7. MISTERIOSA HECHICERA

1857 Words
Jamás tuve a tantas mujeres como Carlos o Lucho y de mis ex novias mucho puedo decir, bueno y malo, pero hasta ahora ninguna de ellas llegó a provocar lo mismo que esta mujer, ni siquiera con las aventuras de una noche… Al parecer se encontraba sola, no buscaba a nadie en particular, pero sí estaba atenta a su alrededor como esperando algo. El cantinero le sirvió una copa (supongo yo de vino) y con gracia la bebió, entonces levantó su cabeza con un elegante giro cruzando una mirada conmigo que desprendió un escalofrío en mí, era como ver los ojos de una serpiente lista para atacarte. No hay forma de describir lo que me hizo en esos segundos más que el hecho de que ella desnudó mi alma sin mi permiso, tampoco sé de dónde saqué la fortaleza, pero esquivé nervioso su contacto usando la bebida como excusa. Sí, había salido de su hechizo, pero no de los efectos, aunque más temprano que tarde todo se desvaneció en cuanto escuché a Mariela llamándome a lo lejos. —¿En dónde te habías perdido? —Me encontré con alguien y estuvimos hablando. Si me disculpas, estaré con esta persona. —¿Chico o chica? —¿Qué importa? —Dime —exigió, golpeando el suelo con su tacón. Bonita la hora que me topé con una tóxica, pero será mejor quitármela de encima cuanto antes —¿Y bien? Responde. Miraba desesperado de un lado al otro sin mostrarme descortés, entonces volví a cruzarme con aquel sombrero a la distancia y una descabellada idea surgió. —Es una vieja amiga y pasaré el resto de la noche con ella, disculpa y gracias por todo, Mariela. Adiós. Estuve a nada de salir corriendo, pero al notar que ella estaba a punto de seguirme, decidí sentarme junto a la misteriosa mujer y pedí otra cerveza al cantinero quien retiró la copa vacía de mi vecina, cuya mano ahora estaba en mi zona de visión mientras mi cabeza repasaba lo que alcancé a ver de su figura al acercarme y lo que ahora podía apreciar al tenerla tan cerca, más, porque fui tan demente de cruzar de nuevo una mirada con ella volviéndome un manojo de nervios, apenas pude sonreírle, no me salían las palabras, pero vaya que repasaba cada fino trazo de ella en mi mente. Metro setenta, acuerpada, con piel de porcelana, sombrero de ala ancha inclinado y vestido oscuro ceñido al cuerpo (especialmente a su cintura), cabello azabache a la altura de los hombros, unos hipnóticos ojos claros que resaltaban con su delineador n***o y se volvían más peligrosos con sus delgadas y arqueadas cejas, así como el rojo carmesí marcaba sus finos labios llenos de veneno. —Caballero. Señorita. Dejaron nuestras bebidas muy cerca, pero en cuestión de segundos mi mente divagó en los recuerdos con Catalina cuando ella solía pedir vino rosa (su favorito) y yo una cerveza, entonces su hechizo se borró retornando el doloroso vacío en mi pecho. —Miserable, solo y sin esperanza, eso eres esta noche. —Querrás decir: “así luces esta noche” —corregí apesadumbrado sin apartar la vista de la botella. —No, decir eso implicaría algo superficial… —Lo es —interrumpí a la defensiva al ella darle otro trago a su bebida. —Pero el cúmulo que tienes sobre ti se ha solidificado y ahora ERES eso —continuó sin importarle mi interrupción—. ¿Y sabes cuál es la ironía del hecho? —Sorpréndeme. —Que lo disfrutas entre lágrimas cada noche, cuando sales con tu guitarra a tocar en los bares y regresas a casa abrazando la almohada mientras imaginas su figura marcar la fría sábana que no deseas lavar, y todo, para no borrar el ilusorio aroma de su perfume, uno que se evaporó el día que se marchó dejándote con tus notas tristes y vacías. Si solo una mirada me petrificó, su voz me mató, esas palabras fueron como una nube de flechas que cubrieron el cielo y cayeron sobre mí sin piedad. Ella, la misteriosa hechicera, catapultó mi alma en una frase y lo peor era que tenía razón, pues aun cuando estuviese con alguna mujer olvidándome de lo ocurrido, llegar a casa donde marqué tantos recuerdos con Cata resultaba en lágrimas. —No sé de dónde sacas eso, pero te equivocas. —La negación es el primer paso. Algo en ella me confundía, me tenía bajo otro hechizo, uno que no fue producido por su apariencia, sino por su boca adornada con el labial carmesí que resaltaba en tan blanquecina faz. —Como sea, creo que te equivocas. Disfruta la velada. —Yo lo hago, pero creo que tú no tanto y si te vas será peor porque tu amiga de uranio no te ha quitado el ojo de encima desde que la abandonaste —señaló con sus ojos al otro lado de la barra donde estaba Mariela al pendiente de nosotros—. Puedes irte y esperar a que te aborde hasta el cansancio, o puedes quedarte y fingir que la pasas excelente conmigo. —¿Y tú qué ganas? —Diversión. Ella es conocida en este lugar por ser la mujer de uranio, cada noche cambia de víctima, la acorrala hasta el cansancio si no le da la atención que desea y si se la dan, la tendrás sobre ti hasta que ella te deseche. —¿Así de tóxica? —Solo fui amable —no pude evitar reírme bajo por su descaro—. ¿Y qué hay de ti, músico? No eres de por aquí, es tu primera noche en el bar del horror y tampoco vienes con la banda, así que… Te topaste con la tóxica en otro lugar y fuiste arrastrado a las fauces del Hotel California —afirmó, no preguntó. —¿Cómo lo sabes? —pregunté fascinado y ella levantó soberbia una ceja ensanchando sus labios. —Te daré un consejo gratis: busca tu guitarra y corre lejos de aquí o trae a tu novia para que te deje en paz, de lo contrario te perseguirá hasta encontrar otra víctima. —No creo que llegue a tanto, quizás se aburrirá y encontrará a otro en unos minutos, ya lo verás. —Te morderás la lengua. La misteriosa hechicera se fue dejando su campera y la copa, creo que iba al baño, pero el terror me abordó en cuanto Mariela caminó en mi dirección… Creo que sí me morderé la lengua. —No sabía que la conocías. ¿Hace cuánto son viejos amigos? —Mariela, te agradezco la invitación, pero no tengo por qué darte explicaciones de nada, así que te pido que por favor… —¡Viniste conmigo y conmigo te irás! —gritó histérica llamando la atención de los más cercanos, pero recuperó la compostura con sonrisa de reina—. Vamos con los demás, te divertirás esta noche —alejé mi brazo evitando que me tocara. —Mariela, me quedaré. Gracias por la invitación. —¡Mariela! —la voz de la hechicera la dejó nerviosa—, que extraño encontrarte en mi silla, ¿se te perdió algo? —N-No, ya nos íbamos. —¿Nos? —en un segundo quedé rígido al ser envuelto por los brazos de la hechicera quien dejó apoyada su mejilla con la mía—. Él se queda conmigo, hace mucho no nos vemos y queremos ponernos al día. —Él vino conmigo y sería descortés dejar a una dama sola —refutó creyendo que sería suficiente, pero se equivocó y pronto sus celos emergieron. La hechicera no se quedó atrás y repasó su uña desde mi clavícula hasta mi pecho poniéndome… Carajo, mejor pienso en el perro del vecino, en mi abuela muerta o en lo que sea antes de que tenga una erección. —Cierto, sería descortés dejar a una dama sola, por eso se quedará conmigo —lanzó mordaz—, así que desaparece o no te gustará lo que verás. —¿Cómo te atreves a amenazarme? No eres más que una… Todo, absolutamente todo sonido y persona desapareció, las voces, la música, los pasos, las personas, las sillas, ¡todo!, en cuanto sus labios me atraparon en un casto beso que desconectó hasta la última neurona en mi cabeza… Ella… es una misteriosa hechicera, una muy peligrosa y acabo de caer en sus garras. —¿Quieres otra muestra? —fue lo único que escuché antes de que todo volviese a la normalidad, todo excepto yo y cual niña mimada, Mariela se alejó haciendo una rabieta—. De nada, músico. —G-Gracias… —Respira profundo o tendré que darte respiración boca a boca y créeme, soy excelente —susurró antes de volver a su puesto dejándome en una encrucijada de deseo y nervios. ¡¿Qué tiene esa mujer que deja a cualquiera temblando?! —N-No, así estoy bien —respondí rápido bebiendo la mitad de mi cerveza, mas ella rio divertida—. ¿Qué es tan gracioso? —Te ves lindo nervioso, pero ese color no te luce —limpió mis labios con sus dedos, se tomaba su tiempo, pero esto me permitió descubrir que sus ojos eran verdes—. Mucho mejor —regresó a su posición de centinela en lo que yo seguía sin creerme nada de lo ocurrido. —¿Quién eres? —Disfruta la velada, músico —sonrió elegante—, ahora nadie podrá molestarte, en especial ella. —Espera, ¿a dónde vas? —Tengo asuntos que atender, pero fue un placer verte —se acercó dejando un beso en mi mejilla—. Soy Marla. Disfruta la velada —un segundo beso y se apartó dejándome en una bruma de éxtasis aromatizada con su perfume. ¿Será que acabo de tener un sueño despierto?, ¿o quizás estoy en mi cama y en algún momento abriré los ojos percatándome de que todo fue producto de algo extraño que le pasó a mi cerebro? Aunque no creo tener el ingenio suficiente para crear en mi cabeza a una mujer como ella, menos cuando no conozco a nadie parecido en lo físico ni en su forma de ser, ni siquiera con esa misteriosa aura que ella emanaba, pero ahora me intriga saber quién es y quizás habría logrado alcanzarla si no me hubiese quedado como un idiota en la silla en vez de ir tras ella. —¿Otra cerveza o algo más fuerte? —preguntó el cantinero con cierta diversión maliciosa oculta. —N-No lo sé… —¿Me permites un consejo? —asentí sin salir de mi ensoñación—. Olvídate de ella. —¿Qué? —Ya me escuchaste. Se nota que no eres de aquí, esto no es lo tuyo y también que eres un buen tipo, así que mejor olvídate de ella. —Este lugar es como cualquier otro, no veo qué… —Vete —interrumpió ipso facto—, olvídala y no regreses. Luego no digas que nadie te advirtió —se alejó atendiendo a otros clientes dejándome con más dudas que respuestas.
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