Al llegar a mi casa me quedé prendada de lo que había sucedido así que decidí meterme a duchar. No tenía amigos con quien desahogarme del suplicio masculino que tuve que soportar hoy. Además de que había quedado igual que antes, sin trabajo.
Aproveché parte de la noche para leer algunos libros y copiar apuntes, ya que no había asistido a clases la última semana, no supe en qué momento me quedé dormida.
Por la mañana mamá Mabel ya estaba despierta y haciendo el desayuno. No podía dejarnos sufrir ni un poco, creo, se notaba mucho más feliz y recompuesta.
Ayudé a poner la mesa y a realizar las labores domésticas, mientras se terminaban de cocinar los panqueques. Momentos después estábamos poniendo en claro que el dinero que había sobrado, lo regresaríamos al banco para aminorar el monto d
