Capítulo 1

4959 Words
Escucho unos golpes en la puerta de mi habitación, un sonido que provoca que vaya abriendo mis ojos poco a poco. Pero entonces, aunque los abrí de manera muy lenta, la resplandeciente luz del sol que entra por la gran ventana de mi habitación provoca que los cierre inmediatamente, casi sin dejarme elección. Esperé algunos segundos más y cuando por fin siento que estoy preparada para la luz solar, los vuelvo a abrir y habiendo logrado mi objetivo lo primero que hago es mirar el reloj despertador que tengo en la mesa de luz junto a mi cama. Me asombro mucho al ver la hora, son las ocho y media de la mañana, demasiado temprano, generalmente no suelo despertar a esta hora, no soy una chica dormilona, pero cuando el reloj marca menos de las nueve de la mañana, es prácticamente una regla permanecer durmiendo. Como no hubo respuesta de mi parte, una vez más los golpes en la puerta se volvieron a escuchar, pero ahora con más intensidad que la vez anterior, la persona que está afuera intenta con mayores ganas llegar hasta mis oídos para lograr el cometido de despertarme. No sé si es porque a esta hora mi cerebro aún no funciona bien, no obstante, aún no logro entender por qué alguien quiere despertarme en este momento que aún es tan temprano en la mañana. Una mañana perfecta en la cual quiero continuar durmiendo, descansar sin mirar el reloj sin pensar en nada, disfrutar el poco tiempo que queda de vacaciones, eso es todo en lo que puedo pensar ahora mismo, es todo lo que cualquier chica adolescente quiere o necesita. —Pasa— dije finamente al lograr aclarar mi garganta, de todos modos respondí con una voz bastante adormilada, cansada, sin ganas de hablar, viéndome obligada a hacerlo, porque ya he entendido que si no hablo, los golpes no cesarán nunca y ya han llegado al punto de estar taladrando mi cabeza. Cuando desde afuera oyeron mi respuesta, la puerta comenzó a abrirse con un ritmo bastante acelerado, y aquí noto a mi hermosa madre ingresando en mi habitación, dejando ver su imagen con su gran sonrisa resplandeciente, esa que siempre la caracteriza, al verla así no puedo dejar de pensar en: ¿Cómo es que puede lucir tan radiante cuando es tan temprano en la mañana? Quizás la respuesta es que siempre ha sido así, una mujer muy feliz, sencilla, pero alegre, que sabe apreciar las pequeñas cosas que tiene la vida. Mi madre tiene treinta y cuatro años de edad, sin embargo, me atrevo a decir que luce mucho más joven, casi como si los años no hubiesen pasado por ella, no le han afectado en lo más mínimo y prácticamente, cada día luce aún mejor. Siempre nos han dicho y también concuerdo en el pensamiento de las demás personas, que somos bastante parecidas, casi hechas a la misma medida, mismo alto y físico, mismas facciones faciales, los gestos, las actitudes, también ambas somos bastante delgadas, pero, aun así, tenemos nuestros atributos. Aunque claro, existe alguna que otra diferencia, sus ojos son verdes y su cabello es rubio, perfectamente liso, a diferencia de mí que tengo el cabello castaño, con muchas ondas, las cuales por cierto amo, mis ojos celestes, no de esos que resplandecen, pero que sí son muy lindos. Estos últimos son rasgos, los he heredado de mi padre, claramente no puedo negar que soy hija de ambos, no obstante, es algo que jamás negaría, porque ambos son mi vida entera y para mí es un orgullo ser su hija, no los cambiaría por absolutamente nada en el mundo. Mi madre se llama Amanda Rose y mi padre Peter Anderson, ellos dos son las personas más importantes en mi vida, mi razón de existir, son todo lo que tengo, pero al mismo tiempo son todo lo que necesito, tanto así que somos muy unidos, prácticamente inseparables. Mi vida sin ellos no sería nada, no tendría ningún sentido, ambos lo son todo para mí, me han criado, educado, estado conmigo en cada paso que he dado, cada vez que he tenido que tomar una decisión, han estado ahí para guiarme, sin presionarme, haciendo que me dé cuenta por mis propios medios de lo que debo hacer. Por todo eso y mucho más es que no me imagino estando un solo día separada de ellos, jamás lo hemos estado y en verdad espero que nunca lo estemos; sin embargo, la realidad es que no me cabe ninguna duda de que no lo estaremos, ellos jamás podrían dejarme sola, sé que soy muy importante para ellos, de la misma forma en que los son para mí. —Hija ¿Qué haces aún acostada? Prometiste que me acompañarías— dijo mi madre con su dulce tono de voz, ese que siempre la ha caracterizado, no exagero ni siquiera un poco cuando digo que ella es la mejor madre que puede existir, si se pudiera elegir, definitivamente la habría elegido a ella. Siempre ha sido tan buena conmigo, una madre ideal con la que sin importar nada siempre podré contar. Sé que aunque yo tenga cincuenta años, si la llamo, ella vendrá corriendo para saber si estoy bien, para tenderme la mano en todo lo que pueda necesitar, para ayudarme del modo que siempre lo ha hecho. Así es ella, una mujer maravillosa que nunca me va a abandonar, alguien que claramente es humana y que como todos ha cometido errores, pero a pesar de ello jamás me ha defraudado ni tampoco lo hará. —¿Acompañarte? ¿A dónde?— pregunté sorprendida, no recuerdo tener algo para hacer hoy, mucho menos a esta hora. No suelo olvidar las cosas, al contrario, siempre he sido muy responsable y me he caracterizado por mi buena memoria, nunca se me pasa nada, ni siquiera un mínimo detalle, no suelo dejar nada atrás y espero jamás perder ese don porque me ha servido mucho para mi vida diaria. —Britt, hace días que te lo recuerdo, debemos ir a atender algunas cosas del colegio— mencionó mi madre y en ese momento mi mente hizo un clic, recordé que debíamos ir a dejar papeles para la reinscripción, ya que las clases comenzarán muy pronto. Lo había olvidado por completo, quizás mi don no es tan bueno como pensaba o tal vez simplemente en las vacaciones no lo he puesto en práctica, solamente debo volver a la rutina para que mi mente vuelva a funcionar como siempre lo ha hecho. No sé por qué, pero he perdido la noción del tiempo, creí que esto sería más adelante, la verdad es que el verano se fue en un solo segundo, a pesar de que no hice mucho las vacaciones pasaron más rápido de lo que esperaba. —Es cierto, mamá, lo había olvidado, dame unos minutos para prepararme y enseguida nos vamos— dije levantándome rápidamente de la cama. Puedo estar muy dormida, completamente alejada del mundo, pero al mismo tiempo también puedo reaccionar muy rápido, quizás sea otro de mis dones ocultos. La verdad, que talentos tan extraños tengo. —Está bien, tienes media hora—. Se agachó para darme un beso en la frente, acarició mi despeinado cabello y recién después salió de la habitación. Al estar sola me dirijo a mi baño personal para darme una ducha muy rápida antes de salir, no puedo empezar un día sin bañarme antes, eso es como una ley para mí, la pena es que hoy me veo obligada a hacerlo más rápido de lo normal. Cuando termino, salgo del baño envuelto en una toalla, me dirijo a mi armario para elegir que ponerme, una decisión complicada de cada mañana. Luego de observar todo y pensarlo bien me decido por unos shorts de jean, cortos, pero no demasiado, una blusa holgada y mis converse favoritos, los negros. Hoy puedo vestirme así porque el día está bastante caluroso, ya que nos encontramos a finales de agosto, queda poco verano, de esta forma, aún se deja disfrutar un poco más. Cuando estoy lista bajo a la cocina, agarro una manzana, le doy un beso y un fuerte abrazo a mi padre para saludarlo, pero no le doy tiempo de decir nada porque ya es muy tarde, mi madre está muy apurada y debo dirigirme hasta el auto donde me espera. No debo hacerla esperar más porque es muy impaciente; por suerte llegué a tiempo, justo antes de que encendiera el auto, entro en el mismo, le dedico una sonrisa a la cual me responde con el mismo gesto y emprendemos camino hacia el colegio. Cuando llegamos, desde el interior del auto puedo observar a mis amigos que ya se encuentran en el colegio junto a sus padres. Así que apenas mi mamá estacionó el coche, me bajé rápidamente de él y corrí muy emocionada a saludarlos a todos, Sasha, Lucy y Chad, tres de las personas más maravillosas que he conocido en mi vida, los mejores amigos que se podría pedir. Hace mucho tiempo que no los veía y los echaba tanto de menos, nosotros cuatro somos muy unidos, pero todos ellos en este verano se habían ido de vacaciones familiares a distintos puntos del país y no habíamos tenido tiempo de vernos más que por videollamada. Así que estamos muy emocionados por finalmente vernos, generalmente no nos gusta estar separados, aunque también hay que tener tiempo para la familia. Creo que yo he sido la única que ha permanecido en la ciudad, la única que no tuvo la oportunidad de vacacionar o de ir a una playa, es que mis padres no tienen tiempo para ello y por no dejarlos solos no quise ir con ninguno de mis amigos. Pasamos un largo rato charlando, poniéndonos al día, ya que hay mucho de lo que hablar, cada uno de ellos tiene una historia distinta que contar, hasta que tuvimos que cortar la conversación porque nos llamaron para ir a la oficina a hacer lo que vinimos a hacer. Pero al final nuestra presencia resultó innecesaria porque mientras nuestros padres entraron, nosotros nos quedamos afuera charlando sobre todo lo que habíamos hecho durante el verano, hablando como si no hubiera pasado ni un solo día. Quizás en realidad, venir no era tan innecesario porque al menos hemos tenido el tiempo de hablar entre nosotros, de recuperar un poco el tiempo perdido. —Mira quien viene ahí— dijo Sasha apuntando detrás de mí. Ante el consejo de mi amiga me doy vuelta para ver quién viene, aunque debido a sus palabras ya me lo imaginaba y no me equivoque porque a quien veo es a mi antiguo novio, Spencer Morris. Decido hacer como si no lo hubiera visto e ignorarlo, así que me doy vuelta nuevamente para seguir conversando con mis amigos. La verdad él no es justamente la persona que quisiera encontrar hoy, pero tal y como lo temía porque conozco bien su forma de comportarse, una voz detrás de mí nos interrumpe. —Hola— dijo Spencer—¿Britt podemos hablar?— después de su pregunta se paró delante de mí, me mira a los ojos y me extiende su mano para que vaya con él. A regañadientes porque no quiero pelear ahora mismo, decido acompañarlo, pero igualmente rechacé su mano, eso no es necesario. Cuando estuvimos en un lugar bastante alejado de los demás personas, decido romper el incómodo silencio. —¿De qué quieres hablar Spencer? — pregunté un poco asqueada. —De nosotros— contestó mirando el suelo, algo apenado. —Ya no existe un nosotros Spens. Él y yo estuvimos juntos durante un año, fue un corto, pero lindo tiempo; aun así, decidí terminar con él, ya que la relación se desgastó demasiado, sin mencionar que él me hizo mucho daño con sus actitudes. Es un buen chico al que quiero mucho, no obstante, ya no de esa manera, me cansé porque me celaba demasiado, tanto que era agotador, incluso le molestaba verme con Chad que solo es mi mejor amigo. Así que claramente me harte, no podía estar con alguien así, me agobiaba hasta el punto de que ya no pude soportarlo. Decidí terminar la relación de la mejor manera posible, no soy de esas chicas que después de dejar a sus novios necesitan armar una guerra, bloquearlo de todos lados y no volver a hablarle. Prefiero que se mantenga una amistad, porque a pesar de todo lo quiero mucho, además de los celos, la relación fue muy linda y no tengo nada que reprocharle. —Britt, por favor, tú sabes que te amo, lamento lo que pasó, lamento ser tan celoso e impulsivo, pero no te alejes de mi pequeña — menciona un poco desesperado. Lo conozco, sé que es muy sincero en lo que dice, sé que me ama, lo noto en su triste mirada y me da lástima verlo así; sin embargo, yo ya no lo amo, no sé si alguna vez realmente lo hice y creo que lo peor que puedes hacer es estar con alguien a quien no quieres. Las relaciones son de dos y si solo uno es quien está enamorado, no funcionan, de esta forma no sería justo para ninguno de los involucrados. Durante todo el verano, él me llamo varias veces, de vez en cuando le respondí y a pesar de que él no dejo de insistir, siempre le dejé claro que lo nuestro ya no va más, es parte del pasado, un pasado que no volverá. —Sabes que odio que me digas pequeña y también sabes que lo nuestro se terminó para siempre, lo que tuvimos fue un error, no debió pasar jamás, solamente nos hicimos daño el uno al otro. Antes de estar juntos éramos buenos amigos, creó que al decidir tener una relación nos equivocamos porque no sé sí algún día podremos recuperar esa amistad, lamentablemente la hemos arruinado. —Pero Britt... —Pero nada— dije sin dejarlo terminar de hablar —Lo nuestro ya fue Spencer, debes pasar la página, eres un gran chico y encontrarás a alguien mejor. Así le doy un abrazo para despedirme y me voy a encontrarme nuevamente con mis amigos, casi que dejándolo con las palabras en la boca. Cuando llegue hasta los chicos, me senté a su lado, di un suspiro y sé que ya comenzaran con el interrogatorio. —¿Volvieron a estar juntos?—preguntó Sasha emocionada. —Por supuesto que no, lo mío con Spencer ya ha quedado en el pasado, jamás podríamos volver a estar juntos— respondo y en este momento veo a mi madre salir de la oficina. —¿Vamos Britt?— pregunta al acercarse. Asiento con la cabeza, me despido de mis amigos, subo nuevamente en el auto y nos vamos al centro comercial. Al llegar a dónde nos dirigimos, recorrimos un montón de tiendas, a veces me gustaría poder comprar todas las cosas hermosas que veo, pero eso no es posible porque mi familia no es millonaria, vivimos con lo justo y necesario, no nos falta nada, nunca lo ha hecho. Tampoco nos sobra el dinero para gastarlo en cosas innecesarias, nuestra casa no es muy grande; sin embargo, tampoco es tan pequeña, creo que tiene un tamaño perfecto como para que mis padres y yo vivamos cómodamente. Mi padre es mecánico, a eso es a lo que se ha dedicado toda su vida. Es uno de los mejores que existe, por lo tanto, siempre tiene clientes haciendo fila para que él arregle sus carros, tiene su propio taller, pero además si lo necesitan desde otra parte, no tiene ningún problema en ir a ayudar a donde lo requieren. Mi madre trabaja en una tienda de ropas bastante conocida en el medio, lleva años ahí y por eso se encarga de dirigir al resto de las empleadas. Aquí en Londres no tenemos más familiares, la única familia que tengo aparte de mis padres es a mi tío, hermano de papá, ellos tienen una muy buena relación, pero John junto a su esposa y su hijo viven en Estados Unidos, en la ciudad de Los Ángeles. A diferencia de nosotros, mi tío es millonario, tiene una gran empresa con la que le ha ido muy bien, no siempre fue así, pero con sus estudios y probando suerte logró salir adelante. A ellos también los quiero mucho, pero debido a la distancia casi nunca logramos vernos, solamente en algunas Navidades y Año Nuevo, aunque lamentablemente no todos los años podemos pasar las fiestas juntos, nos encantaría, sin embargo, se hace bastante complicado. Dejando mis pensamientos y volviendo mi atención a lo que estoy haciendo, me doy cuenta de que no conozco la razón, pero estoy notando una actitud sospechosa en mi madre, mirando hacia todos lados de manera extraña. Incluso cuando me distraje viendo prendas, estuvo un momento alejada de mí, hablando con alguien que ni siquiera sé quién es. No obstante, decidí ignorar su actitud porque seguramente solo sea impresión mía, además me contestó que ese hombre le preguntaba por una dirección y por qué razón iba ella a mentirme. Después de un largo recorrido junto a mi madre terminamos de comprar todo lo que necesitábamos y regresamos a la casa, donde nos encontramos con mi papá sentado en el sofá leyendo un libro. —Que bueno que llegan— menciona mi padre al apenas vernos. Entonces baja su libro y nos da un beso a cada una para recibirnos, él siempre es así de tierno, un hombre atento, amoroso, que siempre está al pendiente de nosotras— Amor debo ir a hacer un trabajo rápido, ¿me acompañas?— preguntó Papá luego de los saludos. Ellos son una pareja muy unida y casi todas las veces en que tiene que salir a hacer algún trabajo, sin importar que tan lejos sea mi mamá lo acompaña. Él siempre dice que ella es su amuleto de la suerte, la persona que hace que todo funcione bien, es su compañera de ruta, su guía y su brújula. A pesar de los largos años que llevan juntos, su relación no se ha gastado ni un poco, sino que al contrario, con el paso del tiempo cada vez se vuelve más fuerte. Creo que ellos son un ejemplo, porque seguramente todas las parejas al momento de decir sus votos, ya sea frente a un juez o en el altar de una iglesia, aspiran a que al pasar los años su relación continúe siendo tan sólida como lo es la de mis padres. —Claro que te acompaño mi amor— contestó mi madre sin dudarlo. Ella nunca se niega a ir con él, cada vez que tiene tiempo lo acompaña, dice que salir a la ruta con mi papá es su mayor distracción, la terapia para arreglar un mal día. Yo realmente admiro el amor que se tienen, porque es incondicional, es fuerte e irrompible, no me cabe ninguna duda de que nunca se separarán porque fueron hechos el uno para el otro, su destino era encontrarse y no desaprovecharon esa oportunidad. Cuando los veo así, tan unidos, siendo felices, no dejo de pensar en que ojalá algún día, también yo pueda tener una relación como la de ellos, algo así de fuerte. Sería hermoso encontrar un hombre que me mire de la forma en que mi papá mira a mi mamá, un hombre que me quiera, me apoye y me cuide tanto, que quiera pasar todo el día conmigo porque yo seré lo más importante que tenga. Supongo que el haber crecido viéndolos hizo que también me vuelva una romántica, que mis expectativas para el amor sean demasiado altas, estándares que cualquiera diría se alejan de la realidad, pero mis padres son reales, entonces sé que puede existir. Además, no me cabe ninguna duda de que hay alguien así de perfecto esperándome en algún lugar, caminando en las calles de esta ciudad, o quizás ni siquiera viva en este país, sin embargo, no cuesta nada imaginar que por ahí está. —¿Tú quieres ir hija?— pregunta mi padre quitándome de mis pensamientos. —Hoy no, mejor me quedo aquí en casa y les preparo la cena. Yo amo salir con mis padres, no soy de esas adolescentes que se avergüenzan de que las vean con ellos, pero cuando son cosas de trabajo prefiero no acompañarlos, es que siendo sincera me aburro un poco, supongo que en eso si soy igual que todos los adolescentes. — Cuídate mucho hija— dijo mamá, entonces les di un abrazo a cada uno y juntos salimos de la casa para despedirme de ellos, ya que no sé cuánto tardarán en volver. — Ustedes deben cuidarse, los amo demasiado —agregué dando un beso a cada uno. Con una sonrisa en sus rostros me dijeron que también me aman, se subieron al auto, me volvieron a saludar con sus manos y se marcharon. Mientras me quedo parada en la acera viendo como su auto lentamente desaparece en el horizonte. Al no poder verlos más decido volver a entrar a la casa para descansar un rato. Las horas pasan y mis padres aún no regresan, creí que volverían más temprano, pero la verdad es que nunca se sabe cuánto estos trabajos pueden llegar a tardar, ya que los mismos siempre dependen de qué tan roto se encuentre el automóvil y de qué tan difícil sea repararlo. Mientras aguardo su llegada a la casa, estoy preparando la cena para los tres, después de mucho trabajo y un largo viaje será lindo sorprenderlos con una deliciosa cena. Cocinar es algo que me gusta mucho, además de que se me da bastante bien, pero en realidad ninguna comida es tan buena como la que prepara mi mamá. No sé por qué razón tengo una sensación muy extraña en el pecho, una sensación tan singular, que ni siquiera sé cómo describirla. Podría decir que es un vacío, o un hueco inmenso que comienza a nublar mi razón, siento como si algo malo fuera a pasarme, algo que antes nunca había experimentado y que me va a causar mucho daño. Pero de seguro solo sea cosa mía, producto de mi imaginación porque no me gusta estar sola en casa por la noche, es algo que siempre me ha atemorizado y sé que con diecisiete años no debería ser tan temerosa; sin embargo, siempre he sido así y aunque es muy normal quedarme largas horas sola, no sé cómo cambiar, cómo hacer que deje de afectarme. De pronto el teléfono de la casa comienza a sonar y yo corro a contestarlo. Seguro son mis padres para avisar que pronto estarán en casa, siempre me avisan para que no me preocupe por ellos, lo raro es que sea al teléfono de la casa y no a mi celular. —Hola, ¿usted es la hija de Amanda Rose y Peter Anderson?— pregunta la voz de un extraño al otro lado de la línea, y me sorprende, porque no era exactamente lo que esperaba escuchar al levantar el teléfono. —Sí, soy yo, ¿pasa algo?— pregunto preocupada. No tengo idea de quién me habla, ni por qué sabe el nombre de mis padres, mil dudas corren por mi mente porque todo es muy extraño, pero no quiero continuar haciéndome ideas locas en la cabeza, es mejor no precipitarme y escuchar lo que me quieren decir. —Señorita, llamo para avisarles que no volverá a ver a sus padres, se irán lejos y es probable que no vuelvan a su lado, si quiere verlos partir diríjase a la dirección que estoy enviando a su celular. Al escuchar estas horribles palabras todo comienza a dar vueltas, quedo en shock, tanto que sin decir más nada dejo caer el teléfono al suelo. Lo que acabo de escuchar es imposible de creer, tiene que haber un error, quizás se confundieron de persona, una coincidencia en los nombres, pero esa llamada no puede ser para mí, es imposible que mis padres hayan decidido irse a algún lugar. Seguro solamente sea una broma de mal gusto porque ellos no me harían algo así. Siempre hemos sido una familia muy unida, nosotros tres contra el mundo, no se irían sin dar una explicación. Además, este ha sido un día normal, al igual que cualquier otro, por qué de pronto tomarían la decisión de irse, no es algo propio de ellos, soy su única hija, no me harían algo así. Me quedé en trance unos minutos hasta que por fin algo se movió en mi mente y logré entrar en razón. Apague la cocina para no provocar un incendio, acomode el teléfono que dejé caer al suelo, tome mi celular el cual ha recibido el mensaje que me dijeron. Con mucho miedo tomo las llaves de la casa, no sé si sea seguro ir a ese lugar, pero debo hacerlo. Si quiero sacarme esta duda de la mente, debo acudir a esa dirección, porque un miedo inmenso está surgiendo dentro de mí y quiero confirmar que es una mentira. Entonces, sin pensarlo más, salgo corriendo rumbo a la dirección que me han enviado, que por suerte no se encuentra muy lejos porque el único método que tengo para llegar son mis propios pies. En la calle todo el mundo me mira muy raro, algunos parecen sentir pena porque voy corriendo por la calle al mismo tiempo que algunas lágrimas salen de mis ojos. Pero otros me miran como si estuviera loca, ya sé que no es normal ver a alguien actuando como lo estoy haciendo. Aunque no me queda otra alternativa, debo correr para llegar lo antes posible, para confirmar que he caído en una mentira y que he corrido sin motivo alguno. Al llegar a la dirección me paro a observar para todos lados. En esta fría noche, mirando en todas las direcciones, buscando a encontrar alguna pista, aunque al no ver nada comienzo a aliviarme, a suspirar porque aparentemente todo ha sido una mentira, una mala broma en la que he caído como una tonta. Pero de pronto, bastante cerca, siento un ruido, un auto frenar, mi madre bajar del mismo, se acerca a un edificio, toma una maleta, la mete en el carro y nuevamente vuelve a subir en el auto. Intento caminar detrás de ellos, correr; sin embargo, el auto vuelve a moverse tan rápido que no logro ni siquiera acercarme, mis intentos son inútiles porque no puedo alcanzarlos. No entiendo qué es lo que acabo de ver ¿Qué era esa maleta? ¿A dónde se dirigen mis padres? Porque definitivamente nuestra casa no se encuentra en esa dirección. Entonces ahora sí comienzo a creer lo que me han dicho, quizás esa llamada si era real, quizás si planean abandonarme. Rodeada por un gran temor, llorando desconsoladamente, me tiro al suelo. Hace unas horas jamás imaginé que estaría aquí sentada en el medio de una fría calle, esperando recibir una respuesta mientras mis padres se alejan sin darme ninguna razón, con objetos extraños, un auto nuevo, el cual jamás podrían haber pagado porque no tenemos el dinero suficiente. Realmente no sé qué hacer, esto es algo nuevo, que no logro entender, me encantaría tener una respuesta, pero no considero que nadie vaya a acercarse a mí; sin embargo, no hay nada que esté al alcance de mis manos, lamentablemente no tengo el poder de descubrir la verdad de algo que desconozco, aunque si fuera necesario daría mi vida para saber qué es lo que está pasando. Llevo un largo rato sentada en la calle, esperando verlos volver, ha sido tanto que incluso he perdido la noción del tiempo. Pero aún no sé nada sobre mis padres, no han dado marcha atrás, no sé cómo están, no sé a dónde han ido y nadie se acerca a mí para decirme absolutamente nada. Quién se acercaría si estoy sola en esta calle vacía, este parece un lugar abandonado, sin vida, ni siquiera creo que alguien viva en una cuadra como esta. Normalmente, al estar en un sitio tan terrorífico como este sentiría un miedo inmenso, pero ahora mismo no tengo tiempo para ello, mi mente está en otro lado. Y sí, tengo mucho miedo, no obstante, eso no se debe a estar en un punto abandonado, es un miedo por la incertidumbre, por la duda, siempre me ha gustado tener respuestas y ahora mismo no tengo nada. La incertidumbre se ha vuelto intolerable y me está matando por dentro, siento un fuego que va quemando todo mi interior, tanto que se vuelve insoportable, tengo miedo y no puedo calmarme, ni siquiera sé cómo podría hacerlo, cómo calmar algo que no entiendo. Aunque en realidad si conozco la respuesta, lo único que podría calmarme es que mis padres dieran marcha atrás en aquel auto y me dijeran que la llamada fue una broma, una cruel mentira. Ya no quiero ni puedo estar así, aquí en una calle, sola, sin nadie con quien llorar, sin nadie para darme un abrazo o apoyarme, nadie que me diga que todo irá bien, que vamos a salir de esta, alguien que me dé explicaciones. Porque las únicas personas que lo harían, los únicos que me darían todo su apoyo y que siempre me traen a la realidad, son esos mismos que se han marcado lejos sin siquiera mirar atrás. De pronto decido ponerme de pie, no tiene sentido que siga sentada en medio de la calle sin entender nada, aquí no lograré encontrar respuesta alguna. Pero al reponerme e intentar caminar, todo comienza a nublarse, a dar vueltas y sin poder evitarlo, caigo en la fría acera perdiendo el conocimiento.
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