Parpadeé varias veces atónito, ¿ella lo había dicho? — ¿Nuestro hijo? —pregunté sorprendido. ¿había recordado?, ¿me recordaba? —. Nuestro hijo. Reafirmé. —Oh Alá, tantas veces escuchándolo que ya hasta estoy alucinando como tu —negó suspirando—. Quiero ver a mi hijo. Fruncí mi ceñó y ladeé un poco mi rostro para observarla. Sonreí cuando supe lo que había pasado, mi amada esposa tenía celos. —Hablaremos después, Aysel —anuncié y fui hasta Dalila, quien no dejaba de mirarla. Pasé por su lado sin decir nada, era su decisión si se quedaba a observarla. —Deja de caminar tan rápido —escuché que decían por atras. No pude quitar la sonrisa en mi rostro aun cuando ya nos encontrábamos en el automóvil, saber que sentía celos era algo, era una afirmación a ese sentir tan grande que