Nueve

993 Words
-¿Escuchaste acerca de Caleb y Amy? –Una de ellas preguntó. -¡Es una mojigata! –Escuché una voz diferente. –Seguramente se está haciendo del rogar; pero ya verás, cuando Caleb se acueste con ella, saldrá la zorra que lleva dentro, y se acostará con toda la escuela – dijo con desagrado. -¿Tú crees que los rumores sean ciertos? –Preguntó la primera voz que había escuchado. -Pues yo creo que es una zorra. Si tiene un hijo y no está casada, seguramente ni siquiera sabe de quién es – escupió con total asco. -No sé… -La chica se quedó callada cuando me vio salir del cubículo en el que estaba, tenían una expresión de sorpresa, mientras yo me lavaba las manos. En ese momento, tenía una mezcla extraña manifestándose en mi cuerpo: molestia, tristeza y frustración; yo no les había hecho nada para que hablaran mal de mí. Y era una total ingenua, ni siquiera tenía un amigo que me hubiera advertido que estaban hablando a mis espaldas. -Nos escuchaste, ¿cierto? –Me cuestionó una de ellas, con una cara de descontento. Me armé de valor, me giré a verla y le sonreí cínicamente. –¿Tú que crees? Pero yo si tengo educación y modales, así que en tu cara te diré que eres una engreída, arrogante – la miré de arriba a abajo; – y no tienes nada que respalde lo que crees que eres – la vi abrir los ojos con furia y salí rápidamente de ahí, la creía capaz de golpearme y yo no quería llegar a eso, sobretodo porque no tenía experiencia. La subasta había comenzado, pero yo caminé en dirección de la puerta, saldría de ahí a como diera lugar. Caleb venía detrás de mí, hablando, pero no le presté atención, hasta que ya estábamos afuera, mientras esperaba un taxi, no quería siquiera esperar a Arturo. -¿Qué sucede? ¿Por qué te vas? –Me preguntó con preocupación. -Porque acabo de descubrir la falsedad de todo esto. Escuché a un par de chicas hablando de lo que realmente piensan de mí, que soy una mojigata y… - hice un pequeño silencio - no importa. - -¡No les hagas caso! –Se apresuró a decir Caleb, tratando de tomar mi mano; pero no se lo permití. -¡No me voy a acostar contigo Caleb! –Abrió los ojos con sorpresa y justo en ese momento un taxi se detuvo. -¡Espera! ¡Necesitamos hablar! –Intentó detenerme. -¡No me interesa escucharte Caleb! ¡Lo que sea que haya sido esto, se acabó! –Terminé de entrar al taxi y cerré la puerta, para que pudiera avanzar. Le indiqué mi dirección al taxista, y durante el trayecto comencé a llorar silenciosamente. Me dolió toda la situación, esas chicas hablando a mis espaldas; y Caleb me agradaba, ni siquiera habíamos comenzado algo, pero sabía que si lo intentaba lograría enamorarme. Tomé la decisión de dirigir todos mis esfuerzos a Ada, no podía seguir soñando con una vida que ya no tendría. Básicamente el año escolar había terminado, por lo que la última semana ya no asistí a la universidad, y la aproveché para visitar algunas opciones que ya había visto para Ada. Eran tres colegios, reconocidos y recomendados por gente de la clase alta, por lo que no dudé en considerarlos. Fue muy gracioso ir, porque fuimos Ema, Arturo, Ada y yo; sí, todos. Las dos primeras estaban retiradas, pero solo hasta que hicimos el recorrido, me percaté de lo inconveniente de la distancia. La última estaba a 15 minutos de casa, se respiraba un ambiente disciplinario, los niños usaban uniforme, se veían cuidadosos y limpios, los vi caminando en línea, y obedecían a la primera. Me giré a observar a Ada, estaba a punto de cumplir los 4 años, y sabía que era una niña muy activa. Sí, era obediente, pero le encantaba trepar árboles, amaba tocar a los insectos, perseguir a los gatos, jugar con tierra… Eso sería demasiado represivo para ella. Estábamos sentadas las tres afuera de la dirección, y vi a Ema con una expresión de desaprobación. -¿Qué sucede Ema? –Yo sonreía, la situación me parecía cómica. -Nada señorita –pero ella no quería darme su opinión. -Vamos Ema, quiero saber qué piensas – la animé. -Bueno, este tipo de ambiente… No creo que sea para ella – dijo un poco apenada. -Ada, ¿tú qué opinas? ¿Te gusta? –Me dirigí a Ada. -Tiene muy pocos juegos, Ema dijo que parecería un parque –Ada tenía una expresión de desagrado y cruzó sus brazos, yo sólo sonreí ante su actitud. -Pueden pasar, la directora las recibirá – nos habló la secretaria. -Ema, puedes llevar a Ada al auto por favor, no tardaré – me puse de pie y caminé a paso firme a la dirección. -Siéntese por favor Señorita MacDowell - la mujer de mediana edad, me habló con amabilidad. -No deseo quitarle tiempo – de cualquier manera me senté por educación. –Hemos recorrido las instalaciones, y no es lo que estoy buscando para Ada –hablé directamente. -¿Estamos compitiendo con alguna otra de sus opciones? –Preguntó. -No. La verdad es que pude corroborar las buenas recomendaciones del colegio, sólo que no se ajusta a lo que deseo para Ada – dije de nuevo honestamente -Le agradezco su comentario y sinceridad – respondió y yo me puse de pie. -Muchas gracias por sus atenciones – le estreché la mano y salí. Era la hora de la cena, y yo estaba inmersa en mis pensamientos. Ada tendría que haber estado ya inscrita a un jardín de niños, ese fin de semana saldríamos a Ciudad Ómicron a visitar a mis padres, solo tenía dos días más para tomar una decisión; además, sabía que mamá preguntaría al respecto y no la quería molesta conmigo.
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