Todavía me parece imposible de creer que esto me esté pasando y que en solo unos minutos la realidad me golpease de la peor forma con las personas a las que di todo de mí. Sé que no soy perfecto, pero también sé que no hice mal alguno para merecer esa traición de parte de mi novia y mi mejor amigo. Quién sabe desde cuando se han estado revolcando en la cama de ella, en la de él, en hoteles y quizás hasta en sus trabajos… Considerando lo fogosa que es Catalina y lo perro faldero que es Carlos, no me extrañaría.
Las últimas dos semanas no he hecho más que ignorar las infinitas llamadas y mensajes de ambos, evité todo contacto con ellos e incluso cambié la cerradura de mi puerta para que ninguno tuviese acceso, porque sí, tanta era mi jodida confianza que ambos tenían la llave de mi casa para ingresar libremente al igual que Lucho… Lucho… pobre, él es el único al que lamentaba afectar con esta terrible situación al perderme unos días donde me ahogué en llanto y alcohol en el baño de mi casa faltando a varios compromisos.
Sabía que no resolvería nada al abrazar el retrete las veinticuatro horas, pero necesitaba sacar de alguna forma esto que me atormentaba en el corazón y empeoraba al recordar la escena en casa de ella, la sesión de fotos y la pedida de mano, pero para ponerle más sal con limón a la herida, me ahogué recapitulando las veces que salimos con él, o cuando le pedía recogerla o llevarla a algún lugar pues Carlos tenía auto y me sentía más seguro dejándola con mi mejor amigo porque supuestamente él la cuidaría, en vez de exponerla a algún peligro… Y todo porque no tenía el capital para adquirir un vehículo al invertir mis ahorros en mi disco, publicidad y más.
Rayos, no imagino cuántas veces habré sido el foco de burlas de ellos, pero lo que más me tortura y hasta ahora no he podido comprender es ¿por qué Catalina aceptó la pedida de mano?, incluso lloró, sonrió de forma genuina y esa noche incluso estuvimos hablando de la boda y el hogar que comenzaríamos a formar.
—¡Soy un completo imbécil! —lancé las cosas que había organizado en mi escritorio cayendo de nuevo en un mar de llanto.
El que dijo que los hombres no lloran es un idiota.
—¿Andrés? —respiré profundo intentando calmarme, aunque Lucho no tardó demasiado en ingresar encontrando el desorden.
—Déjalo, yo lo haré.
—No tienes que hacerlo solo —contestó firme recogiendo las cosas del suelo, yo incluido.
—Lo siento, sé que no debería mezclar el trabajo con lo personal y te he fallado muchas veces, pero…
—Olvídate de eso, la música no se acabará y habrá otros eventos donde podrás participar, pero ahora tu estabilidad es más importante.
—No es fácil, Lucho, te juro que intento y pongo todo de mi parte para reponerme, pero lo único que tengo en mi cabeza es a esos dos desnudos en su cama.
—Andrés, hay mucho porno en internet si buscas inspiración para una buena paja, pero si quieres algo más sabes que están las desjuiciadas.
—Que idiota —reímos por lo bajo pese a las incesantes lágrimas.
Era estúpido reírme por algo así en estos momentos, pero al menos me alegra no haberme quedado solo en medio de este tormento y saber que todavía tengo un amigo a mi lado significa mucho para mí.
—¿Qué te parece si esta noche saliendo del bar buscamos un par de chicas? Quizás un poco de sexo ayude.
—Sabes que no soy de ese tipo.
—Sí, pero nunca se sabe qué pueda pasar y quizás en los brazos de otra mujer puedas dejar de pensar unos minutos en Catalina. Vamos, no pierdes nada con intentarlo.
—Claro que sí, la hora que pagaré y muy seguramente no aprovecharé.
—Entonces puedo intentar conseguir a dos chicas en el bar para que no pagues.
—¿Y si mejor me dejas en el baño devolviendo todo el aguardiente que beberé?
—Olvídalo, eso no lo vuelvo a hacer, te recuerdo que terminamos en urgencias y creo que me iba a dar un infarto cuando te encontré con la cabeza metida en el inodoro.
—Ahí pertenezco ahora.
—Andrés… —suspiró profundo intentando no darme una retahíla—, amigo, sé que no es fácil por lo que estás pasando, pero esa tampoco es la solución.
—¿Y acostarme con una prostituta diferente cada noche sí lo es?
—No, pero necesitas levantarte así tardes semanas, meses o el año completo, no importa, hazlo con pasos de bebé, pero debes recuperar tu vida, igual Catalina no es la única mujer en el mundo.
—No, la hice mi mundo que es peor.
—Ya, y habrá mil mujeres más detrás de ti cuando lancemos el disco, quizás ahí esté el amor de tu vida o tal vez esté donde menos lo imagines, pero no la encontrarás si te quedas encerrado en tu casa ni mucho menos con la cabeza en un retrete.
—No quiero a otra mujer, Lucho.
—No me dirás que volverás con tu ex —hasta él lo sintió como una patada en el estómago.
—Tampoco, la sigo amando, pero pensar en ella es recordarla siendo una… en fin, tú me entiendes.
—Y porque te comprendo mejor que nadie lo digo. Créeme.
Tiene razón, nadie mejor que él podría comprenderme ahora.
—Está bien, vamos y que pase lo que tenga que pasar.
(…)
Si existe algo que siempre me desconectó del mundo y me transportó a mi propia burbuja fue la música, cada nota me lleva a un sendero único y especial donde puedo conocer la perfección, el pentagrama era la carretera de colores que ninguna droga podría dar y las palabras el vehículo para comunicar mil emociones.
A decir verdad, no creo que existan poemas suficientes para describir a la perfección lo que es y hace la música por mí, solo lo siento en cada poro de mi ser y lo transmito con mi voz y mis manos, pero aun cuando colocase todo de mi parte para no desfallecer frente a las personas que habían venido a escucharme, me era difícil cantar las canciones más animadas, así que enfoqué la dolorosa pasión en las melancólicas ganándome los aplausos más fuertes.
—Tu premio —dijo Lucho extendiéndome una cerveza helada en cuanto llegué a la barra.
—¿Cómo estuvo?
—Para cortarse las venas, lo que es excelente.
—Tu positivismo puede resultar confuso para muchos.
—Lo sé, pero no me interesa convencer a nadie de nada, excepto a ti que eres mi artista.
En la siguiente hora estuvimos bebiendo y hablando con un par de chicas que se nos acercaron, coloqué todo de mi parte para no mostrar mi tristeza, pero al final no pude conseguirlo, así que le hice una señal a Lucho y nos despedimos de ellas.
—¿Con las desjuiciadas? —preguntó entusiasta al salir.
—¿Qué más puedo perder?
—Diría que tus ganancias, pero esta noche invitaré, así que escoge una linda.
Nos dirigimos a otro bar en la ciudad y ordenamos una cerveza y una botella de aguardiente para “disfrutar” el baile erótico de cada chica, a ratos hablaba con él y otras veces, mientras fingía embelesarme en las sensuales curvas de cada una, perdía mi mente en los recuerdos, entonces apareció una joven con rasgos similares a los de Catalina e impulsado por una extraña mezcla que se desbordó en mi pecho, solicité una hora con ella.
—Disfrútala.
Fui guiado por la susodicha hasta las habitaciones del motel que estaba arriba del bar, pagué y al ingresar ella tomó la iniciativa besando mi cuello, la dejé desnudarme a su antojo y quedó de rodillas dispuesta a hacer lo suyo en lo que yo quedé perdido en la luz roja que iluminaba la habitación. De pronto mi cabeza comenzó a hacer estragos y, apoyado del alcohol en mis venas, transformó por completo su rostro cambiándolo por el de Cata, ella sonrió y también lo hice yo al olvidarme por un momento del dolor.
Impulsado por la fantasía, la llevé hasta la cama disfrutando cada parte de su cuerpo y con sus muslos apretando mis mejillas, me sumergí en el tobogán de deseo mientras sus manos halaban mi cabello al llevarla a su merecido orgasmo. Acomodé el condón y me adentré en las fauces de su ardiente caverna sacándole pronunciados gemidos que fácilmente pude identificar como falsos, esto transformó el entorno devolviéndome a esa fatídica mañana, entonces escuché sus palabras, los gemidos que él le sacó y una mezcla de dolor y furia me consumió embistiendo a mi acompañante sin una pizca de tacto.
No gasté la hora completa con ella, pero los minutos invertidos fueron una tortura para ambos, yo al lastimarme con los recuerdos y ella al ser lastimada por mi cuerpo que quería herir a la verdadera causante de mi desgracia con cada penetración, pero pronto comprendí que no serviría de nada desquitarme con la equivocada, así que me cambié y le pagué lo acordado.
—Disculpa, espero no haberte hecho mucho daño, te dejaré extra por si necesitas comprar algo.
Con una profunda tristeza regresé al bar encontrando a Lucho en la mesa con una mujer.
—Eso fue rápido, creí que te quedarías toda la noche.
—No, creo que fue una mala idea.
—Tranquilo, ¿quieres buscar otra?
—Mejor otro día, quiero descansar.
—Te llevaré.
—No, termina de disfrutar la noche, te aviso cuando llegue —asintió y partí.
Al volver a casa mientras me daba una ducha, me quedé pensando en esa chica del prostíbulo y una idea comenzó a hacer eco. Si ahora no tenía nada más que dolor en mi pecho y a Catalina no le importó revolcarse con mi mejor amigo mientras estaba conmigo, ¿por qué tendría que importarme estar con otras cuando ya no estoy con ella? Y mejor aún, ¿por qué no transformar el dolor en placer?
Quizás si soy más como Carlos y menos como yo pueda evitar que vuelvan a jugar conmigo por enésima vez, pues si me tardé en pedirle matrimonio a Cata fue también porque varias rompieron mi corazón en el pasado y cuando la conocí a ella me tomé el tiempo para todo, para conocerla, para amarla, para desearla, pero al final nunca terminamos de conocer a las personas por mucho que nos abran la puerta a su intimidad.
—Si no te puedo arrancar con mis lágrimas, te arrancaré entre las sábanas con otras, Catalina Barrera.