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MI AMOR ORIENTAL

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SEGUNDA TEMPORADA DE MI AMOR ITALIANO

Cinco años después de aquel terrible día, la venganza que Liam juro realizar está por terminar, tantos años anhelando este preciado momento, saboreándolo e incluso soñando con él, se verán en duda cuando cometa el primer error de muchos que le seguirán.

Liam entenderá que hasta un mínimo error será crucial para su venganza y que la llegada de dos nuevas personas, cambiarían el rumbo de todo y de todos a su alrededor.

Solo podrá esperar, que el destino no sea tan cruel esta vez.

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CAPÍTULO 1
  CONTINUACION DE MI AMOR ITALIANO —Hay un problema Signori Licciardi. — ¿Cuál? —cuestioné, empezando a enfadarme. Hoy no era un lindo día y esta llamada solo lo empeo… Ja, a quien engañaba, todos los días eran una completa mierda.  —La abuela murió, pero la niña sobrevivió al accidente. Me detuve de inmediato al escucharlo. No estaba entre mis planes un error como este. Apreté el celular en mi mano y lo estampé contra la pared haciéndolo añicos. —¡¿ACASO SON UNOS PUTOS PRINCIPIANTES?! —bramé, agarrando de la camisa a Antonini quien se encontraba a mi lado—. ¡TE DIJE QUE QUERÍA A LOS MEJORES! —Y lo son —susurró—. Pero los imprevistos ocurren y… —No sigas —lo solté y arreglé un poco mi saco. Respiré profundo para tratar de tranquilizarme—. Los quiero muertos. Mas tarde arreglaremos cuentas tú y yo. Entramos a la que sería mi nueva propiedad acá en Turquía y me sorprendí por las semejanzas que tenía con mi hogar en Italia. Observé todo con detalle, aunque sus arreglos eran muy tradicionales acorde a su cultura, me hizo sentir por un momento en mi verdadero hogar, quien estaba decorado completamente al estilo… —Bu-Buenos días señor Licciardi —saludó, se notaba nervioso y lo entendía—. No lo esperaba, pen-pensé que yo viajaría y…por favor deme más tiempo. Tiempo. Metí mis manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón y pasé por su lado. Llegué hasta lo que supuse era la sala, un enorme cuadro captó mi atención apenas puse un pie dentro, sus bordes eran de oro y en el había una mujer, su hija. Su trofeo. —Sabes —dije, viéndola fijamente—. Algo que he aprendido en estos años es que la vida es injusta, envidiosa, no da segundas oportunidades y mucho menos…tiempo —rápidamente saqué el arma de mi pretina y me volteé para arremeter dos veces contra el maldito de Zaar. —N-No…No me ma-mate —suplicó entrecortado mientras yacía tumbado en el piso. Hice una mueca de disgusto cuando su sangre empezó a manchar mi hermoso y fino tapete. Viviría, solo habían sido dos tiros en una pierna.   —Desde este momento todas tus propiedades me pertenecen y aun así me seguirás debiendo —chasqueé la lengua, no gustándome para nada lo que acababa de decir—. No me sirves, estas muy viejo y morirías rápido, pero se de alguien que no. Llevé mi mirada al cuadro y después a él. — ¡No! —gritó, mientras negaba una y otra vez—. No, por fa-favor no, mátame, haz lo que…que quieras conmigo, pero mi…mi hija no tiene nada que ver con mis deudas. Solté una risa sarcástica y negué. —Claro, si me llevo a tu hija, el bastardo al que se la vendiste te mataría, por un momento pensé que era angustia y amor de padre lo que vi en tu mirada, pero no. Eres un maldito hombre que no puede ver más allá del dinero. —Por favor…su padre y yo er-eramos buenos amigos. —Qué raro, mi padre no tiene amigos —toda esperanza abandonó su rostro—. Ya sabes que hacer Antonini, llévalo al hospital y cuídenlo muy bien…es mi nuevo amigo. —Su hija llegara en cualquier momento, ¿Qué haremos con ella? —Yo me encargo —alcé mi mano e hice un gesto para que se fueran todos. Cuando todos se marcharon y estuve sumido en el total silencio, mi traicionera mente divagó días atrás cuando Luciana me hizo frente y dijo, lo que probablemente todos pensaban, pero se abstenían a decirlo por miedo a como reaccionaria. FLASHBACK — ¡¿Hasta cuándo seguirás con esta venganza?! —cuestionó Luciana entrando a mi estudio, estaba alterada—. Llevas cinco años sumido en ese odio que está acabando contigo. ¿Acaso no lo ves hermano? Ni siquiera te conozco. Solté una risa y me levanté de mi sillón. —Sabrás de primera mano gracias al maldito de Alessandro lo que es querer vengarse. No se detuvo hasta que…. —la miré fijamente y apreté mis manos queriéndome controlar. Recordar ese día hacía que quisiera matar a cualquiera—. Yo no lo haré hasta ver al último Azïm caer. — ¿Piensas que a Dalila le gustaría ver en qué te has convertido? —¡No la nombres! —grité, acercándome hasta donde ella—. ¡Tú no sabes nada Luciana! Decías conocerla, pero no, eras una hipócrita que solo pensabas en ti misma, ¡no pudiste ver más allá del mil veces maldito de Rizzo! Ella agachó su cabeza y suspiró, cuando la levantó, su mirada era neutra, no podía ver más allá de esa muralla que había construido hace varios años atrás. —Ya mataste a su padre, a su hermano y a su esposa en un lapso de cinco años. Ahora mataras a su madre y lo peor, a su hija… ¡A UNA NIÑA! —golpeó mi pecho y me rempujó—. ¿No te has detenido a pensar que esa niña tiene la de edad que en este tiempo tuviera tu hijo con Dalila?, ¡mi sobrino! ¿mataras a esa niña? ¿aun así la mataras? ¡responde malditasea! La miré a los ojos sintiendo como mi cuerpo entero ardía de la rabia, Luciana dio un paso hacia tras. —Mi hijo está enterrado a tres metros bajo tierra junto con su madre —con cada palabra sentía miles de cuchillos en mi garganta —. Le devolveré el favor. —Tu…Tu mirada —susurró—. Pensé que aún había tiempo, que podía salvarte hermano. Pero, no puedes salvar a alguien que está muerto. —¿Quién es usted? —Preguntaron detrás de mí, sacándome de mis pensamientos. —Diez minutos —anuncié sin voltearme aun—. Es el tiempo que tienes para alistar tus maletas e irnos de aquí. Unos pasos apresurados se empezaron a escucharon. — ¿Que? No lo conozco, no me moveré de mi casa. No iré con ust…—me volteé a mirarla, haciéndola callar abruptamente cuando nuestras miradas se encontraron. Sus ojos me miraban sorprendidos. —Diez minutos —pronuncié lentamente. La miré de arriba abajo detallando su vestimenta y salí de aquella mansión. Respiré profundo cuando ya estuve afuera, el respirar adentro era más pesado. Me encaminé hasta la camioneta donde me esperaban dos de mis hombres. Les pedí un celular y rápidamente le marqué a Antonini. —Ve a la India y secuéstrala. Tú y tu mujer tienen experiencias con niños, la cuidaran y no dejaran que salga a la luz de sol —Ordené apenas contestó. —Pero no estaba en el plan. —Como tampoco estaba en el plan que ella saliera viva de ese accidente —exclamé—. Si no tuviera a gente incompetente nada esto estaría pasando…Solo haz lo que te digo, te daré una semana. — ¿Qué haremos con ella? —Solo preocúpate por traerla —colgué y me volteé a verla. Estaba en la entrada con sus brazos cruzados viéndome muy fijamente. Tenía carácter, pensé que sería más dócil. Me recosté en el carro, aun manteniendo mi mirada en ella y esperé. Con cada segundo que pasaba se desesperada aún más, lo contrario a mí, que estaba sereno y disfrutando el espectáculo. Alcé mi mano derecha y vi la hora. Diez minutos. Empecé a caminar hasta ella y recordé. —Diez minutos, fue el tiempo que te di para empacar tus cosas. —Entienda, no sé quién es usted. Jamás me iría con un desconocido, por lo que veo no es de por aquí y tal vez no conozca nuestras costumbres. —Se equivoca, conozco cada una de ellas —confesé, agarrando su brazo y tirando del para guiarla hasta el automóvil—. No se oponga y ni siquiera se atreva a gritar, el mundo entero puede estar cayéndose a pedazos y aun así no evitaría esto. — ¿Acaso está loco? Suélteme, no tiene poder sobre mí. Me detuve y la atraje hacia mí. Sus ojos se abrieron sorprendidos. —Claro que sí, tu padre me pidió que te protegiera, más adelante te llamara para reafirmar lo dicho por mí. Llevó su mirada a su brazo y entendí, la solté de inmediato. —Sí lo que dice es cierto y mi padre ha confiado a su única hija en sus manos, entonces iré con usted. […] Odiaba permanecer lejos de casa por tanto tiempo y para mi mala suerte este mes estaría mucho tiempo por fuera, así que cuando llegué y un rico aroma impacto mis fosas nasales, mi día mejoró un poco. — ¡Liam! —gritó Leah, quien venía bajando de las escaleras apresuradamente. Abrí mis brazos para recibirla en un fuerte abrazo—. Te extrañe. —No más que yo —susurré, apretándola aún más a mí, pero al reparar en algo, me separé confundido y nos miré a ambos—. Me voy solo por una semana y tú creces más de tres centímetros. Deja de crecer. —Tan imposible como es que me dejes ir a Estados Unidos con Leandra —deje de sonreír de inmediato—. Está bien, lo entiendo…mejor cambiemos de tema, ya sé que es lo que quiero para mis 15. — ¿Qué quieres? —sus ojos brillaron de emoción haciéndome sonreír. Era la única que podía hacerlo. —Un viaje de dos personas a la India, quiero aprender más sobre su cultura, quiero… —No —negué rotundamente. Jamás. Pasé por su lado y caminé hasta las escaleras para ir a mi habitación. ¿Por qué tenía que ser especialmente ese país? — ¿Por qué no? Me dijiste que me darías lo que quisiera —recordó detrás de mí—. Quiero ir a la India contigo. —No Leah, lo que sea menos eso. —Sabias desde un principio que siempre he querido ir, pero esa Denali te hizo cambiar de parecer. Aquí se hace lo que Denali diga… ¿no? Denali dijo esto, Denali dijo lo otro, ¡Ella no es la mujer de esta casa! Me detuve abruptamente y volteé a verla, tenía sus ojos aguados y su rostro completamente sonrojado. — ¿Te estas escuchando? —cuestioné incrédulo, aun sin dar crédito a lo que había salido de su boca—. Deja de decir estupideces. —¿Estupideces? Le dije que no, le grité, incluso le supliqué, pero al parecer tiene más autoridad que yo en ¡Mi casa! —la miré confundido. ¿De que hablaba? —. Ordenó que guardaran todos los cuadros de Dalila y los llevaran al sótano, además empezó a redecorar el majlis de Dalila. Retrocedí y me agarré del pasamano de las escaleras. Mi corazón empezó a palpitar rápidamente y mi respiración a acelerarse. —¿Qué? —musité sin aliento. —Ahora estaba en tu cuarto buscando la llave para abrir la alcoba que compartías con Dalila. No había terminado de hablar cuando ya me encontraba subiendo rápidamente las escaleras. No era muy difícil hacerme enojar, cada día lo hacían tan a menudo que podría convertirse en mi humor habitual. —NO, NO, NO, NO —Susurraba con cada paso que daba. Ella no era capaz, ¿Por qué lo haría? Todos sabían que no podían entrar a esa habitación, mucho menos al Majlis de…ella. Me detuve y sentí como mi corazón saltó al ver como forzaban la chapa. — ¡ALTO! —bramé, llegando hasta donde ellos y apartándolos—. Tienes un minuto para que te largues antes de que te mate, si no lo hago ahora es por respeto a la habitación de mi amada. El hombre quien al parecer era un jardinero, asintió rápidamente y salió despavorido. —Liam —dijo Denali sorprendida acercándose, se detuvo cuando negué levemente—. ¿Qué haces aquí? Pensé que llegarías mañana. Empuñe mis manos mientras me recordaba que era su hermana, que no podía matarla. Es su hermana y ella la ama… Es su hermana y ella la ama… Cerré mis ojos y traté de calmarme, traté de buscar calma, pero mientras más trataba de controlarme, más crecía la ira en mi interior. —Denali —dije entre dientes—. Es la última vez que intentas entrar a esta habitación, porque de lo contrario, olvidaré que tú eres su hermana y acabaré con tu vida, te juro por mi vida que enserio lo haré y lo disfrutaré. —Pero Liam… — ¡No tienes ningún derecho para hacer algo como esto! —grité sin poder contenerme—.¡Quiero que todo lo que tocaste vuelva a su lugar! ¡Jamás tendrás la autoridad para hacer algo como esto! ¡Las cosas de mi esposa volverán a su lugar y recuerda que esta casa es de ella y no tuya! Sus ojos se aguaron y las lagrimas poco a poco fueron cayendo. Estaba equivocada si pensaba que sus inútiles lagrimas harían un efecto en mí. —Pensé que podía… —Cállate y no pienses, escúchame —exigí agarrándola de los brazos y apretando el agarré en ellos—. Ni yo podría hacerlo, esta casa era, es y será de Dalila, solo ella tiene la autoridad para redecorarla, solo ella y nadie más. —Aun sigues hablando de ella como si estuviera viva, ¡por Ala!, déjala que descanse en paz. Mi hermana mu… —Basta mujer, no sigas —la solté y llevé mis manos a mi cabeza golpeándola una y otra vez—. ¡Lo sé! Está muerta, sí lo sé, cada maldito día tu o cualquiera me lo hacen recordar. Está muerta Liam, muerta, ¡MUERTA! ¡DALILA ESTA MUERTA! Golpeé una y otra vez la pared sin parar. Denali empezó a gritar que me detuviera, pero no, seguía golpeando, haciendo que poco a poco mis nudillos se dañaran Un recuerdo de una de nuestras primeras conversaciones que tuvimos en esa habitación llegó. Cerré los ojos por inercia.   —¿Qué es lo que más te gusta de poder ver? —susurró en un tono suave. —Verte a ti —confesé sonriendo. Abrí mis ojos rápidamente y negué volteándome a ver a Denali. Llegaría el día en que cerraría los ojos y al abrirlos, sea su hermoso rostro lo primero que viera de nuevo. —Escúchame bien —la señalé seriamente—. No volverán a decir que está muerta, ni tu ni nadie y no te olvides que Leah es mi hermana y tu solo eres la hermana de mi esposa. Iremos a la India, a tu ciudad, desde ahora me haré cargo de todos mis negocios en ese país, no te encargaras más, no lo harás. Su rostro se tornó pálido y por un segundo pensé que se desmayaría. Estaba aterrada. —No podrías pisar mi país y salir vivo, Abdul te mataría, mis padres lo harían por lo que le hiciste a mi hermana. —¡No le hice nada! —grité—. Nunca podría herir a Dalila, primero me mataría a mí mismo antes de siquiera pensar en hacerle daño —Pues no piensan igual, para ellos tú la mataste —agarró mi mano y la entrelazó con la suya—. Y recuerda que tienes que cumplir con tu deber Liam, lo tienes que hacer. No puedes faltar a nuestras costumbres. Negué una y otra vez a sus palabras. Jamás podrías hacer algo como eso. Nunca. Me solté de inmediato. —NO —gruñí—. No te desposare, No Denali…No. —Dalila lo querría, tú sabes nuestras costumbres, te las enseñe todos estos cinco años, estuve a tu lado ayudándote, te consolé en tus momentos de tristeza, es hora de que cumplas por primera vez con nuestras tradiciones, aprendí a quererte, todos estos años te he tratado como mi esposo. —Cállate y no sigas —demandé furioso, no podría controlarme más—. No podría casarme contigo, jamás. No tengo corazón, tu hermana se lo llevó junto con la mitad de mi alma, en ese cuarto, fue mía, en ese cuarto le profese mi amor y juré que sería la única mujer en mi vida y lo será. —Envejecerás solo, dices ¿pero qué locura piensas? —extendió sus manos agitándolas—. Mis padres me desterraran si saben que no me he casado contigo. — ¿Qué? —fruncí mi ceño confundido. —Les dije a mis padres que soy tu esposa, que nos casamos hace cinco meses, si se enteran que he mentido me repudiarían. ¡No puedes hacerme esto! Tienes que casarte conmigo, no hay opción. —¡Que te maten si quieren! —bramé mirándola fijamente—. Responde ¿En algún momento te llegué a tratar diferente a lo que somos, cuñados? Ella agachó su cabeza y calló, no dijo nada así que continúe. —Eso pensé, ahora arregla todo esto porque de lo contrario, ni tu Dios podrá prevenir lo que te haré. 

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