Capítulo 1

1374 Words
—¡Hola, mi amor! —corrí hacia sus brazos y besé su mejilla. —Hola, corazón —sonrió y me abrazó. —¿Cómo estás? —comenzamos a caminar. —Bien, ¿y tú? —Bien, cansada y con hambre. Seguimos caminando hasta llegar a su casa, en realidad era un piso en un departamento. Me invitó a un refresco y algo de comer. Al llegar, Rocío y Camila estaban esperándonos fuera. Julián preparó unos sándwiches de jamón serrano con jugo de naranja exprimido, ¡me encantaba! Nos sentamos en el balcón y nos dedicamos a comer, estaba delicioso. Desde la primaria él gustaba de mí, pero yo no de él; en muchas oportunidades me había pedido que sea su novia, pero me negaba completamente, yo lo quería muchísimo, pero como amigo, no como algo más. Acabamos nuestra merienda, teníamos que hacer una tarea que nos habían dejado de literatura. Como el día estaba hermoso la hicimos en el balcón. Cuando acabamos con la tarea ya era de noche, sin creerlo, el tiempo pasaba volando. —Ya me iré a mi casa —dije mirando a mis amigos. —Nosotras también nos iremos, te acompañamos. —Está bien. Terminé de juntar mis cosas y junto a las chicas nos marchamos de la casa de Julián. A ellas les quedaba de pasada mi casa, por eso me acompañaron. Mi madre me estaba esperando con la cena lista, había hecho pastas, me encantaban. Me senté con ella a comer y luego nos fuimos a dormir, porque al día siguiente teníamos que madrugar, ella trabajaba y yo tenía que ir al colegio. En la mañana me levanté, me coloqué el uniforme del instituto, fui al baño, cepillé mi ondulado cabello, me maquillé un poco y me dirigí a la cocina en busca del desayuno. —Buen día, mamá —le di un beso en la mejilla a mi madre. —Buen día, cariño, ¿qué quieres desayunar? —Mm, ¿tortitas? Asintió y preparó unas tortitas, me fascinaba untarlas con jalea de frutilla. Terminé de alistarme y de comer, cepillé mis dientes, Julián me pasó a buscar, nos fuimos juntos. Él tenía coche, sus padres se lo habían regalado. Llegamos al colegio y me senté en mi banco, Rocío aún no estaba. El timbre sonó, el profesor entró, teníamos geografía en la primera hora. —Buenos días, chicos —saludó el profesor. —Buenos días —dijimos todos. La hora transcurrió de lo más normal, e incluso me gustaba geografía. Luego de esa hora, teníamos matemáticas, de nuevo tenía que ver al nuevo profesor. Entró y saludó a todos. Me miró de reojo, puse mis ojos en blanco y miré a otro lugar. Entregó las actividades, las cuales, no me dispuse a hacerlas. Mi nota era un uno, ya lo sabía, esa era mi típica nota en esa asignatura desde hace años, y mucho no me importaba. Pablo al terminar la hora me citó en dirección, ¿¡por qué!? Era un idiota, es la primera vez que deseaba que regrese Carlos. Entré a la dirección, allí estaba Manuela, la directora. —Hola. —Hola, adelante, toma asiento Nohemí —me senté—. ¿Qué es lo que sucede en las clases de matemática? Miré a Pablo fijamente, juro que en su mirada podía notar felicidad por hacerme caer. Miré hacia ella, era obvia la respuesta, ¿no? —No entiendo nada sobre matemáticas, además, no me gusta. —Pero puede ponerle un poco de esfuerzo, ¿no cree? —dijo Manuela con cierta ironía. Rodé mis ojos, ¿qué se cree? Claro, como ella no es la que estudia lo ve muy fácil. —No es así, creo que sí tendría a alguien que me explique cómo se debe, podría —miré incrédula a Pablo. —Yo me ofrezco a ayudarla, si quiere, claro —me miró fijamente. Lo miré, me negué completamente, no lo aguantaba en clases, ¿también tenía que aguantarlo en horas extra escolares? ¡NO! —Usted vive en Alicante, no sé si lo recuerda. —Sí, lo sé, pero… Puedo quedarme aquí también. Alcé mis cejas, ¿a dónde quería llegar, profesor? No quedamos en ningún acuerdo, yo me negué rotundamente, y ya no sabían que hacer conmigo. —De todos modos la única perjudicada aquí soy yo, no sé qué tanto empeño quieren poner a esto. —Nos corresponde, Nohemí —dijo Manuela—, y en caso que esto empeore, porque no es sólo desaprobar, sino que también influye tu conducta —miró a Pablo—, tomaremos otras medidas. —Hagan lo que deseen —me levanté de la silla. Salimos de la dirección, volví al salón de clases. Pablo juntó sus cosas y se fue. Toda esa mañana me quedé pensando sobre la amabilidad del profesor en ayudarme, ¿qué era lo que insinuaba? Al terminar el día escolar, me fui a mi casa. Al llegar a mi casa le comenté a mi madre lo que había sucedido en el colegio, y lo que me había propuesto el profesor, a ella le pareció una muy buena idea, pero no le hice caso. —Mamá, yo no iré a clases extraescolares, y mucho menos con ese idiota. —¡Nohemí! ¿Podrías ser un poco más respetuosa? —me regañó. Rodé los ojos, estaba cansada de toda esa situación. En la tarde me junté con Camila en su casa. Ella decía que el profesor sentía cierta atracción por mí, por cómo me miraba, y siempre tenía algún pretexto para llevarme a dirección, o hablarme, ¡qué tontería! Camila siempre estaba soñando con cosas raras. Aunque… Debo admitir que también me hizo dudar. Regresé a mi casa, en todo el camino pensé en lo que me había dicho mi amiga. ¡Pero qué te sucedía, Nohemí! Al día siguiente fui al colegio y, de nuevo lo vi, fue… ¿Fue lindo verlo? ¡Que me pasaba! ¿Acaso yo sentía algo por ese individuo? —Buen día —saludó seriamente. —Hola. Fui al salón, intentaba de sacármelo de la mente. En la primera hora tuve literatura, una materia que dentro de todo me iba bien, me gustaba mucho leer. Al finalizar esa hora teníamos el recreo, aproveché para ir a buscar unos libros a la biblioteca para hacer una tarea de historia, mientras buscaba en toda la pila de libros, escuché una voz que me resultaba conocida, y… Era Pablo. —Nohe… —murmuró él por lo bajo, mientras pasaba por detrás de mí. —¿Qué? —me sobresalté, lo miré. Él sonrió y miró hacía otro lugar, también estaba buscando algunos libros, así que a eso fue. No le di importancia, volví al salón, guardé los libros en mi bolso. El timbre sonó nuevamente, era momento de regresar al salón. Seguía matemáticas, de nuevo esa horrible materia, matemáticas. —Buenos días, chicos. —Buenos días —dijeron todos al mismo tiempo. Tomó asistencia y luego comenzó a repartir fotocopias con tarea para hacer. Llegó a donde yo estaba, lo miré fijamente a sus ojos, eran de color marrón, un marrón… Precioso. —¿Hoy harás tarea? —preguntó. —Si me explicas, claro. Acabó de repartir las fotocopias y vino directamente a mi banco, se sentó a mi lado, ya que Rocío había faltado de nuevo. Comenzó a explicarme pacientemente, con mucha delicadeza, intentando de que yo comprenda de lo que se trataba la tarea. Y… ¡había entendido! No podía creerlo, resultaba fácil. Creo que mi mala nota era por el antiguo profesor, estaba casi completamente segura. Hice la tarea, o al menos intenté de hacerla con lo que había entendido de la explicación. —¡Profe! —exclamé mirándolo para que viniera. —Ya voy, Nohe —me miró. Esperé a que él viniera, mientras estaba mirando mi celular, él llegó a mi banco y me lo quitó. Lo fulminé con la mirada, lo tomó como una gracia, en cuanto, yo no, odiaba que me quiten el celular. Le dije que había acabado, revisó para ver si había hecho las cosas bien, y… Dentro de todo estaba bastante bien, por suerte, porque no tenía ganas de volver a hacer todo de nuevo.
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