Helena Emanuele tiene sus ojos bastantes cargados, necesita expulsar eso, habrá otra oportunidad para hablar sobre mi enfermedad, porque él se coloca bastante mal y eso me afecta, no se ahora que va a seguir, tal vez me tendré que marchar para darle su espacio; me levanto de la silla y voy hacia la puerta agarró la chapa y esta con candado, lo volteo a ver con una sonrisa llena de malicia. —¿A dónde crees que vas? —Se le sale esa voz llena de testosterona, que me hace simplemente dar muchos suspiros, sería interesante empañar de sudor las paredes de este lugar. —A mi casa, ¿Acaso tienes algo para proponer? me vas a retar con tu supuesta sensatez, que está como escondida, ya nos relajamos es tiempo de regresar al estrés que carga nuestra rutina diaria mi amor. —Estiro mi mano pidiéndol
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