Abandoné la universidad y viajamos a Ciudad Eta con mi abuela paterna, Margarita. Mis abuelos maternos, viajaron en varias ocasiones para visitarnos, aún no era notorio el embarazo, pero todos lo sabían. De alguna manera sentía que estaban decepcionados de mí, aun cuando me sonreían y nunca hablaban de Jake. Me sentía devastada, como si mi vida hubiera terminado en ese momento, no tenía ánimos para nada y me la pasaba en mi habitación durmiendo, sólo iba a las consultas de control, a comer y a caminar un poco por el jardín, por obligación, porque mamá después de la comida me hacía recorrerlo.
Los meses pasaron, y el bebé comenzaba a crecer dentro de mí, haciendo que se notara cada día más. Justo a días de que naciera mi bebé, un hombre mayor llegó a casa.
-Amy, quiero presentarte a alguien - mamá me llamó cuando estaba sentada en el jardín. Venía con un hombre de cabello blanco, era imponente, pero su rostro tenía una sonrisa amistosa. Me puse de pie acercándome hasta ellos. -Él es Marcos Albarrani - mamá suspiró. -Tú abuelo -fruncí el ceño, no estaba entendiendo. -Los dejaré a solas, él quiere conversar contigo. -Y me dejó ahí, sola, con alguien a quien acababa de conocer y que no tenía la menor idea de cómo lidiar con él.
-¿Nos sentamos? -Preguntó, extendiendo su mano en dirección a donde yo estaba hacía algunos minutos atrás, sentada.
-No entiendo, ¿por qué dijo que eras mi abuelo? - confesé directamente, haciendo que él sonriera.
-Hace algunos años, tu abuela Soraya fue mi novia. En ese entonces, yo era un inmaduro e impulsivo joven, así que dejé a tu abuela a su suerte – sonrió con ironía. -Y tuvo una muy buena surte, encontró alguien mejor que yo; se casó de nuevo y le dio a tu madre un amor de familia, algo que yo, por cobarde no le di - abrí mis ojos con sorpresa, eso era algo que no sabía de mi abuela o de mi madre. -Por tus venas corre sangre de mujeres fuertes, decididas; nadie dice que será fácil, pero encontrarás tu propio camino Amy - me sonrió de nuevo y puso una mano sobre mi hombro, de alguna manera me transmitió su apoyo.
Continuamos conversando, le hice algunas preguntas acerca de él, de su relación con mi abuela Soraya, de lo que sintió cuando se enteró de la existencia de mi madre, cómo era su actual relación con ella y cómo había sido su encuentro. Fue extraño, porque de alguna manera me dio una fortaleza al enterarme, que hizo cambiara mi perspectiva por completo. Ya había anochecido cuando me dijo que se iría, pero quería seguir visitándome, si yo se lo permitía.
-¿Puedo abrazarte? -Preguntó dudoso.
-¡Claro! -Y se acercó para envolverme entre sus brazos; fue tan cálido, tan protector, tal cual me hacía sentir mi padre.
-Los seres humanos solemos ser unos imbéciles en ocasiones... - guardó silencio.
-¿Pero? -Lo animé a que continuara.
-Pero nada -se rio y reí con él.
En la puerta de la casa lo despedimos mamá y yo, mientras agitábamos nuestras manos en señal de despedida y lo veíamos alejándose por la calle, ella hablaba.
-Tu abuela no sabe que tengo contacto con él, es como un tema prohibido para ella. Tal vez por eso no te habló de eso; además, no sabe cómo hablar del tema - mamá sonaba totalmente relajada. -Te voy a pedir que no menciones nada de esto – lo comprendí, aunque muy en el fondo, algunas dudas solo podían ser aclaradas por mi abuela Soraya.
-¿Tuviste una vida difícil? -Me atreví a preguntar.
Mamá sonrió divertida. -Mi vida es grandiosa Amy, no tienes la menor idea de lo que me divertí, de lo que he vivido y... - me miró con una expresión de añoranza. -Aún deseo que cosas pasen en mi vida. –
Ada, nació en invierno, una tormenta de nieve le dio la bienvenida, haciéndome saber y convenciéndome en su totalidad que ella sería fuerte; tal como Marcos había dicho, pertenecería a un linaje de mujeres fuertes.
Pasé seis meses con Ada en aquella enorme mansión, aprendiendo; no sólo acerca de ella y de lo que era tener un bebé en la vida; también leyendo, investigando temas relacionados con la licenciatura; quería retomar mi vida, porque sabía que mis padres me apoyaban, a pesar de todo, ellos seguían a mi lado.
-Quisiera hacer la licenciatura - dije en medio de la cena, en presencia de mis padres y mi abuela.
-¡Eso me parece fantástico! -Mi abuela emocionada, fue la primera en hablar.
-Bien, tenemos que comenzar a hacer preparativos - dijo mi padre, con cierta emoción en su voz; pero mamá no decía nada, se mantuvo en silencio, pensativa.
Pasé otros seis meses en casa de mi abuela, pero comenzamos a salir los cuatro juntos, al menos ya veía a otra gente. No me sentía del todo cómoda, veían a mis padres con Ada y creían que ambas éramos hijas de ellos, lo peor era que yo no decía nada por aclarar el asunto. Me di cuenta que atravesaría uno de los procesos más difíciles en mi vida.
-El jueves viajaremos a Ciudad Ni - mi padre nos avisaba en medio de la comida. Mi abuela se limpió unas cuantas lágrimas; pero yo no entendí, no teníamos parientes en esa ciudad, ni papá tenía negocios ahí.
Comenzamos a preparar todo y el jueves llegó sin demoras. Eran las 7 de la mañana, cuando estábamos ya listos en la puerta, despidiéndonos de mi abuela Margarita.
-¡Los extrañaré tanto mi niña! - dijo mi abuela entre sollozos y con Ada en sus brazos, pasó un largo tiempo con ella. Hasta que papá tuvo que quitársela.
-Mamá, nos reuniremos en la siguiente fiesta familiar - le habló papá con cierta pena. Mamá se acercó a mi abuela y la abrazó, algo le dijo al oído, porque mi abuela sonrió un poco.
Fue mi turno, me acerqué a mi abuela para abrazarla. -¡Cuídate mucho hija! -Aún lloraba cuando me lo dijo.
-Si abuela - respondí.
Nos subimos al auto con dirección al aeropuerto, donde el jet de papá esperaba por nosotros. Un viaje de 4 horas en vuelo, fue suficiente para quedarme dormida, cuando desperté, mamá tenía a Ada con ella. Había un auto esperando por nosotros, pero no era de sorprenderse, papá era todo un personaje, podría adueñarse del mundo si quisiera.