14. UN PASO ATRÁS

2040 Words
Me parece un poco irónico que una vez comenzaron las malas rachas en mi vida, también mi carrera despegara en un parpadeo, en especial con la entrevista que di aquella vez en la radio y al cantar en el Jazz Club. según Lucho, el exponer un corazón roto hizo que la gente se interesara más, eso sin mencionar que todos los que cantan en el club suelen tener sus “quince minutos de fama” y es un tiempo que se tiene que aprovechar al máximo para tomar toda clase de eventos, así que me he estado preparando bien ya que a finales de esta semana me reuniría con Lucho para una importante sorpresa que él me tenía, no sé qué esperar, pero de él no puedo quejarme como representante, realmente sabe lo que hace. Es así como hoy al tener el día libre y que la mañana llegó con un acogedor frío perfecto para salir a caminar y tomar un café en el trayecto, me dispuse a recorrer una zona diferente de la ciudad. Siempre me gustaba hacerlo pues nunca sabía qué me encontraría en el camino y vaya que hice una excelente elección hoy ya que al pasar por un café (irónicamente) vi su curveada silueta disfrutar de una cálida bebida en lo que trabajaba en su portátil, así que decidí ingresar a saludarla con los nervios de punta. —Hola otra vez. Sus enigmáticos ojos se clavaron en los míos igual que un felino y gracias a que era de día, pude descubrir que estos eran de un hermoso color verde que estaban acompañados por su particular carmesí. —Buen día, que grata sorpresa la que nos trae la mañana —saludó Marla con su particular aire de grandeza, misterio y elegancia y señaló el asiento invitándome, y yo obvio no iba a rechazarla. —No tan grata como la que me ha dado a mí. —Me alegra. ¿Y cómo va la de vida del músico? —preguntó en lo que bajó la pantalla dándome toda su atención. —Mejor de lo que creí y creo que a partir de este fin de semana estaré mucho más activo. —Excelentes noticias. Eso quiere decir que pronto dejaremos de frecuentar. —¿Por qué? —La vida de los músicos es muy ocupada. —Pero siempre hay tiempo para las buenas personas. Su sincera sonrisa me envolvió una vez más en su hechizo eliminando los angustiosos segundos que me hizo pasar al creer que en verdad dejaríamos de vernos. —Para ser músico eres muy honesto. —Creo que eso tiene que ver más conmigo que la profesión en sí. —Y es bueno, no lo pierdas —degustó su café que estaba a medio terminar. —Marla, si no te importa, hay algo que he querido saber. —Dime. —Bueno, más bien he querido saber algo de ti. —Adelante, pregunta. —No, lo siento, así no es —reí nervioso comprendiendo la tontería que hice, pero ella parecía divertida con la escena—. Me refiero a que quiero saber algo de ti, de tu vida, es decir, solo sé que eres una misteriosa mujer que apareció una noche salvándome de una fastidiosa y dejando en mí el recuerdo de su esencia. —¡Vaya!, no sabía que también eras poeta. —No te burles, lo digo en serio —ella reía divertida, ¿y yo? Yo estaba avergonzado a más no poder—. Me gustaría saber más de ti, si tú me lo permites claro está. Un halo de misterio la envolvió meditando la respuesta, bebió una vez más de su taza sin apartar sus verdosos cristales que a veces, cuando una nube le permitía al sol extender sus rayos, parecía cambiar a un color miel o algo parecido, no estoy seguro, pero era mágico… ¿Será que ya perdí la razón? —¿Por qué deseas perder el encanto de nuestros encuentros con la realidad? ¿Acaso te han comentado algo? —No, solo que esa noche no pudimos seguir hablando porque estabas trabajando y ya que te encontré otra vez, creí que podría preguntártelo. —No hay mucho qué decir, solo soy lo que ves. —Un completo misterio. —¿De verdad? Que extraño, recuerdo que alguien me llamó hechicera la otra noche —no sé si me sonrojé hasta las orejas o palidecí, pero ella sabía cómo enloquecer mi cuerpo con un gesto o una palabra. —No lo tomes a mal es solo que… —Fue un bello halago, nunca me habían dicho así —interrumpió con una seductora y profunda voz que estremeció mi piel. ¿Cómo hace Marla para que este humilde servidor pase de estar sin vida a sentirse el sujeto más afortunado del mundo? No lo sé, pero solo tengo una respuesta para eso: Es una hechicera. —Veamos… ¿Qué te puedo decir? —Lo que tú quieras. —Nací en una familia clase media, tengo una hermana con la que no hablo por vicisitudes de la vida y es lo mejor al no tener solución nuestro problema, así que no insistas —aclaró como si me leyera la mente, lo que me avergonzó. —¿Y con tus padres? —Tampoco nos hablamos, corté toda conexión con mi familia y es lo mejor. —¿No te duele o los extrañas siquiera? —No porque compartamos la sangre significa que siempre la solución serán unas bonitas palabras y un abrazo, a veces hay cosas que marcan más y debes sacarlos de tu vida por tu propio bien. Es sorprendente que a pesar de ser un tema bastante delicado, según se alcanza a apreciar, Marla mantiene la misma postura, no se ve afectada, dolida o arrepentida de lo ocurrido, ni siquiera hay una pizca de razón para querer saber de ellos. Supongo que el día que decidió sacarlos de su vida lo hizo de raíz. —¿Y quién es tu compañía hoy día? ¿Un perro? ¿Un gato? ¿O un loro quizás? —Ninguno, vivo sola. No tengo tiempo para mascotas o hijos y los únicos espacios que tengo para mí son al dormir e instantes como el de ahora. De pronto recordé que al verla se encontraba muy concentrada escribiendo cientos de cosas. —Lo siento, no quería molestarte. —No lo haces, por el contrario, me sacas de mi realidad unos minutos y esos minutos son valiosos. Me encantaría que esta hechicera no reseteara mi cabeza con sus coquetos gestos, pero esa última frase no solo me reseteó, me llevó al infinito. —Y-Y… bueno, me imagino que t-tú… —calma Andrés, respira profundo y organiza tus ideas. —¿Qué? ¡Joder! ¡¿Por qué una simple palabra me pone más nervioso si se trata de ella?! ¡Pero cómo no me pondrá nervioso si a esa sola palabra la acompaña un tono atractivo! —Nada —aclaré mi garganta—, imagino que si no tienes perro que te ladre y tampoco hijos, quizás tengas a alguien en tu vida, aunque no estés con él. —O ella… —Sí, también, es decir, si a ti te gusta es perfecto y… Hechicera que me enamoras más con tu risa, conmigo juegas sin darme ventaja alguna… —No hay nadie, hombre o mujer, solo soy lo que ves, ni más ni menos. —¿De verdad? —al menos disimula un poco la emoción, Andrés—. Me refiero a que… Sé que te lo dirán mucho, pero no eres una mujer que pasa desapercibida. —Lo sé, pero no he dejado a nadie entrar en mi vida y como dije, mi trabajo demanda tiempo, así que apenas cuento con el estricto para mí. —Comprendo, al menos tus clientes deben estar felices de tener a una gran… bueno, no sé, lo que sea que hagas, o de lo contrario no te buscarían. —Eso dalo por hecho, mis trabajos son garantizados y no fallo, esa palabra no está en mi vocabulario —lo dicho, ella es la mejor—. Si me disculpas, tendré que dejarte —comentó revisando su reloj—, tengo una reunión en unos minutos y debo partir. —Si es cerca puedo acompañarte. —Descuida, pasarán por mí, pero me encantó verte —nos levantamos al tiempo en lo que ella recogió sus cosas y en dos pasos cortó nuestra distancia acunando mi rostro—. No te metas en problemas, músico, ve que no estaré para ayudarte. —No lo haré. No negaré que anhelaba perderme en su carmesí, pero ella solo dejó un beso en mi mejilla que tardó algunos segundos y en un elegante ladeo, rozó mis labios con una sonrisa permitiéndome detallar los mágicos cristales de sus cuencas y así como entró en mi vida en esta fría mañana, así mismo partió dejándome solo con el rastro de su perfume y el hechizo de su esencia. Al no querer salir de golpe de este encuentro, me senté en el asiento que ella ocupó solicitando una taza de café mientras seguía viendo la suya marcada con el labial carmesí siendo la única prueba que me quedaba de que ella era real, que no eran alucinaciones mías ni nada por el estilo, así como también era real la alegría que me rodeaba al descubrir algo más de ella y que quisiera contarme un suceso tan personal, era invaluable para mí. —¿Andy? Y así, mi hechizo se desvaneció con la misma rapidez con que llegó al escuchar a Catalina, quien se sentó frente a mí sin ser invitada transformando por completo el ameno frío de la mañana a uno que calaba de la peor forma los huesos. —Catalina, ¿qué puedo hacer por ti ya que te invitaste? —No seas así, es solo que iba pasando, te vi y quise saludarte. —Hola y adiós. Gracias por saludar. Presionó sus dedos en señal de molestia, pero yo seguí disfrutando mi café esperando a que partiera para intentar volver a mi burbuja. —Andy, me gustaría que habláramos. —Adelante, tienes hasta que se acabe mi café, solo recuerda que bebo rápido —¡Mentira! Pero prefiero quemarme la lengua que pedir otra taza con ella presente. —Acompáñame a casa, no estamos lejos y podemos hablar mejor allá. —Aquí estoy bien y te escucho a la perfección. —Es sobre nosotros, quiero explicarte lo ocurrido, pero no aquí —silencio y café…—. Por favor —suplicó con esa cara que tanto me derretía. Soy un idiota con buen corazón. Al final terminé cediendo y partimos a casa de ella donde todo se mantenía tal a como recordaba. Sé que hago mal en venir, pero quizás, así como hice con Carlos, pueda escuchar a Catalina y darle un cierre al asunto que, valga aclarar, no he hecho del todo hasta ahora, pues aun cuando no sea como al principio, sigo derramando un par de lágrimas por ella de vez en cuando. —¿Y bien? ¿Qué querías decirme? —Eres un buen hombre y sé que cometí un terrible error, pero no imaginas lo mal que me he sentido por lastimarte cuando tú siempre fuiste bueno conmigo y un novio ejemplar. —¿Un novio ejemplar? Entonces explícame ¿qué me faltó para evitar que me engañaras antes y después de ser mi prometida? —Nada. —Algo debió ser o de lo contrario no te habrías tirado a mi mejor amigo. —¡Eso fue un error y lo reconozco! —levantó su voz con los ojos cristalizados—, pero Andy, eres tú quien me importa, eres tú con quien quería casarme… y todavía me gustaría… Eso fue un puñal para mí, pero a ella le dio el tiempo necesario para acercarse y besarme con el mismo cariño que tantas veces lo hizo y, por ende, me desarmó por completo. —Quédate hoy, hablemos —murmuró sobre mis labios con una lágrima rodando en su mejilla. —Cata, yo no… No me dio tiempo a continuar al envolverme en sus brazos donde volví a caer en su red.
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