-Si alguien de la escuela te ve fumar y le dice a tu abuela, te va a regañar – me dijo Alan con tono de burla.
-Por eso me voy a quedar aquí, esperando a que vayas a recoger los reportes que se te olvidaron – me recargué en el camión y saqué mi cigarrillo para encenderlo. Mientras Alan se alejaba, observé a la distancia una figura delgada, caminando con una segura y natural sensualidad. Su cabello castaño era acariciado por el viento, su vestimenta lucía más juvenil que las señoras que acostumbraba ver en ese lugar; y me pregunté, si aquella joven era la hija arrogante de algún magnate o la nueva esposa desechable de algún viejo decrepito. Cruzó la calle y la vi perderse en el parque.
-¡Vámonos! –Gritó Alan llamando mi atención. Le di la última calada al cigarrillo y me subí para conducir el camión.
**1 mes después**
-¿Sabes que no es saludable fumar? –Una enana tras la reja me dijo. Estaba felizmente fumando, recargado en el camión, hasta que esa pequeña me interrumpió. Le mostré el cigarrillo y lo lancé al concreto, para pisarlo con frustración, mientras ella sonrió victoriosa.
-¿Sabes que los juegos están en aquella dirección? –Le dije apuntando con mi dedo índice hacia el área.
-Vine a recoger mi pelota – me la mostró y se encogió de hombros.
-Pues ya la recogiste, ahora vete a jugar enana. –Quería deshacerme de ella a la brevedad posible, tan pronto se diera la vuelta, encendería otro cigarro para disfrutar mi tiempo libre.
-Yo no soy una enana – dijo indignada, y suspiré pesadamente.
-¡Está bien! ¡Ahora vete a jugar! –Cierta molestia comenzaba a recorrerme el cuerpo.
-¿Estás molesto? –Preguntó desesperándome más; tomé mi tabique con mi dedo índice y pulgar, haciendo respiraciones para tratar de calmarme.
-No – traté de hablar sereno y sonreí fingidamente. –Solo que se va a terminar tu receso y no podrás jugar – la vi pensativa ante mis palabras.
-¡Josh! –Giré mi mirada y Alan ya estaba llamándome. ¡Genial! Era hora de irnos, por lo que resoplé frustrado. –¡Adiós enana! –Le di una última mirada y fui hacia Alan, ya que tenía que ayudarle con los recipientes.
**
Esa mugrosa chiquilla quería fastidiarme. Apareció tres días seguidos, diciendo las mismas malditas palabras: “Fumar no es sano.” ¿A quién demonios le interesaba? A mí me gustaba. Creí que había encontrado un lugar seguro para poder hacerlo, ahora tendría que encontrar otro lugar para que no me vieran fumar.
-¿Cómo te llamas enana? –Le pregunté a la pequeña trigueña de cabello castaño y ojos amarillos. La vi fruncir el ceño, sabía que le molestaba que le dijera de aquella manera, pero si ella estropeaba mi tiempo para fumar, yo también la molestaría. Lo sé, era demasiado infantil de mi parte pelear con una niña, pero que le vamos a hacer.
-No soy enana, me llamo Ada – dijo con altanería. ¡Genial! Lo que menos necesitaba este mundo era otra niña crecida.
-Dime, Ada – recalqué su nombre, –¿no tienes amigos para jugar? –Cuestioné, no por interés, sino porque quería que me dejara en paz. Había sido muy difícil encontrar ese lugar y no lo pensaba ceder con facilidad... Está bien, no había podido encontrar otro sitio.
-Sí… -Se quedó pensativa un momento. – Pero tu luces tan sólo, que pensé que necesitabas a alguien con quién hablar – se encogió de hombros.
-Eres muy amable, Ada – hablé con ironía, intentando no reaccionar como realmente me sentía. –Pero, ¿no consideraste que estoy sólo, tal vez porque es lo que quiero? –Le pregunté, controlando toda mi frustración, y sabiendo que ella no captaría el sarcasmo.
-Amy también dice que quiere estar sola, pero en el fondo está buscando a alguien; y tú luces igual que ella – esa mugrosa chiquilla era demasiado perceptible, y pensé que era una extraña forma en la que llegaba alguien sincero a mi vida.
-¿Amy? –Me atreví a preguntar, pero el timbre se escuchó avisando el final de su receso.
-¡Me tengo que ir! –Me dio una cálida sonrisa y la vi corriendo, alejándose de mí.