Capítulo 1: Enfrentando mi mayor miedo
Es la tercera vez que vomito, mi mundo da vueltas y no se ya como controlar todo, quizás escapar de la realidad es mi solución. Me levanto con la poca fuerza que tengo y tomo mi teléfono, le escribo un mensaje de texto a Fernando para que sepa que voy, tomo mis cosas y salgo de la casa, camino con mi cuerpo tembloroso y levanto mi mano parando un taxi. El taxi para y abro la puerta cayendo derrumbada sobre la silla.
—Buenos días, para el hospital del centro ¡Por favor! —le hablo a él señor mientras siento como todo se mueve a mi alrededor, él me mira y maneja aún más rápido, siento como pasan los minutos más lentos de mi vida, llegó al hospital y estiró mi mano entregando el dinero, y de repente caigo de espalda hacia el suelo, colocó mis manos sobre mi cabeza, y veo muchas personas a mí alrededor, cierro mis ojos intentando escapar del dolor que siento por unos cortos segundos, los abro lentamente y lo primero que veo es el rostro de Fernando, él me toma con sus manos y me sostiene con sus brazos, alzando mi cuerpo.
Miró hacia arriba, solo veo luces blancas que tienen un resplandor de brillo, escucho a lo lejos la voz de Fernando, pero no logró entender que es lo que me dice, él me sienta sobre una camilla y canaliza mi brazo, me suministra medicamentos, empiezo a sentir como mi cuerpo empieza a tener una nueva oportunidad, y con una sonrisa reflejo agradecimiento.
—¡Gracias por ayudarme! —le hablo, mientras mis ojos intentan cerrarse.
—Helena, sabes que lo hago con el mayor de los gustos, eres muy importante en mi vida. —Él suspira y toma su estetoscopio para escuchar los latidos de mi corazón, su rostro refleja estar muy confundido, aunque intentó no preocuparme, estoy segura que nuevamente las noticias no serán buenas.
—No sé que me sucedió, quizá tuve un bajonazo de azúcar, pero son cosas que se pueden solucionar, yo creo que lo mejor es que me vaya. —Tomo impulso para levantarme de la silla, y no soporto el peso de mi cuerpo, caigo de nuevo sentada sobre la silla, bajo mi mirada y veo mis manos temblando como nunca.
—Estás completamente débil Helena ¿Te estás tomando tus medicamentos? —él me pregunta y no me quita su mirada de encima, sé que no está para nada bien decir mentiras, pero es mi única escapatoria—. Tienes que comenzar ahora sí con las quimioterapias, lo siento mucho, pero ya no hay otra salida, tu cáncer de mama está muy avanzado, todo es por tu bien Helena. —Él me mira fijamente a los ojos y me hace sentir un frío por mi cuerpo.
—No necesito eso, estoy perfectamente, además no quiero llegar a ser una carga para nadie, y mucho menos producir lástima, sabes muy bien que odio esa sensación, es lo más horrible que se puede sentir. —Pasé saliva e intenté controlar mis ganas de expresar mi dolor, por medio de las lágrimas.
—No lo estás, porque no entiendes que necesitas ayuda, al menos quiero que me contestes algo, pero con la verdad Helena ¿Te estás tomando los medicamentos? —él me habla siendo muy directo, con cada palabra que pronuncia de sus labios.
—No me los he tomado muy seguido, porque he sentido que no los he necesitado, además últimamente no había tenido recaídas hasta hoy, no logro entender ¿qué sucedió? —Agacho mi cabeza intentando aparentar ser muy fuerte.
—No eres indestructible, y no soportaría que algo te pase, tu mereces mucho vivir, esfuérzate para que todo se torne bien, pero para que eso suceda tú también tienes que contribuir —él me habla con un tono de voz muy dulce, y no puedo dejar de pensar que él mejor hombre que he conocido en mi vida, definitivamente es Fernando.
—Sé que soy frágil, pero no pienso hacerme las quimioterapias, es una decisión que ya tomé, espero la puedas respetar —le hablo a él manteniendo mi rostro serio, lo que más necesito es apoyo, aunque sea una decisión equivocada es lo que quiero.
—Tu cuerpo está pidiendo en realidad eso, si no lo haces pueden venir consecuencias muy trágicas, sabes que eso es lo que menos deseamos que suceda —él me dice, intentando convencerme.
—No me importa, no pienso tirar lo que me queda de mi vida, solo por estar aquí en el hospital, no es lo que deseo, amo mi trabajo y no lo pienso dejar —le habló con mucho dolor, aunque intentó parecer muy fuerte, siento que estoy muriendo poco a poco.
—Yo no voy a permitir que te suceda nada, simplemente no lo soportaría, eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos, y sobre todo eres única, si a ti te pasa algo mi vida se me acaba por completo, porque tú eres el aire que yo respiro, y quiero que entiendas que las quimioterapias pueden ser una nueva oportunidad que la vida te está brindando. —Él coloca su mano sobre la mía, mostrándome todo el apoyo que en realidad, siempre me ha brindado.
—No quiero que se me caiga mi cabello, y no lo digo por vanidad, sabes muy bien que no soy de ese tipo de mujeres, lo digo porque principalmente mi mamá se sentiría destrozada, y no quiero verla sufrir y más por mí, y mis alumnos quiero que siempre me vean feliz y muy bien, no quiero que la sociedad me vea derrumbada, no soportaría yo misma verme así. —Mis ojos se colocan vidriosos, Fernando sostiene su mano sobre mi mejilla y le da una leve caricia, la siento tan sinceramente.
—Pero, tu vida podrá seguir normal Helena, además sería solo por un tiempo, el riesgo
puede ser aún más mayor si dejas todo como va, sin hacer un esfuerzo más, tú mereces vivir —él me habla de una manera hermosa, sus palabras me conmueven mucho, pero trato de hacerme fuerte para no dejarme ver como en realidad soy.
—No lo creo —respondí seca.
—Te llevaré a tu casa, no pienso dejarte sola, ojalá pudiera tener la oportunidad de siempre estar a tu lado para protegerte, créeme que sin dudarlo dos veces sería tu perro guardian, pero no sé puede forzar al destino aún no es el tiempo indicado, aunque quisiera que si lo fuera, que llegara cupido y te flechara tu corazón, para que en ti se despierte un sentimiento de amor hacia mí. —Él me comienza a quitar todos los medicamentos que me suministró, me estira su mano y yo se la doy, él toma mis cosas con sus manos y empezamos a caminar juntos hasta salir del hospital, Fernando me abre la puerta de su auto y me subo en él, mientras él no para de mirarme, y comienza a manejar.
—¡Gracias! La verdad es que soy muy afortunada en tenerte en mi vida —le hablo, mientras él no para de sonreír, y siento como mi corazón se estremece del dolor que estoy percibiendo, mi vida se me está escapando de las manos.
—Él afortunado soy yo al conocerte. —Él para al frente de mi casa, miro a los ojos a Fernando, me acerco hacia él y beso su mejilla, abro la puerta y me bajo del auto, notó que él también lo hace y coloca su mano sobre mi brazo, con la ternura que tanto lo caracteriza.
—Espero que algún día cambies tu visión hacia mí, y notes que existo, nadie te valorará más que yo sabes que siempre te he amado —él me habla y siento un vacío en mi corazón, por no corresponder su amor.
—No te voy a quitar la posibilidad de amar, sabes que mi salud es incierta, y mereces conocer el amor, pero no a mi lado. —Caminó hacia la puerta de la casa y la abro, doy media vuelta y veo a Fernando sonriéndome como siempre, es la manera que utiliza para esconder su preocupación, entro y cierro la puerta, tomó mis cosas para ir hacer lo que más me apasiona en la vida.