Volver a sentir su cuerpo en mis manos fue maravilloso y tortuoso a la vez, pero la pasión que hubo alguna vez seguía latente y su forma de arrebatarme cada prenda en una absorta necesidad me contagió nublándome la razón. Su falda cayó junto a mi camiseta y sus besos se deslizaron en mi pecho, entonces ella me llevó hasta el sofá donde abrió mi pantalón recordándome los momentos más exquisitos que pasamos en nuestra relación.
Tenerme en su red a sabiendas de cuáles eran mis mayores debilidades, hacían imposible un plan de escape, aquella mortal combinación de su sensual mirada con la extensión de su lengua a lo largo de mi hombría, significaba la perdición para mí, en especial cuando succionaba en el lado exacto que levantaba mi pecho y mis jadeos emergían, pero que yo siempre los contenía.
Antes de terminar en su boca, la atraje a la mía sentándose ella sobre mis piernas siendo la pequeña tanga lo único que nos separaba, aunque su circular movimiento sobre mí le permitía extender sus fluidos a través de la tela incrementando el placer que se desbordaba la bajar la prenda semi transparente que era marcada por sus endurecidos pezones, mismos en los que no tardé en prenderme como un loco mientras repasaba mis manos por su fino cuerpo.
Mi razón terminó en alguna parte en cuanto ella se levantó acomodando mis manos en su cadera y con esa sonrisa de mala, obligó a mis dedos desprenderla de la pieza que cubría la última parte de su piel, aquella en la que me perdí tantas veces y hoy quería volver a disfrutar al adentrar mis manos entre sus piernas sacándole un gemido, pero ella no me dio tiempo a pensar al volver a sentarse sobre mí, arrebatándome las palabras en un fogoso beso en lo que sus manos deslizaban el preservativo para después levantar su figura permitiéndome adentrarme en su interior.
Sus gemidos eran una vieja canción de amor que escuché muchos días y noches a su lado, una que me parecía perfecta y me encantaba disfrutar con ella, una que hoy resonaba intensamente en mi oído generándome mil emociones que me permitieron hacerla mía en el sofá hasta terminar varios minutos después en la alfombra, mas fue al quedar ahí, recuperando el aliento con ella sobre mí, que viré la mirada hacia la puerta del balcón vislumbrando la ciudad.
Mi cuerpo se sentía descargado, igual a aquellas veces que estuve junto al cuerpo de otras mujeres en las últimas semanas, la razón volvía de a poco disminuyendo el éxtasis que me había invadido minutos atrás y la sensación de soledad me abrumó en su reemplazo retornándome la consciencia, y con ello, el arrepentimiento que me hizo sentarme.
—¿Andy? ¿Qué tienes? ¿Qué pasa?
Su dulce y preocupada voz despertaba el dolor en mi pecho, las caricias de sus manos en mi espalda quemaban, pero no de una bella forma, sino que en verdad quemaba.
—Lo siento, debo irme, esto fue un error.
—No, espera —me detuvo acomodándose frente a mí—. No fue un error, es la muestra de que todavía hay algo entre nosotros que podemos salvar, sé que nos tomará tiempo, pero podemos intentarlo, Andy.
—Cata, lo que me hiciste no fue cualquier cosa y…
—¡Lo sé!, lo sé —repitió entre besos—, pero estoy dispuesta a hacer lo que sea con tal de recuperarte, solo míranos —se sentó a horcajadas sobre mí besándome desesperada—. Sé que lo sentiste al igual que yo, sé que todavía estoy en tu corazón —susurró sobre mis labios.
Mi cuerpo volvió a reaccionar entre sus besos, pero esta vez no me sentía tan seguro como antes, o más bien, tan perdido.
—Cata, detente, en verdad no quiero salir lastimado otra vez —la aparté lo suficiente siendo yo el que suplicaba bajo esta lucha interna que vivía.
—No pasará, te lo juro, te demostraré que todavía quiero todo contigo y sé que tú también conmigo.
Soñé tantas veces con escuchar esas palabras, que me fue imposible no rendirme ante ella una vez más y justo cuando creí que sucumbiría del todo, una luz iluminó mi cara, el sol salía.
Cata bajó por mi cuello endulzándome de nuevo como solo ella sabía hacerlo, mis ojos se cerraron queriendo perderme una vez más en su boca y entonces…
—No te metas en problemas, músico… —un eco… su eco…
Abrí los ojos abruptamente, era como si el recuerdo de su voz me sacara de esta hipnosis en el que había caído recordándome que sí era un error lo que hacía, así que aparté a Catalina y busqué mi ropa.
—Andy… ¡Andy!
—Esto fue un error —dije con total seguridad en lo que seguía vistiéndome tan rápido como pude.
—No es verdad, no es un error —se levantó queriendo detenerme, pero esta vez no había posibilidad, mi hechicera hizo de las suyas una vez más.
—Sí lo fue —la aparté antes de que me tocara otra vez y vestí mi camiseta saliendo lo antes posible del edificio.
(…)
1:32 p. m.
—¡¿Perdiste la razón o qué?! ¡¿Cómo se te ocurrió ir a su casa y meterte con ella?!
No había forma de excusarme con Lucho tras contarle lo ocurrido, me encontraba desesperado y fue el único al que se me ocurrió llamar, y por suerte o desgracia, bastó con decirle que Catalina me abordó invitándome a ir a su casa para gritarme por teléfono que fuese de inmediato a su oficina, me tomó tiempo por el tráfico de mediodía, ganándome con ello varios mensajes y llamadas de él asegurándose de que sí estuviera en camino y no mi hubiese arrepentido volviendo con ella, pero ahora, no había poder humano que lo calmara tras explicarle lo ocurrido.
—Sé que hice mal, sé que no debí ir y sé que debí quedarme en ese café en vez de…
—¡LO QUE DEBISTE HACER FUE LARGARTE EN CUANTO ELLA LLEGÓ! —vociferó colérico a todo pulmón.
—¡Lo sé! ¡Ya deja de gritarme!
—¡Eso te ganas por cometer esas estupideces! —se apartó tomando un profundo respiro en lo que yo frotaba mi rostro desesperado—. No te digo esto por mal, Andrés, sabes que quiero lo mejor para ti —habló más tranquilo sin dejar de sonar preocupado.
—Eso también lo sé y creo que de no ser porque mi cabeza me alertó habría continuado ahí, pero ya no soporto más gritos, Lucho, esto me es demasiado confuso —él volvió sentándose frente a mí.
—¿Por qué no hablas con ella?
—¡Acabaste de darme una retahíla por ver a Catalina!
—¡Hablo de la hechicera, tonto, no de la tóxica de tu ex! —el clavo en su lugar…—. Ella es la única a la que parecieras escuchar cuando se trata de asuntos personales y si te soy honesto, no confío del todo en ella, pero me rehúso a que Catalina haga otra jugada y juegue con tus sentimientos.
—Eso no…
—¡Sí es verdad y lo sabes y lo que pasó hoy es la prueba fehaciente, Andrés! Catalina sigue teniendo poder sobre ti al ser dos años de relación donde vivieron muchas cosas, por eso sé que puede confundirte sin mucho problema.
—¡¿Acaso no cuenta mi esfuerzo?! —cuestioné indignado, aunque al único al que engañaba era a mí—. Sí, es verdad, fueron dos años, pero al menos pude salir de su casa por mi cuenta ¿o no?
—¿Y gracias a quién? Porque no fue por tu consciencia, fue por esa mujer, Marla. De no ser porque ella se te metió hasta lo más profundo, seguirías con Catalina y no en esta oficina.
—Igual no tengo cómo contactarla —fregué desesperado mis ojos.
—¿Disculpa?
—¡Que no tengo cómo contactarla! —hablé más alto con el estrés a mil.
—¿Y cómo se han estado viendo?
—Encuentros casuales, la vida o yo qué sé, pero no tengo su número ni su dirección de trabajo, ni siquiera un correo electrónico.
—Al menos debes saber el nombre de la empresa, podemos llamar a su oficina y… —negué cabizbajo esperando otro regaño—. Andrés, ¿me estás diciendo que no tienes ni idea de quién es esta Marla LaVorgna? —se contenía, lo sé, es evidente.
—No le he preguntado y siempre que estoy con ella me olvido de pedirle el número —presionó el puente de su nariz mientras yo seguía aguardando la detonación.
—¿Sabes qué? Ya escuché suficiente, mejor ve por tu guitarra y ponte a ensayar que este fin de semana te exprimiré como a una naranja hasta que no saques una gota más de jugo, a ver si con eso te quito la absurda idea de meterte de nuevo con tu ex.
Al menos fue más suave de lo que creí, pero eso no evita que piense en lo que dijo Cata ni en cómo me sentí estando de nuevo con ella… Creo que tengo mucho por pensar.