Eran las 3 de la tarde de un sábado, se escuchó la puerta principal y Ada corrió para abrir. –¡Josh! –Se lanzó a sus brazos como solía hacerlo.
-¿Están listas? –Preguntó y yo dirigí mi mirada a Ada.
-Ve por tu mochila – le ordené, y ella corrió a su habitación.
-¿Cómo te convenció para que la llevaras al parque de diversiones? –Interrogué con incertidumbre.
-Me dijo que tenía que compensar el haber faltado a su fiesta de 3 años – me giré a verlo incrédula.
-Pero aun no te conocía – hablé con seguridad.
-Explícaselo a ella – ambos sabíamos que Ada era buena en conseguir lo que quería.
Llegamos al parque de diversiones, vi a Josh subiendo a todos los juegos que Ada proponía, y después se burló de mí por no subirme a los que me parecían más aterradores. Ambos se divirtieron como niños pequeños. Había anochecido, las luces iluminaban cada juego mecánico de manera espectacular; Ada seguía queriendo subirse a los juegos, pero cada vez bostezaba más.
-Enana, vamos a sentarnos un momento – nos llevó a una mesa con bancas. –Compraré algo de comer ahí, ¿de acuerdo? –Josh espero su respuesta.
-Sí – respondió Ada con la misma emoción con la que habíamos llegado, y con sutileza la había hecho obedecer.
Josh nos dejó sentadas, y se fue a hacer fila para comprar; Ada se acomodó en la banca, y se quedó dormida para cuando él había regresado con la comida.
-¿Cuántos años tienes, Josh? –Me atreví a preguntar en medio de la cena. No sabía nada de él, a excepción de dónde trabajaba, y sólo porque fue lo único que le había preguntada poco más de un año atrás.
-26 – respondió cortamente, y se quedó serio, mirándome, expectante.
-¿Estudiaste algo? –Pregunté de nuevo y mantuvo la misma expresión.
-Economía – me sorprendió, y algo en mi interior quiso recordar algo. –Escucha, no tienes que hacer esto – no entendí a qué se refería, por lo que fruncí el ceño. –Obviamente no te agrado. –
-¿Piensas que no me agradas? –Cuestioné anonadada.
-Mantienes una distancia entre nosotros… Mucha distancia… En un inicio lo entendía, porque era un extraño haciendo amistad con una pequeña de 4 años. Quisiera decir que fui yo quien llegó a su vida - miró a Ada, - pero en realidad fue ella quien llegó a la mía - suspiró y dio media sonrisa, como si el recuerdo lo embargara. –En fin. Con el tiempo te mantuviste igual. La verdad no espero que seamos amigos y por supuesto que no seré su padre – abrí mis ojos ante sus palabras. Ahí estaba de nuevo, siendo rechazada sin siquiera haber intentado nada. –Sé cuál es mi lugar Amy… -
-Lo siento – agaché la mirada, – no quise ser antipática, y mucho menos quiero que pienses que no me agradas. –Sentí como mi corazón se contrajo, y las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos. –Creo que será mejor que nos vayamos, llamaré a Arturo para que venga por nosotras – traté de sacar mi teléfono del bolso, pero Josh me tomó de la muñeca para detenerme.
-Yo las llevo a casa, vamos – cargó a Ada en su hombro. Yo ya no quería hablar, sabía que rompería a llorar ante el más mínimo estímulo, por lo que lo seguí sin emitir palabra alguna.
El viaje de regreso fue en silencio, mientras meditaba en mi futuro solitario, llegamos a casa. Josh subió a Ada hasta su habitación y se fue.
Los meses pasaron y la fiesta de Ada llegó, planeamos algo parecido a la fiesta anterior, y a pesar de toda la melancolía que sentía, pude admirar a Josh en un traje de tres piezas, comenzando a causar efectos en mi cuerpo. Volvió a conversar con mis padres y vi la aceptación que tenía con ellos, ¿por qué entonces yo no podía tener una relación así con él?