Capítulo 2

1179 Words
Llegó por fin el viernes, eran las 9:00 am, ya estaba en el autobús, me iba de camino a Alicante a pasar el fin de semana en la casa de mi padre, él tenía otra familia, otra esposa y dos hijos más: Sofía y Cristian. De una hora de viaje en coche, en colectivo tenía casi dos, por todas las paradas que hacía en las ciudades de pasada. Mi cabeza estaba en su mundo, pensando en, quizás cuantas cosas. ¿Dónde vivía Pablo? ¿Cuál era su casa? Y si… ¿Me aparecía de sorpresa por allí? Mi padre me estaba esperando en la terminal de ómnibus. Al verlo sonreí, hacía mucho que no lo veía, casi un mes aproximadamente, debido a que él tenía su trabajo y yo con el colegio, era casi imposible viajar. Bajé corriendo y fui hasta él, lo abracé, y besé su mejilla. Él tomó mi maleta y nos fuimos a su coche, nos subimos y nos dirigimos a su casa. Al llegar vi a Natalia, su esposa con mis hermanos, los saludé a todos. Me pidieron que vaya hasta el negocio de la esquina a comprar un poco de pan. Sin muchas ganas, acepté. Iba observando todas las casas del barrio, entre ellas, una me llamó la atención, afuera había un auto n***o. Entré al negocio, compré lo que andaba buscando, pagué y salí nuevamente. Alicante era muy lindo, pero siempre me quedaba con mi Murcia querida. Pasé de nuevo por esa casa y miré detenidamente cada detalle. Llegué a mi casa, y nos sentamos a almorzar. —Papá… ¿Quién vive en esa casa blanca de la cuadra de enfrente? —pregunté, intentando que no se notara mi interés. —Es un jovencito, hace poco está por este barrio, no sé su nombre —me miró—, ¿por qué? —Curiosidad… La última vez que vine, no vivía nadie, y acabo de ver un auto ahí. Acabé y fui al frente de mi casa con mis hermanos a jugar, a aprovechar el hermoso día que estaba haciendo. A lo lejos vi venir a un chico corriendo, estaba haciendo deporte. Cuando se acercó un poco más… ¡No podía ser cierto lo que mis ojos estaban viendo! ¿¡Pablo!? —¿Nohemí? —dijo cuando estaba cerca. —Hola —sonreí un poco nerviosa. —¿Qué haces por aquí? —Vine a pasar el fin de semana, pues… Aquí vive mi padre. —Oh… Entiendo, soy tu vecino aquí entonces —sonrió. —Te tengo que soportar en el colegio, ¿y cómo vecino también? —lo miré seria—, qué cruel es la vida —exageré. —Con el tiempo amarás tenerme cerca, cariño —guiñó un ojo. Rió y se despidió. Siguió su camino, no podía quitarle la vista de encima, ¿por qué había dicho eso? Seguí jugando un rato más con mis hermanos, al rato entramos, estaba un poco cansada, así que decidí dormir. Luego de dos horas, me levanté, ¡menuda siesta había dormido! Natalia estaba en el trabajo, ella era enfermera, y tenía turno. Mi padre me dio permiso y fui con mis hermanos a un parque que quedaba a dos cuadras. Pablo estaba allí, me puse nerviosa, ¿estaba con un niño? ¿Tenía hijos? ¿Tenía esposa? No me lo imaginaba. —Hola —saludé por respeto cuando pasé frente a él. —Hola, Nohemí —me regaló una sonrisa. Caminé hasta algún banco desocupado para sentarme, Sofía y Cristian correteaban por allí, jugaban en cada aparato que se les cruzaba, se hicieron amiguitos del niño que estaba acompañado por mi profesor. —¡Nohe! —escuché gritar a Cristian, Sofía se había caído del tobogán. —¡Sofi! —me levanté y corrí rápidamente a ella, que no paraba de llorar. —¿Está bien? —Pablo apareció a mi lado, lo miré. —Sólo fue el susto, parece. Pablo no me quitaba la vista de encima, abracé a la pequeña y se calmó. —Gracias —le sonreí a mi profesor. —No hay porqué —me devolvió la sonrisa. Fuimos al banco dónde él estaba sentado, me senté allí con Sofía en brazos, aún estaba un poco dolida. —Muy lindo tu pequeño —dije intentando averiguar quién era. —Gracias —rió—, es un diablito. Hablamos un rato más, hasta que decidí que ya era momento de volver a la casa. Pablo hizo lo mismo, nos fuimos caminando juntos hasta nuestro barrio. —Gracias, Pablo —sonreí—, nos vemos. —Hasta luego, Nohemí. Entramos a mi casa, saludé a mi padre, Natalia todavía no había regresado, por lo que cenamos solos, los cuatro juntos. Tomé una ducha refrescante, estaba cansada, me acosté a dormir. Desperté por los gritos de mis hermanos, ¡menuda locura tenían esos dos! Me levanté, tomé el desayuno junto a Natalia y los pequeños. —Nohe… ¿Podrías ir hasta el negocio? —preguntó Natalia. —Claro, ¿qué tengo que buscar? —Te haré una lista, ¿vale? —sonrió. —Vale. Fui a la habitación a quitarme el pijama y ponerme una ropa adecuada para salir, peiné mi cabello y cepillé mis dientes. Lista. —¿Ya? —pregunté, acercándome a la cocina. —Ve… —me entregó la lista y el dinero. Salí de la casa, y miré hacia la de Pablo. Estaba sumergida en mis pensamientos, mirando hacia la nada. —Buenos días —dijo una voz, esa voz… —Ho… Hola —me sorprendí, lo miré. —¿Qué haces tan temprano? —Pablo me miraba. —Pues… Esos demonios, que son mis hermanos, me despertaron —dije, él rió. —¿Gustas un café? —seguía sin quitarme la vista de encima, me ponía nerviosa. —Em… Tendría que preguntarle a Natalia. ¡Qué idiota había sonado eso! Me avergoncé de mi misma, tenía suficiente edad como para decidir algo así, además… No era un desconocido, era mi profesor. —Bueno, quiero decir, sí —dije rápidamente, creo que notó mi nerviosismo. —No te obligo a nada, Nohe… —dijo ¿con arrepentimiento? —Si quiero, profe —lo miré. —Haz lo que tengas que hacer, luego paso por ti, ¿te parece? —Vale… Nos vemos luego —mi corazón iba a mil. Llegué al negocio, mis mejillas ardían, de seguro estaban rojas como un tomate. Compré lo necesario, pagué y regresé a mi casa. Natalia me ayudó con las cosas, las guardamos en sus lugares. —Nati… En un rato saldré —dije con nerviosismo. —¿A dónde? —me miró. —A tomar un café, con… —me quedé mirando el suelo. —¿Con quién? —Pablo —la miré, se extrañó. —¿Quién es? —Mi profesor, y mi vecino en Alicante. No le gustó mucho la idea, no me respondió más. Sabía cuidarme sola, y sabía muy bien que Pablo no me haría daño, o… No lo sé, no lo conocía tanto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD