4. SIN PALABRAS

1895 Words
Más temprano que tarde, la fiesta se prendió para los cuatro al gastar cada paso en la pista, Carlos, como era de esperarse, consiguió a su cita de la noche en menos de lo esperado y minutos más tarde se nos unió otra chica para Lucho, en mi caso gasté más tiempo bailando que bebiendo pues no quería caer derrotado antes de tiempo y de por sí la estaba pasando fantástico con ellos. —Enseguida vuelvo, iré al baño —avisé dirigiéndome al lugar. Los pocos tragos comenzaban a hacer estragos, el sueño se iba apoderando de mí y decidí comprar una botella de agua al salir, la barra estaba a reventar, así que esto tomaría un tiempo; no obstante, una silueta con vestido n***o de lentejuelas y espalda descubierta llamó mi atención, estaba de espaldas, así que no pude detallar su rostro, pero la luz se reflejaba sobre ella con cada movimiento permitiendo ver un tatuaje en su espalda. —¡Amigo! —llamó el barman sacándome de mi ensoñación. Pagué la botella de agua y volví a la mesa perdiendo de vista a la mujer. Es extraño, no me sentí atraído sexualmente, pero sí hubo algo en ella que me dejó inquieto, quizás sea el aura que emanaba, no lo sé. —¿Estás bien? —Sí, ¿dónde están Carlos y Cata? —El don Juan está en la pista y Cata fue al baño, creí que se encontrarían. —No, eso está a reventar y la barra ni se diga. —¿Te encuentras bien? —cuestionó al bostezar. —Sí, nada que otro baile y el agua no mejore. —Andrés, quisiera hablarte de… —¡Amor! —Cata se me colgó desde atrás, casi caemos de no ser por Lucho. —Ten cuidado, flaca, podrías caer. —Estoy bien, no actúes como mi padre. Mejor tómate otro trago conmigo. —No, ahora no. —Por favor, solo uno ¿sí? —suplicó haciendo un tierno puchero. —De acuerdo, pero solo uno. Detestaba no soportar el alcohol como ellos, pero no nací con ese don y debo aceptarlo, así como también debí soportar el shot que se me fue en reversa y Cata, sin darme un respiro, me hizo beber otro que casi me ahoga y acto seguido me arrastró a la pista. Pronto esos tragos hicieron efecto provocándome un horrible mareo, intenté seguirle el ritmo a Cata quien quedó de espaldas a mí, se envolvió entre mis brazos y en lo que yo contenía las fuerzas para mantenerme en pie, pude ver de nuevo aquella silueta a lo lejos bailando con un hombre que acomodó la mano en su cadera, ella, sin perder el compás, le subió la mano a lo que él volvió a bajarla. Me fastidió esa actitud de él, pero eso pasó a segundo plano cuando otro sujeto se les atravesó y ella bailó con este pareciendo más cómoda, entonces me concentré en el tatuaje, no estoy seguro, pero creo que es un mandala enorme o una flor, no sé. —¿Qué te parece si vamos a mi casa esta noche? —preguntó Cata en mi oído mordisqueándolo. Sé que asentí en automático, pero mi atención no la tenía ella, sino el tatuaje que, con mucha dificultad, pude notar que tenía un enorme ojo en el centro. ¿Por qué me siento tan atraído por eso? ¿Por qué no puedo dejar de verlo? ¿Por qué entre más me concentro en la tinta que pinta tan aporcelanada piel a la distancia, más pierdo el control de mi ser? De pronto me sentí solo, me percaté vagamente que Cata ya no bailaba conmigo y me enfoqué en mi entorno buscándola entre el mar de gente, entonces, vislumbré a una mujer con el mismo vestido que ella, estaba de espaldas, después quedó de perfil y fue cuando un sujeto la besó, ella le siguió el ritmo, pero entre el alcohol, la gente, las intermitentes luces y la pesadez en mi cuerpo no distinguí nada, entonces algo golpeó con fuerza mi cabeza y caí al tropezar con otra persona, los angustiantes gritos de mis amigos y mi novia se escuchaban a lo lejos, pero ese tatuaje fue lo último que vi al levantar la mirada y la misteriosa dueña se giró observando en mi dirección, pero no pude detallarla al perder el conocimiento. (…) Tenía ganas de vomitar, iba en movimiento, quizás en un auto. Las luces de los postes fueron la confirmación al entreabrir los ojos encontrando a mi lado a Cata y Carlos en lo que Lucho iba al frente, me pesaban los párpados, no podía hablar al tener la garganta seca, el mundo me daba vueltas y no quería moverme un ápice, pero ahí, en la intermitencia de luces y sombras, me pareció ver que ella se acostaba sobre el hombro de Carlos, quizás estaba tan cansada como yo, no lo sé. —¿Es aquí? —preguntó el conductor a lo que Lucho afirmó. —¿Podría esperarnos unos minutos? Le pagaré extra de ser necesario —dijo Carlos. Las voces se distorsionaban y yo seguía sin reaccionar, hasta creo que perdí el conocimiento durante el trayecto, pero no estoy seguro, aunque algo llamó mi atención. En cuanto Lucho se bajó, me pareció que la sombra de los acompañantes se hacía una sola y por la luz que daba frente al auto, noté la mano de Carlos pasearse por la pierna de ella hacia arriba. Cerré un instante los ojos y al abrirlos de nuevo me encontraba acostado en algo suave, se sentía muy bien, entonces escuché un cascabel y al intentar buscar la fuente, no sé por qué, me topé con un ojo azul a lo lejos, era una decoración, lo que me hizo recordar a aquella mujer. —No cometas una estupidez, ve que te lo advierto. —Mejor cuida de él y avísame si necesitas algo. —Carlos… Detenlo o te arrepentirás, haces mal y lo sabes. ¿De qué hablan? ¿A qué se refieren? De nuevo el cascabel llamó mi atención, era relajante y al perderme en el curioso tintineo, caí dormido una vez más sumergiéndome en el recuerdo del baile de esa mujer. (…) Creo que mi cabeza se partirá en diez partes con el horrible dolor que me aqueja, me tomó varios minutos despertar a raíz del dolor y la luz que iluminaba la habitación, el sol pegaba fuerte hoy. —¿Cata?… Flaca… Las ganas de vomitar eran horribles, intentaba recordar qué había ocurrido anoche, pero lo último fue haber brindado por el compromiso y salir a la pista de baile, después de eso, nada. —Por fin despiertas, creí que tendría que llevarte a urgencias. —¿Lucho? ¿Qué pasó? ¿En dónde estoy? —En mi casa, quedaba más cerca del club y preferí que vinieras conmigo, me preocupaste anoche. —¿Por qué? —¿No lo recuerdas? —Solo sé que brindamos al llegar y después nada. —Rayos, quizás ese golpe fue más fuerte de lo que pareció —comentó preocupado en lo que me senté—. Anoche hubo una pelea y uno de los causantes te alcanzó a golpear, caíste junto al otro sujeto y te desmayaste, a ratos recobrabas el conocimiento, pero por mucho que te insistí dijiste que no querías ir a urgencias. —Sí, eso suena a mí. —Exacto, por eso te traje a mi casa ya que cerca hay un hospital y como era la primera parada del taxi, mucho mejor porque así lograrías descansar. —¿Dónde está Cata? —Imagino que en su casa o trabajando, no lo sé, por ahora come algo y toma el medicamento. Me tomó un buen par de horas recobrar los sentidos, por desgracia seguía sin recordar nada, pero no importa, lo que me preocupaba era que Cata no contestaba, quizás sí estaba trabajando o se quedó dormida, no lo sé, pero necesitaba asegurarme de que estuviera bien, así que en cuanto me sentí mejor me dirigí a mi casa a darme una buena ducha con agua fría que me despertó del todo, compré un café en el camino y salí a casa de ella. Durante el trayecto, no dejaba de sentir que olvidaba algo importante, pero por mucho que intentaba no lograba hallar la respuesta, igual no tuve más tiempo a pensar cuando el taxi se detuvo y me dirigí al edificio. Al notar que no tenía seguro la puerta de su casa supe que sí estaba, así que ingresé dejando el café sobre el comedor e iba a llamarla cuando en eso escuché un ruido proveniente del cuarto. Me preocupé al pensar que quizás se había pasado de copas y tropezó, así que me apresuré a auxiliarla, pero me detuve en seco frente a la puerta al escuchar un quejido que se volvió gemido, eran suyos y los golpeteos… era fácil deducir lo que ocurría, pero me negaba a creerlo, estaba paralizado, quería abrir y al mismo tiempo huir, pero mis piernas no reaccionaban. —¡Sí, s-sí! ¡Mierda, sí, dame más fuerte! —gritó ella al borde de la excitación generando una presión en mi pecho. —¿Sí? ¿Te gusta fuerte? —mi cuerpo se volvió un manojo de nervios y mis ojos se abrieron horrorizados al escuchar la voz de Carlos. —¡Sí, así, dame duro! —gritó de nuevo a lo que él aumentó las embestidas mientras yo me hacía mierda al otro lado de la puerta. Perdí por completo el control de mi cuerpo y aunque eran más mis ganas de salir queriendo negar todo, anhelando que fuese una pesadilla producto de lo ocurrido ayer en la sesión, mi traicionera mano bajó la manija llegando a abrir la puerta confirmando el horror que terminó de destrozar mi corazón al encontrarla en cuatro sobre la cama y él penetrándola feroz. Un mareo me apoderó de mí consiguiendo que soltase la manija y con esto ellos, posaron su atención en mi presencia quedando estupefactos, pero nada podía reparar la herida que acabaron de producir, nada haría que ella volviese a estar en el pedestal que la tenía. —Andrés… —susurró y se separaron sin saber qué hacer o decir—. A-Andrés, amor… no es lo que parece… ¿No es lo que parece? ¿En cinco palabras ella pretendía eliminar mi realidad? No pude decir nada, mi garganta se había cerrado por completo y para colmo seguía sin salir del asombro, entretanto, ellos intentaban cubrirse, Carlos balbuceaba al igual que ella no sé qué cosas pues mi atención quedó fija en la mano que sostenía la sábana sobre su pecho, no tenía el anillo. Repasé la habitación encontrándolo sobre el tocador y, por primera vez, reaccioné a consciencia tomándolo, los observé una última vez con la mayor decepción del mundo y guardé la prenda en mi bolsillo. —Tenías razón, todavía estabas a tiempo de arrepentirte. —Andrés, espera… ¡Andrés! No quise saber nada más de ellos al salir lo antes posible del lugar que compartí tantos días y noches con ella, secretos, tristezas, alegrías… amor… uno que ella acaba de destrozar junto a mi corazón y el futuro que tenía planeado para los dos, un futuro que quería construir a su lado.
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