Semanas después
Dentro de poco serán dos meses desde la última vez que tuve contacto con Catalina y Carlos, le había pedido a Lucho que bajo ningún concepto me los mencionara, tampoco quería que interviniese por nadie y lo más importante, que no les dijera nada de mi vida, ahora estaba muerto para ellos.
Me costó demasiado reponerme lo suficiente pasando de llorar cada día a hacerlo ocasional, también bajé el consumo de alcohol y en vez de eso me volví un adicto al sexo. Al comienzo parecía no reaccionar bien con nadie y más porque no quería que se repitiera lo ocurrido con aquella chica que, valga aclarar, volví a verla días después para discúlpame nuevamente y tuvimos un encuentro más ameno tras escuchar lo que me había pasado.
A partir de ahí seguí pagando por los servicios de acompañantes o usaba mi trabajo para ligar alguna chica, todo era superficial, la única emoción permitida era el placer que intensificaba a como dé lugar en cuanto la tristeza quería apoderarse de mí y me enfocaba en la mujer de turno. No era lo más sano, pero fue lo que me permitió ocupar las horas cuando la música se apartaba de mis manos y la verdad, no me arrepiento de nada, no significaba que ahora era feliz, pero no era un desdichado, tan solo un recipiente vacío que intentaba recuperar los fragmentos que esos dos traidores arrojaron al mar.
—¡Lucho!
—¡Andrés! Menos mal, creí que no vendrías.
—Lo siento, hubo un accidente y el tráfico estuvo horrible, pero por fin llegué, dime que estamos a tiempo.
—Estamos sobre el tiempo, así que corre.
Nos dirigimos a toda velocidad al piso donde estaba la estación de radio, hoy me harían una entrevista allá y estábamos emocionados porque ya estábamos más cerca de estrenar el álbum.
—De acuerdo, no te pongas nervioso, recuerda lo que hablamos y lo que debes promocionar.
—No se me olvida, tranquilo, confía en mí.
Cada día el estrés y la ansiedad consumían a Lucho quien estaba trabajando el doble conmigo y todo porque muchas veces quería acompañarme a cada evento, lo que me parecía innecesario y más porque, aun cuando no quiera pensarlo, sabía que debía dedicarle tiempo a Carlos para sus campañas publicitarias y demás.
Durante la entrevista todo fue viento en popa, no faltaron las risas, las canciones y la interacción con los oyentes siendo muchos más de los que imaginé, la pasé tan bien que me olvidé de mis penas, incluso creí que había transcurrido más tiempo del estipulado con todo lo que nos divertimos.
—Andrés, muchas gracias por acompañarnos, esperamos que nos visites pronto y por supuesto, estaremos al pendiente cuando lances el disco para deleitar el oído de nuestros escuchas con cada lírica.
—Gracias a ustedes por la invitación, me llevo gratos recuerdos y por mí encantado de volver.
—¿Y qué te parece si para despedirnos nos regalas una última estrofa? Pero de esas que llegan al alma para los corazones rotos que nos escuchan en esta bella tarde.
—Seguro, ¿por qué no? —preparé mi guitarra, ese desabrido órgano al que llaman corazón y tomé aire al no querer derrumbarme—. Esta canción va para ti, hombre, mujer, ser humano cuyo corazón sangra con cada latido por el vacío que dejó alguien en nuestras vidas.
Cerré mis ojos dejando que mi acongojado espíritu hiciera lo suyo a través de las notas, agradecí una vez más y me despedí de todos.
—¿Estás bien? —preguntó Lucho al llegar al ascensor.
—Sí, me afectó la última parte, pero nada que no solucione con el evento de esta noche.
—Me alegra saber que estás avanzando.
—Debo hacerlo, mi vida no se puede detener por culpa de ellos aunque su traición todavía me pese.
—Así se habla y más porque… Rayos, dame un minuto —sacó su celular tensando la mandíbula al ver de quien se trataba, pero no necesitaba preguntar pues sabía que era Carlos.
—Atiende, yo me adelantaré.
Camino al primer piso iba con un sinsabor que me suplicaba ir por un trago, mi garganta estaba seca, mi corazón volvía a sangrar y el resto de mi ser me ordenaba buscarle un cuerpo con urgencia, pero de pronto quedé petrificado al salir del ascensor encontrándome con Catalina.
—Andrés… —murmuró sin saber qué hacer, pero yo sí sabía qué hacer, debía largarme cuanto antes—. ¡Andrés, espera! —tiré de mi brazo en cuanto sentí su agarre dejándola nerviosa.
—No vuelvas a tocarme. No sé qué planeas, no sé qué rayos haces aquí y no me interesa saberlo, así que sigue tu camino que yo seguiré el mío —contesté gélido saliendo lo más rápido posible.
—¡Andrés! —maldición, no ahora. Dios, sácala de aquí—. Andrés, por favor escúchame, solo quiero explicarte lo que pasó —al seguirla ignorando, ella se atravesó en mi camino sin que pudiese evitarlo.
—No me interesa saber en cuántas ni cuáles posiciones te fornicó Carlos ni tampoco si te hizo sentir como a sus demás amantes, solo déjame en paz que bastante daño me hiciste, Catalina.
—Lo sé y lo lamento muchísimo, no imaginas lo arrepentida que estoy.
—¿De verdad? No me pareció oírte tan arrepentida cuando le suplicaste que te diera más fuerte en la misma cama en la que estuvimos juntos la noche anterior.
—¡Sé que la cagué, pero por favor, escúchame! Yo no quería, las cosas solo se dieron, el alcohol me volvió estúpida y…
—¿¡En serio me dices esa idiotez!? —bramé colérico—. Te encontré fornicando con mi mejor amigo y estabas en tus jodidos cinco sentidos, así que no me vengas con esa estupidez, porque algo me dice que no fue la única vez que estuvieron juntos.
—¡No, claro no!, es decir, fue algo de una vez, pero nada más.
—¡No me interesa! —respiré profundo evitando llamar más la atención—. Catalina, te conté demasiadas cosas de mí, fui sincero y te entregué mi amor porque vi eras una buena mujer, porque contigo encontré demasiadas cosas y sí, reconozco que dudé muchas veces por el daño que me habían ocasionado en el pasado, pero gracias a ti recuperé la confianza y ahora, también gracias a ti, estoy hecho mierda, porque tú me lastimaste mucho más de lo que lo hizo cualquier otra mujer antes de ti.
—Andrés…
—Ahora eres libre para revolcarte con Carlos, Juan o San Pedro si te da la gana, no me interesa, solo no quiero verlos otra vez… —las traicioneras lágrimas emergieron aun cuando intenté que no pasara frente a ella.
—Andy, no nos hagas esto, sé que me amas y yo a ti. Por favor, démonos otra oportunidad, te juro que seremos felices juntos —suplicó sollozante tomando mis manos, pero levanté las mías intentando no abofetearla porque ante todo soy un caballero y no cometería una bajeza contra una mujer.
—Te tenía en un pedestal y tú misma lo destruiste, Catalina, ahora no me pidas una oportunidad.
(…)
8:45 p. m.
No quise dejar a Lucho tirado, pero lo mejor para mí era irme cuanto antes o terminaría cometiendo una locura que podría afectar mi imagen y no estaba dispuesto a perder mi carrera que era lo único que me quedaba en este momento, igual le avisé que mejor nos viésemos en el bar y al llegar allá, más exactamente cuando terminamos de hacer las pruebas de sonido, nos sentamos unos minutos explicándole lo ocurrido.
—Esa mujer está loca, mira que aparecerse como si nada y decirte esa sarta de mentiras…
—Lo sé… Te juro que hubo un instante en que no sabía si gritar y llorar o aventarla contra el suelo con tal de tenerla lejos de mí, aunque no te mentiré, también tuve unas horribles ganas de creerle y besarla.
—Menos mal que no hiciste ninguna y te fuiste.
—Era lo mejor, porque ahora que la vi, sé que si vuelvo a tocar sus labios me dejaré vencer por ella.
—¿Serías capaz de volver con ella después de lo que te hizo?
—Por desgracia la sigo amando y me duele lo que hizo, pero hasta que esa herida no deje de doler no podré arrancármela del pecho, así que sí, ella sigue teniendo las de ganar.
—Entonces será mejor que te contrate unos escoltas para que no se te acerque… O podría buscarte otra novia…
—¿Estás loco? No quiero más enredos en mi vida.
—Lo sé, pero no sería mala idea, si ella te ve con otra dejaría de molestarte.
Por desgracia no pudimos seguir hablando al recibir una llamada de la disquera solicitando su presencia e igual ya casi debía presentarme, así que volví la cabeza al trabajo y me enfoqué en lo que debía.
La noche transcurrió tranquila aun con al apesadumbrado recuerdo de nuestro reencuentro que seguía martillándome la cabeza, así que una vez terminé la presentación con algunos temas extras, solicité una cerveza y me senté en una mesa a la que fui invitado por un grupo de clientes que mejoraron mi ánimo.
—Andrés, iremos al Salón 69, ¿vienes con nosotros? —invitó uno de los hombres.
—No creo que esté tan presentable para ese lugar.
—Estás perfecto y vas con nosotros, así que no te preocupes por nada —comentó Mariela, una chica que desde que llegué llevaba lanzándome miradas que yo procuraba esquivar.
—Vamos, sería una excelente oportunidad para darte a conocer.
—De acuerdo, muchas gracias.
Salón 69 es uno de los bares más famosos de la ciudad y su entrada es solo para los que gritan estrato diez en la billetera, pero para el resto de los mortales solo es un hermoso local por fuera al que ansiamos ir. Sin embargo, ante la insistencia de ellos y a sabiendas de que podría conocer al encargado para presentarme ¿y por qué no? Concretar una cita para esta semana, decidí aceptar la invitación, solo que al llegar al local no esperaba encontrar tantos lujos, el lugar no es como los otros bares que conozco, aquí en verdad huele a millonario y la vestimenta de los clientes me hacía sentir incómodo pues no estaba a la altura de la situación.
—Relájate, te ves muy bien —comentó Mariela enlazando su brazo con el mío.
—Gracias, pero creo que me falta mucho para quedar a la altura.
—No seas tontito, luces apuesto así como estás. Mejor disfruta la velada —dijo lo último restregando sus senos en mi brazo.
Seguí el consejo de Mariela consiguiendo tranquilizarme con el pasar de los minutos, también moderé la bebida al no querer perder la compostura aquí y menos porque estaba dispuesto a hablar con el encargado quien se encontraba ocupado atendiendo a la banda de la noche, pero lo que también debí hacer y con mucha dificultad, fue escaparme de las intensas manos de Mariela que no hacían más que pasearse en mi cuerpo, lo que ya me estaba produciendo escozor al ser tan insoportable, así que me escabullí con la excusa de ir al baño y aprovechando que el lugar estaba a reventar, pude perderme entre la multitud.
Al salir debí tener cuidado de que ella no estuviese cerca, usé la misma estrategia y me dirigí a la barra más alejada de las tres que había en el recinto pidiendo una cerveza, entonces, mientras seguía al pendiente de no me encontrara, una silueta llamó mi atención al otro lado de la barra. Era una mujer con sombrero que retiró su campera de cuero dejando al descubierto el escote en su espalda, misma donde yacía un enorme tatuaje que llamó poderosamente mi atención y que, por una milésima de segundo, me pareció haber visto esa imagen en alguna parte, pero ¿en dónde?, y más importante aún, ¿por qué siento que la conozco?