Capítulo 2: Mi mundo de cabeza

1826 Words
Camino con pasos largos, me siento muy apenada por llegar tarde, veo un auto muy lujoso, jamás lo había visto antes, aparentemente debe ser alguien muy importante, aceleró mi paso y de repente escucho que alguien hace un sonido con sus labios, para llamar mi atención, volteo a mirar y hacia mí camina un hombre vestido muy elegante, que se baja del auto, él me comienza hablar de una forma muy particular, parece estar muy molesto. —¿Eres la profesora de piano verdad? —él me habla con un tono de voz fuerte, aparentemente intentando imponerse sobre mí. —Si, claro ¿En qué le puedo ayudar señor? —Lo observó fijamente a su rostro, y él me miró a través de sus gafas oscuras, las cuales le daban un tono misterioso. —¿Cómo se atreve a hacernos perder el tiempo? ¿Quién se cree que es?—él me grita, pasó saliva y guardó silencio por unos cortos segundos. —No entiendo, aunque debería bajarle un poco el tono de su voz, porque si usted va continuar expresándose de esa manera tan grosera, le aseguro que se va a quedar hablando solo, no pienso platicar más tiempo con una persona tan arrogante. —Levantó mi cabeza y cruzó mis brazos, expresando molestia. —Mi hermano no va a perder más el tiempo en este maldito lugar, y más si tiene una profesora como usted tan desagradable. —Él me mira de pies a cabeza y se ríe después, aunque estaré loca al pensar que lo hace con coquetería. —Entonces se pueden ir, esa es la solución, porque no pienso aguantar ni un segundo más su grosería. —Lo observó y de repente noto que hacía aquí viene caminando Mario, él es uno de mis mejores alumnos, él más destacado de todos, no puedo creer que sean hermanos Mario es muy noble, en cambio este hombre es prepotente. —¿Qué haces aquí Mario? Te deje muy claro que no salieras del auto ¡Vete ya! —Él habla muy fuerte, mueve sus manos dando la orden. Mario ni siquiera se inmuta por sus palabras. —Además de ser prepotente también es egoísta, le está prohibiendo a Mario lo que él más ama en la vida, usted no debería decidir por él, Mario puede elegir que es lo quiere sin que usted se esté imponiendo, él tiene criterio propio. —Doblo mis cejas reflejando con ellas enfado. —La decisión ya está tomada, ¿Si escuchaste Mario? —Él continúa moviendo sus manos, aparentemente está desesperado por Mario y sus ganas de seguir acá. Deslizo mi mirada y noto que en su pantalón tiene un arma, inevitablemente respiro fuerte y muy asustada. —Lo mejor es que solucionen los inconvenientes ustedes dos, yo les pido un permiso, mis alumnos me están esperando. —Volteo a mirar a Mario, siento rabia que su hermano quiera frustrar sus sueños, pero lo mejor es que no salga de mis labios una palabra más, él quizás es un hombre peligroso, no me genera ni un poco de confianza con su autoritarismo. —Usted no crea que esto se va quedar así —él me dice acercando su rostro al mío. Puedo sentir su respiración, observo su rostro a la perfección. Siento como todo me da vuelta y pierdo el control de mi cuerpo, siento como desciendo hacia el suelo, inesperadamente percibo la mano de ese hombre sobre mi cuerpo, él me sostiene y me alza en sus brazos, me lleva a su auto y me sienta sobre la silla, destapa una botella de agua y me la da a beber, lo observó y siento algo diferente, una sensación que jamás había tenido en mi vida, fijo mi mirada sobre la suya y él sonríe de inmediato, como si le causara gracia verme tan débil. —¡Gracias! Pero ya me siento bien, lo mejor es que me vaya —le hablo, con mi voz entrecortada. —Vete ya a tus clases Mario antes de que me arrepienta —él le habla a su hermano, y Mario sale corriendo y entra a la escuela de música muy asustado. —Permiso, espero que cambie su forma de pensar respecto a su hermano. —Lo miró a los ojos y él hace lo mismo, mi corazón empieza a latir más rápido de lo normal. —Estás tan asustada que quieres huir, no pienso hacer nada y para que no pienses que soy descortés, mi nombre es Emanuele Lombardo ¿Cómo te llamas? Me gustaría saber con quien tengo el placer de conversar. —Me levanto del asiento y salgo del auto, y no contestó nada, camino a la escuela y lo vuelvo a mirar antes de cruzar la puerta, él refleja ser un hombre frío y lo más probable es que no sea una buena persona. No comprendo como puede ser hermano de Mario, son tan diferentes parecen ser como el agua y el aceite. Entró al salón y todos están tocando sus instrumentos, me siento sobre la silla de mi escritorio, e inevitablemente comienzo a pensar en todo lo que sucedió hace un momento, no se porque ese hombre llamado Emanuele está tan metido en mi cabeza, si lo único que hizo fue comportarse completamente prepotente, pero no se que es lo me pasa además de que es demasiado atractivo, su cabello corto y de color oscuro, sus ojos verde esmeralda que aparentemente ocultan algo, su tono de piel blanca y palida, estatura alta, contextura gruesa, acompañada de su cuerpo ejercitado, sus labios delgados los cuales no podia parar de observar cuando él hablaba, no se que está pasando, tengo en mi cabeza grabada su gruesa y ronca voz, suena como eco en mi cabeza. Creo que tantos medicamentos me están haciendo delirar. Me acerco hacia Mario, y lo observó como toca el piano con tanta emoción, tiene sus ojos cerrados mientras interpreta la melodía, con tan perfecta armonía, eso me hace sentir muy bien y demasiado orgullosa, tomó una silla con mis manos y me siento a su lado, admirando su talento, esto es para mi como dopamina para mi cuerpo y, así poder sanar de a poco mi alma. —Eres la mejor profesora que pude haber tenido, y no sabes cuanto te admiró Helena, gracias, y se que mi hermano es un idiota por como te trato, pero te pido disculpas a nombre de él es un poco sobreproctetor, pero se que lo hace por mi bien. —Él me mira y me refleja en su mirada ilusión, no logro entender como un chico tan noble como Mario, puede tener un hermano tan insensible y arrogante, de nada le sirve ser tan sensual. —No tienes que preocuparte por las faltas de tu hermano, es su problema ser así no te angusties. —Le sonrió y me levanto de la silla, caminó hacia la salida y me quedo sobre la puerta, miró hacia afuera, y siento como si alguien me estuviera observando, pero no veo a nadie por ningún lado, de repente veo caminando hacia mí a Fernando y trae en su mano una rosa roja, sonrió de inmediato. Abro la puerta para encontrarlo, él besa mi mejilla y nos damos un fuerte abrazo, volteo a mirar hacia atrás y noto que me está observando, Emanuele, por mis brazos pasa un escalofrío y mi rostro se torna completamente pálido. No comprendo porque no se fue, ya llevamos un buen tiempo de clases, no creo que se quedé esperando a su hermano hasta que se acaba la lección. —¡Helena! Estás en otro planeta, te hablo y al parecer ni me escuchas ¿Estás bien? —Fernando me sonríe, me observa con mucha emoción. —No me pasa nada, simplemente estaba pensando. No obstante, estoy de maravilla no sabes lo bien que me he sentido, yo sabía que ya me estaba mejorando. —Lo miró a sus ojos y sonrió con mucha ilusión, simplemente Fernando es el hombre de los sueños de cualquier mujer. Solo que yo no lo puedo ilusionar, en cualquier momento me debo ir, no voy a poder estar más con él y no quiero que sufra, él no merece sufrir por alguien como yo. —Bueno vine, porque me voy a tomar el atrevimiento de llevarte a tu casa, quiero saber si me lo puedes permitir. —Él levanta una ceja y guiña un ojo. —No pretendo molestarte Fernando, es muy tarde y debes descansar, se me pasó el tiempo. —Lo miró y sonrió, notó algo muy particular en él, es único definitivamente—. Adicional aún quedan algunos minutos de la clase. —Él me interrumpe. —Yo espero, ve y termina de hacer lo que más te apasiona. Me devolví para poder dar la última lección, corregir algunas notas y despedirme de los chicos. Luego salí, él estaba revisando su teléfono. Carraspeó con mi garganta y así se levantó para irnos. Caminamos y sin pronunciar una sola palabra, la noche es completamente hermosa, y aunque intentó concentrarme en Fernando mi cabeza solo piensa en Emanuele. La forma en que me habló, sus argumentos sin sentido; nunca en mi vida me había encontrado con alguien así. —Creo que este fue el tiempo más interesante, en completo silencio que he vivido, ahora puedo decir que vuelvo a confirmar, que contigo las palabras simplemente sobran. —Él suspira, con sus palabras hace que me despabile y vuelva a la realidad. —¡Gracias! Fernando…Disfrute todo —me despido de él, rozó mi mano sobre su rostro, y beso su mejilla. Camino hacia la puerta de la casa, abro la puerta e intentó caminar muy despacio para pasar desapercibida, mis pasos son largos y muy suaves, de repente escuchó un murmuró y luego las luces se encendieron, arrugo mi nariz sabiendo que me van a decir alguna cosa. —¿Por qué llegas a esta hora?, estaba muy preocupada por ti, te he dicho muchas veces qué no me gusta que salgas sola, sabes que puedes sentirte muy mal y no va a haber nadie que te auxilie. —Mi mamá me habla muy enfurecida, no se que es lo que percibo, pero es muy decepcionante. —No soy una niña pequeña, no entiendo porque me sobreproteges, se cuidarme sola —hablo con una voz fuerte. —No soportaría que nada te suceda, sabes que eres mi vida —ella me habla mientras sus lágrimas se deslizan por sus ojos. —Por las palabras que estoy escuchando lo mejor es que me vaya, quiero que vivas todo lo que no has hecho por estarme cuidando, no pienso atar a nadie, yo también tengo que vivir. —Agacho mi cabeza intentando ser fuerte y ocultando mi dolor, subo a mí habitación y me recuesto sobre mi cama, mientras saco todo lo que me está atormentando por dentro, por medio de mis lágrimas.
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