Es el día de mi muerte y no lo sabía. Ahora es momento de expiar las culpas. Instante en qué vez tu vida pasar frente a tus ojos. Se supone que él no estaría aquí hasta dentro una semana más. No aquí, de pie, en medio del salón, viéndome. Este, da un paso al frente y cuando se inclina para besarme. Volteo el rostro y el beso termina en mi mejilla. —Ya veo —murmura. —Mike— digo dejando escapar el aire. Él me mira en silencio y me da la oportunidad de observarlo. Para darme cuenta de que se ve algo demacrado y sus ojos claros se ven algo grandes para su rostro. —¿Estás bien? —Inquiero y luego de unos segundos niega. —Hay algo de lo que quiero hablar. —Bueno. Somos dos —paso por su lado y me siento en el sofá —Siéntate, por favor. De manera solícita y sin decir más hace lo que le pi