Después de quedarme un rato encerrada en el coche, llorando como la débil persona que me permití ser, me recompuse. No se ganaba nada llorando y esto debía solucionarlo sí o sí. Tomé un cuaderno y empecé a hacer cuentas. Mi tía ya no necesitaría medicamento especial, contaba con que después de la operación los medicamentos serían considerablemente menos costosos. Quite mi colegiatura de la cuenta, y ajuste el menú y la despensa para gastar lo menos posible, era todo un reto, porque siempre estábamos limitados. Las cuentas no me daban, y sabía perfecto que tenía que prepararme lo antes posible. El coche era viejo, por lo que no tenía mucho caso que lo vendiera. Busque las joyas que tenía mamá Mabel guardadas y las que yo resguardaba con receló en el cajón del tocador; las alhajas eran