Capítulo 12 El regalo del mal

1518 Words
Capítulo 12 El regalo del mal —¿Y qué aventura vivieron en esa búsqueda, señor Josué? —Encontramos un pueblo —¿Un pueblo? —Sí —¿Y cómo era? Deberíamos ir a conocer, tal vez sea nuestro hogar —No, no lo creo —¿Por qué lo dices? —Todo era silencio —Eso es lo que buscamos, sabes que no soporto escuchar a esos cuervos —Mirla, la necesidad de las personas es tan grande que ya han muerto varios habitantes —Dios mío, ¿Habéis visto eso con tu hermano? —Sí, cuando pidamos ese pueblo las personas lloraban, los niños lloraban, todos clamaban —¿No crees que deberíamos ayudarlos? —¡¿Qué?! ¡No! Eso es estúpido, Mirla —¿Estúpido? Creo ayudar a unas personas con alimento no es estúpido, estúpido es tu reacción. Ellos te han dado ese árbol y así es como agradeces —Ellos no nos dieron el árbol —¿Qué? ¿Entonces? —En lo último, más adentro del pueblo hay un monte, lo encontramos allí, pero ya… —¿Qué? ¿Ya qué…? Han robado ese árbol… —No robamos nada, lo encontramos… —¡No! Por Dios, Josué, ¿Fue tu hermano? ¿Él te obligó a hacerlo? —¡No! ¡Cállate! ¡Cállate! Mi hermano no me obligó a hacer nada, en ese maldito pueblo todos los árboles están muertos, ¡Están secos! Un habitante nos envió al monte —le dijo molesto —¿Qué?, Eh, Josué, no sabía, discúlpame… —Tú nunca sabes nada, es mejor que por hoy no me dirijas la palabra, me habéis dichos cosas que quiero olvidar aunque mi memoria nunca olvida Josué se alejó de su esposa, fue hasta la cocina y de un balde n***o cargado de agua, bebió para refrescar su garganta y se echó en su rostro para tratar de olvidar la pequeña discusión con Mirla. Sabía que era normal la reacción de ella, pues aquél problema donde la muerte los empujó a adentrarse en lo profundo del bosque, siempre hizo pensar a Mirla que José, su cuñado, era el responsable de todo. —¡Hey! Me he enterado que andas con mi esposa —le dijo un hombre enfadado a José —Podemos explicar lo que sucedió en realidad —¡Cállate! Me dan asco, ¿Tu novia ya lo sabe? ¡¿Sabe que te revuelcas con mi esposa?! —Lo nuestro ya acabó —Voy a matarte desgraciado El hombre lo tomó por el cuello, comenzó a apretarlo con todas sus fuerzas, mientras que José solo sentía como el dolor se esparcía por todo su cuerpo sin poder hacer nada, hasta que logró golpearlo en el estómago y liberar las manos de su cuello, respirar y gritar el nombre de su hermano. —¡¡Josué!! ¡Ayúdame! ¡Ayuda! —gritaba —Tu hermano no te va a escuchar, está trabajando, lastima que no te verá morir —le dijo al volver a tomarlo por el cuello José ya no sentía su garganta, ya no podía respirar, sentía dolor y no por lo que le sucedía, sino por traicionar el amor de su esposa En ese instante llegó su hermano Josué, que al tomar una hacha, le da con esta al hombre que estaba por matar a su hermano, y así fue como empezó todo, la búsqueda de los dos por parte de la policía, después de aquello buscaron a su novias y así escaparon al bosque que nunca era pisado por personas, por una supuesta leyenda de una bruja, que enloquecía a cualquiera que pisara su terreno. Después de recordar lo que había hecho en el pasado, Josué pensó un momento en su familia, no solo en su esposa e hijos, sino en si hermano, su esposa y los hijos de su hermano, sus sobrinos, entonces le dio por decirle a Mirla que deberían visitar a su hermano y a su familia, para aclarar el pasado y arreglar el presente, pero cuando intentó hacerlo se asustó cuando su esposa angustiada se le apareció y le dijo: “Josué, Cristina no está”. —¿Qué? ¡Manuel! ¡Manuel! —empezó a la mar a su hijo —¿Qué sucede padre? —¿Dónde está tu hermana? —No lo sé, ella entró a la casa —No, no es así, escúchame bien jovencito, si a tu hermana le pasa algo tú y yo tendremos ciertos problemas —¡Josué! —¿Qué mirla? Le hemos dicho que cuide a su hermana, es solo una niña, tiene siete años, él es el mayor, debe cuidar de ella —Ha ido al bosque, tenemos que buscarla, ¡Cristina! ¡Cristina, hija! —le gritaba Mirla al bosque Manuel bajó su cabeza, en la cual empezaron a nacer pensamientos negativos sobre su hermana, su odio era cada vez más grande, y solo culpaba a sus padres por la atención hacia ella, mientras que a él solo lo tenían olvidado y varias veces ignoraban su presencia. Admirando los hermosos árboles y apreciando el lugar tan verde, la dulce Carolina seguía contemplado de lo que se alimentaba sus ojos, todos parecía un sueño, pero supo que era realidad al tocar un arbusto de espinas pinchándose el dedo hasta derramar dos gotas de sangre, sin importarle continúo a caminando, pero no encontró ningún animal, lo cual se le hacía raro, pero lo que se le hizo más raro, fue ver una vieja cabaña de madera que se estaba cayendo, cuando decide acercarse por la intriga, alguien le tocó el hombro, en ese instante Cristina dio un enorme grito espantado a todos los cuervos que la observaban caminar. Preocupados por la desaparición de su hija, Josué y Mirla corren por todo el bosque gritando su nombre y mirando por todas partes para ver si la encontraban, mientras que su hermano Manuel solo lloraba dentro de la cabaña, deseando que nunca la encontraran para tener la atención de sus padres para él y solo para él. —¡Cristina! ¡Cristina! —gritaba su padre. Y continuó buscando angustiado porque él consideraba a Cristina la niña de sus ojos. —¡Papá, papá! —gritó Cristina. Y abrazó a Josué . Y allí estaba Cristina, acompañada de un señor que tenía una escopeta que al parecer era un cazador. Josué regañó a su hija por haber desobedecido, el señor le dice a Josué que cuidará bien de su hija que sería peligroso que estuviera sola en el bosque. Josué le da las gracias al cazador y se va con Cristina hacía la cabaña. —¿Por qué habéis desobedecido a tu madre? —pregunta él enfadadamente mientras caminaban. —Porque siempre estoy sola, no tengo con quien jugar papá —respondió llorando. Y bajó la cabeza pidiendo perdón. —Lo siento mucho hija, pero ¿Sabes? Te tengo un regalo —dijo Josué alegremente. Y allí los dos pusieron en marcha su camino. Al llegar a casa, Josué ve llorando a su esposa, ya que buscó por varias partes del bosque a su hija y no la encontró, por lo que regresó a la cabaña y esperarlo con noticias, pero al ver que su esposo no venía solo, se levantó de aquella pueda donde estaba sentada y corrió y la abrazó. Un poco enojada porque Cristina la había desobedecido, le pidió entrar a su cuarto y no salir durante siete días, su hermano Manuel reía de felicidad al ver como su hermana era regañada por sus padres. Sin embargo, la sonrisa duró poco cuando Josué sacó una hermosa muñeca de madera dándosela a Cristina. Manuel se puso furioso y entró a casa gritando que siempre a su hermana le regalaban cosas y a él no, resultados satisfactorios para su hermana y no satisfactorios para él, por su mal genio y su carácter. Feliz, alegre y entusiasmada, Cristina tomó la muñeca, la abrazó y lloró de alegría, esta era casi de su tamaño; tenía un vestido blanco, ojos azules, labios rojos, su cara era hermosa y tenía el cabello largo de color n***o. —¡Gracias papi! —Exclamó feliz. Y abrazó fuertemente a su padre. —¿Y qué nombre le pondrás? —preguntó Mirla. Y contenta le decía a Cristina que la muñeca era hermosa. —Eh, se llamará… mmm… ¡Hassall! —respondió emocionada. —Que hermoso nombre —dijo Josué. —¿De dónde habéis sacado la madera? —preguntó Mirla. —Del tronco del árbol que encontré con mí hermano —Papi, ¿En dónde habéis encontraste el tronco? —. —Lo he encontrado con tu tío José en el monte de un pueblo llamado Loma Roja. —respondió él, diciéndole que era un pueblo muy pobre —¿Por qué le han dado a mi hermana una muñeca? ¿Qué me darán a mí? —manuel, tu padre trabajó carpintería, ha hecho esta muñeca del tronco de un árbol que encontró con tu tío José muy lejos, en un pueblo llamado loma roja
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