Un sábado amanecí sintiéndome mal, por lo que le envié un mensaje a Josh:
Amy: ¿Podrías pasar por Ada para ir al parque?
Josh: ¡Por supuesto! ¿Sucede algo?
Amy: Creo que me voy a enfermar, no me siento bien.
Josh: Llego en 20 minutos.
Estaba en mi habitación acostada, y Ada entró.
-¿Ya llegó Josh por ti, monstruo? –Le pregunté y acto seguido entró Josh con una bandeja en las manos.
-Ema me dijo que no has desayunado – comencé a sentarme en la cama, tratando de arreglar mi cabello y pasé las manos por mi rostro. Ema y Ada recibirían un castigo por haberlo dejado pasar hasta mi habitación. –Ada tómale la temperatura a tu mamá – le ordenó.
-¡Sí! –Ada se acercó a mí y metió el termómetro en mi boca, mientras Josh acomodaba la charola sobre mis piernas. Comenzaron a hablar entre ellos, y cuando habían pasado 5 minutos, fue Josh quien quitó el termómetro.
-Parece que no tienes fiebre – sus ojos grises estaban fijos en los míos. –¡Desayuna! Le diré a Ema que venga en 15 minutos para retirarte la bandeja. –Me ordenó, con una expresión de severidad; pero yo estaba sumergida en esa tormenta grisácea. –Llevaré a Ada al parque, para que puedas descansar –Ada se acercó a darme un beso.
-En un rato regreso Amy – dijo con dulzura, y Josh ya estaba en la puerta esperando por ella. La vi correr hacia él, mientras él tenía sus ojos en mí.
Mi corazón dio un vuelco y algo en mi estómago revoloteó.
A partir de ese día, Josh entraba y salía de la casa a la hora que quería, llevaba y traía a Ada al parque y a la escuela. Por lo que la distancia entre nosotros era más notoria.
Comencé a ir a la oficina los sábados por la mañana, estaba a punto de terminar el penúltimo año de la licenciatura y no sabía, si papá querría que ocupara un puesto directamente en MacDowell Co. Ese año, Ada se graduaría del jardín de niños, el año que seguía me graduaría yo, y posiblemente sería el último que estaríamos en Ciudad Ni.
Un sábado por la mañana, estaba hablando con el Señor Gómez, el gordito simpático que se había encargado de entrenarme, cuando mi teléfono empezó a sonar con insistencia. Era del número de Josh y me asusté.
-¿Qué sucede? –Pregunté, ya tomando mi bolso y las llaves del auto para salir a donde fuera que tuviera que decirme.
-Ada está bien, sólo se cayó, estamos en el Hospital General – su voz y sus palabras trataron de tranquilizarme, pero mi corazón desbocado quería abandonarme.
-Voy para allá – colgué y ya iba a medio camino para llegar al auto.
Llegué en tiempo record: 8 minutos. Pregunté por ella y la enfermera me acompañó a una habitación. Cubrí con ambas manos mi boca, porque la escena me impacto: Josh tenía la camisa llena de sangre, estaba tomando las manos a Ada; ella estaba recostada, con los ojos cerrados y una expresión de dolor; mientras el médico estaba parado sobre ella, con el hilo y la aguja donde nacía su cabello.
-¿Qué fue lo que pasó? –Pregunté acercándome lentamente.
-Se cayó del árbol – dijo Josh con una expresión lastimera.
-No es nada grave, solo necesitó 4 puntos de sutura – vi cuando el médico cortó el hilo y empezó a quitarse los guantes. –Necesitará tomar algunos medicamentos para el dolor, la sutura se absorberá por si sola entre 7 y 10 días, solo si ve que se pone roja o caliente, tráigala de nuevo – dijo con una sonrisa.
Ada se levantó, como si nada hubiera pasado y Josh salió con el médico.
-Ada no vuelvas a hacerme eso – la abracé con mucha fuerza.
-Sólo me caí Amy. Josh dice, que la cicatriz que me quede será genial, y que puedo decir una historia mucho más grande de lo que realmente pasó – habló con tanto entusiasmo, que sólo pude negar sonriendo; ella era tan positiva.
-¿Dónde debo recoger la receta y pagar la cuenta? –Le pregunté a la enfermera que entró para limpiar ese espacio.
-Su esposo se está encargando de todo – respondió amable; mientras dos palabras se repetían en mi cerebro: "su esposo".
Salimos de la habitación, vi a Josh aún hablando con el médico y con la receta en la mano. Sólo un par de minutos más se tardó, para acercarse a nosotras.
-¿Nos vamos? –Preguntó sumamente sereno.
Caminamos por el estacionamiento, me dio la receta y me dijo las indicaciones que le había dado el médico.
-¿Cómo llegaron al hospital? –Interrogué. De inmediato, Ada puso una cara de felicidad, apuntó con su dedo índice hacia un auto deportivo n***o y Josh comenzó a toser. Yo me sentí sumamente turbada. -¿Llegaron en eso? –Volví a preguntar.
-¡Amy se siente genial! ¡Josh manejó súper rápido! –Ada estaba entusiasmada, y Josh puso una expresión de culpa.
-¡Oye! Estaba en pánico, ni siquiera recuerdo cómo llegué a casa y manejé – realmente estuvo preocupado.
-Ada nos vamos a ir en mi auto – dije mirando a la monstruo.
Josh nos acompañó sin decir nada más. Ayudamos a Ada a entrar y me acompañó a mi puerta para ayudarme a mí.
-¿Estás molesta? –Preguntó con temor, y yo asumí que se refería al accidente.
-Fue un accidente, eso le hubiera pasado con cualquiera – sonrió ya más tranquilo. –Me tengo que ir esposo mío – quise bromear y él se quedó congelado, lo que aproveché para entrar al asiento.
-¡Oye! –Detuvo la puerta y se inclinó un poco. –No me hubieran dejado entrar con ella – sonreí, sabía que no podía soñar con eso. En un segundo se acercó a mi oído. –Aunque debo confesar, que me encanta como se escucha – su aliento chocando contra mi cuello, envió una descarga de placer al resto de mi cuerpo. –¡Maneja con cuidado! –Se alejó tan rápido como se había acercado, para cerrar la puerta.
Las manos ya estaban sudándome, mi pulso cardiaco se había disparado en un segundo y no había hecho prácticamente nada. Tal vez para él, era un simple coqueteo casual, posiblemente lo hacía con cualquier chica constantemente; pero en mí, causaba mucho. Encendí el motor y nos fuimos a casa.