Capítulo 8 Una roja invitación
Después de abrazar a su madre y ver que realmente había aparecido su padre, , Lertaly presenció lo que era diario al levantarse, esta vez no era una pesadilla, sino la realidad, y era que no había alimento alguno para aliviar el apetito y el dolor de la panza que hacía escuchar a los intestinos pidiendo el pan ausente de todos los días. Así que silenciosamente salió corriendo de casa dirigiéndose hacía el árbol de manzanas que había encontrado en el monte, sintió pasaba exactamente lo mismo que en la pesadilla, pues miraba a los niños pequeños llorando por el hambre, solo que esta vez no había un señor con su hija en brazos, es decir, Abelardo Vitola. Cuando decidió continuar e ignorar los malos sucesos a su alrededor, vio a los niños vagos que lo habían asaltado y arrebatado aquellos cinco manzanas cuando lo tiraron al suelo, entonces decidió olvidar aquél feo y ya viejo momento y perdonarlos sin decirles, siendo muy amable se les acercó lentamente con una idea que empezó a rondar en su cabeza.
—¡Hola! ¿Cómo están? —les dijo alegremente.
—¿Qué cómo estamos? —preguntó uno de ellos con tono grosero
—¿Qué acaso no nos ves? Tenemos hambre —dijo el mayor de ellos.
—¡Oye! Espera, teníamos un plan, ¿Qué le íbamos a hacer a este bobo? —dijo otro. Y comenzó a mirar al resto, esperando respuesta.
—Tranquilos, vengo a invitarlos para que vengan conmigo, coméis y desayunen —contestó Lertaly alegremente, actuando sin ningún rencor alguno hacia los siete.
—¿Es enserio?, ¿Qué cosa? ¿De qué nos estáis hablando? —preguntó el más pequeño de los siete. Y se levantó lleno de entusiasmo.
—Manzanas, hay un árbol en el monte —contestó él sonriendo.
—¡Mentira! Aquí esos árboles mueren, la tierra del pueblo no es para esos árboles, además todos vuestros árboles están secos y sin frutos —le dijo el mayor enfurecido, quien se levantó del suelo junto con el resto y agarró por la camisa a Lertaly
—Es verdad y se los enseñareis para que todos veréis con sus propios ojos que es verdad —le afirma llenó de valor
—Si esto llega a hacer mentira te golpearemos —dijo el mayor dudando de su palabra. Y soltó a Lertaly diciéndole al resto que habían cambio de planes.
Lertaly se preguntaba en mente a qué se refería cuando dijo cambio de planes, finalizada la pequeña charla, marcharon al monte y allí estaba la prueba de que sí había un árbol de manzanas, los siete niños estaban impresionados pero tras acercarse al verlo de cerca se llevaron tan mal impresión que les causó miedo.
Al acercarse para ver las manzanas, vieron unos enormes y feos gusanos que eran de variedades de colores, unos eran negros con verdes y otros negros con morado, pero lo que si no cambiaba era que tenían ojos que se podían observar claramente, tenían pelo por todo su cuerpo, como los chimpancés. Dios al ver que estos niños veían el verdadero mal disfrazado de belleza y sabor, sacrifica una hermosa mariposa de colores que llega volando y toca uno de los gusanos, que al tocar los pelos que adornaban tan horrible animal cae seca al suelo volviéndose polvo, lo que quería Dios era dar una evidencia más, porque estos niños no tenían espíritu noble y además las manzanas estaban totalmente podridas, algunos de los niños se fueron en vómito y sintieron miedo, miedo que se pudo observar entre ellos cuando comenzaron a temblar.
—¡Que asco! —exclamó el mayor atemorizado.
—¿Qué os pasa? —pregunta Lertaly al verlos actuar así. Y se acerca al mayor de ellos.
—¿Qué no veis que están podridas y con gusanos? —pregunta uno de los niños. Y comenzó a vomitar.
—Yo no veo nada —dice él y empezó a mirar por varios lados del árbol para entender lo que los niños le decían.
Para mostrarles lo que era la buena comida, Lertaly se trepa al árbol arrancando una manzana y empieza a comerla, haciendo que los siete se fueran en vomito y lo miraran llamándolo asqueroso, ya que ellos sí podían ver a los gusanos y sus espeluznantes pelos.
—¿Qué es lo que les sucede? ¿Por qué actúan así? Los he traído aquí ¡Coman! ¡Anda! ¡Coman!
—¿Acaso estás loco? ¿Eres un demente? Dinos que eres y ya no te molestaremos más
Lertaly no entendía sus palabras, miraba al árbol y no veía nada, después los miraba a ellos y solo pensaba que era una broma departe de ellos, solo porque él sí decía la verdad de que había encontrado un árbol de manzanas.
—Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ¡Que broma tan grande! ¡Vamos! ¡Coman! Para eso los traje, pero quiero que nadie más sepa de este árbol ¿De acuerdo?
—¡Estás loco! —le gritaron los siete al mismo tiempo—, ¡Nos iremos de aquí!
Sintiendo una gran inquietud e intriga, los siete comienzan a acercarse al lago frente al árbol para tomar agua, y ven el reflejo del árbol, allí notan los que veía Lertaly y lo que no veían ellos, las manzanas hermosas, grandes, jugosas y rojas como la sangre, pero al mirar hacia arriba veían otra cosa, comenzaron a mirarse entre ellos totalmente mudos sin nada que decir y sin mas salen corriendo asustados de ver tan hecho espeluznante. Los siete niños se preguntaban el por qué veían una cosa en el lago y otra al mirar hacia el árbol, no podían entender que estaba pasando pero algo si sabían y era que ese árbol no era cualquier árbol, porque de todos los árboles en el pueblo este era el único que no se secaba y daba fruto.