertida canción de una vieja película. Su estado de ánimo no pasó desapercibido. - ¡Guau! - silbó Fran, como siempre, apareciendo de la nada. - Pica sabe sonreír. - ¡Apártate! - ella ni siquiera quería discutir con él. Puso los bolígrafos y sus cuadernos sobre la mesa y, en principio, no miró hacia Gleb, aunque sintió su mirada en su espalda. Pero a ella no le importaba. Por ahora. La euforia tras la victoria de ayer aún no se había disipado, y no quería estropear su estado de ánimo, por lo que ignoró todos los ataques. - ¿Qué te hizo estar tan divertida? - Fran no se calmó. - Ciertamente no tú. - Probablemente algún vagabundo le haya dado por el culo, - dijo Estela con veneno. - Exactamente. Todavía estoy eufórica. Mmm. Si quieres, puedo darle tu número y te… - pero no tuvo tiempo de desarrollar más su idea, porque vino Bolshakov. - Buenas tardes a todos, - saludó al grupo de manera uniforme. En respuesta, hubo un alegre "hola", como en el ejército. En voz alta, claramente, al unísono. Eso es lo que significa autoridad. - En tres minutos comenzamos, - el profesor colocó una carpeta hinchada sobre la mesa, - Valeria, ven aquí ... Lera obedientemente se levantó de su asiento y fue a la mesa del profesor, mientras todos los demás los miraban en anticipación al próximo espectáculo. - Aquí he preparado temas aproximados de tesis, - le entregó una hoja, - le doy un día para estudiar, luego venga a mí, lo comentaremos todo en detalle. Decidamos el tema, elaboremos un plan. Aquí están los artículos, - señaló a la carpeta, - que pueden ser necesarios al escribir un comienzo. Léalo, mírelo. Quizás algo le interese más. Lo discutiremos en la reunión por la tarde. - ¡Gracias! – Lera agarró la carpeta y, apretándola suavemente contra su pecho, regresó a su asiento, tratando de no notar la expresión con la que todos la miraban. - ¡Lera! - gritó Ermolaeva, normalmente callada, con asombro, tan pronto como comenzó el recreo y el profesor salió del aula, - ¡¿Bolshakov va a llevar tu diploma?! Era evidente que simplemente estaba a punto de estallar. Otros también se dirigieron a Lera con curiosidad e incredulidad. - Sí. ¿Y qué? - ¿¡Y qué?! ¡Casi nunca lleva a nadie! ¡Obtener un diploma con él es simplemente irreal! ¡Siempre elige los mejores! - Así que soy la mejor, - se encogió de hombros y se hundió de cabeza en los artículos. "No sé, si soy la mejor, pero me va a machacar tanto, de esto estoy segura. Mejor. Tal vez entonces quedará menos tiempo para otros pensamientos tontos," - pensó Lera y su cara brillaba de la satisfacción. - ¡No lo esperaba, Pica! - Fran dijo con admiración. - ¡Eres un talento! —Tonterías, —dijo Estela desanimada, — no puede ser. - No tengas envidia, de lo contrario tendrás la indigestión, - Lera la apartó perezosamente a un lado. - ¿Cómo te perdonó el trabajo final? - ella no se calló. - No es asunto tuyo. - ¿Quizás se acostó con él? - sugirió Olga y soltó una risita, complacida con su suposición, sin embargo, rápidamente se calló y se sonrojó con vergüenza, porque nadie la apoyó. Los chistes vulgares sobre Bolshakov no encontraron respuesta por parte del grupo. Fue respetado y temido. - ¿Por qué no lo preguntas? - aconsejó Lera, - estoy segura de que te contará muchas cosas interesantes sobre este tema. Olga se sonrojó aún más y se alejó, y Lera continuó estudiando los materiales para el diploma. Y, curiosamente, hasta el final de ese día nadie más le molestó. Un poco más tarde, se dio cuenta de que Bolshakov le había prestado un apoyo invaluable. Quizás estaba imbuido de su triste destino en el grupo más conflictivo de la universidad, o consideró algún potencial oculto y decidió ayudar a esa joven con su talento. De una forma u otra, después de que él anunciara públicamente que Lera sería su estudiante del diploma, la situación cambió radicalmente. La mayoría de los compañeros de clase se callaron y metieron el rabo entre las piernas. Miraron en su dirección con disgusto, pero dejaron de molestarle. Incluso era extraño llegar a la clase y no escuchar las burlas constantes. Sin embargo, ella no se relajó. Quedó Estela, que, aunque dejó de hacer cosas desagradables, nunca perdía la oportunidad de arrojarle una cantidad de barro. El pegajoso Fran tampoco desapareció y le afectaba nada que ahora estuviera bajo el ala de un profesor severo. Y, por supuesto, el propio Gleb. A este en general, le importaba un comino todo. Ni un solo músculo de su rostro se estremeció, cuando quedó claro el resultó que salió de su trampa. Solo la miró por un segundo con una mirada feroz e inmediatamente alejó la vista. Ella volvió a convertirse en un espacio vacío para él, y de nuevo empezó a temblar. Algo oscuro se arrastraba por la sangre. Envolvía, estrangulaba. Un cóctel salvaje de rabia, odio, deseo de venganza. Y todo estaba aromatizado con una buena cantidad de atracción y obsesión. Ella lo justificó por el hecho de que siempre le gustaron los bastardos, pero no fue más fácil, porque Gleb se convirtió en una obsesión. Lera quería jugar con sus reglas, encontrar un punto débil y morder tan fuerte, para que esa expresión altiva y arrogante desapareciera de su rostro. Lera quería ver sus emociones, sentirlas y no le importaba lo que sucediera después. * * * La oportunidad de conseguir la revancha y vengarse de Gleb apareció a mediados de abril, cuando el tiempo ya estaba soleado y las pequeñas hojas verdes, muy brillantes, empezaban a cubrir los árboles calvos. Los exámenes y las pruebas finales ya habían comenzado, la preparación del diploma estaba en pleno apogeo, pero nadie canceló conferencias, consultas y otras actividades lectivas. Y en lugar de vivir y disfrutar la primavera, preparándose lentamente para los exámenes, Lera tuvo que estudiar como una posesa. Durante uno de estos días locos, Lera entró en el baño. Eligió una cabina vacía, se encerró, pero no tuvo tiempo de adoptar la pose de pensadora, cuando alguien entró en el mismo. - ¡Vamos, Olga! Ella de inmediato reconoció la voz de Estela. Una puerta sonó abrirse cerca y se oyó un crujido y un resoplido. - ¿Por qué tanta prisa? - preguntó Olga desde detrás de una fina separación. - Tenemos una prueba ahora. ¿Lo has olvidado? - ¿Por qué estás nerviosa? Tienes la mayor nota de evaluación. Y te preparaste muy bien. Tú lo pasaras sin darte cuenta. - Ya lo sé, yo lo haré fácilmente, pero Gleb no lo aprobará. De este nombre, Lera rompió a sudar en frío: "¡Vaya, qué chica tan cariñosa tiene, piensa en sus valoraciones!" Una mezcla ácida frenéticamente apareció en su pecho: odio feroz con celos salvajes. Todo este tiempo Lera intentara sacar a Gleb de su cabeza y su corazón, no importaba cómo y cuantas palabras decía contra él, todo era inútil, una parte estaba firmemente adherida a él. Y esa parte se enfurecía cada vez que recordaba que el imbécil tenía una novia. Mas o menos como ahora. Ella se paró en la cabina, agarrando la correa de su bolso y furiosa imaginaba a Gleb besar la rubia. ¡Que tonta! - ¿Vas a escribir el examen por él? - Olga se rio. - No. No me dará tiempo escribir dos modelos. Ahora debo poner el cuaderno con las respuestas en un lugar secreto, y él después saldrá de la clase y tomará lo que necesite. - ¿No puede ponerlo él? - Él está ocupado. Por supuesto, esto no es un asunto de la realeza: esconder chuletas en las esquinas. - Por cierto, ¿por qué Gleb no se preparó? No queda nada para la defensa del diploma. ¿Otra vez fue de juerga? - No. Tiene problemas. No tiene tiempo para todas estas tonterías. Regresamos con él ayer, o mejor dicho hoy, a las cinco de la mañana. - A juzgar por su voz, Estela estaba realmente preocupada. "¿Qué problemas? ¿Y qué estaban haciendo hasta las cinco de la mañana? Sin embargo, no me importa. Gleb y sus problemas no me conciernen. Aunque ..." - pensó, ideando un plan. Esperó a que las chicas salieran de la cabina, mientras se lavaban las manos, mientras seguían charlando sobre otra cosa, mientras se retocaban sus rostros repugnantes cerca del espejo. Y solo cuando la puerta se cerró de golpe y las voces se apagaron, Lera salió y se apresuró a seguirlas. Afortunadamente, los pasillos estaban llenos de gente y pudo espiarlas abiertamente. Hablaban desinteresadamente de algo y Estela tenía un cuaderno de colores en las manos. Cuando ellas giraron hacia la amplia escalera, tuvo que reducir un poco la velocidad, porque la vista era demasiado buena. Estela se deslizó por la puerta rallada debajo de las escaleras, mientras Olga permanecía afuera. Un minuto después, la rubia salió y el cuaderno de colores ya no estaba en sus manos, se enderezó la falda y, recogiendo a su amiga, subió las escaleras. Cuando las chicas se perdieron de vista, Lera corrió hacia la puerta y entró. Era un lavadero. Una habitación diminuta y estrecha de un metro por un metro y medio, con un fregadero cubierto de óxido, trapeadores, cubos, bolsas de basura. En el mismo rincón, había colgado un armario doble, al abrirlo, vio botes de detergente, esponjas, guantes. El cuaderno de colores no se encontraba en el cajón, sino encima de él. Lo abrió apresuradamente para asegurarse de que esto era lo que necesitaba: un montón de hojas con respuestas a las preguntas ya preparadas. "Te tengo, cabrón," - sonrió triunfalmente Lera, metió el cuaderno en su bolso y salió de la trastienda. "Me imagino lo histérico que estará Gleb cuando no encuentre las hojas salvadoras. Recuerdo que Alla dijo, que su padre le puso una condición. Si quieres ir a San-Petersburgo debes sacar el diploma. Ahora veremos como él se apaña sin esto. Seguro que no aprobara, porque no estudió, así que va a volver a hacer el examen de nuevo.” – pensó con maldad Lera. En ese momento, no le importaba que fuera cruel, que eso pudiera afectar su resultado general. Su conciencia estaba absolutamente limpia y tranquila. Ella no comenzó esta guerra con trampas en cosas de los estudios. Ella solo estaba cobrándose las deudas. Ella no era de estas personas que, habiendo recibido una bofetada en una mejilla, inmediatamente ponen la otra. Perdón. Siempre tenía que cobrarse las deudas. Sonriendo alegremente y anticipando un agudo entretenimiento, se apresuró hacia el aula y, cuando entró dentro, involuntariamente miró a Gleb. Estaba sentado junto a Fran y Mark, y Estela estaba detrás de él, con las manos sobre sus hombros en modo propietaria. Al ver esta “linda” imagen, volvió a sentir un pinchazo entre las costillas. Quería saltar hacia ellos y arrastrar a la rubia a un lado por el cabello. El buen humor se derrumbó y volvió a convertirse en celos irracionales. Casi corrió a su asiento, se obligó a sí misma no girar la cabeza en esa dirección, abrió de un tirón su bolso y vació sus utensilios de escritura sobre la mesa. "¡Qué doloroso todo esto! Especialmente este repugnante Gleb y mi propia reacción hacia él. ¿Por qué no puedo simplemente despedirme de él y olvidarlo? ¿Por qué tengo que asfixiarme cada vez, tan pronto como aparece?" - Lera no quería entender lo que le pasaba. Entró el profesor Ivanov, pequeño, ágil como un mosquito, y dijo: - Firmen la hoja en la esquina superior derecha. No olviden incluir el número de grupo y la variante. Tienen tiempo hasta el final de la clase, - les entregó las hojas, miró su reloj y asintió solemnemente, - procedan. Todos se apresuraron a escribir. Lera echó un vistazo a las preguntas y se sintió aliviada al descubrir que lo sabía todo. Afortunadamente. Saberlo todo en tan poco tiempo era imposible. Solo le quedaba poner todos sus pensamientos en el papel correctamente y estaría feliz. Furtivamente miró hacia el fondo del aula. Gleb estaba sentado en su sitio favorito, se inclinó sobre la hoja y fingió estar pensando. Parecía un pensador del siglo. - ¿Puedo salir? - La voz de Carov sonó en completo silencio. Lera se levantó de un salto sorprendida. Se dejó llevar tanto por el proceso de rebuscar las respuestas en su memoria, que se olvidó por completo de todo, excepto de la hoja que tenía delante. El profesor asintió con la cabeza y Gleb, sin prisa, abandonó el aula. "Ve a buscar lo que no está. Tal vez encuentres algo más interesante," - pensó con maldad y volvió a centrarse en la hoja con el examen. Gleb ya llevaba fuera unos cinco minutos. Lera imaginó con regocijo cómo él, el pobre, corría por la trastienda, rebuscando en el armario, escarbando entre los cubos en busca del preciado cuaderno, y apenas pudo reprimir una sonrisa. El pequeño gnomo vengativo dentro de ella estaba jubiloso y saltaba de placer, pero por fuera ella estaba igual de tranquila y fría. Cinco minutos después, el teléfono de Estela sonó para toda el aula, interrumpiendo el silencio. - Lo siento, - murmuró, rápidamente abrió su bolso, cogió el teléfono en sus manos y cortó la llamada. - ¿Algún problema? - preguntó el profesor. - No. Todo está bien, - dijo Estela, pero no metió el móvil en el bolso, lo puso en su regazo y empezó a escribir algo rápido, mirando furtivamente a su alrededor. Con cada mensaje, fruncía el ceño más y más y parecía más y más confundida. Se mordió el labio y apenas podía quedarse quieta. - Disculpe, ¿puedo salir? - No. Conoce las reglas del examen. Sale solo uno a la vez. Cuando su compañero regrese, usted se irá. - Pero realmente necesito salir ya, - intentó discutir Estela, pero no consiguió nada más que una mirada inquisitiva. - Si es necesario, entregue el trabajo y podrá ser libre. No le detendré. La rubia primero se sonrojó, luego se puso pálida. Su mirada perdida recorrió toda el aula en busca de apoyo, pero no todos estuvieron a la altura. Se apresuró a escribir el mensaje de nuevo, palideciendo más por momentos. - ¿No le molesta el teléfono? - él astuto profesor se acercó imperceptiblemente a ella y se paró detrás. Al escuchar su voz, Estela saltó de la silla y dejó caer su teléfono al suelo. - Perdón. - Quite el teléfono inmediatamente. De lo contrario, suspenderé su trabajo. Estela, casi con lágrimas en los ojos, volvió a guardar el teléfono en su bolso y se sentó como si el mundo se hubiera acabado. El teléfono en su bolso siguió tarareando. Parece que alguien estaba muy enojado. Gleb regresó cinco minutos después. De hecho, estaba muy furioso. Miró a Estela y ella se encogió y trató de escurrirse debajo del escritorio. - Señor Carov, ¿no cree que durante este tiempo fue posible llegar corriendo hasta la biblioteca central y volver? - Ivanov se volvió hacia Gleb. Carov volvió a mirar a Estela, prometiendo grandes problemas después. - ¿Puedo sentarme? - Por supuesto. ¿Pero eso tiene sentido? - el profesor alzó intencionadamente las cejas. Gleb no dijo nada. Lera lo miró por el rabillo del ojo mientras él caminaba entre las filas, y le pareció que la rabia se arremolinaba a su alrededor, como una nube negra. Estaba furioso. Lera hizo el examen antes de que acabara la clase, pero no tenía prisa por entregar el trabajo e irse. Estaba muy ansiosa para ver, cómo terminaría todo esto, así que siguió sentada y fingió comprobar lo que había escrito. Estela estaba pálida como un copo de nieve, Gleb ardía de disgusto y escribió algo, rascando con irritación su bolígrafo sobre una hoja de papel. - El tiempo se acabó. Entreguen los trabajos, - el profesor miró alrededor del público, - les doy el último minuto. Entonces no los aceptaré. Los estudiantes comenzaron a saltar de sus asientos y Lera no fue la excepción. Fue a la mesa, puso su trabajo en una pila común y luego regresó por el bolso y comencé a cavar en ella. Gleb permaneció sentado hasta el final. - Entreguen todos los trabajos, - dijo Ivanov con presión.  Carov no tenía más que hacer que llevar su desafortunado examen a la mesa del profesor. Por lo que ella pudo ver, el texto escrito era solo de media página. - ¿Eso es todo lo que usted pudo escribir? - el profesor tomó su trabajo en la mano y miró de cerca desde todos los lados, - muy lacónico. - Es todo lo que pude, - siseó Gleb con los dientes apretados. - ¿Entiende que esto es un fracaso? Le espera una nueva oportunidad. - ¿Cuándo? - La voz de Gleb era sorda, la irritación crujía de fondo. - Hoy por la noche, a las ocho. - ¡¿Hoy?! - el chico estaba horrorizado. - Hoy no puedo. Tengo planes importantes. - Como quiera. Cierro el acta de las notas mañana por la mañana y las entrego a la oficina del decano. Si sus planes son más importantes que corregir el fracaso de este examen, bueno, no insistiré. Gleb tenía nódulos en los pómulos. Exhaló ruidosamente, mirando en algún lugar a un lado, y luego murmuró entre dientes: - Bien. Vendré. - Necesite prepararse ... - Ivanov comenzó a enumerar lo que se requiere para la repetición, y Gleb se paró cerca y escuchó obedientemente. Ahora era el mejor momento para dejar el aula desapercibida. Pero Lera no estaba buscando formas fáciles, ¿verdad? El ceño fruncido de Carov la atrapó. Ella sonrió. Sacó de su bolso un cuaderno de colores y lo hizo girar en sus manos, mirando con placer, cómo se estiraba el rostro de este cabrón. Él la miró de modo que, podría estallar toda el aula. Ella arrojó casualmente el cuaderno sobre su escritorio, luego sonrió afectuosamente y se dirigió a la salida.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD