Esa misma noche, la celebración por la graduación se llevó a cabo en una hermosa hacienda ubicada cerca del Estadio Metropolitano de Mérida.
Los recién graduados se reunieron para disfrutar de su logro, dejando atrás los estudios y el estrés, entregándose a la música y a la alegría que colmaban el lugar. Amelia, junto a Carolina y Pablo, se encontraba entre risas y conversaciones, tratando de olvidar la tensión del día, junto a todos los demás invitados y estudiantes que pasaban una noche inolvidable.
La hacienda, con su arquitectura colonial y jardines iluminados por luces cálidas, proporcionaba el ambiente perfecto para la ocasión. El sonido de las copas chocando y los pasos de baile en el suelo resonaban por toda la propiedad.
Todo iba de maravilla, hasta que un rugido de motor rompió la armonía de la noche a las afueras del lugar.
Amelia se giró, y su sonrisa fue desvaneciéndose lentamente al ver llegar a las afueras del lugar a Alan Sebastián, montado en su imponente motocicleta Yamaha R6, el brillo metálico blanco de la motocicleta reflejaba las luces de la fiesta, atrayendo la atención de todos los presentes.
Alan, que siempre había mantenido un perfil bajo en cuanto a sus lujos, parecía decidido a mostrar lo que tenía esa noche, solo para disfrutar de las miradas envidiosas de sus compañeros y del enojo provocado hacia Amelia.
Junto a él, bajó de la moto una joven alta y esbelta, su cabello rubio y liso, con su vestido ajustado a la cintura capturaron las miradas tanto de hombres como de mujeres.
Era Victoria mejor conocida como "Vicky" Mendoza, una modelo en ascenso conocida por su trabajo con las principales marcas del país, muchas de ellas relacionadas con el régimen opresivo que controlaba Venezuela.
Su presencia allí no era una sorpresa, pero para Amelia, era un recordatorio doloroso de una amistad que se había quebrado muchos años atrás.
Victoria solía ser diferente, pero de un momento a otro la fama y la atención se le subieron a la cabeza y dejó de ser quien era de la noche a la mañana.
Amelia y Vicky habían sido inseparables durante la infancia, pero al crecer, Vicky se había apartado, uniéndose a círculos más elitistas y comenzando a despreciar a Amelia por su origen humilde. Había usado su influencia para humillarla en r************* durante varios años en su adolescencia, despreciando su familia, y sobre todo su vida sencilla y tranquila de personas de clase media.
La fiesta continuó, pero la presencia de Alan y Vicky generó una tensión palpable en el ambiente desde el mismo momento en que ingresaron al lugar.
Amelia intentó mantenerse alejada, ignorando las miradas que lanzaban en su dirección. Sin embargo, el destino parecía tener otros planes. En un momento de la noche, mientras se dirigía al jardín para tomar un respiro, y descansar del baile se encontró frente a frente con Vicky por cosas del destino tal vez, pero cuando cayó en cuenta ya era muy tarde para evitarla.
— No puedo creer que tengas el atrevimiento de venir aquí después de lo que le dijiste a Alan hoy, te recuerdo que fue su padre, el Sr. Héctor quien pagó todo esto. —Soltó Vicky, cruzando los brazos y mirándola con desdén, imponiéndose delante de Amelia, a quien no intimidaba para nada, y aunque era unos cinco centímetros más baja que Victoria, no se dejaba llevar por tamaños o estatus sociales.
Amelia respiró hondo, intentando mantener la calma, pero la herida que Vicky había abierto con sus palabras era profunda en su orgullo. Amelia apretó los puños, sintiendo la ira burbujeando bajo la superficie, sus ojos verdes se clavaron directo en la mirada despiadada de Vicky, estaba dispuesta a usar ese puño cerrado con Victoria de ser necesario, pero prefería no tener que hacerlo.
— ¿Y tú qué sabes, acerca de que dije o no Vicky? —Respondió Amelia, su voz estaba teñida de frustración evidente, y una dosis de ira acumulada hacia esa mujer frente a ella. —Tu novio solo es otro más que usa su poder para aplastar a los demás. Tal vez tú encajes bien con él, pero yo no me quedaré callada mientras alguien como él le quita oportunidades a personas que lo merecen más, me da igual si fue su padre o la caridad quien pagó esto, no se trata de eso solamente mi enojo. —Respondió Amelia con contundencia en su voz y su mirada penetrante, parecía que ambas mujeres querían irse más allá de las palabras.
Vicky dio un paso hacia adelante, con los ojos llameantes esperando el momento para actuar también, pero Amelia sintió un vapor recorrer su cuerpo como incitándola a brincar sobre Vicky.
— Es gracioso que hables de merecer, Amelia. Siempre has sido una soñadora, pero la realidad es que no estás a nuestra altura. Deberías estar agradecida de que te permitimos estar aquí. —habló Victoria, con aquella arrogancia que la caracterizaba y esa mirada de repudio menospreciando a quien no consideraba a su altura, la señal con su mano demostrando lo bajita que era Amelia al lado de ella en tacones.
Eso enfureció realmente a Amelia la cual apretaba sus dientes conteniéndose, no quería quedar como la “arruina fiestas del grupo”, pero estaba a solo palabras o unos segundos de convertirse en eso mismo.
Las palabras de Vicky cortaron como un cuchillo caliente a la mantequilla. Amelia estaba a punto de responder cuando una voz masculina intervino en ese momento tenso de la noche.
— Vicky, ya basta cariño. —Intervino Alan, acercándose rápidamente y colocando una mano en el hombro de Vicky para llevársela de allí. —Este no es el lugar ni el momento, mucho menos es tu problema, vamos deja a Amelia en paz. —Dijo Alan, antes de llevarse a su novia, dándole un beso apasionado en frente e Amelia, eso no cayó bien a Amelia quien creía que intentaban restregarle en su rostro su relación “Perfecta” pero en realidad Alan lo hacía para evitar que algo más sucediera.
Él conocía bien a su novia y sabía que era una “Niña ridícula” que podría causar un gran alboroto.
Amelia lo miró con odio puro, pero Alan mantuvo su expresión neutral luego del beso a su novia Victoria. El enfrentamiento quedó en suspenso, pero la tensión seguía presente en el lugar, electrificando el aire entre ellos, era algo inevitable y de una u otra forma esa tensión debía romperse o intensificarse.
Más tarde, la noche continuó, pero el malestar de Amelia no desaparecía, seguía impaciente por tener la oportunidad de arrancarle las greñas teñidas a la arrogante Vicky.
Pablo, que había estado bebiendo más de lo habitual debido al descuido de Amelia hacia él, su bebida había golpeado su percepción de las cosas, y ya observaba también a Alan desde el otro lado de la pista de baile, con una mezcla de rabia y celos que se acumulaba en su interior, celos al ver que Alan tenía una vida de ensueño y él a duras penas podía pagar un taxi para movilizarse esa noche.
Y, por si fuera poco, le había robado su única oportunidad de surgir y salir adelante junto a Amelia.
— Ese maldito… —Murmuró Pablo, apretando los dientes y dándose un gran trago de ron seco, el ardor en su garganta no era tanto como el ardor que sentía de celos hacia Alan. — Por su culpa, Amelia se irá lejos y yo quedaré como el tonto de siempre. —Murmuró para sí mismo, dejando a un lado en el mesón su vaso casi vacío, parecía decidido y dispuesto a hacer algo estúpido sin duda alguna.
Antes de que Amelia pudiera detenerlo o hacer algo, Pablo se levantó bruscamente de su asiento y comenzó a caminar hacia Alan. Sus pasos eran torpes por el alcohol, pero su determinación era inquebrantable, estaba seguro de lo que haría, o eso creía en su percepción alterada.
— ¡Oye, Alan! —Gritó Pablo, atrayendo la atención de los presentes en ese instante, el DJ había reducido el sonido en ese momento, y el silencio en medio de la pista de baile dejó que todos escucharan a Pablo. —Necesitamos hablar, ahora niño lindo. —Agregó Pablo entre balbuceo y gritos, estaba mal realmente, se notaba simplemente en su mirada, pero él pensaba que hacia lo correcto, todo gracias a la ayuda del peor amigo el hombre, el alcohol.
Alan se giró, observando a Pablo con una mezcla de sorpresa y desaprobación por su estado de embriagues. Amelia sintió rápido un nudo en el estómago, sabiendo que esto no terminaría bien para Pablo si no se contenía e intentó ir por él.
— No tienes nada que decirme Pablo, así que te pido que no hagas esto que piensas hacer, te lo pido de caballero a caballero. —Respondió Alan con calma, intentando mantener la situación bajo control, lucía como todo un caballero en realidad, y aquello le irritaba más a Pablo, el cual no estaba dispuesto a escuchar razonamiento alguno.
El resentimiento, la frustración y el alcohol nublaron su juicio, y se acercó demasiado rápido, empujando a Alan con fuerza intentando crear un conflicto nuevo entre ellos.
— ¡Eres el causante de todo! —Gritó Pablo, con su voz quebrada y mirada de delirio total. La multitud les rodeaba y se limitaban a observar lo que acontecía. — Por tu culpa, Amelia y yo… —Pero antes de que pudiera terminar la frase, Alan lo detuvo con un movimiento rápido, sujetándolo por el brazo y empujándolo hacia atrás de nuevo, no quería tenerlo cerca de él, no en ese estado de embriagues y mucho menos frente a todas esas personas.
— Ya basta, Pablo. —Respondió Alan, con una firmeza que cortó el aire. Parecía decidido a no arruinarle la noche a nadie, si los demás no sabían comportarse no sería él quien se lo hiciera entender. —No quiero problemas, pero tampoco te permitiré que me faltes el respeto, Pablo. —Agregó, mientras se daba media vuelta para continuar en lo suyo con sus amigos y su hermosa novia Victoria, la cual solo balbuceaba y sonreía de ver lo mal que la pasaban los “Perdedores”.
Pablo, sin la más mínima intención de escucharle y cegado por la ira y la desesperación, lanzó un puñetazo, pero Alan lo esquivó con facilidad aun cuando estaba casi de espalda hacia Pablo, y fue así, como en un abrir y cerrar de ojos, Pablo estaba en el suelo, adolorido y humillado, mientras Alan permanecía de pie, sereno, pero visiblemente enfadado sobándose sus nudillos, los cuales había dejado marcados en la mejilla de Pablo quien seguía allí tirado y humillado una vez más.
El silencio que siguió fue sepulcral, todos los ojos estaban sobre ellos, y la vergüenza de Pablo se hizo notable.
Amelia corrió hacia él, arrodillándose a su lado, mientras él se cubría el rostro con las manos, no solo por el dolor físico, sino por la humillación de haber perdido no solo el viaje de su vida, sino también su dignidad a manos del mismo sujeto.
— Ya basta, Alan… —Murmuró Amelia, con su voz quebrándose, mientras acariciaba el cabello de Pablo, intentando consolarlo, ella sabía que Pablo estaba mal por culpa del mismo alcohol, no debía permitir que se detuviera a buscar más problemas.
Alan dio un paso atrás, mirando la escena con una mezcla de emociones que él mismo no entendía.
Sin decir una palabra más, se giró y se alejó, comprendiendo que esa noche, las heridas que se habían abierto no se cerrarían fácilmente en ninguno de los involucrados.