Doce

865 Words
Llegué a la universidad. Como no había tomado las dos primeras clases, me atreví a pedirle a Vicky sus apuntes; para mi buena fortuna, no se negó. Estaba un poco ensimismada con Josh y Ada, al menos por la tarde me distraería con el trabajo. -¡Amy! –Escuché a Caleb gritarme, mientras yo caminaba hacia el estacionamiento. –¡Amy! –No me detuve, pero él me alcanzó corriendo, justo cuando había abierto el auto. –¡Oye! Necesitamos hablar… -Su respiración era acelerada, por el ejercicio que le había obligado a hacer. –Por favor – pidió amable. Me recargué en el auto. –Te escucho – estaba exasperada. Suspiró, cansado. –De acuerdo – se recargó justo a un lado de mí. –Esto es demasiado complicado… - -Sólo dilo – estaba fatigada mentalmente, como para poder lidiar con Caleb en ese momento. -Amy, me gustas mucho y… quisiera intentar algo contigo – su voz estaba llena de duda. -¿Algo? Como: ¿una relación? ¿Amigos con derechos? ¿Novios? ¿Amantes? Vas a tener que ser más específico Caleb – en ese momento, la paciencia no era una de mis virtudes. Pasó las manos por su cabello, para darme la espalda y dar varios pasos hacia adelante. –Tu situación es complicada Amy – no entendí a qué se refería. Se giró a verme y supongo que mi expresión fue lo suficientemente reveladora porque prosiguió. –Tienes una hija, y será complicado que alguien te tome enserio – abrí mis ojos con sorpresa, estaba atónita. Después de algunos segundos reaccioné. –Pero tú me tomas en serio, ¿verdad Caleb? –Ironicé. -Lo hago, solo que no podremos tener una relación abiertamente o con un título propiamente; me refiero, a que por el momento no puedo… Tu apellido no es suficiente para salvarte socialmente, ¿sabes? –El rompecabezas se había armado perfectamente en mi cabeza. -¡Púdrete Caleb! ¡Arde en el infierno, maldito imbécil! –Me subí al auto, lo encendí y conduje lo más rápido que pude, quería perderlo de vista. Yo era una rechazada social, de no ser por mi apellido todo el mundo me lo hubiera demostrado de una manera aún peor. Al menos de esa forma, sólo era a mis espaldas; la mayor parte del tiempo ni me daba cuenta, de no ser por personas como Caleb, que se atrevían a hablar, nunca lo sabría. Y no sabía que prefería, que lo hicieran sin que lo supiera o que me lo dijeran de frente. Llegué a la oficina, y trabajé como loca, para liberar mi frustración de alguna manera o tal vez sólo para distraer a mi mente. Miré el reloj de pared y ya eran las 10 de la noche, era tiempo de volver a casa. Los sábados, se estaba haciendo un hábito ver a Josh en el parque jugando con Ada, no podía entender cómo podía pasar horas con ella: brincando, corriendo, cargándola de un lado para otro, sin cansarse… Ninguno de los dos se cansaba. En ocasiones los veía conversando, él poniéndole atención y respondiendo como si estuvieran filosofando, como si ella fuera su mundo; y en ese momento sentí envidia de Ada, había encontrado a un buen chico para ella a sus casi 4 años de edad, y yo en toda mi vida no me había topado ni de casualidad a uno. Me sentí nostálgica, ¿dónde estaban las historias de amor y fantasía que me contaba mi madre? ¿Dónde estaba ese príncipe azul dispuesto a enfrentar cualquier adversidad por la princesa? -Me tengo que ir – estaba Josh frente a mí, sacándome de mis pensamientos. -Sí. Ada despídete – le dije a la pequeña monstruo. -Adiós Josh – se lanzó a sus brazos y el cerró los ojos, sonriendo con tanta libertad. -Adiós enana, te veo el lunes – le dijo poniéndose de pie, para alejarse de nosotras; y agitó su mano para despedirse una última vez en la lejanía. En la universidad, procuraba sólo estar en clases y salía lo más rápido que podía de las instalaciones. Precisamente porque quería evitar a toda costa ver algo indeseable, y ocurrió aquella tarde de otoño. Caleb venía caminando en mi dirección, abrazando a una chica de cabello obscuro. Él pareció apenarse, pero ella venía como pavo real, presumiéndolo, con una sonrisa soberbia; cuando se dio cuenta que iba a toparse conmigo, la chica me miró de arriba a abajo, altiva. Entrecerré los ojos tratando de entender lo que estaba pasando. Lo medité un momento, y seguramente la chica se sentía triunfante sobre mí; quizá lo era, estaba con él a final de cuentas. Decidí fingir que no me importaba y pasé por su lado sin siquiera mirarlos de nuevo. El invierno llegó, y con él, el cumpleaños de Ada, ella quería una fiesta en un parque de diversiones; pero por la temporada era difícil. Así que la convencí para que la hiciéramos en un salón, habría inflables, resbaladeros, columpios, carritos, una cama elástica, intentaría que hubiera la mayor parte de las cosas que había pedido. La temática sería de su personaje favorito: invitaciones, pastel... ¡Todo!
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD